(PDF) La "Historik" de J. G. Droysen: un puente entre la investigación empírica y la fundamentación teórica del conocimiento histórico | Joseph Dager Alva - Academia.edu
La Historik de J.G. Droysen: un puente entre la investigación empírica y la fundamentación teórica del conocimiento histórico * Joseph Dager Alva Pontificia Universidad Católica del Perú Resumen: En el presente artículo pretendemos analizar, desde la perspectiva de la historia de la historiografía, la Historik del famoso historiador Johann Gustav Droysen (1808-1884), profesor en las universidades de Berlín, Gena y Kiel. Postulamos que Droysen en esta obra no sólo ofreció lecciones acerca del método historiográfico, sino que intentó sostener la autonomía de la disciplina histórica respecto de la filosofía especulativa de la historia y de la ciencia natural. En esa fundamentación, Droysen siguió la senda establecida por la escuela histórica alemana, pero dio un paso más al formular una aproximación teórica a cómo ocurre el conocimiento histórico, en lo que algunas veces –sin saberlo- coincidió con el posterior movimiento filosófico llamado historicismo alemán. Aunque cuestionó duramente la noción de “hecho histórico”, no concibió a la historia como un discurso. En verdad, no abandonó el ideal de que la disciplina pudiese acceder a un tipo de objetividad, la que estaría garantizada por la acción conjunta del método filológico, la interpretación y la empatía que otorga el comprender. Palabras Claves: Conocimiento histórico, Droysen, escuela histórica alemana, fundamentación teórica, Historik, historicismo, historiografía. Abstract: This paper analyzes the Historik of the renowned historian Johann Gustav Droysen (1808-1884), professor at the universities of Berlin, Gena and Kiel, from a historiographic perspective. We postulate that Droysen, not only offered lessons about the method to study the past, but also tried to sustain the autonomy and independence of the historical discipline from philosophy and natural science. In that sense, Droysen followed the path established by the German historical school and went one step beyond, formulating a theoretical approach to understand how historical knowledge is acquired, coinciding sometimes with the subsequent philosophical movement called German historicism. Although he strongly questioned the notion of * Quiero agradecer al profesor Francesco Borghesi por sus sabias observaciones al presente trabajo. Sus magníficas clases fueron para mí un continuo descubrir intelectual, que me reafirmó en la real importancia de la reflexión teórica e historiográfica para la disciplina histórica. Sin duda, en ellas mi horizonte se amplió. [Memoria y Civilización (M&C), 7, 2004, 197-242] 198 Joseph Dager Alva "historical fact", he didn’t conceive the historical discipline as a discourse. Truly, he did not abandon the ideal that History as a discipline could accede to a kind of objectivity, which would be guaranteed by the joint action of the philological method, the interpretation and the empathy given by the process of understanding. Key words: Droysen, German historical school, theoretical foundation, Historik, historical knowledge, historicism, historiography. Una imagen historiográfica sobre la Historik de Droysen Johann Gustav Droysen nació en 1808. Estudió en la Universidad de Berlín donde fue alumno del filólogo Boeckh y, según Meinecke, asistió como “atento discípulo” a las lecciones sobre filosofía de la historia dadas por Hegel.1 En 1829 fue profesor en el gimnasio “Zum Grauen Loster” en Berlín. En 1831 presentó su tesis doctoral que tituló “De Lagidarum regno Ptolomaeo VI Philometore rege” y, en 1833, a sus 25 años, publicó Alejandro Magno, erudita biografía, hoy clásica para estudiar la vida del conquistador griego.2 Al año siguiente, tradujo la obra de Esquilo que, según Momigliano, contribuyó mucho a la interpretación del poeta en términos literarios e históricos.3 Dichas publicaciones le significaron, entre otros merecimientos, el ser llamado a la Universidad de Berlín en 1835, donde fue nombrado profesor de historia antigua y filología clásica.4 Ahí empezó su traducción de Aristófanes, que apareció en tres volúmenes en 1835, 1837 y 1838.5 En 1840 pasó a la Universidad de Kiel, para posteriormente volver a Berlín en 1859, y desde 1861 empezó a enseñar en la Universidad de Gena.6 1 Eduard FUETER, Historia de la historiografía moderna, II, Buenos Aires, Editorial Nova, 1953, p. 168. 2 Johann Gustav D ROYSEN, Alejandro Magno, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2001. 3 Arnaldo MOMIGLIANO, Ensayos de historiografía antigua y moderna, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 258. En el anterior libro, Momigliano dedica un capítulo a Droysen: “J.G. Droysen entre los griegos y los judios”, pp. 257-70. 4 George GOOCH, Historia e historiadores en el siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 1942, p. 138. 5 MOMIGLIANO, Ensayos de historiografía..., p. 263. 6 FUETER, Historia de la historiografía..., p.168. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 199 Droysen, luego de publicar su Alejandro Magno, dedicó dos volúmenes a la “Geschichte des Helenismus”, uno aparecido en 1836 y el otro en 1843. En 1877-78 reeditó su Historia del helenismo, pero ahora en tres volúmenes pues colocó como primero la biografía de Alejandro.7 Pero fue a la investigación sobre la historia de la política prusiana, a la que le dedicó casi toda la vida, aunque no logró concluir su proyecto, el que se publicó en catorce volúmenes entre 1855 y 1886, y que comprende la historia prusiana hasta 1756. Y en ese sentido, vale la pena señalar que Droysen tuvo una activa participación en la política de su patria, ya en 1848 fue enviado como hombre de confianza de su Gobierno a la dieta de Frankfurt y fue elegido más tarde para la Asamblea Nacional.8 Falleció en Berlín en 1884. Basándose en el análisis de la Historia del helenismo y la Historia de la política prusiana; las historias de la historiografía suelen presentar a Droysen como el fundador de la escuela histórica prusiana. Dicha escuela deriva de la escuela histórica alemana, de la cual el representante más citado es Leopoldo von Ranke, caracterizada por la erudición y la utilización del método filológico.9 En este sentido, conviene recordar que el siglo XIX ha sido llamado el siglo de los historiadores. En efecto, la disciplina produjo en cantidad y en calidad obras como en ningún siglo precedente. La fecundidad de tal producción trajo como positiva consecuencia que apenas iniciado el siglo XX, aparecieran tres muy importantes síntesis que presentaban y evaluaban la producción historiográfica de la centuria anterior. Eduard Fueter publicó, en alemán, su Historia de la historiografía moderna 7 MOMIGLIANO, Ensayos de historiografía..., p. 260-261. De estos tres volúmenes sólo está traducido al castellano su biografía sobre Alejandro. 8 De los estudiosos de Droysen, no han sido pocos los que han destacado el decidido compromiso que asumió con el desarrollo del Estado prusiano. De hecho, el análisis de contenido de la obra histórica de Droysen deja poca duda respecto de cuanto afectó a su “objetividad” el anterior compromiso. Sin embargo, nosotros no abundaremos en ello, pues en esta investigación nos interesan más sus reflexiones en torno al método y la fundamentación del conocimiento historiográfico. 9 GOOCH, Historia e historiadores..., p. 137-47. También FUETER, Historia de la historiografía..., p.168-171. [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 200 en 1911; entre 1912 y 1913 apareció en italiano la Teoría e historia de la historiografía de Benedetto Croce; y en 1913 George Gooch publicaba en inglés su Historia e historiadores en el siglo XIX. Así, el siglo antepasado y los inicios del siglo XX parecían indicar que la historia como disciplina ostentaría una larga hegemonía. Por lo anterior, resulta especialmente curioso que ninguno de aquellos grandes historiadores prestara atención suficiente a la Historik.10 Fueter apenas la menciona sin analizarla, Gooch le dedica un par de párrafos, y Croce se ocupa de ella con ánimo crítico, sin dedicarle un espacio específico a Droysen.11 Creemos que fue Dilthey el primero en llamar la atención sobre la importancia de la Historik. Al ocuparse de la escuela histórica alemana, reconoció que Droysen había sido el primero en aplicar la 10 En su Metahistoria, Hayden White analiza la conciencia histórica del siglo XIX. Interesantes resultan las páginas en las que se ocupa de las anteriores historias de la historiografía. White afirma que las tres veían como legítima una obra historiográfica si es que ésta no contenía rastros de filosofía de la historia, razón que podría explicar la indiferencia que causó la obra de Droysen, la que –como veremos- enfrenta variados “problemas filosóficos” (Hayden WHITE, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, véase especialmente las páginas 263-265). 11 FUETER, Historia de la historiografía..., p.168; GOOCH, Historia e historiadores..., p. 146; Benedetto CROCE, Teoría e historia de la historiografía, Buenos Aires, Ediciones Imán, 1953, pp. 19 y 29. Un asunto a tomar en cuenta para entender la negativa o indiferente valoración de la obra de Droysen, es su probable y parcial desconocimiento. Sucede que Droysen recién en 1883 editó una versión completa de su obra que, originalmente –en 1857- era un manual (Grundriss der Historik) en forma de manuscrito, repartido entre sus alumnos y de poca difusión. Nosotros creemos que Fueter y Gooch sólo accedieron al manual, necesariamente resumido pues era un material de apoyo para sus conferencias, por lo que el primero no consideró necesario comentarlo y el segundo expresó que el Grundriss estaba lleno de aforismos casi incomprensibles. Collingwood, quien igualmente sólo conoció el manual, fue especialmente duro con la obra de Droysen (Robin G. COLLINGWOOD, Idea de la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, p. 165). Croce sí conoció la versión completa de la obra por lo que su tratamiento fue más extenso, si bien su ánimo fue crítico. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 201 teoría hermenéutica sin alcanzar una estructuración teórica de las ciencias del espíritu.12 Recién a finales de la década de 1920, la Historik de Droysen encontró en Friedrich Meinecke, al primer crítico que resaltó sin reservas su valor como obra teórica de la práctica historiográfica. Aquel reconocimiento se realizó antes inclusive de que el nieto de Droysen, Rudolf Hübner, publicase en 1937 las conferencias de su abuelo junto con una serie de notas inéditas, apoyado por los apuntes de algunos de los oyentes, entre ellos Meinecke, quien asistió en 1882.13 La edición castellana de la obra que realizó la editorial Alfa, fue la traducción de lo publicado por Hübner.14 Hans Georg Gadamer ha sido uno de los importantes pensadores que ha volteado su atención hacia la obra de Droysen. Hacia 1957 publicó El problema de la conciencia histórica, resultado del curso “Introducción a las ciencias humanas” que dictaba regularmente desde 1936, obra que debe leerse como una introducción 12 “Droysen ha sido el primero en aplicar la teoría hermenéutica a la metódica. Pero no alcanzó una estructuración teórica de las ciencias del espíritu” (Wilhelm D ILTHEY, El mundo histórico, México, Fondo de Cultura Económica, 1944, p. 135). En la misma línea, Raymod Aron ha señalado, de pasada y sin sustentarlo, que el primer libro en el que se encuentra formulada claramente una teoría de la hermenéutica o de la interpretación es la Historik de Droysen. Sus palabras fueron: [Dilthey se esforzó] “en poner de manifiesto los conceptos específicos de las ciencias del espíritu y en elaborar lo que los alemanes habían buscado a través de todo el siglo XIX; a saber, una teoría de la hermenéutica o de la interpretación. Es probable que el primer libro en el que se encuentre formulada claramente, en el siglo XIX, esta búsqueda de una teoría de la hermenéutica, sea el de Droysen: Historik” (Raymond ARON, Lecciones sobre la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 43). 13 Véase: Hayden WHITE, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica, Barcelona, Paidos, 1992, pp. 104-6. Previa a la de 1937, E. Rothacker, discípulo de Droysen, publicó una edición de la Historik en 1925 (Wilhelm BAUER, Introducción al estudio de la historia, Barcelona, Bosch, 1970, p. 272). 14 Johann Gustav DROYSEN, Histórica. Lecciones sobre la Enciclopedia y metodología de la historia, Barcelona, Editorial Alfa, 1983. [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 202 a Verdad y método.15 Allí Gadamer señala la Historik como el primer intento epistemológico para fundar las ciencias humanas de modo autónomo, aunque mantendría todavía como “modelo” el de las ciencias de la naturaleza. Por lo tanto, existiría una diferencia “notable” entre Droysen y la obra filosófica de Dilthey, diferencia a favor del último, pues el primero era todavía un sucesor de la filosofía de Hegel.16 En cambio en Verdad y método, publicada apenas unos años después, Gadamer pareciera haber matizado su anterior valoración y reconocer más positivamente el intento de Droysen: El que Droysen invoque aquí el modelo de las ciencias naturales no es un postulado de contenido, ni implica que las ciencias del espíritu deban asimilarse a la teoría de la ciencia natural sino que significa un grupo científico igualmente autónomo. La `Historik´ de Droysen es un intento de dar cumplimiento a esta tarea.17 Más aún, afirmó que la tarea de Droysen consistió en asignar presupuestos filosóficos a la empiria de la escuela histórica: Los sentimientos empíricos de la escuela histórica no carecieron de presupuestos filosóficos. Sigue siendo mérito del agudo metodólogo Droysen el haberlos despojado de sus revestimientos empiristas reconociendo su significación fundamental.18 Sin embargo, según Gadamer, Droysen se encontraría todavía muy influido por la hermenéutica romántica, en especial por Schleiermacher, entonces no habría logrado una clara reflexión sobre la metodología histórica y menos aún una teoría del conocimiento de 15 Agustín Domingo MORATALLA, “Historia y filosofía en H.-G. Gadamer”. Introducción a Hans-Georg Gadamer. El problema de la conciencia histórica, Madrid, Tecnos, 2000, p. 24. 16 Hans-Georg GADAMER, El problema de la conciencia histórica..., p. 52-55. 17 Hans-Georg GADAMER. Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1977, p. 34. Gadamer en este libro dedica un acápite a la Historik: “La relación entre historiografía y hermenéutica en J.G. Droysen”, p. 270-276. 18 Ibídem, p. 266. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 203 las ciencias del espíritu, cuestión que fundamentó Dilthey.19 Finalmente, en 1980, Hayden White anunciaba que en los últimos años la Historik de Droysen había sido revalorada y despertaba gran interés en el medio académico alemán y europeo, gracias –por un lado- a un nueva edición dirigida por Peter Leyh, proyectada en tres grandes volúmenes y –por el otro- a la positiva crítica con la que Hans-Georg Gadamer la había tratado.20 El mismo White presenta la Historik como “la defensa más sostenida y sistemática de la autonomía del pensamiento histórico jamás formulada, incluidos los intentos de Croce y de Collingwood”.21 Este breve recuento nos invita a adelantar conclusiones. En la Historik no sólo se intenta ofrecer lecciones acerca del método historiográfico para investigar el pasado, sino que se aprovecha la oportunidad para intentar sostener la autonomía de la disciplina histórica respecto de la filosofía de la historia y de la ciencia natural. Para mostrarlo, pretendemos resumir los planteamientos fundamentales de Droysen, en los cuales puede percibirse fácilmente coincidencias con la posterior fundamentación que emprendiera Wilhelm Dilthey. Pero, antes de abordar directamente la Historik, nos ocuparemos brevemente de la escuela histórica alemana, pues en ella está el punto de partida de Droysen y nos permitirá entender en su real dimensión las diferencias que marcó nuestro autor respecto del ideal objetivista rankeano. La escuela histórica alemana: el “historicismo” de los historiadores No pretendemos una evaluación historiográfica de los diversos logros de esta escuela ni tampoco adentrarnos en el movimiento filosófico alemán conocido como historicismo iniciado por Dilthey. Tan sólo procuraremos mostrar las características principales del 19 Ibídem, p. 253-254. WHITE, El contenido de la forma…, p. 104-6. White en este libro le dedica un capítulo a la Historik de Droysen titulado “La Historik de Droysen: la escritura histórica como ciencia burguesa”, pp. 103-21. Y ya desde antes en su Metahistoria se había ocupado del tema. 21 Ibídem, p. 118. 20 [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 204 hacer historia que –pese a las diferencias que entre ellos existieronpudieron compartir investigadores como Wilhelm von Humboldt, Bartold Georg Niebuhr y Leopold von Ranke. Aquellos historiadores empezaron a delinear el camino de un nuevo paradigma del conocimiento histórico, y su obra sirvió de base para la fundamentación de la validez objetiva de las ciencias del espíritu, que fue el “problema central y básico del movimiento historicista alemán”.22 El motivo fundamental para dedicarle un acápite es que nosotros vemos la Historik de Droysen como el resultado de esa nueva forma de entender la historia y como el anuncio de la posterior fundamentación teórica. La escuela histórica alemana nace, se desarrolla y se delimita en polémica con las filosofías de la historia. En la base de su propuesta está demostrar que la historia es una cienciacon un método bien delimitado y autónoma, por lo que se la debe emancipar de la filosofía y de las especulaciones en las que ésta incurre respecto del devenir.23 Los planteamientos de Herder y Hegel, bien para asumirlos o bien para rechazarlos, tienen una presencia significativa en los representantes de la escuela histórica alemana, más aún, como bien ha sostenido Meinecke, dicha escuela se ubica en el tercer período por el que atraviesa el “gran movimiento creador alemán”, evidenciando aún influencia de Herder.24 Johann Gottfried Herder, filósofo y teólogo alemán, nació en 1744 en la Prusia Oriental y falleció en 1803 en Weimar. Obra principal de su autoría es Ideas sobre la filosofía de la 22 Francesco BORGHESI, El historicismo de Dilthey a Meinecke, Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1993, p. 5. 23 Gérad Noiriel ha dedicado un luminoso análisis al proceso por el cual logra consolidarse la historia como disciplina científica y universitaria, en el cual la necesidad de diferenciación resulta fundamental (Gérard NOIRIEL, Sobre la crisis de la historia, Madrid, Cátedra-Universitat de Valencia, 1997, véase especialmente “La formación de una disciplina científica”, p. 51-92). 24 Friedrich MEINECKE, El historicismo y su génesis, México, Fondo de Cultura Económica, 1982, véase el análisis que realiza Meinecke de la obra de Herder como precursora de la consideración histórica que subraya la importancia de lo individual (p. 305-363). Particularmente interesante es, en este sentido, el apéndice del libro dedicado a Ranke (p. 508-510). [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 205 historia de la humanidad, publicada entre 1784 y 1791. Si bien Herder creía con convicción en el progreso de la humanidad, reconocía que su historia, aún en sus etapas menos “desarrolladas, era “atractiva” al investigador.25 Esta noción de desarrollos igualmente atractivos comienza a marcar diferencias con la mentalidad ilustrada precedente.26 En especial, porque Herder consideraba que los pueblos que formaban la Humanidad eran todos distintos entre sí. Lo que los distinguiría sería lo que él llamó el “espíritu del pueblo” o el “genio del pueblo”, que hace a los hombres de distintas naciones similares entre sí, pero diferentes de los hombres de otros pueblos: “las naciones se van modificando según el lugar, el tiempo y su carácter innato; cada una lleva en sí su medida de perfección”.27 En el fondo, serían esas condiciones “innatas” las que explicarían lo que hay de original en los pueblos. La originalidad de los pueblos dependería de su propio carácter, les sería interior a ellos mismos. Entonces, en lo que Herder se separa claramente del Iluminismo es en su rechazo a la idea de una “naturaleza” humana, que será, probablemente, la principal influencia que recaerá sobre la escuela histórica alemana. Si cada pueblo es distinto entre sí, la historia debería ocuparse de esas individualidades nacionales y no del universal llamado Humanidad. La historia deberá, por tanto, investigar y reflejar cuál es el “genio” de un determinado pueblo, pues ese “genio” sería la razón principal que explicaría el distinto desarrollo de esa nación o país. De este modo, Herder contraponía el “genio del pueblo” a la noción ilustrada de Estado. La Humanidad dejaba de ser el “sujeto” de la Historia y ni siquiera se convertía en el objeto, sino en el final del camino: “Toda la historia de los pueblos es para 25 BURY, John. La idea del progreso. Madrid: 1971, p. 218. En general, Herder es un representante del pensamiento ilustrado, pero también es su superación, una superación que, como bien ha hecho notar Cassirer, no siempre significa absoluta negación (Ernest CASSIRER, Filosofía de la Ilustración, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1994, pp. 255-60). 27 Johann Gottfried H ERDER, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Buenos Aires, Losada, 1959, p. 503. Sobre este tema, resulta interesante el análisis de Georges LEFEBVRE, El nacimiento de la historiografía moderna, Barcelona, Martínez Roca, 1974, pp. 153-4. 26 [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 206 nosotros una escuela de competición para alcanzar la más bella corona de la humanidad y dignidad humana”.28 La Humanidad es la meta a alcanzar, ideal al que todos los pueblos deben tender, pero para llegar a él no hay necesariamente una receta, ni fórmulas aplicables a todos los pueblos por igual. No hay una “naturaleza” humana que se deba estudiar para hallar las características generales aplicables a cada pueblo particular, sino, al revés, lo que debe estudiarse es lo específico de cada uno para después, en todo caso, con ese cúmulo de datos plantear posibles regularidades.29 Al postular la “individualidad” de cada pueblo y sus distintos y desiguales desarrollos (pero igualmente importantes), Herder chocaba con la idea kantiana de la Historia, según la cual todas las acciones humanas habrían de estar supeditadas a leyes universales, discrepancia que nos interesa especialmente pues en ella vemos un claro reflejo de la transformación ocurrida en la concepción del “sujeto” de la historia y, por tanto, en la creciente importancia concedida a la nación, a la nacionalidad y a la individualidad histórica.30 La escuela histórica 28 HERDER. Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad..., p. 493. 29 Aunque no es nuestra intención escudriñar la obra herderiana, vale la pena declarar que no desconocemos que, al parecer, en su planteamiento general, Herder ha caído en una fuerte contradicción al sostener, por un lado, el valor independiente, singular y original de cada nación y, por otro, una evolución hacia una meta común a la que todos los pueblos arribarán. Precisamente, Rudolf Bultmann ha mostrado que en las Ideas de Herder hay un claro planteamiento escatológico al creer fehacientemente en el plan de la divinidad, que consistiría justamente en llegar a esa meta (Rudolf BULTMANN, Historia y Escatología, Madrid, Studium, 1974, p. 88). De hecho no es raro encontrar en su obra opiniones como la siguiente: “una sabia benevolencia dirige el destino de los hombres” (HERDER, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad..., p. 515). Ya en su momento Fueter, quien analiza la obra de Herder sin ninguna simpatía, señaló la paradoja existente al defender la individualidad de cada pueblo y la meta común fruto del plan de Dios (FUETER, Historia de la historiografía…, p. 83). 30 Dada la discrepancia escencial entre Kant y Herder, es muy comprensible la reseña nada elogiosa que el maestro de Konigsberg hiciera de la obra de quien fuera su discípulo. Mientras que Kant se empeñaba en [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 207 alemana bebe de esta herencia, especialmente en lo que se refiere al convencimiento de la necesidad de reconstruir la historia en sus variados y ricos detalles, para lo cual el método filológico se presentaba como el adecuado. Por lo tanto, dicha escuela representa muy bien el inicio de la profesionalización del oficio de historiador, particularmente al interior de Universidades como la de Berlín, fundada por W. Humboldt, y también la de Gotinga. Así, los integrantes de la escuela histórica alemana, se opondrán vigorosamente a las especulaciones de Hegel sobre la marcha de la historia y su conocimiento. Georg Wilhelm Hegel, el gran filósofo idealista alemán, nació en 1770 y falleció en Berlin el año de 1831. Publicó una Historia de la Filosofía que se empezó a editar en 1830, un año antes de su muerte. Además, como profesor de la Universidad de Berlín dictó desde 1822 el curso Filosofía de la Historia, obra que sus alumnos publicaron póstumamente en 1837. Allí, Hegel sostenía que la historia era el desenvolvimiento del Espíritu, es decir que el Espíritu, o Razón Absoluta, se iba encarnando en la historia. La historia universal no sería otra cosa que el progreso (necesario) en la conciencia de la libertad, pues la libertad obtendría un mayor desarrollo a medida que transcurrían las etapas históricas. La historia iría de Oriente a Occidente, desde donde sólo uno es libre hasta el momento en el que todos son libres, tipificada esta última etapa en los pueblos germanocristianos. Este progreso se encontraría armonizado gracias al “ardid de la razón”.31 La marcha estaría encaminada entonces hacia “lo mejor”, sería el progreso dialéctico de la Idea. Hegel lo planteó de una conocida manera: “La historia en general es por lo tanto el desarrollo del Espíritu en el tiempo”.32 En esta visión poco importan las reducir el conjunto a conceptos y reglas, Herder se afanaba en revivir cada uno de los elementos. En este punto es verdaderamente iluminador el consagrado análisis de Ernest CASSIRER, Kant, vida y doctrina, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 258-74. 31 Karl LÖWITH, El sentido de la historia, Madrid, Aguilar, 1973, pp. 82-5. Véase también FUETER, Historia de la historiografía…, pp. 111-4. 32 Dicha afirmación la hemos extraído del análisis que realiza Hayden White sobre Hegel. WHITE, Metahistoria…, p. 119. [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 208 individualidades y esto se relaciona con el hecho de que Hegel consideraba el campo histórico como un “caos de pasiones”, nada orgánico, donde lo particular era entendido como totalmente dependiente del gran proceso cósmico.33 Tan poco le interesaban las individualidades, que estaba convencido de que la forma “filosófica” era la mejor manera de considerar la historia, superior a la “inmediata” y a la “reflexiva”. A través de la forma filosófica podría abarcarse la historia universal y el “alma” que dirigía los acontecimientos, para lo cual se debía renunciar de hecho a la expresión individual de la realidad y reducirse a abstracciones; no sólo en el sentido que se ha de prescindir de ciertos acontecimientos y ciertas acciones, sino en el otro de que el pensamiento es el más poderoso abreviador.34 En Alemania, historiadores como Humboldt y Ranke entraron en polémica con esta visión. Humboldt, representante de la corriente conocida como “ideología histórica”, era un fiel creyente de que la labor del historiador se orientaba a comprender las “ideas” que dominan la historia. Pero, influido por la doctrina romántica del color local y sobre todo en clara oposición a lo planteado por Hegel, Humboldt subrayó, en su ensayo El oficio del historiador, la importancia de la investigación empírica de los hechos de una determinada época. Así, rechazó la filosofía de la historia, pues afirmó que, al no ser las ideas creaciones supraterrenas, sólo pueden ser reconocidas “en y por los acontecimientos” ocurridos en un período específico.35 Leopoldo von Ranke, uno de los más preclaros representantes de esta escuela, afirmó, más específicamente aún que Humboldt, que las ideas son “instintos concretos de la acción” y creyó que “sin investigación exacta, la concepción de lo universal degeneraría hasta convertirse en fantasma”.36 Refutando directamente a Hegel, llegó a plantear: 33 Ibídem, p. 112. Hegel en Fritz WAGNER, La ciencia de la historia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1958, p. 222. 35 FUETER, Historia de la historiografía..., p. 101. 36 Ranke en WHITE, Metahistoria..., p. 167. 34 [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 209 La única diferencia entre la escuela filosófica y la histórica es que aquélla, partiendo de un conocimiento mínimo, superficial, que resuelve todo, deriva con gran audacia resultados forzados; mientras que ésta trata de entender las cosas en su esencia, sigue sus movimientos y permite adivinar resultados más altos.37 Es decir, las ideas se dan en una época determinada, son las tendencias dominantes en cada siglo. Por eso el historiador debe combinar dos cualidades: el goce de lo concreto junto con la mirada general, pero esa mirada general no debe enfocarse en los “conceptos”, sino en los “pueblos mismos que representan un papel activo en la escena de la historia, en las influencias que ejercen los unos sobre los otros”.38 Así, pues, no podría sostenerse que en el progreso de la humanidad, la última época sería la privilegiada frente a las anteriores, dado que todo momento histórico “tiene un valor propio, sustantivo, un valor que debe buscarse en su propia existencia, en su propio ser”.39 El rescate de la individualidad que postula la escuela histórica alemana no se circunscribe, entonces, al estudio de los héroes o grandes hombres, cuestión en la que se distinguió la pluma de Thomas Carlyle, exacto contemporáneo de Ranke. La escuela histórica tampoco se limitó sólo a retratar el “color local” de la época, sino que pretendió entender cada época en sus peculiaridades, ni superior ni inferior, sino distinta a las demás. El Estado, las costumbres de los pueblos, el derecho del momento fueron algunos de los principales objetos de investigación para aproximarse al ser del tiempo histórico estudiado. Rasgo que calza perfectamente con la caracterización que hizo Droysen respecto del helenismo. Droysen en sus investigaciones sobre Alejandro Magno y sus sucesores no puso su acento en el mundo “clásico” griego, sino en los siglos postclásicos. Fue el primero en señalar a aquellos siglos como un período con su “propio 37 Ranke en WAGNER, La ciencia de la historia..., p. 247. Leopold von RANKE, Pueblos y estados en la historia moderna, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 519. 39 Ranke en WAGNER, La ciencia de la historia..., p. 236. 38 [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 210 principio histórico”, al que nombró “Hellenismus”.40 Droysen empleó el término helenismo para indicar el modo de ser y de pensar de todas aquellas poblaciones que habían sido conquistadas por Alejandro. Era el período de transición entre la Grecia clásica y el cristianismo; una etapa de evolución del paganismo que, gracias al contacto de la cultura griega con culturas orientales, llevó al cristianismo. Estamos pues en presencia de una “nueva cultura” y no frente a una supuesta decadencia de una cultura clásica, se trata de una época con características distintivas. Así lo describió Droysen: La gradual desaparición de los prejuicios nacionales, la mutua asimilación de las necesidades, costumbres e ideas, todo ello contribuyó a que fuera desarrollándose una época completamente nueva; ciertas ideas, premisas y conveniencias, descendiendo hasta las mismas modas, atestiguan la unidad del mundo civilizado, en aquella época helenística y bien podemos suponer que bajo formas análogas fue abriéndose paso un mundo nuevo y homogéneo que imponía lo mismo en las riberas del Nilo que en las del Jaxartes [...] En los países del helenismo se conservó, incluso cuando se desintegraron para formar reinos o imperios independientes, la unidad superior de la cultura.41 40 Rudolf PFEIFFER, Historia de la filología clásica (1300-1850), II, Madrid, Gredos, 1981, p. 311. Como dijimos al inicio del artículo nuestra intención es valorar la Historik de Droysen y no tanto su práctica historiográfica. En este caso, su noción de helenismo confirma su planteamiento teórico según el cual cada época tiene un propio principio histórico, es decir el convencimiento “historicista” de la importancia de rescatar la individualidad de cada período histórico. Sin embargo, es conocido que Droysen realizó la gran investigación de su vida, la historia de la política prusiana, con una intención patriótica bien definida: enarbolar la unidad alcanzada en 1871. Por ello, en mucho, los juicios sobre cada soberano los hizo en función más a la posterior Unificación que al contexto particular, con lo que violó directamente el principio de la individualidad histórica. 41 DROYSEN, Alejandro Magno…, pp. 416-7. Droysen se ocupa del asunto en varias secciones de su libro, especialmente en las páginas 252-6 y 410-9. Vale la pena anotar que Momigliano ha señalado con maestría que Droysen no tomó en cuenta la influencia de la religión judía en el surgimiento del cristianismo. No lo hizo ni en la primera edición de sus obras [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 211 Lo que en el fondo están defendiendo historiadores como Humboldt, Ranke y Droysen es la historicidad de la historia y de la existencia misma, aunque no siempre se eleven a consideraciones filosóficas. Por eso, no ha sido raro calificarlos de “historicistas”. La importancia de la individualidad de la época histórica estudiada y el rechazo a la noción que postulaba que la historia no sería sino el despliegue del Espíritu, dos de las características centrales de la escuela histórica alemana, hacen recordar el célebre dictum de Benedetto Croce, quien definió el historicismo como “la afirmación de que la vida y la realidad son historia y nada más que historia”.42 No en vano Dilthey, al señalar las particularidades de la escuela histórica alemana, afirmó en un muy logrado párrafo que en ella existía: un modo de ver puramente empírico, una penetración amorosa en la peculiaridad del proceso histórico, un espíritu universal de la consideración histórica, que quiere determinar el valor de la situación particular desde el contexto de la evolución, y un espíritu histórico en la ciencia de la sociedad, que busca explicación y normas para la vida actual en el estudio del pasado, y para quien, finalmente, la vida es histórica en todos sus puntos.43 (1833, 1836, 1843) ni en la reedición de 1877-78, pese a que en los años transcuridos entre esas dos ediciones, varias investigaciones habían confirmado dicha influencia (MOMIGLIANO, Ensayos de historiografía..., pp. 262-8). Dejamos señalado lo anterior sin abundar pues lo que nos interesa es mostrar como Droysen, en su propia práctica historiográfica, está embebido de la noción de que cada época histórica tiene sus propias y pecualiares características, que él intentó exponer para el caso del helenismo. 42 Benedetto CROCE, La historia como hazaña de la libertad..., p. 53. Friedrich Meinecke, él mismo historicista, realizó una suerte de “genealogía” del historicismo en el intento de determinar sus antecedentes lejanos, remontándose a Leibniz y Vico, abordando la Ilustración tanto francesa como inglesa para llegar hasta el preromanticismo alemán. En su cálida definición, tal vez acentúa demasiado la importancia de lo irracional y de la poesía de Goethe en la génesis del movimiento. En todo caso, su planteamiento es que “la revolución historicista” es obra principalmente alemana (MEINECKE, El historicismo y su génesis..., p. 11-18). 43 Wilhelm DILTHEY, Introducción a las ciencias del espíritu. Madrid, Alianza, 1980, p. 28. [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 212 Especialmente importante para el desarrollo de la disciplina que estudia el pasado, ha sido ese “espíritu universal de la consideración histórica”, que ha dado lugar a un nuevo paradigma historiográfico. Éste se desarrolló especialmente en Alemania, pues en ese momento ella era un mosaico de estados en lo político, con rasgos muy diferenciados según las regiones, por lo que el estudio de los temas originales a esa nación se convirtió en una necesidad urgente y adquirió una presencia constante.44 Un buen ejemplo lo representa la historia del derecho de Friedrich Karl von Savigny, unos pocos años mayor que Ranke, quien se manifestó contrario al Iusnaturalismo, pues se dedicó a rastrear “el sentido histórico despertado en todas partes” y postuló que la materia del derecho viene del pasado de la nación, pero no por ser capricho, de manera que casualmente pudo ser así o también de otro modo, sino que resulta de la esencia más íntima de la nación misma y de su historia.45 En el pasado, en su historia, se encuentra la esencia misma de las naciones, es decir, lo que ellas son en realidad. Concepción sumamente importante para el historicismo alemán, entendido en su versión historiográfica o filosófica, pues lo que se buscaba era sostener que ideas y valores, incluso los que se entendieron en la esfera del derecho natural y que se habían tomado como modelo universal, no son sino históricos. Por lo tanto, las épocas históricas deben ser estudiadas en la gran magnitud de sus detalles particulares y no con modelos universales. Esta nueva noción de la ciencia histórica trajo aparejada la edición y crítica de las fuentes, gracias a las cuales podrían realizarse las investigaciones, esfuerzo que quedó expresado 44 Josep FONTANA, Historia: análisis del pasado y proyecto social, Barcelona, Crítica, 1999, pp. 124-6. Según Feuter, los únicos lazos comunes eran la lengua y la civilización, temas a los que los historiadores alemanes se dedicaron con ahínco (Eduard FUETER, Historia de la historiografía..., p. 96). 45 Savigny en Rudolf PFEIFFER, Historia de la filología clásica..., pp. 198-9. Savigny, entonces, estuvo interesado en difundir la peculiaridad histórica de las leyes de cada pueblo. Mostró que mucho de lo que se entendía como perteneciente al derecho natural, era en realidad producto de la historia de la específica nación que se ha investigado. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 213 en la publicación de la Monumenta Germaniae Historica. Con los documentos en frente, el historiador debía evaluarlos, para lo que se acudió intensivamente a la filología, la que se vio como la “nueva” aproximación a la fuente, como el método histórico por excelencia, si bien la disciplina filológica contaba con grandes logros ya desde el humanismo renacentista. Estos historiadores bautizaron al método filológico con el nombre de crítica histórica, el que consistía en dos operaciones. En primer lugar, la crítica externa del documento llamada a determinar los elementos utilizables y no utilizables, según su confiabilidad. Como segunda operación se daba la crítica interna que buscaba descubrir la tendencia que había guiado al autor del documento y que dominaba su pensamiento, de modo que ella no falseara la investigación. Sólo después de establecer ambas cuestiones podría empezarse la narración.46 Este método, así entendido, tuvo como uno de sus fundadores y uno de sus más claros practicantes a Barthold Georg Niebuhr, cuyo interés se centraba en el análisis de los textos, principalmente literarios, de los cuales quería hallar su origen y su peculiaridad. Él mismo formuló el cambio del mirar histórico de la siguiente manera: “la historia de la Ilustración apuntaba a la aplicación de principios filosóficos y procedía more geométrico, mientras que la moderna historia estudia el legado del pasado more philológico”.47 En estas breves páginas sólo hemos pretendido indicar dos de las principales características del nuevo paradigma histórico fundado en la investigación empírica. La concepción de una época en su individualidad histórica y el uso exhaustivo del método filológico derivaron en el ideal de objetividad que la escuela histórica alemana 46 Joaquín FORRADELAS y Angelo MARCHESE, Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria, Barcelona, Ariel, 1991. Véase la voz “Filología”, pp. 169-71. 47 Joseph VOGT, El concepto de la historia de Ranke a Toynbee. Madrid, Ediciones Guadarrama, 1974, pp. 20-1. Vale la pena recordar que Noiriel ha señalado que los representantes de la escuela histórica alemana lograron dejar establecido un nuevo paradigma en la investigación histórica, según el cual la legitimidad de una obra historiográfica tenía estrecha relación con el arduo trabajo empírico llevado a cabo por su autor (Gérard NOIRIEL, Sobre la crisis de la historia…, p. 59). [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 214 defendió convencida y vigorosamente. Leonard Krieger informa, citando a Ranke, que el historiador alemán había quedado fascinado con las novelas de Walter Scott, en especial por los cuadros de la época de la Caballería trazados por el novelista. Este encantamiento hizo que Ranke acudiera a las fuentes de la historia medieval y descubriera que -para él- la vida real era más deslumbrante que cualquier relato literario.48 En el prólogo de su primera obra, Historia de los pueblos latinos y germánicos, Leopold von Ranke expresó con claridad meridiana cuál debía ser el fin de la investigación histórica, fórmula que se ha convertido en clásica: Se ha dicho que la historia tiene por misión enjuiciar el pasado e instruir al presente en beneficio del futuro. Misión ambiciosa, en verdad, que este ensayo nuestro no se arroga. Nuestra pretensión es más modesta: tratamos, simplemente, de exponer cómo ocurrieron, en realidad, las cosas.49 Ranke no había cumplido los treinta años cuando firmó esa frase y su “wie es eigentlich gewensen” ha sido utilizado constantemente para reflejar la intención objetivista de la escuela histórica porque en efecto resume muy bien la aspiración.50 Sin embargo, en esa juvenil declaración de principios no existe la pretensión de construir una teoría del conocimiento histórico, sino simplemente la de sostener el derecho a existir de una historia con 48 Leonard KRIEGER, Ranke. The meaning of history, Chicago, The University of Chicago, 1977, pp. 11-5. 49 RANKE, Pueblos y estados..., p. 38. El subrayado es nuestro. 50 Basándose en la intención objetivista de Ranke, Collingwood lo señala como un ejemplo del positivismo historiográfico (COLLINGWOOD, Idea de la historia..., p. 129). Edward Carr es especialmente agudo para desvirtuar la pretensión objetivista de Ranke, pero también lo supone representante del positivismo (Edward CARR, ¿Qué es la Historia?, Barcelona, Ariel, 1993, pp. 50-2). Ninguno de los tres anteriores autores analizó con detenimiento la labor historiográfica de la escuela histórica alemana, por lo que identificaron sin más el objetivismo rankeano con el positivismo histórico. Si bien los positivistas también pretendieron una aproximación imparcial hacia el pasado, intentaron recopilar todos los hechos para fijar leyes. Y, como hemos visto, fue a esta aspiración a la que se opuso con énfasis la escuela histórica alemana. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 215 base empírica, liberada de la filosofía y el arte, a la cual le corresponde el estatuto de ciencia pues es devota seguidora del método filológico. Este mensaje de fondo fue mantenido por este autor a lo largo de su vida. Por ejemplo, en el discurso de agradecimiento por el homenaje que se le rindió al cumplir los noventa años, confesó: Sentí animadversión por la novela histórica, concretamente en el enfoque de los hechos, y tomé la decisión de que en la historia hay que evitar todo aquello que se desvíe en lo esencial de los hechos transmitidos y confirmados. No niego que estas consideraciones me confirmaron luego en el método crítico, que llegó a ser considerado el carácter distintivo de mis obras; esto es, quedarme en lo que ha sido trasmitido literalmente, o de lo que de ello puede derivarse con cierta seguridad.51 Es necesario señalar que el ideal de objetividad rankeano no supone una aproximación al pasado sin interpretación, pero sí la confianza de que es posible reconstruirlo a través de la aplicación del método crítico a los documentos.52 Niebuhr también estuvo convencido de que ésa sería la única forma de hacer una historia científica, pues ella permitiría penetrar en el sentir y pensar de las épocas históricas estudiadas. Por eso en la introducción a su Historia de Roma, expresó con satisfacción: “Escribiré con el poder de una convicción firme como la roca; los antiguos romanos lo aprobarían así, y lo que es más, lo alabarían, si vivieran entre nosotros”.53 51 Ranke en WAGNER, La ciencia de la historia..., p. 245. En las últimas décadas se observa un valioso esfuerzo por reivindicar la figura y obra de este gran historiador alemán. Leornard Krieger, Gerad Noiriel y Juan José Carreras son sólo algunos ejemplos que merecen ser revisados (Leornard Krieger, Ranke. The meaning of history; Gérard NOIRIEL, Sobre la crisis de la historia…, pp. 112-122; Juan José CARRERAS, Razón de Historia. Estudios de historiografía, Madrid, Marcial Pons y Prensas Universitarias de Zaragoza, 2000, véase especialmente “El historicismo alemán”, pp. 39-58). Vale la pena adelantar que el mismo Droysen no acertó del todo en su interpretación sobre el significado de los postulados de Ranke. 53 Niebuhr en W AGNER, La ciencia de la historia..., p. 203. 52 [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 216 La escuela histórica alemana, aunque no profundizó teóricamente sobre la disciplina, entendió a la historia como una ciencia objetiva que permitiría descubrir cómo se desarrolló realmente el pasado, explorando exhaustivamente las fuentes primarias con ayuda del método de crítica histórica o filológico. Pensar históricamente significaba concederle a cada época su propio ser y valoración. El nuevo paradigma repulsó la construcción apriorística y la filosofía especulativa, sólo la investigación empírica conduciría a la comprensión histórica. Johann Gustav Droysen fue el encargado de asignarle presupuestos teóricos a la experiencia historiográfica de sus antecesores. No logró la profundidad de Dilthey, pero sí formuló una aproximación teórica al conocimiento histórico, en lo que algunas veces –sin saberlo- coincidió con el posterior fundador de las ciencias del espíritu y discrepó –conscientemente- del que juzgó como ideal objetivista rankeano. La Historik, un intento de formulación teórica Vale la pena empezar recordando que Droysen se ocupó sistemáticamente del método y de cómo se da el conocimiento histórico luego de haber ejercido una larga práctica historiográfica. Él impartió sus lecciones sobre la enciclopedia y la metodología histórica durante más de veinte y cinco años, de 1857 a 1882, y en vida publicó tres ediciones de aquellas conferencias: el manuscrito de 1857, la versión impresa de aquél en 1868 y una edición más completa en 1883. Pero, antes de la aparición del manual, Droysen ya había investigado y publicado sobre Alejandro Magno, el helenismo y la historia de la política prusiana. De modo que estamos en frente de un historiador que junto con su investigación empírica reflexiona, de forma más o menos orgánica, acerca de los fundamentos teóricos de su disciplina. Tal como reza el título de nuestro acápite, nosotros vemos en la Historik de Droysen un intento de formulación teórica, una justificación del carácter peculiar y autónomo de la investigación histórica. Sin embargo, una crítica común a la Historik es que no alcanzó ni la profundidad ni el relieve para fundar la validez objetiva de las ciencias del espíritu, crítica que podría resumirse en la conocida sentencia diltheyana: “le faltó encontrar la conexión entre los [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 217 fenómenos históricos y los hechos de conciencia, la fundamentación en el único saber en última instancia seguro; en una palabra, una fundamentación filosófica”.54 Sin duda que Droysen no alcanzó a realizar una empresa de tal envergadura, pero no hay que olvidar que él mismo reconoció que no era ésa su intención: “No deseo presentar a Ustedes un panorama de las diferentes disciplinas que suelen contarse entre las que pertenecen al estudio de la historia”. Más aún definió claramente su propósito cuando expresó: La histórica es una enciclopedia de la historia, no es una filosofía (o teología) de la historia, no es una física del mundo histórico y, menos todavía, una poética para escritores de historia. El fin que debe proponerse es construir un órgano del pensamiento y la investigación en materia de historia.55 En este sentido, creemos que no es acertada la crítica de Croce cuando afirma que la obra de Droysen peca de una contradicción sustancial, pues habría afirmado tajantemente que no haría una filosofía de la historia y, en el fondo, lo que habría hecho sería filosofía al recorrer los problemas lógicos, ocuparse del concepto de naturaleza y de los fines humanos, etc.56 En efecto, Droysen se ocupa de todos esos asuntos pues su intención es construir un órgano del pensamiento y de la investigación históricos. Pero no vemos contradicción alguna, pues en ningún momento afirmó que no trataría “cuestiones filosóficas”. Se oponía a la filosofía especulativa de la historia. Lo que le repulsaba eran las construcciones apriorísticas, pues veía a su disciplina como una ciencia empírica. Su interés teórico queda expresado desde las mismas preguntas que intenta responder: ¿En qué consiste el carácter científico de estos estudios? ¿En qué relación se encuentra con este aspecto su método? Me parece ser de interés para todos aquellos que se dedican a estos estudios poner en claro y preguntarse por la justificación de estos estudios, por la 54 Wilhelm DILTHEY, Introducción a las ciencias del espíritu..., p. 29. En este caso, Dilthey se está refiriendo a la escuela histórica alemana en general, dentro de la cual coloca a Droysen. 55 DROYSEN, Histórica..., pp. 5-6. 56 CROCE, La historia como hazaña de la libertad..., p. 126. [MyC, 7, 2004, 197-242] 218 Joseph Dager Alva peculiaridad de procedimiento.57 su tarea, por la fundamentación de su La Historik fue un intento que pretendió explicar no sólo las características prácticas del método historiográfico, sino que buscó una aproximación teórica al cómo se obtenía el conocimiento histórico. Expondremos los principales planteamientos de Droysen con el fin de reconocer lo original de un ensayo teórico realizado por un historiador con larga práctica empírica, que en su justificación avanzó un paso más de lo que su contexto historiográfico había obtenido. Nosotros vemos la obra de Droysen como heredera crítica de la tradición de la escuela histórica alemana y como el anuncio de la posterior fundamentación teórica. Pero Droysen se limitó a su disciplina, sin extender el intento teórico a las otras ramas del saber del espíritu, cuestión que llevó a cabo el movimiento filosófico conocido como el historicismo alemán. Aquel ensayo fue de por sí original y valioso, más aún al entenderlo dentro de su época y al no exigirle cuestiones que el propio autor no se planteó. Historia y naturaleza Droysen cree que el punto de partida para determinar lo singular de la ciencia histórica es señalar la diferencia existente entre historia y naturaleza. La primera se relaciona con el tiempo y la segunda con el espacio, convencimiento en el que es posible observar la influencia de Kant, pues Droysen afirma –aunque sin citarlo- que aquellas categorías “no están en modo alguno en cuanto tales en el exterior”.58 Las “intuiciones” de espacio y tiempo son los registros más generales, gracias a los cuales descomponemos signos y obtenemos una representación de lo que es, de lo que existe. Entonces, el ser humano es quien concibe determinados aspectos como historia y otros como naturaleza: Con la palabra historia damos a entender la suma de lo que ha acontecido en el decurso del tiempo, así como analógicamente 57 58 DROYSEN, Histórica..., p. 6. El subrayado es nuestro. Ibídem, p. 11. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 219 utilizamos la palabra naturaleza para aprehender todo lo que se encuentra de alguna manera en el espacio.59 El asunto torna especialmente importante, pues es la primera prueba, presente desde el inicio de la Historik, de que Droysen suscribe que es el ser humano quien elabora el “caos” de las percepciones sensibles. En esa elaboración, unas las resume como naturaleza y otras como historia. La norma que permitiría esta clasificación estaría dada por las nociones de lo permanente y lo cambiante. Para Droysen, el hombre asigna algo como naturaleza cuando lo concibe en el espacio, es decir cuando lo captado es lo permanente, lo que perdura igual en el cambio. En contrario, el ser humano asignará algo como historia cuando lo conciba en el tiempo, es decir cuando lo captado sea lo que se modifica, lo que cambia en lo igual. Droysen lo manifestó así: Para la vida individual del animal o de la planta no tenemos otra comprensión que la de los períodos que se repiten en ella, que su materialidad, que las leyes físicas y químicas que actúan en ellos. Nuestra investigación sobre ellos sólo busca la mecánica de los átomos que los hace ser y llegar a ser como son. Así pues, en los fenómenos de esta serie comprendemos solamente lo permanente, la regla, la ley. El momento del tiempo nos parece aquí secundario. Pero la intelección general del espacio adquiere aquí su contenido discreto, el de un ser que se extiende infinitamente; la totalidad de los fenómenos del ser que se nos aparecen de tal manera y la totalidad del devenir que se mueve en círculo la concebimos como naturaleza. En otros fenómenos consideramos que lo más importante es lo que se modifica en lo permanente, lo que cambia en lo igual. Ahí vemos que el movimiento no se vuelve siempre a las mismas formas. Aquí vemos un permanente devenir de nuevas formas individuales. Aquí logra la intelección general del tiempo su contenido discreto, el de una serie infinita de devenir progresivo. La totalidad de los fenómenos del devenir y del progresar que se nos presentan de tal manera, la concebimos como historia.60 59 60 Ibídem, p. 8. Ibídem, pp. 15-16. [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 220 Sin embargo, Droysen reconoció que esos dos ámbitos no eran excluyentemente contradictorios, dado que en el ámbito de la naturaleza existían seres individuales que tienen un “movimiento del progresar” y, en el de la historia, era posible encontrar la coexistencia de culturas, como en el caso del helenismo que dio lugar a una nueva.61 Pero el punto que más interesa a nuestros efectos, es el postulado droyseano en el sentido que si bien no son mundos excluyentes, sí son diferentes, distintos y que, por consiguiente, en cada uno de ellos hay campos de estudio que resultan inaccesibles para el otro. Así, las ciencias naturales “no están en modo alguno en condiciones de aclarar, con su mecánica de los átomos, todo lo que cae en el ámbito de la investigación empírica”.62 Ello significa que, dentro del ámbito de la investigación empírica, existe un campo que no puede ser abordado por las ciencias de la naturaleza, que les resulta inaccesible. Ese campo es el de la historia, distinto e independiente respecto del de las ciencias naturales. Lo que intenta sostener Droysen no es nada nuevo. En efecto, hemos señalado cómo el siglo XIX fue el siglo de hegemonía de la disciplina histórica y que historiadores como Humboldt y Ranke, se habían empeñado en demostrar que la historiografía debía ser entendida como una disciplina con sus propios objetivos. Droysen camina por esa ruta, pero da un paso más. Es decir, su intención, desde el inicio de la Historik, es sostener la peculiaridad de los estudios históricos, pero no sólo porque los caracteriza un método especial, sino que pretende fundamentar esa distinción dado que esos estudios se dirigen hacia un campo plenamente autónomo e independiente del de las ciencias naturales, del de la filosofía e incluso del arte. Para él, la historia no podía ser estudiada satisfactoriamente ni por la ciencia positivista, ni por la filosofía idealista ni tampoco por 61 Ibídem, p. 16. A este respecto, resultan interesantes las siguientes palabras de Droysen: “Los dos grandes ámbitos del mundo empírico, la naturaleza y la historia, no se nos presentan en una contradicción de tipo objetivo y excluyente. También en el mundo de las estrellas, en el de las plantas y los animales, se pueden descubrir y observar modificaciones que se repiten periódicamente” (Ibídem, p. 233). 62 Ibídem, p. 7. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 221 el arte romántico. Sucede que, en la época que escribía Droysen, el positivismo, por un lado, había recibido un impulso auspicioso por parte del darwinismo y, por el otro, el realismo pretendido de la novela histórica romántica estaba en pleno desarrollo.63 Por lo tanto, a Droysen le interesaba marcar distancias, establecer diferencias entre su campo y los demás. Comprendió perfectamente que, por esos años, desde la ciencia y el arte venían las principales amenazas para la autonomía de la historia, por eso su interés en fundamentarla como una disciplina autónoma y empírica, que se aleja del arte porque sigue un método, y que se dirige a un campo distinto del de la naturaleza.64 La historia como continuidad y el historicismo de Droysen Fundamentada la distinción entre historia y naturaleza, Droysen pasa a explicar una característica central del campo de la historia, es decir su continuidad. La historia está marcada por la idea de continuidad; en ella existiría una suerte de fuerza progresiva que hace que cada etapa no sea totalmente diferente de la anterior. Cada etapa se nutre de la precedente y por eso tiene algo de ella, pero, al mismo tiempo, cada etapa es distinta de su antecesora pues se amplía y complementa con aquello que aporta. La historia se dispone como un “crecimiento en sí misma”, y este desarrollo en progresión tan sólo se manifiesta en el hombre. El ser humano es el único que tiene esta marca de desarrollo progresivo de la continuidad que crece en sí.65 Pese a que una primera impresión podría indicar que en el “desarrollo en progresión” hay un planteamiento hegeliano, analizado más finamente resulta evidente la independencia de Droysen respecto de la tesis central de Hegel. Es decir, si bien es de Hegel de donde Droysen extrae la idea de la continuidad histórica, el tipo de continuidad que 63 WHITE, Metahistoria..., p. 266. Para Droysen, una de las características esenciales de la disciplina histórica, como veremos, es que sigue un método. La rigurosidad metodológica podía significar que, en algunas ocasiones, la obra histórica perdiese agilidad en la comunicación, lo que era censurado por algunos lectores, pero a lo que no se podía escapar, pues la historia no estaba llamada a ofrecer las muy logradas narraciones de las novelas históricas (DROYSEN, Histórica..., p. 233). 65 DROYSEN, Histórica..., p. 16. 64 [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 222 nuestro autor sustenta “no es solamente una vida progresiva; la continuidad se muestra aquí y allí interrumpida, saltando y, en algunos períodos, regresiva”.66 Más aún: con frecuencia se muestra que un pueblo, en la tensión suprema de sus fuerzas intelectuales, se agota, como un campo de labranza que ha sido agotado por cultivo exhaustivo, de modo semejante a lo que aconteció en Italia en las postrimerías del período imperial. Cuando entonces sobre el campo yermo surgen nuevas formaciones, que recubren las ruinas y los restos de lo viejo y los acogen, vuelve a restablecerse la continuidad; y el comprender los hilos y el tiempo del campo yermo es también importante y seductor para la investigación. Esto para indicar cómo la idea de la continuidad también puede ser y es válida para nosotros allí donde ella parece cesar.67 Esta imagen de la tensión suprema de las fuerzas intelectuales, agotamiento y renovación, indica bien la manera en que Droysen aplicó el concepto de continuidad. La historia no está movida por un ser superior, por un Espíritu que se despliega, sino que es una continuidad que crece en sí, aunque por momentos interrumpida. La esencia de la historia es la continuidad porque su campo es el del ser humano, es decir el mundo moral, o cosmos ético, tal como Droysen lo llama. Ahora, si bien la historia se desarrolla en la continuidad, no es tarea de la disciplina científica que la estudia, el determinar el principio o la meta final de esa continuidad. Es decir, no sólo no es hegeliano el principio de la continuidad, sino que sirve para criticar directamente al que fuera su maestro y a los seguidores de la filosofía de la historia: Por más profunda que pueda ser la necesidad del espíritu humano de aclarar cómo fueron los comienzos y cuáles son las metas de la humanidad y por más incesantemente que la especulación teológica y filosófica, argumentando desde la autocerteza del espíritu, haya trabajado en esa dirección, en la naturaleza de las ciencias empíricas, que sólo poseen el aquí y ahora, no está dada ninguna posibilidad de avanzar hacia el comienzo y final definitivo.68 66 Ibídem, p. 18. Loc. Cit. 68 Ibídem, p. 329. 67 [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 223 Entonces, no es posible llegar al inicio de las cosas ni tampoco averiguar el telos de la historia. Aquí la crítica al positivismo es directa. No se pueden descubrir ni establecer leyes a la historia como pretende la filosofía comtiana o las investigaciones de Buckle.69 Este juicio entronca con el historicismo de Droysen, que lo muestra como perteneciente a la tradición de la escuela histórica alemana. Sucede que, para Droysen, no hay leyes que guíen la historia pues cada época es autónoma de la otra y este convencimiento es parte sustancial del método histórico, que no es sino una forma de considerar y valorar al ser humano.70 El método histórico no es solamente un conjunto de reglas que permitirán captar lo acontecido, sino una forma de entender la existencia misma que no puede remontarse al principio de los tiempos ni presuponer el principio regente de aquella continuidad. Todo ser humano, afirma Droysen, nace en lo ya formado, en las realidades históricas de su pueblo, de su Estado, de su religión y lenguaje. Más todavía, dando rienda suelta a su historicismo, Droysen afirmó: “cada individuo es un resultado histórico”.71 Desde esta perspectiva, la historia es la “humanitas” en constante devenir. Pero Droysen, consciente del probable eco relativista de sus postulados, 69 Las palabras de Droysen: “La llamada filosofía de Comte y de Littré se adhieren a las ciencias naturales, y Thomas Buckle escribe tres tomos para elevar por ese camino a la historia, como él lo dice, al rango de ciencia” (Ibídem, p. 24). Recordemos que Buckle creyó confiadamente que llegaría el momento en el que se establecerían definitivamente las leyes que regirían el campo de lo histórico. En la introducción a su Historia de Inglaterra expresó su convencimiento del modo siguiente: “antes de que transcurra otro siglo, la cadena de pruebas se habrá completado y tan raro será el historiador que niegue la imperturbable regularidad del mundo moral, como es ahora el filósofo que niega la regularidad del mundo material” (Buckle en Isaiah BERLIN, Conceptos y categorías. Ensayos filosóficos, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 184). 70 DROYSEN, Histórica..., p. 232. 71 Ibídem, pp. 19-20. Como era de esperar, el historicismo de Droysen lo llevó a oponerse también al Derecho Natural: “los derechos eternos carecen de sentido ya que todo derecho, al igual que toda esfera ética, se encuentra en permanente movimiento, tiene una naturaleza totalmente histórica” (Ibídem, p. 313). [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 224 invocó la Crítica de la razón práctica de Inmanuel Kant para buscar una solución. Sucede que para Droysen, por encima del individuo operan las fuerzas o poderes morales, pues el hombre es hombre gracias a esos poderes morales (Estado, familia, derecho, religión).72 De modo que en la continuidad que es la historia, los individuos son medios a través de los cuales actúan los poderes morales, es decir la familia, el derecho, la religión. Pese a que nuevamente la influencia de Hegel salta a la vista, la propuesta aquí tiene signos más realistas, pues los individuos no serían partículas totalmente dependientes del proceso cósmico, sino medios dotados de libertad, y porque es el crecimiento de las ideas morales lo que otorga “movimiento y vida de la historia”.73 En otras palabras, Droysen postula lo ético como el motivante fundamental del acontecer histórico. El individuo aislado no es un momento de la historia, sólo lo será cuando se eleve hasta los aspectos morales y participe de ellos. En orden de ideas, adquiere pleno sentido que Droysen revise y trabaje la noción del imperativo categórico, el concepto del deber en Kant y que tome para sí la conclusión kantiana según la cual en el mundo moral no opera la fuerza lógica, sino que el concepto del deber representa en ese ámbito (en el de la razón práctica) la certeza incondicional del conocimiento. Entonces, un conjunto de individuos o una época histórica se convierten en objeto de estudio de la disciplina histórica a través de los poderes morales y en ese ámbito, en el de la razón práctica, sí existen certezas incondicionales que permiten escapar del relativismo del devenir: como en todo actuar entra en vigor el contenido total del yo, entonces concluye Droysen, “aquellas certidumbres de la razón práctica son las elaboraciones de la historia, que convierten al mundo histórico en mundo moral”.74 De manera que los poderes morales fundan tanto el 72 Droysen lo dice así: “Cada pueblo y cada época es un complejo de realizaciones de los poderes morales. Pues sólo por eso son hombres los hombres y no lo son antes. Si lo fueron antes y qué fueron antes, es una pregunta completamente absurda, pese a que el errado orgullo del entendimiento humano se ocupe con su solución” (Ibídem, p. 219). 73 Ibídem, p. 222. 74 Ibídem, p. 26. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 225 modo de ser de la historia como la posibilidad del conocimiento histórico.75 Es posible hallar algún contrasentido en la solución propuesta por Droysen, pero lo que más interesa a nuestro objetivo, es lo que estaría en el fondo de esa posible contradicción. Es decir, la pretensión teórica de armonizar el cambio del devenir histórico con la posibilidad del conocimiento científico de aquél, lo que nos permite ingresar al siguiente punto.76 El conocimiento histórico como representación Droysen, como sus antecesores de la escuela histórica alemana, afirma que la ciencia histórica gracias a sus puntuales investigaciones, ha logrado emanciparse de la filosofía, pero que ahora corre el peligro de que las ciencias naturales quieran apropiarse de ella y dirigirla. En lo que fue una preocupación constante de la época, Droysen insiste en la autonomía de disciplina: Así como hace 50 años la filosofía, todavía con toda la soberbia del dominio absoluto, afirmaba que sólo ella era científica y que la historia lo era en la medida en que sabe ser filosófica, así también ahora aparecen las ciencias naturales y sostienen que científico es sólo lo que se mueve con el método de las ciencias naturales.77 75 Sobre el particular, Gadamer realiza un fino y en verdad profundo análisis (GADAMER, Verdad y método..., pp. 271-3). 76 Al entender la historia como una continuidad permanentemente devenida surge inmediatamente la pregunta acerca de la validez objetiva de su conocimiento. Es el mismo problema al que se enfrentó el historicismo filosófico alemán (Dilthey, Rickert, Windelband o Weber) con la intención de superar el relativismo. Si bien los presupuestos de aquellos fueron filosóficamente mucho más elaborados que los de nuestro autor, es necesario resaltar que con Droysen estamos en presencia de un intento teórico de justificación del conocimiento histórico. 77 DROYSEN, Histórica..., p. 232. En su afán de demostrar que existen campos a los que la ciencia natural no puede ni debe acceder, a veces Droysen utiliza argumentos en los que lo vemos ganado por la pasión y sin una cabal compresión de lo que critica. Por lo general es contrario a toda [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 226 El método científico de las ciencias naturales, aquél que busca la regla o la ley no es el adecuado para la historiografía, pues ésta se va a enfrentar al campo del devenir. En otras palabras, Droysen anticipa lo que será la reflexión primordial del historicismo filosófico alemán, es decir la fundamentación de la existencia de dos tipos de ciencias, distintas entre sí, bien por el campo al que se dirigen, bien por el método que adoptan. De este modo, Droysen logra avanzar un paso más respecto de lo que habían logrado sus antecesores, al afirmar: “Nuestra ciencia no es la historia, sino la investigación, y con cada nueva investigación se amplía y se profundiza la historia”.78 Por lo tanto, no se pretende conocer la historia en sí, sino los rastros que dan fe de ella. La ciencia histórica no debe buscar conocer el pasado “pues el pasado no existe ya en ninguna parte, sino solamente lo que queda de él, cualquiera que sea su forma, y sólo así es accesible a la percepción empírica”.79 Entonces, la historiografía conoce una “representación” del pasado gracias a los rastros o fuentes que tenemos de él, pero esas fuentes, aunque sean inmediatas u originales no son el hecho, son una concepción del testigo, una traducción: Concomitantemente a todo acontecimiento va la concepción del mismo, la traducción en la representación. La fuente, lo que ha visto un testigo y cuenta al vecino, se sigue difundiendo, concebido por cada uno a su manera y así contado, y pronto el hecho resulta aumentado por el rumor, cobra un tono peculiar y se deforma hasta ser irreconocible 80 investigación que relacione el lenguaje con una función cerebral, como por ejemplo las de Carl Vogt o Moleschott, quienes –según Droysen- afirmaron que el pensamiento era una “secreción” del cerebro, opinión que “también lo era [afirma Droysen con pretensión de burla] y, por cierto, de un cerebro morboso” (DROYSEN, Histórica..., p. 281). 78 DROYSEN, Histórica..., p. 28. 79 Ibídem, p. 27. 80 Ibídem, p. 83. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 227 Más todavía “aunque exista un muy rico material, tenemos solamente detalles de la cantidad de lo hecho y acontecido”.81 Para Droysen, la historia no es “contar lo que fue”, sino una representación de lo que fue, que está mediatizada por las fuentes.82 No existe conocimiento histórico sin esa mediación: Se requiere una amplia, dificil y erudita mediación para poder situarse en lo extraño y en lo que ha llegado a ser incomprensible para reconstruir las nociones y los pensamientos a partir de los cuales hace siglos y milenios se hicieron y concibieron las cosas.83 La función del historiador, entonces, no es repetir lo que se ha legado como historia sino comprender lo que todavía puede hallarse en el pasado, profundizar en esos rastros para “crear nuevas fuentes” que nos aproximen más fielmente a nuestro objeto.84 Lo que profundizamos no es la “cosa”, sino nuestra comprensión de la cosa. La relación entre pasado y presente es un círculo que nos lleva adelante, que Droysen expresó así: Es indudable que tan sólo podemos entender completamente lo que es cuando conocemos y ponemos en claro cómo ha llegado a ser. Pero cómo ha llegado a ser sólo lo conocemos cuando investigamos y comprendemos lo más exáctamente posible cómo es.85 81 Ibídem, p. 174. Ibídem, p. 225. 83 Ibídem, p. 102. 84 Ibídem, p. 107. La motivación para crear nuevas fuentes y en consecuencia nuevas preguntas y nuevos temas investigables viene del presente del historiador. Toda época siente la necesidad de la historia, pues “todo presente necesita reconstruir para sí su ser devenido, su pasado” (Ibídem, p. 103). Esta convicción se entiende en su real dimensión al recordar la participación que a Droysen le cupo en su presente: su activo compromiso con la política de su patria. 85 Ibídem, p. 181. Historiadores posteriores, como Bloch y Febvre, firmaron postulados muy parecidos. Más aún, el círculo droyseano no está lejano del círculo hermenéutico sostenido por Heidegger y Gadamer, aunque estos filósofos suscribieron un planteamiento ontológico. 82 [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 228 A estas alturas conviene recapitular. Estamos en presencia de un autor que sostiene que la ciencia histórica se mueve en un campo distinto del de las ciencias naturales. Él concibe ese campo como una continuidad que crece en sí. Además, afirma que el historiador no conoce lo pasado, que ya no existe, no conoce el “en sí” para decirlo en términos kantianos, sino lo que de ese pasado todavía existe, es decir conoce a través de las fuentes, en las cuales no están los hechos. Por lo tanto, Droysen critica directamente a Ranke o a Niebuhr, pues afirma que la historia no está en los documentos y que resulta imposible la no participación del historiador en el proceso.86 Así, pues, todo conocimiento histórico es producto de una mediación. 86 Sin embargo, es conveniente mencionar que Droysen en su afán de censurar el ideal objetivista, por momentos mal interpreta a Ranke, al creer que este historiador pretendía encuadrar la historiografía en el análisis exhaustivo de infinidad de documentos. Si recordamos, por ejemplo, el discurso que pronunciara Ranke con ocasión del homenaje por sus noventa años, que citamos en su momento, podremos apreciar con claridad que la objetividad que Ranke pretendía no suponía una ausencia de interpretación. Más bien, puede explicarse como el convencimiento de que en “los hechos transmitidos y confirmados”, en lo “trasmitido literalmente” estaba lo que en verdad ocurrió y que eso que ocurrió era pasible de ser reconstruido. En esa reconstrucción, la interpretación no estaba prohibida y, de hecho, tenía presencia puesto que era posible asumir como cierto aquello que “puede derivarse con cierta seguridad”. En efecto, Leornard Krieger ha demostrado que la “subjetividad” de Ranke no estuvo ausente en su práctica historiográfica, pues describió, por ejemplo, con vigor la personalidad de algunos Papas y con simpatía a la Reforma protestante alemana (KRIEGER, Ranke..., pp. 107-15 y 348-52). Sin embargo, dado que el ideal perseguido asumía como posible extraer de los documentos la reconstrucción de lo que ocurrió, resulta obvió que también presuponía normas metodológicas que pretenden en lo posible dilatar el “propio yo” y dejar que las cosas hablen (Ibídem, pp. 4-5). Por último, Carreras ha puesto en duda que Ranke hubiese suscrito el convencimiento en la posibilidad de reflejar ascéticamente la realidad objetiva, ya que Ranke habría concebido, en última instancia, la realidad histórica como una teodicea (Juan José CARRERAS, Razón de Historia, pp. 48-9). [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 229 La fundamentación de la posibilidad del conocimiento histórico Aunque pueda parecer a primera vista contradictorio, Droysen no abandona el ideal de objetividad, pese a lo hasta ahora dicho. Un ejemplo especialmente significativo para mostrar que la representación en la que cree Droysen pretende ser todavía una representación objetiva de la realidad, es que define la ciencia como la disciplina que busca y obtiene la verdad. Su definición de verdad se asimila a la llamada teoría de la verdad como correspondencia: “verdadero significa para nosotros el pensamiento que aprehende y expone un ser tal como es en su esencia”.87 Es decir, Droysen está convencido de que la ciencia puede conocer con objetividad. Y, en el caso de la ciencia histórica dicha objetividad se alcanzaría gracias al correcto uso y adecuada interpretación que se le dé a las fuentes. Afirmación en la que se nota la huella del método filológico, que tantas veces usó en sus traducciones de Esquilo y Aristófanes y en sus investigaciones sobre el helenismo. En el mismo sentido, debemos recordar su afirmación respecto de que los poderes morales fundan la posibilidad del conocimiento histórico, puesto que el individuo será un momento de la historia cuando participe de esas comunidades morales. Intentaremos abundar, aunque brevemente, en la explicación de estos dos puntos. Dado que no es posible acceder a los hechos, sino a los documentos, que son una representación de esos hechos, gran parte de la labor histórica consistirá en trabajar correctamente con esos materiales. Es lo que Droysen llama Metódica que comprende la heurística, la crítica y la interpretación, tres pasos fundamentales para el historiador.88 Aquí el teórico da paso al historiador con larga práctica empírica, que conoce y maneja como pocos los archivos y las diferentes fuentes de primera y segunda mano. Sus ejemplos demuestran gran erudición y están basados fundamentalmente en la historia del mundo antiguo y del medieval. La heurística es la encargada de determinar cuál es el material histórico al que se tiene 87 Ibídem, p. 36. Esta parte es la más extensa de su ensayo, le dedica casi la mitad del número de páginas del libro (185 de 390). 88 [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 230 acceso: fuentes escritas, restos arqueológicos y monumentos, que son restos pero que fueron construidos por las sociedades pasadas con el propósito de dejar testimonio de su existencia.89 La crítica es el siguiente paso, que permite examinar el material encontrado “para saber si y hasta qué punto es adecuado para servir a aquello para lo cual lo necesitamos”.90 La crítica de la “autenticidad” es la que nos evitará caer en falsificaciones, las que -por ejemplo- atraviesan la Edad Media. Luego, la crítica “de lo anterior y de lo posterior”, en la cual se descompone el material según sus estratos para verificar cuan inmodificado se ha mantenido respecto de cuando surgió.91 Después, la crítica de lo “correcto” que tiene por fin contestar a la pregunta de si el material podía y pudo dar cuando se originó aquello para lo cual hoy sirve de prueba.92 Finalmente, la “ordenación crítica del material”, que es necesaria en la medida que, como ya vimos, “todo material histórico es incompleto”.93 La “crítica” de Droysen es una muy completa explicación de en qué consiste el método filológico, cuya utilización, ya lo hemos dicho, empezaba a otorgarle legitimidad al trabajo del historiador. Pero Droysen confiesa que utiliza el término crítica (y no filología), pues le interesa resaltar el sentido, otra vez, kantiano. Es decir, la crítica es la investigación que nos pone enfrente de lo que verdaderamente podemos llegar a conocer. La crítica de Droysen va más allá que la filología, pues, por un lado, evalúa y discrimina los materiales históricos, mostrándolos como “concepciones” del pasado; y, por el otro, la crítica es una labor que garantiza la objetividad de la ciencia histórica ofreciéndole al historiador los materiales como lo que son. 89 DROYSEN, Histórica..., pp. 51-2. Desde la heurística está presente el propósito de prestar atención al por qué un determinado material es material histórico. Los materiales para Droysen, en especial los monumentos, esos restos que fueron dejados con una intención, están plenamente cargados del sentido que transmitieron sus autores. 90 Ibídem, p. 114. 91 Ibídem, p. 122. 92 Ibídem, p. 123. 93 Ibídem, p. 174. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 231 Por lo tanto, la crítica demuestra que no es aplicable el concepto de hecho objetivo.94 Sin embargo, el historiador no debe quedarse en el estadio de la crítica.95 La pregunta que surge inmediatamente es cómo avanzar más, si, precisamente la crítica nos ha presentado al material del que podemos disponer como incompleto para reconstruir el pasado que fue. Lo que sostiene Droysen es que ese “impase” no está ausente en el tipo de conocimiento al que acceden las ciencias naturales. Para fundamentar su argumento acude a las investigaciones fisiológicas sobre los nervios sensóreos de Wundt, según las cuales las cosas no son en sí azules, sonoras o dulces. Las concebimos de tal modo, porque las sensaciones ocasionan el efecto en el sentido correspondiente. Es decir, “la sensación no es en nuestra alma una reproducción-reflejo de lo que ha operado sobre ella, sino un signo que el sentido envía al cerebro, una señal del efecto acontecido”.96 Ni la ciencia natural, entonces, llega al noumeno. El conocimiento del ser humano es un conocimiento por representación. El conocimiento histórico es una representación, pero, en tanto conocimiento científico, es una representación plausible de lo que fue, una representación objetiva de aquello que podemos conocer, una representación del mundo fenoménico. La crítica nos presenta, evaluado, el material que disponemos. Este material, respecto de lo acontecido, siempre será incompleto. Por lo que el conocimiento histórico no puede quedarse en la fase de la 94 Para Droysen, una labor crítica bien aplicada difumina la idea de que el hecho está en el documento y como él creía que Ranke pensaba así, llegó a afirmar que ese autor desconocía la naturaleza de los materiales históricos (Ibídem, p. 119). 95 “El historiador no solamente debe dedicarse a la crítica, como Ranke que la coloca en primer lugar en su escuela”. (Droysen en W AGNER, La ciencia de la historia..., p. 267). Otro ejemplo: “El modo como el que Niebuhr concibió su tarea fue más el de un filólogo que el de un historiador. Pues la tarea histórica no es la de reconstruir cómo pensó Fabius Pictor la historia de Roma, sino describir en la medida de lo posible, cómo ocurrió ella en realidad” (DROYSEN, Histórica..., p. 158). 96 DROYSEN, Histórica..., p. 8. [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 232 crítica, sino que debe interpretar. La interpretación permitirá “resucitar” en el espíritu aquella parte del pasado objeto de la investigación.97 Para Droysen, la interpretación es otra garantía de la cientificidad del trabajo histórico, pues ella permitirá comprender esas fuentes del pasado, traducirá su real sentido. Para nuestro autor, existen hasta cuatro formas de interpretación. La “pragmática” que pretende descubrir las metas inmediatas de los actores. La “interpretación de las condiciones” que subraya el contexto material de lo acontecido. La “psicológica” que versa sobre el carácter, la personalidad y la voluntad tanto del individuo como de las masas. La “interpretación según los poderes morales” que contempla los acontecimientos bajo las categorías de la vida moral.98 Droysen señala que cada una de estas interpretaciones no son excluyentes entre sí y que por el contrario todas tienen como objetivo resucitar lo acontecido. Y, a la vez, ellas expresan las limitaciones del conocimiento histórico.99 El historiador interpreta, no dramatiza. A partir de los fragmentos y, por medio de la interpretación, el historiador “tiene que tratar de reconstruir lo que fue y aconteció y ya no existe”.100 En otras palabras: 97 En el análisis que realizó Gadamer de la obra de Droysen centró su atención en estudiar el tipo de interpretación droyseana. Su conclusión es que nuestro autor planteó, aunque sin la suficiente profundidad, una teoría de la hermenéutica. En Droysen, según Gadamer, la hermenéutica se convierte en “el señor de la historiografía” (GADAMER, Verdad y método... pp. 270-6). White también se ocupa del asunto: WHITE, El contenido de la forma..., pp. 103-21. 98 DROYSEN, Histórica..., pp. 188, 196, 209, 217. 99 Veamos, por ejemplo, las limitaciones de la interpretación psicológica. El historiador, según Droysen, debe intentar aproximarse lo más cercanamente posible a la personalidad del individuo estudiado, pero basándose en lo que de ella aparece en los materiales. Por ello –en la mayoría de los casos- el historiador no puede presentar el querer y sentir de un personaje con la misma vivacidad que el poeta. No puede hacer lo que, por ejemplo, hace Shakespeare quien “toma de Plutarco, de Boccacio o de cualquier parte una historia que acomoda. Su trabajo poético consiste en inventar los caracteres de lo que acontece” (Ibídem, p. 210). 100 Ibídem, p. 225. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 233 interpretamos los materiales que tenemos a la vista para explorar en su dilucidación, en la comprensión más intensamente posible lo que en ellos se puede conocer aún sobre los hechos de los que aquéllos son testimonio. Nuestra interpretación es un aflojar y descomponer estos materiales que parecen secos y encogidos: con el arte de la interpretación queremos que vuelvan a moverse.101 La interpretación, en el pensamiento de Droysen, no puede entenderse sin la crítica, ambas están unidas estrechamente. No se trata de ofrecer al historiador rienda suelta a su imaginación, sino de constreñir su labor a aquello que es históricamente investigable, para lograr una aproximación objetiva a lo que del pasado todavía existe. Por eso, para Droysen, la interpretación según los poderes morales, es el momento culmen de la interpretación, constituye la norma. Con ella se cierra el círculo hermenéutico pues los individuos interesan a la historia en la medida que participan de estos poderes morales, “parte del proceso histórico se utiliza para iluminar el todo, y el todo para iluminar la parte”.102 Con esta referencia al mundo moral, Droysen fundamenta la posibilidad del conocimiento histórico, utilizando argumentos que luego serán enriquecidos por el historicismo filosófico alemán: Tenemos en la variedad de las esferas morales en las que radica y se mueve la vida humana, la serie de preguntas con las que podemos aproximarnos al material existente de un pasado, y podemos acercarnos así porque sabemos que todo ser y quehacer humano son expresión y forma de manifestación de esos poderes morales.103 Esto debe relacionarse con la noción de la historia como continuidad que también desemboca en su historicismo. Todo individuo es un ser histórico, un nuevo comienzo, pero también una suma de lo que ha vivido. Entonces captamos como una totalidad aquello que es peculiar del género humano, pues lo acontecido y lo presente participan de esos poderes morales. Ésta es otra garantía de la objetividad del conocimiento histórico. Si bien el conocimiento 101 Ibídem, p. 183. El subrayado es nuestro. WHITE, El contenido de la forma..., p. 113. 103 DROYSEN, Histórica..., p. 221. 102 [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 234 histórico es fundamentalmente empírico, logramos la comprensión gracias a una especie de experiencia interna, que luego Dilthey desarrolló más ampliamente nombrándola Erlebnis.104 “El grito del miedo –dice Droysen- hace que quien lo oye comprenda el miedo del que grita”. Más aún, “el hombre sólo comprende totalmente al hombre”.105 La comprensión, entonces, es la clave del conocimiento histórico, no se aplica en las ciencias naturales pues es una experiencia inmediata, permite captar como una totalidad lo históricamente investigable, es decir lo que tiene relación con los poderes morales. Una cita del pensamiento de Droysen bastará para terminar de aclarar el asunto: El que comprende es un Yo, una totalidad en sí, lo mismo que aquel a quien comprende. El comprender es el conocer más perfecto que nos es humanamente posible. Por eso se realiza inmediata, súbitamente, sin que tengamos conciencia del mecanismo lógico que allí funciona. Por ello el acto de la comprensión es como una intuición inmediata, como un acto creador. En el comprender, la naturaleza espiritual-sensórea del hombre participa totalmente, dando y tomando a la vez, procreando y concibiendo al mismo tiempo.106 De manera que, para la ciencia histórica, es posible obtener un conocimiento objetivo mediante la comprensión y no a través de la objetividad del hecho histórico, el que sólo percibimos a través de los documentos. Por lo tanto, la función primordial del método histórico consiste en “comprender investigando”.107 Como la característica esencial del material histórico es el ser incompleto, se debe realizar 104 La “Erlebnis” diltheyana es una vivencia, una experiencia interna, mucho más que un sentir, pues está orientada según el fin y el valor. Se distingue de los actos de la naturaleza al ser una totalidad, una plenitud presencial (BORGHESI, El historicismo de Dilthey a Meinecke..., p. 13-14 y 35-9). 105 DROYSEN. Histórica... p. 31. 106 Ibídem, p. 34. El subrayado es nuestro. Como vemos, resulta abordada la distinción entre “explicar” y “comprender” que luego Dilthey justificará sobradamente y que, entre otros, han retomado en interesantes reflexiones Robin Collingwood y Raymond Aron. 107 Ibídem, pp. 27-30. [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 235 una ardua investigación, en la que se aplique la heurística, la crítica y la interpretación para obtener como resultado el “texto”, el cual adquiere vida en la interpretación. Luego de esa larga investigación, es posible comprenderlo, captarlo como una totalidad, gracias a la intuición inmediata del comprender. Pero, todo lo anterior es posible, pues lo históricamente investigable es lo que se eleva a la esfera de los poderes morales. En la esfera de los poderes morales no opera el mecanismo lógico, no funciona el “explicar” sino el “comprender”, que otorga respecto del pasado certezas incondicionales, que nos es posible interiorizar pues el mismo presente participa de esos poderes morales. En esto consiste la fundamentación del conocimiento histórico, al menos así lo creyó Droysen.108 Las formas de exposición: ¿el giro lingüístico de Droysen? Droysen corona la Historik, dedicando la última parte del libro, que titula Tópica, a presentar las diversas formas existentes para exponer los resultados de la investigación histórica, cuestión que resulta ciertamente original. La “exposición investigante” es un mímesis de lo buscado, en ella interesa presentar la investigación de forma tal que dé como resultado lo especial. Lo que está en primer plano es el trabajo del historiador.109 En cambio, en la “exposición narrativa”, este trabajo 108 Sonia Corcuera sostiene una muy interesante y plausible tesis, según la cual el concepto de mundo moral droyseano podría ser equiparable al de tradición gadameriano (Sonia CORCUERA DE MANCERA, Voces y silencios en la historia. Siglos XIX y XX, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 338-9). Es decir, Droysen habría caído en la cuenta que el historiador, que está en el presente, se encuentra infinitamente alejado de su objeto de estudio, el pasado. Pero, lo puede comprender porque presente y pasado participan de los poderes morales, entonces el pasado adquiere algún sentido de familiaridad. Gadamer no estaría diciendo otra cosa, aunque con mayor profundidad filosófica, al sostener que el conocimiento del pasado es posible gracias a la tradición, gracias a la fusión de horizontes que es posible por la tradición. 109 La exposición investigante antes que amena, pretende ser convincente, le importa la precisión, la mesura y la coherencia de la [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 236 queda en un segundo plano y lo que se pretende es reproducir el curso de las cosas. Éste es el tipo de exposición apropiado para la biografía, que él utilizó en su Alejandro Magno. La tercera es la “didactica” que con fines pedagógicos pretende extraer una moraleja, una enseñanza, pero no de modelos individuales, no es la historia de los grandes hombres, sino una enseñanza del rasgo superior, que es el ético. Finalmente, la “discusiva”, de discusión, que relaciona las enseñanzas morales derivadas de la anterior exposición con los problemas sociales del presente.110 Y, como lo hizo en los tipos de interpretación, aquí también Droysen señala las ventajas y limitaciones de cada forma de exposición, en relación con lo que se quiere trasmitir. En ello, creemos, descansa la clave para entender el porqué nuestro autor se ocupó del modo en que se trasmite la historia: éste depende de todo el trabajo previo. En este orden de ideas, es hora de recordar la positiva valoración que respecto de la obra de Droysen ha sostenido Hayden White. Como dejamos expresado al inicio, White ha dedicado varios trabajos a reivindicar la Historik de Droysen, a la que considera el más serio intento por sostener la autonomía del conocimiento histórico. En su valoración, White relieva la última parte de la Historik, y concluye que la verdadera originalidad de Droysen estribaría en su reconocimiento de que la historia es un discurso y, por tanto, en haber desplazado la atención hacia la consideración de la escritura histórica.111 Para evaluar esta opinión, es necesario recordar que White es reconocido como el gran estandarte del llamado giro lingüístico en la historiografía112 y que Corcuera ha sugerido que, de alguna manera, en Droysen estaría el antecedente del planeamiento de White.113 demostración, por lo que no gozaría del aplauso popular (DROYSEN, Histórica..., p. 343-8). 110 Ibídem, pp. 339 y 359; 372; 386-7. 111 WHITE, El contenido de la forma..., pp. 119 y 121. 112 Sin pretender abundar en el asunto, por giro lingüístico en la historiografía entendemos, junto con Noiriel, a los efectos que en la mirada histórica ha causado la influencia del trabajo de H. White y del estructuralismo lingüístico. Es decir, los seguidores de aquella tendencia conceden importancia al lenguaje no sólo como principal mediador, sino, de algún modo, como el constructor del sujeto y objeto y, además, suscriben la [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 237 La tesis central de White es que la obra histórica es fundamentalmente una “estructura verbal” en forma de prosa narrativa, cuyo contenido es estructuralmente de naturaleza poética y “que sirve como paradigma precríticamente aceptado de lo que debe ser una interpretación de especie histórica”.114 Según White, el historiador se “figura” lo que realmente ocurrió, en un acto poético, es decir creador, el que está ceñido a un número concreto de estrategias explicatorias que corresponden a los cuatro tropos del lenguaje poético: metáfora, metonimia, sinécdoque e ironía. Por lo tanto, “la teoría de los tropos nos proporciona una base para clasificar las formas estructurales profundas de la imaginación histórica en un determinado período de su evolución”.115 La principal atención de White está en el texto histórico, es decir en el resultado de la operación historiográfica, para utilizar una expresión de Michel de Certau.116 Pero descuida todo el largo proceso de investigación, la arqueológica tarea de búsqueda de información, el paciente ordenamiento de los datos, lo que, dentro de su planteamiento adquiere plena coherencia, pues si la historia es un discurso narrativo, la explicación histórica, -en buena cuenta las pruebas que dan razón de los hechos del pasado- no tiene que encontrarse fuera del texto, idea de que la narración es consustancial a la historiografía (Gérard NOIRIEL, Sobre la crisis de la historia…, pp. 126-32). Asimismo, no es posible olvidar que Arthur Danto, aún antes que White, sostuvo la relación entre historia y narración. En 1965, publicó Analytical Philosophy of History obra que es resultado de reflexiones que pueden remontarse, según Fina Birulés, a los inicios de la década del cincuenta. Los capítulos I, VII y VIII de dicho libro fueron publicados en español por la editorial Paidós bajo el título Historia y narración, con una útil introducción de la profesora Birulés (Arthur DANTO, Historia y narración, Barcelona, Paidós, 1989). 113 CORCUERA, Voces y silencios en la historia…, p. 349. 114 WHITE, Metahistoria..., p. 9. 115 Ibídem, p. 41. Cuando White hace uso de términos como “estructura verbal”, “formas estructurales profundas” da cuenta de su pertenencia al (post) estructuralismo; es decir, revela su necesidad metodológica de contar con “modelos formales” para explicar la realidad. 116 Michel DE CERTEAU, La escritura de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 1993. [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 238 sino en el texto mismo, en los modos de figuración, en la teoría de los tropos.117 No es la ocasión para evaluar la propuesta de White, pero no podemos dejar de mencionar que, tal como ha señalado Antoine Prost, su excesivo formalismo contribuye poco a que su argumento general resulte plenamente convincente, pese a lo cual se debe reconocer en voz alta que su análisis ha sido sugerente y ha iluminado a la epistemología propiamente historiográfica.118 En lo que discrepamos abiertamente con White es en su interpretación respecto de que Droysen haya fundamentado la autonomía del conocimiento histórico 117 Paul Ricoeur, importante hermeneuta preocupado en establecer una teoría global para estudiar las interrelaciones entre lenguaje, discurso narrativo y temporalidad, ha afirmado que la utilización de la tropología al estilo de White, contrae el riesgo de borrar la frontera entre ficción e historia (Paul RICOEUR, Tiempo y narración. III, Madrid, Siglo XXI, 1996, p. 860). En ese sentido, Veyne publicó en 1971, antes incluso que White, un muy provocador ensayo en el que anunciaba que la historia era un relato de acontecimientos, pero de acontecimientos verdaderos, o, al menos, de acontecimientos que ocurrieron. (Paul VEYNE, Cómo se escribe la historia: Foucault revoluciona la historia, Madrid, Alianza, 1984, pp. 14-15). 118 Véase Antoine PROST, Doce lecciones sobre la Historia, Madrid, Cátedra-Universitat de Valencia, 2001, pp. 256-60). En efecto, el principal aporte de trabajos como los de Certeau, Ricoeur, Veyne y White es que en la actual reflexión sobre la teoría y metodología de la historia se tiene presente que el discurso histórico es también un género literario, pero, claro está, no es sólo eso. Hoy se acepta que el valor de los acontecimientos será diferente de acuerdo a la intriga o trama en la que se desarrollen y que la historia depende (hasta en su forma de escritura) de la posición social e institucional del autor. Pero, obviamente, en la Academia no se observa una renuncia la verdad objetiva, aunque sí una relativización de los términos. Un buen ejemplo de lo dicho son, precisamente, las lecciones que Prost impartió a sus alumnos en la Universidad La Sorbona, con cuya cita bibliográfica se inicia esta nota. Otro, de muy reciente factura, es la síntesis que presenta Liliana Regalado en la que sostiene que en los últimos treinta años Clío no sólo ha cambiado su rostro sino también su personalidad a partir de su diálogo con otros saberes (Liliana REGALADO DE HURTADO, El rostro actual de Clío. La Historia contemporánea: desarrollo, cuestiones y perspectivas, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002). [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 239 en su escritura. Algunos años después de haber publicado su Metahistoria, Hayden White fue mucho más enfático en este sentido y sostuvo que la obra de Droysen había derrumbado la ilusión objetivista del conocimiento histórico, pues se habría preocupado en demostrar que la “historia es el estudio, no de los acontecimientos del pasado que han escapado para siempre a la percepción, sino más bien de los rastros de aquellos acontecimientos”.119 Como Droysen estaría sustentando que la historia es un discurso –piensa White- le resultó fundamental explicar los géneros de exposición histórica. Pero, para nosotros, Droysen no dio ningún giro lingüístico, él sólo se ocupó de las diversas formas que utilizaba el historiador para exponer sus resultados. Aunque original, esta parte de la Historik es complementaria a sus principales intenciones.120 Para Droysen, el historiador no elige precríticamente, como quiere White, el modo de su exposición, sino que éste guarda estrecha relación con el tema investigado. Es por eso que Droysen afirma: “No puede decirse que ésta o aquella sea la mejor [forma de exposición] sino que, de acuerdo con la tarea y la finalidad, la una o la otra habrá de resultar la más adecuada y hasta requerida”.121 Según la finalidad, dice nuestro autor, de acuerdo, entonces, a todo el trabajo anterior. Droysen no funda el conocimiento histórico en una teoría de los tropos, no sustenta que la explicación histórica haya que buscarla en los modos de figuración de la teoría literaria; no es, pues, el antecedente genealógico que seguramente ansiaba White.122 119 120 WHITE, El contenido de la forma..., p. 121. Ésta es la parte más corta, unas 50 páginas de 390 que es el total del libro. 121 DROYSEN, Histórica…, p. 341. En efecto, es práctica común en el discurso académico otorgar legitimidad a un planteamiento tratando de encontrar en el pasado algún esbozo en un autor de importancia. Creemos que es esto lo que intenta realizar White con Droysen. Una prueba de lo que decimos ocurre cuando White afirma que, según Droysen, la exposición narrativa sería la más adecuada para el trabajo histórico, pese a que el autor no lo afirma de ese modo. Además, White hace calzar los tipos de exposición narrativa sustentados por Droysen con las cuatro tramas básicas de la tradición literaria occidental: el modo biográfico droyseano con la novela, el monográfico con 122 [MyC, 7, 2004, 197-242] Joseph Dager Alva 240 La escritura de la historia no es el tema ni principal ni central del trabajo de Droysen. Tampoco creemos que nuestro autor haya abandonado totalmente el ideal de objetividad. Su definición de verdad, la experiencia inmediata del comprender, la referencia a los poderes morales como garantía de la posibilidad del conocimiento histórico son elementos que apuntan a demostrar que –para él- la historia es más que un discurso. Desde el mismo momento que las formas de exposición dependen de una filológica y trabajosa tarea previa, a la que Droysen dedica la mayor parte de su atención, la autonomía de la historia –para él- no puede residir en la escritura histórica. Si bien la historia es una representación, para Droysen es una representación que pretende aproximarnos lo más cercanamente posible a los rastros que conservamos del pasado. En el trabajo histórico, la exposición constituye el último término. Droysen no enfoca de su mirada en el producto terminado, sino que lo considera un elemento subordinado a la crítica y a la interpretación. Y es que, si bien Droysen relativiza el tipo de conocimiento al que accede el historiador, nunca abandonó la confianza en la inteligibilidad del fenómeno histórico a partir de sus huellas, es decir a partir de “controles” que son externos al texto que el historiador produce.123 Pretensión que, por cierto, la historiografía de hoy sigue manteniendo la tragedia, el catastrófico con la comedia y el pragmático con la sátira. Dicha identificación es negada explícitamente por Droysen, pese a lo cual White la realiza pues le parece “evidente” que son “abstracciones” de esas cuatro tramas (WHITE, Metahistoria..., p. 268). 123 Para Droysen la explicación histórica guarda relación directa con la prueba que es capaz de proporcionar. Aunque no es sólo un filólogo, su impronta filológica lo acompañó siempre. El historiador no debe quedarse en esa etapa, nos dirá, pero no puede pasarla por alto tampoco, pues ella permitirá descubrir las falsificaciones. Droysen hubiese podido suscribir las palabras de Anthony Grafton, que se encuentran en un sabio y bello libro, si bien el optimismo de Grafton es mucho menor que el de Droysen: “El falsario, al evocar el pasado, impone tanto sus valores personales como las presuposiciones y el lenguaje de su época; es por ello por lo que su obra, inevitablemente, acabará perdiendo la verosimilitud y convirtiéndose en un documento más de la época que lo vio nacer” (Anthony GRAFTON, Falsarios y críticos. Creatividad e impostura en la tradición occidental, Barcelona, Crítica, 2001, p. 148). [MyC, 7, 2004, 197-242] La Historik de J.G. Droysen... 241 a pesar de aceptar muchas de las sugerentes propuestas acerca de la estructura narrativa de la obra histórica. Roger Chartier lo ha expresado muy bien: Aun si las modalidades de las intrigas pueden variar, aun si la escritura histórica señala el artefacto literario, y por lo tanto la creación singular, se considera que el pedestal del conocimiento histórico escapa a estas variaciones o a estas singularidades ya que su ´verdad` está garantizada por operaciones controlables, verificables y renovables”124 Apreciación final Johann Gustav Droysen fue sin duda un gran metodólogo de la historia. En sus planteamientos teóricos hay un claro eco de su práctica historiográfica, que estuvo visiblemente influida por la que realizó la escuela histórica alemana, tanto en el uso del método filológico cuanto en la noción de la individualidad histórica que desemboca en la de la historicidad de la vida misma. Para Droysen, la crítica y la interpretación son dos operaciones imprescindibles para el trabajo práctico del historiador. Y son también ineludibles para fundamentar la posibilidad de un conocimiento científico. Este conocimiento siempre se encontrará mediatizado por la fuente. En otras palabras, no se conoce el pasado en sí, sino a través de los rastros que todavía existen en el presente. No obtenemos una imagenreflejo de lo acontecido sino su elaboración espiritual: “Esta es –dice Droysen- nuestra compensación”.125 Pero esa elaboración espiritual pretende acercarnos lo más objetivamente posible. No hay en Droysen un derrumbamiento total de la posibilidad de acceder a un conocimiento objetivo. Además, la naturaleza de la cosa, es decir lo investigado, determina la forma de exposición que el historiador elige. Es por eso que para nuestro autor, la autonomía del conocimiento histórico no se puede fundar en su escritura, sino en un método, que explicó muy 124 Roger CHARTIER, El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa, 1999, p. 77. 125 DROYSEN, Histórica..., p. 390. [MyC, 7, 2004, 197-242] 242 Joseph Dager Alva cuidadosamente, y en el hecho de que pasado y presente participan de los poderes morales, lo que posibilita que la intuición inmediata del comprender capte el hecho como una totalidad. En la fundamentación de Droysen está presente la influencia de la empresa kantiana y anunciada la teoría de la empatía desarrollada por Dilthey con su Erlebnis y Collingwood con el re-enactment. La objetividad histórica estaría garantizada por la crítica, la interpretación y la empatía que otorga el comprender. Es decir, práctica historiográfica y reflexión teórica unidas en su planteamiento. La Historik es un puente que enlaza la investigación empírica con la justificación objetiva de la disciplina. Es posible que en ella subsistan cuestiones que no han sido explicadas con la profundidad necesaria: ¿Hasta qué punto son también históricos esos poderes morales? Si la historicidad afecta a esos poderes morales, ¿de qué manera pueden servir como garantía y fundamentación del conocimiento histórico? En todo caso, el intento de formulación teórica existe. En el discurso que pronunció con ocasión de su incorporación a la Academia de Berlín, Droysen resumió de modo inmejorable su labor como teórico: De lo que se trata es de sistematizar las captaciones que tenemos del pasado, los fragmentos de lo que ha sido. Hay que fundamentarlas. Sólo ése puede ser el sentido de la objetividad histórica. Se trata de sintetizar los métodos, de desarrollar su sistema, y de fijar así, no las leyes de la historia, pero sí las leyes del conocimiento y saber históricos.126 126 Droysen en WAGNER, La ciencia de la historia..., p. 272. [MyC, 7, 2004, 197-242]