Joe Bell (2020), de Reinaldo Marcus Green

Historia contada en dos tiempos. En una carretera camina a pie Joe Bell charlando con su hijo adolescente gay Jadin, la marcha ha comenzado en la pequeña localidad de La Grande, en Oregón, y la intención es llegar de este modo a Nueva York, mientras el progenitor trata de concienciar a quien quiera escucharle en el largo viaje, sobre el acoso que pueden sufrir los que son diferentes. Por otro lado, retrotrayéndonos a unos meses atrás, vemos cómo impelido por su madre, Jadin revela a Joe su inclinación homosexual, pero no le presta la atención debida, de algún modo no quiere saber que algo que no le agrada, y que sin duda va a provocar la incomprensión de un entorno muy cerrado. Y en efecto, en el instituto el chico sufre todo tipo de burlas crueles, algo acentuado en las redes sociales.

Reinaldo Marcus Green dirige un film basado en hechos reales, que han convertido en guión Diana Ossana y Larry McMurtry, el segundo ganador del Pulitzer, y cuyas historias dieron pie a filmes tan populares como Hud, el más salvaje entre mil, La fuerza del cariño y La última película, ocupándose del guión de esta última; también intervino en otra historia de ribetes gays, Brokeback Mountain. A pesar de tal pedigrí, y de que el caso que tornó en tragedia tuvo amplio eco en la opinión pública estadounidense, se trata de una cinta fallida. Sobre todo por la incorporación de cierto elemento onírico que no está bien resuelto, amén de otros pasajes chirriantes, Joe en un bar gay, Jadin de “cheerleader”.

Estamos desde luego ante una historia vidriosa, pero que invita a esforzarse en practicar la tolerancia, el respeto a los demás y al modo en que toman las riendas de sus vidas, aunque no coincida con nuestra visión del mundo, sobre todo cuando es palmario que una persona está sufriendo, y mucho; y también a la comunicación estrecha entre padres e hijos, ignorar los problemas no equivale a resolverlos.

El problema es que esas buenas intenciones no impiden que la historia fracase a la hora de enganchar, cuesta creerse esa especie de “peregrinación laica” que se autoimpone el progenitor, encarnado por Mark Wahlberg. Es una especie de camino a la redención, pero que no logra la empatía del espectador, que puede verse bastante despistado. Y la sensación es que la mirada a la América profunda resulta un tanto simplista. Reid Miller da vida al chico que trata de ser comprendido por el padre, mientras que en roles secundarios están Connie Britton, la madre, y a un recuperado Gary Sinise como sheriff que se siente inspirado por Joe Bell.