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Jefferson Hack, el editor al que nadie le dijo nunca «no» a salir en sus páginas

Del fundador de ‘Dazed’ dicen que es el hombre más ‘cool’ de Inglaterra. Y lo cierto es que es el único que puede decir que lleva 30 años viviendo de comunicar la cultura alternativa.

Retrato de Jefferson Hack
Retrato de Jefferson HackCasper Sejersen

Una joven Björk retratada por Nick Knight en 1995, Alexander McQueen entrevistado por David Bowie (“¿Eres gay y tomas drogas?” era la primera pregunta del músico al diseñador), una portada vacía contra la tiranía de las celebridades, otra de Damien Hirst contra los estragos de la globalización, la segunda portada de Kate Moss tras la mítica sesión en The Face (Hack la conoció en la entrevista y acabaron teniendo una hija, Lila Grace). Y eso que al principio, Dazed & Confused era un divertimento pasajero de dos jóvenes estudiantes del London College of Communication: Rankin llamó a Jefferson Hack (Uruguay, 51 años), que por entonces tenía 19, para colaborar con sus fotos en la revista de la universidad, quedaron en la cafetería, hablaron durante horas de su visión de la música, el arte y la moda y decidieron crear un fanzine en el que plasmar sus inquietudes. Era 1991. “Esto no es una revista. No pretendemos influir en la opinión de los jóvenes interesados por el estilo. Esto es para gente que quiere leer algo diferente, algo más”. El poder persuasivo de Hack hizo el resto; nadie les dijo que no a aparecer en sus páginas. En 1993 se trasladaban a una destartalada oficina del Soho, y pagaban la revista, trimestral, con fiestas bajo el mismo nombre. Las marcas quisieron invertir en la revista más cool del momento. Treinta y un años después, Dazed forma parte de Dazed Media, la editora de publicaciones de estilo de vida (ahora en un edificio de tres plantas al lado de la Somerset House), de la que Hack es CEO y que también edita AnOther magazine y AnOther Man, y es propietaria de la plataforma de vídeos Nowness, que cocreó junto al gigante del lujo LVMH, pero que Hack compró enteramente al holding en 2017. Porque si algo le obsesiona a este visionario de las publicaciones, es la independencia: “Mi papel, por encima de todo, ha sido crear la atmósfera adecuada para que el talento joven sea tenido en cuenta, y eso solo se consigue manteniendo la independencia”, cuenta vía Zoom desde su casa en el este de Londres. Pese a dirigir publicaciones famosas en todo el mundo, siguen poniendo al mismo nivel a fotógrafos, estilistas y diseñadores emergentes con otros muy reconocidos. Es esa independencia la que le acaba de hacer merecedor del premio honorífico de la moda británica por su influencia en la cultura contemporánea. Recibirá el galardón durante la gala anual que se celebrará en el Royal Albert Hall el próximo 5 de diciembre. “Si echo la vista atrás, veo que para muchos Dazed ha sido más que una revista, ha sido como una fábrica de sueños que parecían imposibles, pero han sido posibles porque nos han apoyado desde que éramos jóvenes y nosotros, en contrapartida, apoyamos a los jóvenes”, afirma.

Ha sido testigo privilegiado del brutal cambio de la moda en este siglo con la irrupción de las redes sociales. Para usted, fiel creyente del papel, debe haber sido complicado.
Absolutamente, para mí internet es el yin yang. Es verdad que lo digital ha hecho que la moda sea más democrática, pero los algoritmos de las redes sociales están tan manipulados y son tan defectuosos que no apoyan verdaderamente la creatividad. Nos hacen creer que sí, nos hacen creer poderosos, pero es la revés. Internet es la gran fuente de información, pero las redes son en realidad las sombras chinescas de lo que realmente está pasando, no son los agentes culturales de hoy, no apoyan el talento ni sirven para crear lazos reales, aunque nos quieran hacer creer lo contrario.

¿Y qué es lo que está pasando? En el Londres de los noventa era más fácil descubrir subculturas y expresiones culturales auténticas, pero ¿dónde encuentra hoy la autenticidad?
En la calle; siempre es en la calle. Ahora en Dazed nos llamamos a nosotros mismos el National Geographic de la cultura juvenil. Enviamos a nuestros periodistas y a nuestro equipo de moda a lugares donde no han estado nunca en busca de talento.

 ¿Lo auténtico está fuera de Europa?
Para nosotros sí. Acabamos de hacer un tema con Malick Bodian en Senegal con casting callejero, porque allí hay una increíble cultura de la customización. Todo lo hacen con textiles tradicionales mezclados con cosas que van encontrando, les pasa lo mismo con la música o la danza. En el mundo en el que vivimos, rápido y estandarizado, para mí eso es lo poderoso. También hemos ido recientemente a Latinoamérica o al sudeste asiático. Hemos hecho una portada en la India con Tenzing, un niño de seis años de Nepal al que le encanta hacer fotos y ha retratado a su comunidad. ¿Por qué no?

Porque cada vez es más complicado, vivimos en un mundo dominado por las marcas.
Absolutamente, las marcas controlan la narrativa. Y entiendo que las revistas mainstream no lo hagan, porque tienen que vivir tan rápido como vive la sociedad de hoy y no les da tiempo a pensar en otros discursos alternativos. Pero sí, vivimos en un mundo dominado por las marcas. Por eso me siento un privilegiado, porque de algún modo han terminado viniendo a nosotros haciendo lo que hacemos. No ha sido fácil, pero a mí me ha funcionado lo de hacer las cosas en las que crees sin pensar en las consecuencias posteriores.

¿Ve futuro a revistas como las suyas?
Procuro no pensarlo, porque soy muy idealista. Pienso en cuando era pequeño y en cómo me fascinaba el National Geographic, o en cuando era adolescente y leía los reportajes de moda de Ingrid Sischy en Interview, y creo que hay gente ahí fuera que siente lo mismo que sentía yo. Es mi obligación como editor pensarlo. Trabajar en un relato distinto, que atrape, seguir haciendo ver que la moda es una forma de expresión cultural riquísima, que no edito un periódico, sino un medio que busca emocionar tanto, no sé, a los chicos de Senegal cuando se ven en las páginas como a los lectores que los descubren. La web puede ser inmersiva, el vídeo lo es, pero sumergirse en el papel es distinto, es otra sensación. Puede que la forma de consumir historias haya cambiado, pero yo sigo pensando a la antigua, en eso que decía Diana Vreeland [mítica editora de las revistas Harper’s Bazaar y Vogue a mediados del siglo XX]: “El ojo tiene que viajar”. Eso no cambiará nunca.

 ¿Y qué creativos le emocionan ahora?
Hay grandes marcas que trabajan muy bien la idea de lo utópico. Se me ocurre, por ejemplo, el desfile de Saint Laurent en el desierto en Marrakech, esa idea de lo puro, lo totémico, es muy poderosa. Luego está la gente como Rick Owens, que tiene ese don para seguir siendo único y una comunidad de fieles que solo visten su ropa. Y luego veo que ahora hay diseñadores emergentes con un discurso muy distinto al habitual, como, por ejemplo, Chet Lo, Martine Rose, S.S. Daley o Wales Bonner, aunque ella es ya más reconocida.

La mayoría de los últimos son reivindicativos. ¿Ha vuelto, por fin, ese aspecto a la moda? ¿Por qué?
Sí, cada uno a su manera integran el aspecto político en su trabajo, por eso son interesantes. Yo pienso que eso es algo muy británico, mezclar referencias aristocráticas con el punk, o los códigos de las clases altas con los de las bajas como forma de reivindicación. Creo que hay algo bueno en las escuelas de moda actuales, y es esa idea de la narrativa, de cómo se les pide a los creativos que contextualicen y expliquen por qué hacen lo que hacen. Por eso, en mi opinión, son distintos, porque les han educado para trabajar mirando a la sociedad de cara.

Si Rankin y usted estuvieran en la universidad en 2022, ¿también habrían lanzado una revista en papel o tendrían otros planes?
Yo pienso que sí, que habríamos hecho lo mismo. Promocionar Dazed nos llevó a probar a hacer fiestas, exposiciones, documentales… Sí, sí, habría hecho lo mismo. Porque al final lo que hemos hecho es poner en contacto a gente distinta para que, haciendo algo juntos, salieran ideas nuevas y divertidas. Dazed realmente solo era el medio por el que se comunicaba el resultado. Sigue siendo así.

Entonces, ¿cree que la moda sigue siendo un motor cultural real?
Absolutamente. Y más ahora, que la sociedad nos pide etiquetarlo todo. La moda de verdad, la que me interesa, nace unida a la música o al arte, nace sin etiquetas. Por eso nos llamamos Dazed & Confused, porque es mejor estar confundido que tratar de entenderlo todo. Sigo pensando así: no sé por qué hago lo que hago, pero quiero hacer lo que estoy haciendo.

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