Jeanne Moreau, el mito al que quiso parecerse toda una generación

Encarnación del llamado chic francés, musa de la Nouvelle Vague y uno de los símbolos de la cultura de Francia, la pregunta es: ¿quién no querría parecerse a ella?
© Getty Images

Ha muerto Jeanne Moreau y, de repente, el mundo ha recordado cuánto adoraba a esta mujer a la que apenas veía. La actriz, cantante y guionista parisina estaba en el lugar donde los mortales colocamos a los mitos: en un limbo más allá del tiempo y del espacio. En realidad, ella estaba en su casa del Faubourg Saint Honoré sin importarle mucho el mundo. Jeanne Moreau lleva 24 horas siendo reivindicada en medios y redes sociales por modernos, cinéfilos, políticos, editoras de moda y nostálgicos. Cada uno elige la Jeanne que quiere recordar: Jeanne riéndose en blanco y negro, Jeanne con mohín, Jeanne en bicicleta, Jeanne en la cama despeinada, Jeanne con el pelo rizado cantando en Querelle, Jeanne dando entrevistas impúdicas, Jeanne como gran dama recogiendo premios (nunca un Oscar) , Jeanne con su voz grave diciendo “Je t´aime”, Jeanne en sus últimos años, vestida de Chanel como la señora de la Rive Droite que era o Jeanne cantando Le tourbillon de la vie. Sobre todo cantando Le tourbillon de la vie.

Tenía 89 años y la responsabilidad de ser una de las encarnaciones del llamado chic francés, musa de la Nouvelle Vague y uno de los símbolos de la cultura de Francia. Esta presión nunca existió para ella: vivió de forma libre, libérrima y, en ocasiones, incorrecta. Así era también su belleza, quizás porque como decía Godard, que también la dirigió, “la ética y la estética se encuentran siempre al final del camino”. Se atrevió a declarar cuando nadie lo hacía, y cuando ya había sido madre, que “no tenía instinto maternal”. La relación de Jeanne Moreau con su único hijo, Jérôme Richard, un pintor de 69 años, fue complicada toda su vida. Macron ha elegido decir de ella tras su muerte que ** “siempre se rebeló contra el orden establecido”.**

Jeanne Moreau no debía explicaciones; vivía actuando desde que debutó a los 19 años en el Festival de Avignon; fue un rostro muy presente en los 60 y 70, saltando de la Nouvelle Vague a Antonioni, Buñuel, Fassbinder o Welles. Enamoró, y/o fue amante, de directores como Malle, Truffaut, o Tony Richardson, mezclando cine y vida, algo que ella no distinguía; también de otros hombres talentosos como George Hamilton o Miles Davis. Sabía que cuando alguien buscara la palabra femme fatale o chic en el diccionario, aparecería su nombre. La Moreau, con su aire intelectual, su gesto desganado y su belleza poco convencional encarnaba el chic francés, sea eso lo que sea. Louis Malle, que la dirigió tres veces y uno de los hombres que la conoció bien, afirmó: "Puede ser casi fea y después, segundo más tarde, se convierte en una cara increíblemente atractiva. Pero es siempre ella misma". Pese a su imagen de diva, el principal recuerdo del mundo, que somos todos nosotros, es el de Jeanne Moreau como la grácil Catherine de Jules et Jim. Al verla muchas mujeres de esa generación y de las siguientes decidieron que querían ser como ella: como el torbellino de Catherine.

Casi todo lo que hay que aprender de la vida está en Jules et Jim. Medio siglo después de su estreno sigue siendo original y libre hasta para las miradas más resabiadas. Es una de las películas más románticas de la Historia del Cine porque incluye en el amor el sexo, la amistad y la fragilidad de la vida. Todos los apóstoles del mindfulness deberían dejar seminarios, retiros y libros y dedicar una hora y cuarenta y siete minutos a verla. La película es un tratado perfecto sobre la urgencia de estar en el aquí y el ahora. Truffaut dibujó a un personaje central tan desconcertante como cautivador. Adelantaba en las carreras a los hombres, no le importaba hacer muecas para hacer reír, jugueteaba con ellos sin dejar de respetarlos. Jules et Jim es pura alegría de vivir y es ligera como una pluma. Parece que se ha hecho sola.

Jeanne Moreau en el rodaje de 'Jules et Jim'.

© Getty Images

No hay un estilo Moreau como sí lo hay Bardot o de las dos Hepburn. La actriz era ella misma con muchas ropas diferentes. La tenemos mucho más presente en el cine que en la calle, aunque hay imágenes de ella con Coco Chanel y asistiendo a desfiles recientes de Dior. Su historia con Pierre Cardin fue popular (y comentada) a mediados de los sesenta. En la pantalla la recordamos más y mejor. La vemos como Catherine con camiseta de rayas en la playa, jerseys amplios sobre faldas vaporosas, un jersey de hombre prestado y un gorra de cuadros Vichy corriendo por un puente y queremos correr a Zara a ver si podemos imitarla. ** La historia transcurre en los años 20 y 30, pero por momentos podría ser un editorial de moda de pasado mañana.** Mucha de la ropa de la película pertenecía a la propia actriz.

Se levantaba como nadie las solapas del abrigo (Ascensor para el Cadalso) , llevaba abrigos de pieles como si fueran pijamas de seda (Los 400 Golpes) . En La Notte se “mediterranizó” con un slim dress negro; claro que tener al lado a Mastroianni favorece a cualquiera. Buñuel la vistió de doncella en Diario de una Camarera y Joseph Losey con joyas y guantes largos en Eva. Orson Welles, la dirigió en El Proceso y afirmó que era “la mejor actriz del mundo” ; la vistió con un trench. La Moreau fue capaz de afrancesar el vestuario loco de Viva María, la película de Louis Malle que protagonizó con Brigitte Bardot. Vaya dos.

Jeanne Moreau en 'Viva María', junto a Brigitte Bardot.

© Cordon Press

Malle fue, con Truffaut, el director que más le hizo brillar. Ambos fueron amantes. Con solo 26 años la dirigió en Les Amants. Esta película, que cuenta la historia de una mujer casada que se revuelve contra lo que se espera de ella y lo disfruta, fue un escándalo en la época y llegó a estar confiscada en Estados Unidos. La escena de sexo contada a través de la mano de la actriz alteró a muchos por su franqueza y porque sugería un pezón y un orgasmo. Las perlas burguesas sobre su cuerpo desnudo eran tan elocuentes… Ahí, Jeanne Moreau nos enseñó que sexo y collares son compatibles. Y que sexo y Brahms también. Viva Jeanne.