Recordando a Jean Renoir en 10 películas

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El trabajo cinematográfico de Jean Renoir ha influido de manera directa en directores como Orson Welles, Robert Altman, François Truffaut, Errol Morris, Andrzej Wajda y Martin Scorsese.| Foto: Hulton Archive / Getty Images

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Recordando a Jean Renoir en 10 películas

A cuarenta años de su muerte, la filmografía de Jean Renoir sigue ostentando un lugar preponderante en el cine mundial. En sus películas, el director francés analizó las relaciones humanas y el deterioro de las estructuras sociales y políticas de Europa a lo largo del siglo pasado.

RevistaArcadia.com
12 de febrero de 2019

El cine de Jean Renoir está profundamente ligado a la turbulencia histórica de la primera mitad del siglo XX y a las transformaciones estéticas y técnicas de un cine aún joven. El hecho mismo de haber optado por el lenguaje cinematográfico era una forma de distanciarse de las referencias estéticas y escapar a la sombra de su padre, el célebre pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir.

La época de entreguerras fue la más prolífica de su filmografía. Entre los veinte y los treinta fue trazando su voz política más comprometida, al tiempo que sorteaba la incursión del cine sonoro.

Rotulado como Realismo poético, el estilo del director francés aborda con una estética altamente estilizada el contexto problemático de las clases trabajadoras. Una etapa posterior de su carrera, lo llevaría a una menos aplaudida producción en Hollywood durante los años de la Segunda Guerra Mundial.

Una lista de películas de Renoir incluirá esos distintos momentos, al igual que las variadas facetas y experimentos que probó en cada uno de ellos. Clásicos como La gran ilusión y La regla del juego son tan solo un atisbo de su capacidad creativa. Para expandir ese repertorio, ARCADIA recomienda diez películas representativas de este director europeo:

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La hija del agua (La fille de l’eau), 1924

La  primera película de Renoir, La hija del agua es una fábula cargada de la estética impresionista que heredó de su padre. Inclusive, se rodó en el bosque de Fontainebleau, uno de los lugares predilectos de los impresionistas para pintar al aire libre. Fue protagonizada por una de las caras más recurrentes de su filmografía temprana: la modelo y actriz Andrée Madeleine Heuchling, conocida artísticamente bajo el seudónimo de Catherine Hessling. Quien, además de ser su esposa, fue modelo en las pinturas de su padre.

La Purga del Bebe (On Purge Bebe), 1931

La Purga del Bebe, basada en la comedia del dramaturgo Georges Feydeau, es la primera película sonora de Renoir. Tuvo un importante éxito comercial, teniendo en cuenta el presupuesto tan bajo que manejó. Sin embargo, Renoir no tiene gran afecto por las primeras experimentaciones que tuvo con el sonido en este largometraje. Recuerda el dolor de cabeza que era trabajar con equipos tan rudimentarios. Situación que lo inspiró a  grabar una de las escenas más memorables del cine: la infame descarga de un inodoro.

La vida es nuestra (La vie est à nous), 1936

Con el transcurrir de los años 30, época en la que Renoir escribió para varios periódicos y revistas de izquierda, se alejó de la exploraciones estéticas vanguardistas, muy comunes en la época, y se inclinó por un cine de corte social. De ahí, que por encargo del Partido Comunista Francés produjera: La vida es nuestra. Una obra con una fuerte afinidad por las clases sociales desfavorecidas y que de manera directa satiriza a la alta burguesía.

La gran ilusión (La grande illusion), 1937

Basado en sus experiencias durante la Primera Guerra Mundial y a las puertas de la Segunda, Renoir dirigió su película más memorable: La gran ilusión.  Con actuaciones estelares de Jean Gabin, Pierre Fresnay y Erich von Stroheim, la cinta está ambientada en la Primera Guerra Mundial y narra el intento de escape de un grupo de prisioneros de guerra franceses capturados por el ejército alemán.

La gran ilusión es una crítica sutil e inteligente de las sinrazones de la guerra. El largometraje no incluye una sola escena del frente de batalla, ningún disparo y ni un atisbo de la trincheras. Más allá de ser una película que toma partido en la guerra entre el Eje y los Aliados, es una obra que busca reconocer aquellos puntos en común que pueden unir a los seres humanos,que trascienden conceptos abstractos como la nacionalidad y la clase social.

Mientras que el filme fue celebrado y ampliamente distribuido en los Estados Unidos, en Italia y en Alemania fue censurado. Tanto así, que durante la ocupación de Francia, el régimen nazi quemó todas las copias que encontraron.Sin embargo, tras la victoria de los aliados, tropas americanas encontraron una copia del negativo de la película en Munich. Un hallazgo que rescató uno de los clásicos del cine mundial de la primera mitad del siglo XX.

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La Bestia Humana (La Bête Humaine), 1938

Basada en la novela La bestia humana, de Émile Zola, esta fue una de las producciones más populares del director francés. En esta ocasión, uno de los grandes colaboradores de Renoir, Jean Gabin, interpreta a Jacques Lantier, un maquinista de tren solitario y con una psique atormentada, quien inicia una relación amorosa con Séverine, la mujer del jefe de estación. A partir de esta situación, se desenvuelve una trama de intriga y suspenso que trae a consigo los mejores aspectos técnicos y conceptuales del cine de Renoir y se yergue como uno de los precursores más importantes del cine noir.

La regla del juego (La Règle du jeu), 1939

Con el impulso que implicó el éxito de sus anteriores películas, Renoir se juntó con su hermano Claude y tres amigos más para fundar su propia compañia de producción, Les Nouvelles Editions Francaises. Al momento de su lanzamiento, a pesar del optimismo con el que abordaron el primer largometraje de esta empresa, La regla del juego fue un rotundo fracaso comercial.  Inclusive, con el reconocimiento que tenía Renoir para ese entonces, el rechazo del público fue tal que, según los registros de entonces, algunos de los asistentes a la premiere intentaron incendiar la sala de cine.

Para empeorar la situación, el carácter “desmoralizador” de la cinta le valió la censura del gobierno francés durante dos décadas. Ya que se trata de una dura crítica a las costumbres de la sociedad francesa y evidencia el deterioro de los valores humanistas que la clase media-alta predicaba de manera hipócrita.

Por su parte, el desencanto de Renoir con la recepción del filme fue tan grande  que llegó a considerar su retiro del cine. Fue tan solo hasta 1959, cuando Renoir decidió recuperar la cinta en un corte más extenso que La regla del juego empezó a recibir gran reconocimiento de la crítica. Llegando a recibir elogios de directores de la talla de Bernardo Bertolucci y Wim Wenders.

El amor al terruño (The Southerner), 1945

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y los avances de la Alemania Nazi sobre Francia, al igual que muchos otros, Renoir emigró a los Estados Unidos. Allí, continuó con su carrera bajo el auspicio de los grandes estudios de Hollywood y dirigió algunas películas por encargo como: Esta tierra es mía (This Land Is Mine, 1943), Memorias de una doncella (The Diary of a Chambermaid, 1946) y Una mujer en la playa (The Woman on the Beach, 1947). En estas circunstancias,  debido al control de los productores norteamericanos, Renoir perdió algo del control creativo que ejercía sobre sus obras.

De esta etapa norteamericana, el teórico de cine André Bazin considera que su trabajo más “humano y hermoso” fue: “El amor al terruño” (The Southerner, 1945). Una historia que exalta la tierra, el agua y todo lo que representa el mundo rural.

El Río (Le Fleuve), 1951

El Río basado en la novela de la escritora Rumer Godden, gira en torno a la vida de tres jóvenes bengalíes y su relación con una familia inglesa durante la India colonial.

La sutileza, y serenidad con la que Renoir empleó las técnicas cinematográficas aprendidas a lo largo de casi tres décadas, dan como resultado una obra impecable. del director francés. Particularmente, de ese momento en adelante, el uso del color se convirtió uno de los elementos insignia de su obra tardía.

A nivel de producción, El Río es una de las grandes anomalías en la trayectoria de Renoir.  Fue producida en su totalidad a orillas del río Ganges, de la mano de un equipo compuesto principalmente por nativos y con actores naturales. Sin proponérselo, el rodaje de esta película tuvo una importante influencia en el cine de la India. Allí, el emblemático director indio,  Satyajit Ray cruzó caminos con Renoir y se conocería con uno de los cinematógrafos que redefinió el cine del subcontinente, Subrata Mitra.

La Carroza de Oro (Le Carrosse d‘or), 1952

En esta adaptación italo-francesa, de la novela Le Carrosse du Saint Sacrement del escritor francés Prosper Mérimée, es el homenaje que Renoir rinde a la Commedia dell‘Arte y al teatro en general.

La trama de esta comedia gira en torno a Camilla, integrante de un grupo itinerante de la Commedia dell‘Arte, que con su llegada al Perú del siglo XVIII se enfrenta a todas las peripecias que su triángulo amoroso con el Virrey desatan.

La banda sonora, principalmente, composiciones tardías de Vivaldi y la interpretación de Camilla, a manos de uno de los grandes íconos del cine italiano, Anna Magnani, son dos de los puntos más que han llamado más atención sobre la cinta.

A pesar de su mala recepción a nivel internacional, con el tiempo ha pasado a ser uno de los clásicos de la carrera de Renoir. François Truffaut tenía tal aprecio por esta obra que nombró a su productora Les films du Carrosse en su honor.

French Can-can, 1955

French Can-Can es una celebración  gozosa del “fin-de-siècle” francés. Época de la que Renoir fue testigo durante su infancia y donde la figura padre tuvo un papel protagónico. En ella, las referencias a la cultura francesa no se limitan a artistas como Degas y Toulouse-Lautrec. Sino que, además cuenta con la aparición especial de figuras como Edith Piaf y Mario Juillard

A través de la historia de Charles Zidler, fundador del Moulin Rouge, Renoir vuelve a presentar un triángulo amoroso que celebra los salones de baile y sobre todo, emplea el Can-Can como una metáfora de las pulsiones creativas de donde surge el arte.

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