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CELTA

Iván Villar, el héroe inesperado

El meta morracense ha pasado de ser tercer portero del Leganés en Segunda a ser MVP con el Celta en Primera. Salvó a su equipo en Pamplona con un gran mano

Actualizado a
El guardameta del Celta, Iván Villar, intenta detener el balón durante el encuentro frente a Osasuna.
JESÚS DIGESEFE

Hace un año Iván Villar atravesaba, quizás, el peor momento de su carrera deportiva. Después de disputar 21 partidos en Primera en la temporada 2020-21, ese verano se tomó la decisión de una salida al Leganés para que tuviese continuidad y avanzase en formación. Tras ganar la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Tokio, Villar fichó por el conjunto pepinero y en poco menos de un mes le arrebató la titularidad al veterano Asier Riesgo. Su entrada al once coincidió con las dos primeras victorias del Lega esa campaña, pero el equipo madrileño volvió a caer en otra mala racha y eso derivó en la destitución de Garitano.

La llegada de Nafti al banquillo tuvo como consecuencia el relevo en la portería. Riesgo recuperó la titularidad y Villar regresó al banquillo. Sin embargo, en enero volvió a ganarse el puesto. Eso sí, esta vez la alegría sería realmente efímera. Un error de bulto en la segunda titularidad consecutiva frente al Burgos (4-0) le condenó definitivamente. De hecho, no sólo perdió el puesto bajo palos, sino también en el banquillo, pues el refuerzo invernal de Dani Jiménez le convirtió en el tercer portero de la plantilla.

Después de esta irregular temporada en Segunda, en la que encajó 22 goles en 12 partidos (diez de Liga y dos de Copa), la planificación veraniega pasaba por buscarle un nuevo destino donde jugase cedido para encontrar definitivamente su sitio. Pero los acontecimientos dibujaron otro camino. Rubén Blanco se fue al Olympique de Marsella y el Celta tardó en cerrar la contratación del portero titular. Tras fracasar la operación de Neto, Campos finalmente fichó a Marchesín y se decidió que Villar se quedase como portero suplente.

Siempre a la sombra del argentino, el meta morracense únicamente tomó la alternativa en las dos primeras eliminatorias de Copa frente a equipos de inferior categoría, como el Algar o el Gernika. De hecho, en la siguiente ronda contra el Espanyol, Carvalhal apostó por Marchesín. Hasta que la desgracia visita al indiscutible portero titular, que sufre la rotura del tendón de Aquiles izquierdo en la previa contra el Betis. Llega el momento de Iván Villar, quien responde con creces desde el primer día.

Hace unos días afirmó que su “trabajo no es callar bocas”, pero lo cierto es que ha hecho reinar el silencio a base de paradas. Villar ha despejado todas las dudas en torno a su figura, ha puesto el candado al debate sobre la portería, cerrando la puerta a Diego Alves, fichado de urgencia tras la lesión de Marchesín. Ya en su debut tiene una incidencia altísima, con una gran parada a Miranda para mantener al Celta en el partido cuando perdía 0-1. A la semana siguiente repite su alto nivel contra uno de los grande de la Liga, el Atlético. Dos actuaciones que le sirven para asentarse en la portería e ir eliminando voces del debate.

En San Sebastián jugó su tercer partido consecutivo como titular y a los pocos minutos encajó un gol en el que pudo hacer bastante más, porque el balón entró por su palo. Sin embargo, se rehizo con personalidad del error y fue fundamental para que el Celta acabase cosechando un punto, con dos intervenciones de enorme mérito ante Oyarzabal y Kubo. En el cuarto partido, frente al Valladolid, firmó su primera portería a cero gracias a una doble intervención justo antes del descanso, clave para que los pucelanos no se metiesen en el partido. Todas estas actuaciones le han valido para estar nominado a mejor jugador celeste del mes de febrero, junto a Gabri Veiga y y Javi Galán.

Si febrero fue bien para Villar, marzo ha empezado todavía mejor. Y es que las intervenciones del morracense fueron cruciales para que el Celta saliera vivo de El Sadar. En el partido que más sufrieron los vigueses desde que llegó Carvalhal, el canterano se mantuvo firme bajo palos para rechazar todo lo que fuese a portería. Pero la acción más determinante llegó en el último minuto, con un antológico despeje al cabezazo de Pablo Ibáñez, cuando toda Pamplona se levantaba para celebrar el gol.