Iván Ramiro Córdoba habla de la autobiografía que acaba de lanzar

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Deportes

‘Ya tenemos que pensar que podemos ganar una Copa América’

El sublime momento en el cual Iván Ramiro Córdoba levanta la copa de campeón de la Copa América.

El sublime momento en el cual Iván Ramiro Córdoba levanta la copa de campeón de la Copa América.

Foto:Archivo / EL TIEMPO

Iván Ramiro Córdoba, legendario central colombiano, habló de la autobiografía que acaba de lanzar.

“Este niño va a tener un futuro muy exitoso, sobresaldrá en el mundo y llegará a ser reconocido nacional e internacionalmente, aunque no sé bien en qué actividad”.
Fueron las palabras que la abuela materna de Iván Ramiro Córdoba les dijo a su padre y a su madre cuando él tenía unos 3 o 4 años. Una profecía que siempre les haría eco.
Iván se convirtió en una leyenda del fútbol. Por él, la Selección Colombia de mayores ganó la única Copa América de su historia. Y con aquel gol de cabeza contra México, en el 2001, le regaló a un país un bálsamo en medio de un difícil panorama social. Nunca dudó de irse a Italia. Allí sumó más de 400 partidos con el Inter de Milán en 12 años, lo que equivale a unos 40.000 minutos de sudor y sacrificio entregados a los neroazzurri. Con ese saldo, Iván cumplió su propósito: quedar en la historia de una escuadra europea y no pasar como un jugador “que simplemente fichó por uno o dos años y se lo recuerda con mucha dificultad”. También demostró que los futbolistas colombianos pueden estar en proyectos de equipo a largo plazo.
Retrato de un luchador es el libro que acaba de lanzar y en el que consignó su propia vida y todas esas historias que están más allá de las canchas. En entrevista exclusiva, y desde Doradal, Antioquia, Iván Ramiro Córdoba habló con EL TIEMPO.
¿Por qué escribir una autobiografía?
Mucha gente se pregunta eso. Ya saben toda la parte futbolística, y cualquiera se mete en Google y encuentra toda la información de las personas que han tenido posibilidad de hacer cosas importantes en sus carreras. Pero lo que hay detrás del jugador, detrás de este camino del profesional, eso es lo que no se encuentra. Entonces quisimos contar todo eso, lo que uno es desde pequeñito y cómo crece uno con esa ilusión de llegar a ser jugador profesional, de pisar la cancha del Atanasio Girardot... de todo lo que vive normalmente una persona cuando va en busca de algo importante en su vida. Este es un libro para todos, no solamente para la gente que conoce de fútbol o que habla el lenguaje de fútbol.
¿Qué papel jugó su esposa aquí, además de tener un capítulo con su nombre?
Ha sido una persona demasiado importante en mi carrera y en todo. Ella me convenció de hacer el libro. Yo decía: ‘no soy escritor, soy futbolista; ¿hacer una autobiografía, María?, eso no es para mí’. Entonces ella me dijo: ‘Iván, tú has hecho una carrera muy bonita y eso creo que es muy importante que quede escrito, como un legado para los jóvenes, para quienes pueden encontrar en lo que hiciste una motivación o una ilusión’. Ella me ayudó a encontrarle un sentido a la autobiografía.
¿Cómo fue la infancia de Iván Ramiro?
Fue muy nómada porque vivimos en muchos pueblos de Antioquia, pero fue muy bonita como experiencia. Estuvimos en regiones muy rurales y esa vida es muy real, vives de manera más intensa lo que es tu país, y siempre se está en contacto con la naturaleza, con estas cosas que te dan fuerza y te ayudan a crecer. Siempre existen situaciones que te dejan en riesgo y en esa época había un tema complejo con la guerrilla y el narcotráfico. El deporte siempre es una vía muy buena para estar lejos de tentaciones o situaciones que le pueden dañar a uno el recorrido.
Cuando yo agarro el balón por primera vez, que mi papá me lo pone, entendí y me di cuenta. Es algo como mágico porque uno con el balón siente que se le abre un mundo diferente y todos los días te levantas pensando en querer jugar. Golpear una pelota es lo que te da alegría y motivación. Es una cosa demasiado simple, pero que al final es lo que te lleva a hacer todo lo que haces en tu carrera.
Su abuela materna, cuando era muy pequeño, dijo que sería muy exitoso. ¿Cree en predestinaciones o cree que no se nace, sino que uno se hace?
Yo creo que uno nace, pero en el camino tienes que hacer y contribuir a ese destino. Lo que le dijo mi abuela a mi papá un día que me estaban bañando (risas) impresiona, porque es como esa sabiduría o esa inteligencia superior de las mujeres, no de todas las personas sino de las mujeres. Siempre he sido un convencido de que las mujeres desarrollan mucho más sentidos que los hombres. 
Ellas, para mí, por una cuestión –no sé cómo explicarlo– de la naturaleza, tienen esta sensibilidad sobre las cosas que van a pasar o las situaciones que se están viviendo. Y en ese caso hay que estar muy atentos. Imagínate qué iba uno a pensar en ese momento que, primero, me iba a gustar el fútbol y, segundo, que iba a llegar a donde llegué.
Del Rionegro pasaste al Nacional, que era tu sueño, y luego al San Lorenzo de Almagro. ¿Cómo fue la transición al fútbol argentino?
Ya hacer parte del equipo profesional de Rionegro era para mí espectacular. Cada cosa que fue surgiendo en mi vida a nivel futbolístico fue increíble, y en Nacional estuve muy poco (2 años), pero fue un periodo muy bonito porque me tocó la época de aquel equipo que había logrado ganar la Copa Libertadores y que ya estaba terminando su ciclo. Estaban Alexis García, Aristizábal, Chontico Herrera, René… era un equipazo. Esa experiencia en Nacional me sirvió mucho para poder llegar a la Selección Colombia y al fútbol del extranjero. Para mí ya era un logro increíble jugar en Argentina.
Le tocó aguantar mucha banca. ¿Cómo lo afrontó?

No clasificar a los mundiales han sido golpes muy fuertes de mi carrera, pero que me han dado
fuerza para seguir luchando.

Hay dos condiciones diferentes. Una es chupar banca cuando eres joven, porque estás en un proceso de conocimiento y de experiencia y eso también hace parte de tu crecimiento como jugador. Entonces lo aceptas mucho más fácil y tratas de aprender de todo. El primer año que estuve en Rionegro en la primera B me conocí prácticamente todo Colombia en bus y todos los bancos de los estadios de la primera B de Colombia porque no jugué ni un solo partido. Pero hacía todo parte del crecimiento y de lo que uno tiene que adquirir para ser un jugador como debe ser.
Cuando ya eres un jugador experto y te mandan al banco, es una experiencia diferente; pero también aprendes. Lo aceptas con menos ganas porque cuando tienes una mentalidad fuerte crees que siempre vas a ser titular y no es así; hay jugadores que te superan en ciertas condiciones, y eso es normal, hace parte de la competencia. Lo importante es seguir trabajando para demostrar que quieres ese puesto de titular.
Con el Bolillo hubo encuentros y desencuentros, pero fue ese primer contacto para la de mayores. ¿Cómo fue portar el dorsal 2 que le asignó y que pertenecía a Andrés Escobar?
Yo comencé con el Bolillo Gómez. Él me dio la oportunidad de jugar en la Selección Colombia, más allá de lo que pasó en el Mundial de Francia del 98, que ha sido una de las desilusiones más grandes de mi vida a nivel de fútbol, pero que ya superé. Con él terminé también mi presencia en Selección Colombia de mayores, fue con quien estuve la última vez en una convocatoria. Entonces es muy lindo haber comenzado y terminado ese ciclo con él.
Cuando llegué a Nacional, la camiseta 2 estaba guardada después de la muerte de Andrés Escobar, ya había sido hacía 3 años. Y cuando llego a la Selección Colombia de mayores, el Bolillo me dice: ‘Iván, para todos los colombianos Andrés fue y será un ser humano y un deportista ejemplar, y yo quiero que ese 2 que usó siga hablando por él; ese legado tiene que llevarlo alguien y creo que tú eres la persona indicada’. Yo no lo podía creer. Esa era una felicidad increíble, pero una responsabilidad muy grande. Yo sabía qué me estaba poniendo encima, no era simplemente la camiseta número 2; era todo eso que había hecho Andrés Escobar.
Le dijo que no al Real Madrid. Cuando lo fichan dos equipos y uno parece sonar más grande que el otro, ¿en qué pensó al decidir?
Lo que a mí me movió era lo que me apasionaba, la posibilidad de ser parte de un fútbol que transmitía grandes emociones, porque en el momento que a mí me dicen ‘te quiere el Inter de Milán’, yo ya me veía jugando en esos estadios con todos esos jugadores y con ese sonido de los estadios, de los hinchas, el idioma italiano, esos cánticos que hacían. 
Todo eso a mí como que ya me transportó allá y no había manera de que me hicieran cambiar eso porque nosotros en esa época vimos mucho fútbol italiano gracias a Faustino Asprilla. A mí no me importaba Real Madrid ni la plata. Yo no miraba los números. En el fútbol siempre me ha movido la pasión y no los aspectos económicos.
Su libro comienza en el 6 de mayo del 2012. ¿Qué pasaba por su mente en esa despedida en la cancha?
Ahí comienza el libro y es como una regresión a todo lo que viví en el fútbol. El Giuseppe Meazza era la única calcomanía que a mí me faltaba para llenar el álbum de Panini de Italia 90. Imagínate, nunca la encontré y me quedó el álbum sin esa calcomanía. La sensación mía entrando al Giuseppe Meazza y pensar que hacía no mucho estaba recogiendo calcomanías para llenar el álbum, eso para mí fue un regalo que me dio la vida. Hace poco, una hincha muy especial del Inter compró la calcomanía en internet, en esas subastas que hacen, ella compró la calcomanía porque sabía de la historia y me la regaló. La tengo guardada especialmente porque significa mucho para lo que fue mi ilusión en mi crecimiento hasta llegar al Inter.
¿Tenía algún ritual antes de entrar al campo de juego?
Si, leía un versículo de la Biblia siempre y llamaba a mis papás y a mi esposa para que me dieran la bendición antes del partido.
¿Tiene ahora alguno a la hora de dirigir?
Cargo con mi Biblia, leo el versículo que siempre me gusta leer y me encomiendo mucho a Dios y a Santa Rita, que es la santa de los milagros, a la que nos encomendamos cuando ganamos la Champions League y a la que me encomendé también ahorita que subimos a la serie A con el Venezia FC.
¿Cuál es su momento más atesorado en el fútbol colombiano y en el fútbol italiano?
A nivel general ha sido la victoria de la Copa América porque ganar por tu país, por tu gente y por lo que eres tú es lo más lindo que te puede pasar en la vida. Es que es un sentimiento compartido por millones de personas, y eso no tiene ningún precio, supera cualquier cosa. A nivel internacional ganar la Champions League y el Mundial de Clubes.
¿Su peor derrota?
Ha habido varias, mi vida también se ha construido a través de las derrotas. El no clasificar a los mundiales han sido golpes muy fuertes de mi carrera, pero que me han dado fuerza para seguir luchando y lograr las demás cosas que logré. Con el Inter, cuando perdimos el 5 de mayo del 2002 en la última fecha contra la Lazio, en el estadio de Roma, y no logramos ganar el título después de haber estado de primeros todo el año… eran momentos muy oscuros para el fútbol italiano.
¿En qué porcentaje cree que un jugador es hinchada, cuerpo técnico, equipo y juego propio?
Hinchada, para mí, un 50 por ciento, porque el fútbol sin hinchas es la mitad. La atmósfera que transmiten los hinchas, eso no tiene comparación. El grupo y el cuerpo técnico yo diría que un 30 por ciento, porque es lo que mueve a un equipo. Un grupo consolidado, fuerte, bien manejado te termina dando resultados. Individual puede ser un 20 por ciento. Lo individual debe ser muy fuerte, pero no es nunca lo más importante de un equipo de fútbol.
¿Cómo vio la Selección en esta Copa América?
Me pusieron a trasnochar mucho, pero la vi (risas). Muy buena, un grupo compacto y con características diferentes. Nuestra Selección en los últimos periodos ha sido más de talentos, y acá se vio mucho más la condición de lucha y entrega hasta el final. Estamos acostumbrados a ver una Colombia con un número 10, que en este caso nos faltó, pero tuvimos otras circunstancias muy positivas. 
Lo de Luis Díaz es espectacular, yo vengo hablando de él desde que jugaba en el Junior, entonces para mí no es una novedad; siempre lo consideré como un jugador con condiciones más allá de lo normal. No debemos renunciar al talento de un James, que hace la diferencia, pero todo esto tiene que tener una coherencia. El talento y el grupo tienen que ir de acuerdo, y si se encuentra la posibilidad de engranar estas dos circunstancias, podemos ser protagonistas, porque nosotros ya tenemos que cambiar la mentalidad y pensar que podemos no llegar a la final sino ganar una Copa América.
Como directivo, ¿qué busca transmitirles a los muchachos?
Lo que les he transmitido a los jugadores es la confianza que tienen que tener en ellos mismos y la seguridad que deben adquirir por su trabajo. Tienes que sentirte fuerte, sentirte campeón; tienes que sentir que no eres superior a los demás, pero sí que puedes estar a la altura. Eso es lo que trato de transmitirles a estos jugadores que están en el Venezia.
PAULA ANDREA GAVIRIA
EL TIEMPO
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