Cine

Isabelle Huppert: medio siglo ante la cámara

La prestigiosa actriz francesa rodó su primer largometraje para el cine, Ella, yo y el otro, en 1972. Le rendimos homenaje con una selección de títulos en los que su destreza interpretativa se puede tocar 

Probablemente la actriz más prolífica de la historia (ha rodado 147 películas), Isabelle Huppert supone además la más fiel correspondencia entre interpretación e intelecto. Desde su debut, en 1972, con Ella, yo y el otro, en la que el realizador Claude Sauset superaba el ménage à trois con una relación a cuatro bandas, la deslumbrante actriz francesa pasó a encabezar la lista de deseos (profesionales) de los directores más reputados y autorales del último medio siglo, desde un casquivano Jean-Luc Godard (léase Pasión y Salve quien pueda (la vida)) o Bertrand Blier, el adalid de la promiscuidad más lúdica, hasta la inquietante truculencia de Claude Chabrol o Michael Haneke. Con un orgánico equilibrio entre las películas de cineastas extranjeros y las dirigidas por sus paisanos franceses, fruto de la valoración individual de cada proyecto, la dama de hierro del cine europeo debe su prestigio tanto a su a su querencia por los retos interpretativos como a la maestría con que los resuelve. Sus personajes, casi siempre complejos, ambivalentes y con una gran determinación, bucean en los recovecos del alma, y ella les da vida entre el velado hieratismo del buen entendedor (ya saben, “pocas palabras bastan”) y la más profunda expresividad. Mención aparte merece su pericia a la hora de encarnar una sexualidad activa, a menudo oscura, que da la vuelta al concepto de mujer fatal: si la historia del cine (y de la creación artística) cosificaba a la mujer sensual contemplándola como objeto de perdición de los hombres (siempre ellos en el centro), el deseo que siente o despierta Huppert en sus papeles la erige en sujeto absoluto, acaparando su dimensión psicológica todo el protagonismo. Celebramos los 50 años en activo de esta excepcional actriz con una selección de títulos que ponen también de manifiesto su pasión por la literatura. Si es ambiguo, es Huppert. 

Huppert junto a Benoit Magimel en un fotograma de La Pianista.Kino International

La pianista (2000)

Director: Michael Haneke, sobre la novela homónima de Elfriede Jelinek. 

Intérpretes: Isabelle Huppert, Benoît Magimel, Annie Girardot.

Imprescindible por: Tras labrarse un tortuoso nombre con títulos de culto como Funny Games o Benny’s video, pesados en el fondo y austeros en la forma, Michael Haneke daba el espaldarazo definitivo a su carrera al hacerse con el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes (y brindar a sus protagonistas los de Mejor Actor y Mejor Actriz) con esta escabrosa historia sobre la relación entre una reputada y desabrida pianista vienesa y un jovial alumno veinte años más joven que tratará de seducirla, cordialmente y sin ambages, para darse de bruces con la más genuina perversidad y un arsenal de fantasías sadomasoquistas que le harán sacar lo peor de sí mismo. La represión y el maltrato maternofilial se perfilan como la antesala de la maldad en un relato que privilegia la descripción de la intrincada psicología de una protagonista con menos virtudes que flaquezas en un papel del que su director llegó a decir: “Si Isabelle Huppert lo hubiese rechazado, no habría seguido adelante con esta película”.

Huppert en La Ceremonia.New Yorker Films / Cortesía de Everett Collection / Cordon Press

La ceremonia (1995)

Director: Claude Chabrol, a partir de la novela A judgment in stone, de Ruth Rendell.

Intérpretes: Isabelle Huppert, Sandrine Bonnaire, Jean-Pierre Cassel, Jacqueline Bisset, Virginie Ledoyen.

Imprescindible por: Claude Chabrol, merecedor en parte del apelativo “el Hitchcock francés”, volvía a recurrir a Isabelle Huppert (con la que rodó un total de siete películas) para interpretar a un personaje tan incómodo como Jeanne, la deslenguada y desafiante empleada de correos que no oculta su resentimiento de clase hacia la familia burguesa que contrata como criada a la reservada Sophie, cuyo mutismo esconde un sospechoso suceso del pasado. La creciente complicidad entre ambas corre pareja a un crescendo dramático que permite atisbar el catastrófico desenlace. O más bien lo que parece el desenlace: una vez más, Chabrol demostraba que una película no termina hasta que aparecen los títulos de crédito. 

La actriz francesa en la película Madame Bovary.United Archives / Cordon Press

Madame Bovary (1991)

Director: Claude Chabrol, a partir de la novela de Gustave Flaubert.

Intérpretes: Isabelle Huppert, Jean-François Balmer, Christophe Malavoy.

Imprescindible por: Publicada en 1857, Madame Bovary dio lugar al término bovarismo, acuñado por el filósofo francés Jules de Gaultier y popularizado en el campo de la Psicología a partir de los años 40 para referirse a aquellas personas que sienten una insatisfacción o frustración crónica derivada del contraste entre sus expectativas, normalmente desproporcionadas y obsesivas, y la realidad, especialmente en la esfera sentimental. Su protagonista, Emma Bovary, asidua lectora de novelas románticas, está casada con un médico rural a quien desprecia vilmente y fantasea con una vida privilegiada rodeada de la alta burguesía francesa. Isabelle Huppert encarna al trasunto más narcisista, despótico y altivo de este célebre personaje literario (y su largo reguero de altibajos psicosomáticos) en una errática trayectoria marcada por el derroche, las decepciones y el abandono. La incursión decimonónica de Chabrol en su recurrente retrato de las debilidades de la sociedad burguesa. 

La actriz junto a Philippe Noiret en el film 1280 almas.United Archives / Cordon Press

1280 almas (1981)

Director: Bertrand Tavernier, a partir de la novela homónima de Jim Thompson. 

Intérpretes: Isabelle Huppert, Philippe Noiret, Jean-Pierre Marielle.

Imprescindible por: Entre otras licencias dramáticas, Tavernier trasladaba a una colonia francesa del África Occidental la América profunda que Thompson describía en la localidad imaginaria de Potts County, firmando una comedia negra que eliminaba de la ecuación el bukowskiano espíritu beat del escritor para centrarse en su chanza del orden institucional en general y el cuerpo policial en particular. Philippe Noiret encarna a Lucien Cordier (alter ego de Nick Corey, protagonista de la novela de Thompson), gualtrapa de órdago y sheriff poco convencido que, tras una desdeñoso rapapolvo de su jefe, se encomendará a sí mismo la mesiánica tarea de limpiar la escoria social allá donde se encuentre. Isabelle Huppert da vida a su amante, la deslenguada, desidiosa y pragmática Rosette, que halla en él el consuelo a un marido que la maltrata y una salida aceptable a su libido. Una interpretación con la que la actriz francesa volvía a demostrar que un personaje femenino podía ser algo más que un florero y que una película puede ser feminista sin superar el test de Bechdel.

Isabelle Huppert en Elle.Sony Pictures / Cortesía de Everett Collection / Cordon Press

Elle (2016)

Director: Paul Verhoeven, a partir de la novela Oh..., de Philippe Djian.

Intérpretes: Isabelle Huppert, Laurent Lafitte, Anne Consigny. 

Imprescindible por: El realizador de blockbusters tan resultones como Showgirls o Acoso firmaba su película más europea (en lo geográfico y en lo esencial) con esta adaptación de la novela del enfant terrible Philippe Djian, con Laurent Laffite, el maestro de ceremonias del Festival de Cannes, dando la réplica a Isabelle Huppert. La reputada actriz se convertía en la voz de mando más literal de su carrera en la piel de la férrea directora de una empresa de videojuegos que afronta su propia violación, a manos de un enmascarado y cuchillo al cuello, de forma tan imperturbable como desecha los reparos morales que a cualquiera plantearían los productos que vende. Con un sarcasmo corrosivo y toneladas de humor negro, Verhoeven hilaba una salida de tono tras otra para culminar con la más improbable y controvertida de las alianzas. Recuerden, es solo cine.