Retrato de Isabel I - La Cámara del Arte

Retrato de Isabel I

Ficha técnica

Título: Retrato de Isabel I
Autor: George Gower
Cronología: 1590
Estilo: Pintura de retrato
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Woburn Abbey
Dimensiones: 105 x 133 cm.

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE RETRATO DE ISABEL I

CONTEXTO HISTÓRICO

El artista George Gower retrató en el 1590 a una soberana consciente de su poder. Unos años antes, en 1588, la flota de guerra de su majestad Isabel I había conseguido vencer en el Canal de la Mancha a la flota española, la potencia mundial de la época.

El ocaso de la Armada Invencible supuso para Inglaterra el principio de su propia ascensión. Isabel I posó para numerosos retratos y mandó a destruir otros muchos que no le parecían lo suficientemente favorecedores.

Cuando Isabel I mandó pintar este retrato con una vista del mar y los navíos, contaba con 56 años, llevaba peluca y una espesa capa de maquillaje blanco cubría su rostro. Pero el mito de la juventud y la belleza debía ser mantenido tanto en los retratos como en la Corte.




La reina tenía amantes jóvenes y negoció durante decenios un matrimonio con el duque de Anjou, hijo de Enrique II y Catalina de Médicis.

Según cuenta la leyenda, cuando Isabel tenía 8 años dijo: «¡No me casaré jamás!«. Y tenía buenos motivos, ya que su madrastra fue decapitada el mismo año, y su propia madre, Ana Bolena, también había sido ajusticiada.

La crueldad de su padre, el rey Enrique VIII, podría haber forjado la actitud de Isabel contraria al matrimonio, aunque lo más probable es que sus propias ganas de poder no hubieran soportado ver a un rey a su lado.

Los retratos de Isabel I no solo fueron pintados por vanidad, sino que la razón de Estado jugaba también un papel decisivo. Del mismo modo que sus apariciones en público se preparaban meticulosamente, los retratos formaban parte de un programa propagandístico donde no existía el realismo.

Las escenas que podemos ver a través de las dos ventanas no coinciden ni espacial ni temporalmente: entre la derrota de la Armada Española y su aparición frente las costas inglesas pasaron semanas.

Retrato de Isabel I
Retrato de Isabel I: Detalle de las ventanas

ANÁLISIS DE LA OBRA

Retrato de Isabel I
Retrato de Isabel I

En esta obra pictórica faltan las insignias tradicionales del poder, el cetro y el globo imperial. En lugar del cetro, la reina lleva en la mano izquierda un abanico de plumas de avestruz, mientras la mano derecha reposa sobre el globo terráqueo.

El tradicional globo imperial romano era símbolo de la Tierra entera y el globo terráqueo, aparecido en el siglo XVI, es una nueva variante del símbolo antiguo. Los globos terráqueos eran muy raros en la época; uno de los primeros había sido realizado unos 100 años antes en Núremberg.

Retrato de Isabel I
Retrato de Isabel I: Mano derecha – Globo terráqueo. Mano izquierda – Abanico de plumas de avestruz

No es casual que el pintor dibujara los barcos, ya que en aquella época, dominar el mundo significaba dominar los mares. Cuando Isabel I tomó las riendas del gobierno en 1558, las dos grandes potencias marítimas eran las naciones del descubrimiento, España y Portugal.

LOS NAVÍOS

Por la ventana de la izquierda se ve al fondo la Armada Española, compacta como una fortaleza flotante. La Armada invencible contaba con 130 unidades y 30.656 hombres, 100 sacerdotes y monjas.

La invasión de Inglaterra tenía el carácter de una Cruzada para combatir a los herejes. De hecho, la Armada sólo tenía como misión navegar hasta Calais, embarcar a 40.000 soldados de los Países Bajos españoles y hacerlos atravesar el canal de la Mancha. El combate decisivo tendría lugar en tierra.

A través del recuadro de la ventana se ven algunos navíos ingleses en primer plano, reconocibles por el pabellón de San Jorge con la cruz roja sobre fondo blanco. Gower muestra la escena decisiva frente a las costas de Calais.

Los ingleses no habían conseguido detener a los españoles e Isabel I todavía no contaba con tropas de tierra en el lugar previsto, aparte de que sus soldados, reclutados a toda prisa, estaban muy lejos de tener el buen entrenamiento de los de Felipe II.

Los navíos que vemos hundirse en la ventana de la derecha portan la insignia de soberanía española, la cruz de San Andrés. Después de la batalla del 29 de julio, la batalla decisiva tuvo lugar frente a las costas de Gravelines.

Era la primera vez que los españoles se mostraban claramente inferiores, perdiendo 11 embarcaciones, además de tener 600 bajas y 800 heridos. Los ingleses tan solo perdieron 60 hombres.

La clave de la victoria no había sido tan solo la rapidez de sus barcos y el alcance de su artillería, sino también el mando miserable de los españoles.

Tras la batalla de Gravelines, los españoles estaban desmoralizados. Habían creído que la Armada era invencible y no estaban preparados para la derrota.

Tuvieron que huir para evitar los cañonazos de los ingleses y utilizaron una fuerte brisa que les impulsó hacia el norte. Finalmente, la Armada fue vencida por las fuerzas de la naturaleza y no por los ingleses.

Los ingleses hubieran podido lograr ellos mismos la victoria si la reina no hubiera sido tan ahorrativa. El abastecimiento de la flota inglesa solo estaba previsto para dos días y la pólvora se acabó demasiado rápido; en estas condiciones era muy complicado perseguir a los españoles.

Los consejeros de Isabel I habían intentado en vano persuadirla de que, en la guerra, hay que disponer de los medios suficientes para conseguir ganar.

Los veleros fueron devueltos a los comerciantes y bucaneros que lo habían alquilado y los soldados fueron licenciados sin salario ya que el dinero escaseaba. Al parecer, fallecieron más hombres de pobreza, hambre o tifus después de la guerra que durante las luchas contra los españoles.

Esta tendencia a retener las riquezas parece una contradicción con el traje suntuoso que luce en el retrato y que exhibía también en los actos oficiales. Sin embargo, los trajes ostentosos y las joyas valiosas le costaban muy poco, ya que eran regalos.

A principios de enero de cada año, sus admiradores y cortesanos le obsequiaban con trajes y joyas que ella tenía la benevolencia de aceptar.

Los seis collares de perlas que la reina luce en este cuadro fueron comprados al hermano de María Estuardo por un precio amistoso, bastante por debajo de su valor real.

Retrato de Isabel I
Retrato de Isabel I: Detalle de las perlas

Pero el sinfín de lazos, puntillas, perlas y diamantes no respondía tan solo a su vanidad. Contribuía a hacer de la persona una figura simbólica. Las joyas tenían un significado particular.

Por ejemplo, las perlas, particularmente numerosas en este retrato, vienen del mar: prueban que Isabel I, tras la derrota de los españoles, se había convertido en «La reina de los mares«.

Por otro lado, las perlas son también un atributo a la virginidad. Al igual que los diamantes y los topacios del vestido, anuncian la pureza de la reina.

WEBGRAFÍA

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/isabel-i-y-era-dorada-inglaterra_7156

https://www.cervantesvirtual.com/portales/isabel_i_la_catolica/epoca_biografia/

https://datos.bne.es/persona/XX1146476.html

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-moderna/20180829/47313359193/asi-era-isabel-i-de-inglaterra-la-reina-virgen.html

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