Críticas de Yo vigilo el camino (1970) - FilmAffinity
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Yo vigilo el camino

Drama El sheriff Henry Tawes, un hombre ya maduro, se siente hastiado del mundo en el que vive y recuerda con nostalgia su pasado cuando trabajaba en una zona rural de Tennessee. Sin embargo, su vida cobra un nuevo sentido al conocer a Alma McCain, la hija de un hombre que destila licor ilegalmente. El cambio que se produce en él es tan evidente que su mujer acaba dándose cuenta de que lo está perdiendo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
30 de julio de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida, el paso del tiempo, va dejando marcado por las dentelladas hasta el espíritu más indómito. De manera que un día te despiertas y descubres que no solo no has conseguido aquello que anhelabas, si no que te has acercado peligrosamente a todo lo que no querías ser: acomodado, aburrido, desapasionado... un baúl de ilusiones zombies. Pero todo es susceptible de empeorar, como puede que le suceda al sheriff Henry Tawes; un hombre en plena travesía del desierto, entre una lejana y feliz realidad, tal vez soñada, y un espejismo que está loco por solidificar.

Cuando alguien, como el protagonista de este buen drama de Frankenheimer, decide arriesgarlo todo por un sueño amoroso y vivificador que, desde fuera, todos ven como algo irrealizable: diferencias de edad, diferentes principios, chantajes económicos y emocionales...; sentimos por él una solidaria lástima (todos podemos ser víctimas del engaño de nuestros propios sentidos) y a la vez tachamos de patético al adulto que, a pesar de la amplia trayectoria empírica de la trampa sexual, sigue mordiendo el anzuelo. Por otra parte, algunos defenderán que para despejar dudas lo mejor es pisar todas las minas (por si alguna no explota), máxime cuando no tienes mucho que perder porque el resto del campo es todo cementerio. Eso sí, puedes salir del envite con el cuerpo macerado y el alma hecha jirones.

Estoy plenamente de acuerdo con Boyero en que en la película está dibujada de forma magistral la desolación. Tan real este retrato de la soledad irreversible (como la "sed infinita" de Neruda), del agujero negro de la desesperación, del vacío existencial...que, si no le restara credibilidad, podríamos colocarle la etiqueta de terrorífica.
Sinhué
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12 de diciembre de 2007
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bonito drama dirigido por el gran John Frankenheimer.

Gregory Peck hace de sheriff que lleva una vida no muy feliz, y un día se encuentra con una chica de la que se enamora, pero su familia esconde algo y las cosas serán imposibles.

Ni mucho menos me parece la peor película de Frankenheimer, consigue crear una ambientación magnífica y con su siempre enigmática forma de dirigir, excelente papel de Gregory Peck, corrían los años 70 y aún el tio estaba en plena forma, buenos secundarios como Tuesday Weld y Estelle Parsons, recomendable.
Dusty Rivers
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13 de abril de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El doctor House a parte de médico brillante, hace sus pinitos anunciando el "L´oreal Men Expert" para puretas bien entrados en años, y dice algo así como: Un día te levantas y tienes 45 y pico, te miras en el espejo y te das cuenta de que te estás haciendo mayor, que coño, que vas pa viejo y además de preguntarte que cojones has hecho con tu vida piensas si serás capaz de ligarte a una chica en condiciones y no una solterona fea y gorda que aunque tenga carrera, buena posición y 100 millones en el banco no la quiere ni su padre.

Pues bien, el protagonista de nuestra historia está peor que el Doctor House, pues aunque no está cojo, tiene 55 y pico, familia e hijos y aunque es el Sheriff del Condado lleva 30 años encerrado en la misma rutina, y en un pueblo de mierda, lleno de viejos de cuerpo y mente, donde lo único que interesa es ser y pensar como el abuelo de tu abuelo, mascar tabaco, ir a misa los domingos y criticar a todo hijo de vecino.

Un día cualquiera sin saber que hora es, una chica preciosa, cabellos dorados como el sol, llena de ilusión le habla y le mira. Cuando se va, recuerda algo que ya había olvidado: sigue siendo un hombre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
krakenval
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26 de julio de 2009
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante guión, historia o desarrollo, poco convencional o si se quiere bastante singular y fuera de lo común: un sheriff casado y con una hija se enamora perdidamente de una joven perteneciente a una familia de transéuntes dedicados a fabricar alcohol en alambiques ilegales. Esta familia usa a la muchacha para que seduzca al policía y así una vez seducido, enajenado o encoñado por el amor, él se sienta incapaz de arrestarles y hacerles cumplir la ley.

Curiosa, rara y notable película, con un final seco y nada habitual en acabados cinematográficos.
Azurcine
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21 de mayo de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pienso que lo estaba deseando. John Frankenheimer, uno de los mejores realizadores de la llamada “generación de la televisión” estaba esperando el momento propicio para pegarle una sonora bofetada a la sociedad americana de finales de los setenta. Y es que su trayectoria asi lo dice. Desde críticas directas a la guerra fría hasta películas donde se ponían en entredicho las buenas intenciones de los políticos. Así fue allanando el camino hasta el estreno de ésta, para muchos, su mejor obra.
La peli desmonta, en casi noventa minutos, muchos de los íconos sagrados para el cine estadounidense. No se libran ni el final feliz, ni el héroe inmaculado, en una peli donde todos sus personajes carecen de la más mínima moralidad. Y lo hace desde el principio al presentar en pantalla a su propio público, los habitantes de la América profunda. Sus rostros inexpresivos acompañan a los créditos (tanto al principio como al final) y se convierten en testigos de excepción de la historia pero también forman parte de la particular denuncia del director hacía el resto de los espectadores. Estos planos me recuerdan mucho a los que usó John Boorman en otro clásico legendario “Delivarance” (1972).
A simple vista, esta peli podría parecer un western. No solo por su protagonista (Gregory Peck), un sheriff de un pequeño pueblo de Tennesse. Si no por la excelente banda sonora (compuesta por Johny Cash). Las canciones del “Rey del country” conducen perfectamente la estructura lineal de la peli. El realizador, utiliza con eficacia la misma técnica que Fritz Lang en “Encubridora” (Rancho Notorious 1952) o King Vidor en “La pradera sin ley” (Man Without Star, 1955).
Pero no os engañéis. Esta película rezuma cine negro por los cuatro costados. Y es que la honestidad del sheriff dura minutos. Los que tarda el bueno de Peck en ver a Tuesday Weld. El realizador coloca en ese preciso instante al protagonista en medio de una crisis provocada por una mujer mucho más joven que él, casi una adolescente. Una “Lolita” que lo situara al otro lado de la ley. Si he de ser sincero no culpo al sheriff para nada ya que la chica en cuestión esta muy bien. Con un rostro permanentemente iluminado y una sonrisa sensual, muy pocos se resistirían.
La elección de Gregory Peck como representante de la ley que cae en el deshonor y la humillación es muy acertada. Nadie podría imaginar al por entonces galán en tan insultante situación. Cierto es que el director le avisa de lo inconveniente de esa relación cuando repite de forma recurrente planos y contraplanos de distintos niveles (el que avisa no es traidor) y generalmente, alternando con contrapicados para Peck y para Weld queriendo subrayar la pertenencia de ambos a diferentes mundos.
La propuesta de Frankenheimer se adecua perfectamente al momento por el que atravesaba Estados Unidos. La figura desmitificada, del hasta entonces intachable Peck, puede simbolizar la falta de credibilidad que tenia la administración estadounidense en 1970 con una guerra del Vietnam que nadie quería. De echo (y hay que estar muy atentos para poder verlo) el director inserta de forma subliminal propaganda del ejercito americano.
Esta película hay que verla con los ojos de los espectadores americanos de principios de los setenta. Para ellos y para sus dirigentes la concebio Frankenheimer.
David Mudarra
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