How to Talk to Girls at Parties | KVIFF 2017 | Cine Divergente

How to Talk to Girls at Parties

Cuando las estrellas brillan Por Manu Argüelles

Alguien, no recuerdo dónde, comentaba que la música de Pet Shop Boys era la perfecta mezcla entre melancolía y hedonismo. En una esfera personal, melancolía es el planeta en el que vivimos y el segundo es en el que nos gustaría estar. Son dos ejes que en la dilatada carrera de John Cameron Mitchell como director (cuatro películas en 16 años) siempre actúan como fuerzas motrices de sus ficciones. Unos largometrajes en los que la pérdida siempre determina a los personajes. Por ejemplo, Hedwig en Hedwig and the Angry Inch (2001) solo reconstruye su maltrecha identidad cuando consigue asumir la ruptura con Tommy Gnosis. Porque, a propósito de la película que nos ocupa, me he visto recordando con mucha insistencia lo lacerantes que son las imágenes de su filme debut, cuando muy rápidamente se asociaba un filme con el otro. Por supuesto, aparece The Dyschords en How to Talk to Girls at Parties y es imposible que no nos acordemos -con el corazón en un puño- de Hedwig interpretando Hedwig’s Lament/Exquisite Corpse, una doble canción que se compone de dos partes muy diferenciadas, una afligida con solo voz y piano (Hedwig’s Lament) y otra con toda la banda dando rienda suelta a una furibunda expresión de ira punk (Exquisite Corpse). Son dos dimensiones que vuelven a convocarse y expandirse en How to Talk to Girls at Parties pero en orden inverso. Lo que allí era un grito de cólera ante un incontenible dolor (¿qué me habéis hecho?), aquí es una expresión del inconformismo nativo de la adolescencia. El punk guarda más relación con el sexo sin tabús ni fronteras de Shortbus (2006) que con el sentimiento de confusión y desorientación de Hedwig, canalizado a través de la androginia del glam. Porque Cameron Mitchell vuelve a la dirección con un claro espíritu lúdico y de celebración, para salvar a los ideales del naufragio (el combate contra la pasividad, la indiferencia y la rigidez de las organizaciones), apostando, una vez más, por la realización personal. Un proceso que pasa, entonces, por la legimitación del placer. No deja de ser consciente que al final del camino lo que nos queda es la soledad y que el tiempo siempre es un proceso de canibalización. Pero ahora el énfasis está puesto en el momento en el que las estrellas brillan. Por tanto, How to Talk to Girls at Parties, contagiada de la vitalidad y la energía juvenil, podría leerse como el lado luminoso de Hedwig, si queremos asociarlas en cuanto ambas están bañadas por un movimiento musical de los años 70, como memoria personal y como génesis sociocultural de una postura contestataria. Ahora, mucho más cómica y ligera, se hace acopio de la corriente de la sci-fi más psicotrónica para invitarnos a una fiesta libre y desprejuiciada, donde un adolescente se enamora por primera vez, con la mala fortuna que se fija en una extraterrestre que huye de su colonia.

How to talk to girls at parties

 How to Talk to Girls at Parties

Nos encontramos en Londres, en 1977, en verano, en plena festividad donde la monarquía celebraba su jubileo, con un claro guiño al Jubilee (1978) de Derek Jarman (ácrata e inclasificable manifiesto fílmico del punk). John Cameron Mitchell se sirve de la premisa ya contenida en el relato corto homónimo de Neil Gaiman en el que el largometraje se basa pero, atendiendo al cómic que lo adapta, este es solo un punto de partida para que realice un cine de corte retrospectivo que, cómo no, también tiene mucho de resurrección de algo extinto. Y en este proceso, que sobre todo quiere ser una experiencia muy viva y despreocupada, apunta a los dos frentes que hemos estado conjugando desde el principio: el musical y el fílmico. Por un lado, volvemos a un tiempo en el que la música conformaba una fuerte identidad y, por otro lado, a una corriente fílmica que pasa por Zardoz (John Boorman, 1974) 1 se para en La fuga de Logan (Logan’s Run, Michael Anderson, 1976) 2 y termina en Cielo líquido (Liquid Sky, Slava Tsukerman, 1981) 3 como si How to Talk to Girls at Parties quisiese ser una hermana tardía y para todos los públicos de aquella, donde también un extraterrestre baja a la Tierra, aunque entonces en busca de heroína y con un instinto asesino. En todo caso, no estamos hablando de una película referencial. Porque su virtud es que nunca alude a un pasado petrificado, si se plantea como una amenaza del presente es precisamente para labrar un esforzado continuum. Eclipsa la noción del cine del pasado para vivificarlo como desencadenante dialéctico de una actitud, que en su caso tiene mucho de queer y de ruptura de lo homogéneo. Cuando Enn vincula el punk con un virus en sus primigenios dibujos, Cameron Mitchell con esta metáfora canaliza también su impulso de romper con lo heteronormativo 4. A diferencia de Yann Gonzalez en Les rencontres d’après minuit (2013), que sí partía de un cosmos ficcional específico de la cultura gay, él prefiere que los presupuestos de una sexualidad liberada contaminen un universo heterosexual. Mientras que aquella incorporaba una agónica derrota en la búsqueda del placer, ahora se plantea en forma de guerra y de rebelión, teniendo al personaje de Nicole Kidman como la gran matriarca (y lo que nos gusta que ella lo encarne).

How to Talk to Girls at Parties referentes

De izquierda a derecha: Zardoz, La fuga de Logan y Cielo líquido

Hablaríamos entonces de focos de inspiración en los que parece haber germinado una ficción que, como aquellas, busca situarse en las carreteras secundarias, más allá del buen cine y de la imagen perfecta, lejos de la burocracia del gusto y de las maneras correctas, si bien eso no impide que también quiera conectar con un gran público, cuando cuenta con Neil Gaiman en los créditos como reclamo para el nicho comiquero y con Elle Fanning y Nicole Kidman en el reparto. No es la claudicación de Los secretos del corazón (Rabbit Hole, 2010) ni tampoco el suicidio comercial de Shortbus (2006) sino que es una vía intermedia para mantenerse fiel a su singularidad subjetiva y no perecer en el intento. Aunque, vista la recepción crítica que tuvo en el Festival de Cannes, nos queda el interrogante de si no será otra película sentenciada como lo fueron El bosque de los sueños (The Sea of Trees, Gus Van Sant, 2015) o Lost River (Ryan Gosling, 2014).

How to Talk to Girls at Parties 2017

How to Talk to Girls at Parties

Renovarse o morir, es la famosa consigna que repiten los protagonistas varias veces en el filme. Y, sin embargo, a tenor de lo comentado, el largometraje no es ni lo uno ni lo otro. Pero parece ser la única forma de resistencia posible: la película anacrónica en su exaltación máxima, que además no tiene complejos de presentarse como una teen-movie, con el poco prestigio que ello conlleva, y que además abraza una ciencia ficción descocada con espíritu de serie B. Como si la única forma posible de hacer un cine afincado en estas raíces, especialmente en lo referido a lo underground, pase por hacer algo fuera de su tiempo, algo que, incapaz de ser auténtico, vuelva a aquellos tiempos en los que la contracultura todavía tenía algo de veracidad (aunque fuese falsa pero lo importante es que se creía en ello y hoy ya no podemos, ese es nuestro dolor). Es un cine entonces que ya está manchado, que es impuro y que solo puede limitarse a ser una recreación. Algunos la considerarán poco afortunada, deslavazada, irregular, pongan todo lo que quieran… mientras que otros dejaremos que esa mancha sea de color, ese color que siempre estamos buscando secretamente los que vestimos nuestra alma de luto. Una magnífica secuencia en la parte final recorre todos y cada uno de los espacios significativos por los que han pasado los personajes. Pero estos ahora se encuentran completamente deshabitados. Situada en el final de relato no solo inscribe y evoca el paso del tiempo, sino que nos apela a nuestro mismo recuerdo inmediato de lo que hemos visto y así nos damos cuenta de lo evanescente de la ficción (¿de qué materia son nuestros sueños?). Solo así, con estos campos vacíos se denota la importancia de un imaginario, ya que, con esta transferencia, con eso que ahora ya no está, un espacio determinado y hueco, en su pregnancia alcanza lo infinito en cuanto evoca nuestra propia constitución emocional, la del propio Cameron Mitchell y por extensión la nuestra, ahora que nada parece pertenecernos, ahora que se acumulan las obras maestras ante cada nuevo estreno para que a la semana siguiente las reemplacemos por otras. Es decir, este filme nos recuerda cómo nos construimos a partir de la ficción, con insolencia, con exceso, con espíritu lúdico, con fantasía kistch y mucho petardeo; con esas lágrimas desencajadas en medio de la discoteca mientras todos bailan. Por eso How to Talk to Girls at Parties trata de captar una imagen que ya no está acá sino allá, en el lugar fantasmal de lo representado, en lo eterno, en el fulgor de la memoria, como Hedwig and the Angry Inch tatuada en mi piel.

  1. Los presupuestos tanto formales como argumentales con clara raigambre lisérgica y delirante sin temor al ridículo (cífrese la composición visual del momento en el que Enn y Zan cantan juntos), la concepción de lo cósmico filtrado por un new-age pasado de vueltas, ahora incorporado con mucho sentido del humor
  2. También es la crónica de una huida de una sociedad totalitaria y uniforme, representada por las 6 colonias alienígenas, aparte que estéticamente los colores chillones y el vestuario de látex recuerdan a esa estética futurista e ¿involuntariamente? camp de los años 70, donde La fuga de Logan es uno de los más celebrados exponentes
  3. Aquella película totalmente underground buscaba el espíritu vanguardista, aunque entonces era una crítica corrosiva del new-wave (los personajes eran puros maniquís y se trabaja a conciencia en torno al concepto filosófico de máscara), en boga en su día, pero comparten un mismo relato de empoderamiento femenino, el de Cielo líquido bastante más extremo
  4. No solo reincide en los postulados de Origin of love para caracterizar la naturaleza extraterrestre sino que además vuelve a su defensa de la experimentación sexual contenida en Shortbus. Que precisamente sean así los de otro planeta, ya lleva implícito un comentario satírico al respecto de la heteronormatividad, aunque, ambiguo, porque ellos son los representantes de la alienación. Por tanto, estamos ante dos sociedades de plástico frente a las que combaten los adolescentes: la británica y la interestelar que se comportan como si fuesen una secta. Resultado: al final el adolescente es el auténtico rebelde sea como sea sexualmente la sociedad
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