Fue conocido como el “Canciller de Hierro”, un sobrenombre que refleja su política de firmeza y resolución, pero también su habilidad para forjar una nación a través de la astucia política y la guerra.
Bismarck: el Canciller de Hierro que moldeó la historia alemana
En 1862, el rey Guillermo I de Prusia nombró a Bismarck como Canciller, confiando en su habilidad para manejar las complejas relaciones políticas de la época. En un momento de creciente tensión en Europa, con movimientos nacionalistas y revoluciones liberales sacudiendo el continente, Bismarck se propuso un audaz objetivo: la unificación de los estados alemanes bajo el liderazgo prusiano.
Bismarck abogó por una política de “sangre y hierro”, confiando en la guerra como medio para alcanzar sus objetivos políticos. Su estrategia consistió en aislar a sus adversarios y forjar alianzas convenientes para Prusia. En la Guerra de los Ducados de 1864, Prusia y Austria lucharon juntas contra Dinamarca para obtener el control de los ducados de Schleswig y Holstein.
El último obstáculo para la unificación fue Francia. En 1870, Bismarck manipuló la situación política para provocar la Guerra Franco-Prusiana. Tras una serie de victorias prusianas y la captura del emperador Napoleón III, Francia fue obligada a ceder Alsacia y Lorena a Alemania. La victoria prusiana condujo a la proclamación del Imperio Alemán en 1871 en el Palacio de Versalles, con Guillermo I como Kaiser y Bismarck como Canciller.