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Dirección: David Yates
Reparto: Daniel Radcliffe, Emma Watson, Rupert Grint, Ralph Fiennes, Alan Rickman, Helena Bonham Carter, Gary Goldman, Jason Isaacs, Emma Thompson, Tom Felton, Michael Gambon, John Hurt
Título en V.O: Harry Potter and The Deadly Hallows (Part 2)
Nacionalidad: Reino Unido Año: 2011 Fecha de estreno: 15-07-2011 Duración: 131 Color o en B/N: Color Guión: Steve Kloves Fotografía: Eduardo Serra Música: Alexandre Desplat
Sinopsis: En la última entrega de la saga, Harry Potter deberá encontrar y destruir los horrocruxes restantes para dar fin al reinado de Lord Voldemort. Harry parte junto con sus amigos Hermione Granger y Ron Weasley en un peligroso viaje por Inglaterra para encontrar los objetos que contienen los fragmentos del alma del Señor Tenebroso, los cuales garantizan su longevidad. Pero el camino no será fácil pues el lado oscuro adquiere más poder con cada minuto que pasa y las lealtades serán puestas a prueba. Harry deberá usar todos los conocimientos que gracias a Dumbledore ha adquirido sobre su enemigo para enfrantarse a él en una épica batalla entre el bien y el malpoder y así encontrar la forma de sobrevivir a esta última aventura.

Crítica

StarStarStarStarStar

Lo mejor: preserva el creativo look de toda la saga.
Lo peor: ciertas trampas de guión en su tramo central.

A favor, por Noel Ceballos

Ahora que ya se empiezan a disipar las cenizas tras la batalla final y el tren (de la franquicia) llega a su destino, David Yates se perfila como el director que mejor ha sabido comprender la esencia de las novelas de J.K. Rowling: su complicado equilibrio entre la épica y la calma, su voluntad de trascender los márgenes de la fantasía infantil a través de la referencia culterana, su amor por cada uno de los personajes. Las Reliquias de la Muerte, vista en conjunto, carece del sentido de la maravilla de los capítulos firmados por Chris Columbus y Alfonso Cuarón, pero traduce con mayor fidelidad el espíritu del original literario en su ejemplar uso de los silencios y en su dosificación del torrente emocional que desencadena el duelo definitivo entre Harry y un Voldemort que nunca había resultado tan deliciosamente perverso. La división en dos partes del capítulo final ha hecho realidad la mayor fantasía del amante del cine de aventuras: la Película-Clímax, la dilatación extrema (y algo extenuante) del gran final. Con todo, Yates vuelve a dar el do de pecho en los momentos íntimos, como la revelación de Snape o esas manos que se buscan en medio del Apocalipsis. En suma, un notable broche para una saga que encierra su significado secreto en las últimas palabras del (ya) añorado Dumbledore.

En contra, por Jordi Batlle Caminal

El problema primordial, para los ajenos a la parroquia Rowling, es el del enganche. Las tres o cuatro primeras entregas, por sus hallazgos formales y esa capacidad de reinventar la “fantasy” a su medida, sí tenían el poder de arrastre para el cinéfilo no fanático de la saga literaria. Pero en las siguientes, el desgaste, el cansancio, la descarada sensación de que aquí ya sólo contaba acumular billetes y sonreír al idólatra, nos descabalgaron del carrusel de la magia. Y así llegamos a este doble macrocapítulo final. Superado el latigazo antonioniano de la primera parte, donde el tiempo muerto era el rey, en la segunda llega la traca final, pero en un conjunto confuso, arrítmico, deslavazado, donde las buenas escenas de acción (la de la entrada al banco de los enanitos y su salida volando en dragón) pasan ante nuestras narices causando un impacto mínimo. El epílogo, que tiene su gracia, persigue la nostalgia de quien empezó la saga siendo niño, hoy tiene ya descendencia y cuando desayuna dice, melancólico: “Anoche soñé que volvía a Hogwarts”.

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