Crítica: El viaje de Harold - Cineuropa

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PELÍCULAS / CRÍTICAS Reino Unido

Crítica: El viaje de Harold

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- Detrás del anecdótico título de la película de Hettie Macdonald yace una mirada sorprendentemente profunda, a veces triste, pero con mucha esperanza, a la apatía, la fe y el sacrificio

Crítica: El viaje de Harold
Jim Broadbent en El viaje de Harold

Uno podría pensar que El viaje de Harold [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, por su sencillo argumento y el hecho de que se trata de la típica película protagonizada por ancianos, trata sobre un viaje desenfadado y nostálgico por la hermosa campiña británica. Estrenada hoy en el Reino Unido a través de eOne, la película de Hettie Macdonald se ajusta hasta cierto punto a esa descripción, con la diferencia de que está libre del típico optimismo forzado y de las payasadas poco realistas que suelen ir de la mano de las películas que “se salen de lo convencional”, ya sea una amistad, un romance o, de hecho, una peregrinación.

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El suceso en torno al que gira la película no tiene nada de especial, y es algo que perfectamente podría haber pasado desapercibido para el protagonista Harold Fry (Jim Broadbent) y su esposa Maureen (Penelope Wilton). De hecho, estaba siendo un día como cualquier otro en la casa decorada sin gracia que ambos tienen en Devon hasta que Harold recibe una carta procedente de un hospicio de Berwick-upon-Tweed escrita por una antigua compañera de trabajo en su lecho de muerte. La reacción indiferente de Maureen constituye un claro y desgarrador indicio de lo comunes que se deben de haber vuelto este tipo de noticias para la pareja de ancianos, y la decisión de Harold de responder a la carta no parece más que un acto de cortesía, pero en su camino hacia el buzón más cercano para enviar su respuesta, Harold decide seguir caminando hacia buzones cada vez más alejados, hasta que finalmente decide no mirar atrás y se propone recorrer a pie los cientos de millas que le separan de su antigua compañera y amiga Queenie. Esta decisión se ve alentada en parte por la conversación que tuvo con una joven en una de las gasolineras locales, en la que esta mencionó casualmente que su fe en la recuperación de su tía ayudó a la mujer a curarse. Harold, con los ojos bien abiertos, se inspira en esta historia para justificar su largo viaje, y es que está convencido de que, mientras él siga caminando, Queenie seguirá viviendo.

Harold no es un hombre religioso, y es evidente que esta creencia no está fundamentada en la realidad, aunque oír hablar de su viaje hace que la solitaria Queenie se ponga visiblemente alegre, según sus enfermeras. Es la filmación la que nos da una idea de por qué y cómo el hombre sigue adelante. La película no da gran importancia, por ejemplo, a las escenas en las que Harold conoce por el camino a gente que le ofrece un vaso de agua o un lugar donde dejar descansar sus pies malheridos, y muchas veces se pasa de una situación a otra sin ni siquiera una pequeña despedida. Para Harold, este viaje a pie no va de conocer gente nueva, ni siquiera de admirar el paisaje; va de ir paso a paso, sin descanso ni tiempo para dedicarse a conocer a las personas o los lugares en profundidad. Aunque pueda parecer un viaje enfocado hacia el mundo exterior, lo que de verdad importa en la película es la evasión y el mundo interior de Harold.

El propio Harold tarda en darse de cuenta de ello, pero el hecho de pasar gran parte del tiempo sin compañía hace que no pueda evitar hacer frente constantemente a sus propios pensamientos, los cuales no tardan en llevarle hasta su problemático hijo David (Earl Cave). A medida que los evasivos flashbacks nos revelan cada vez más del pasado de Harold y de su familia, vamos comprendiendo que el atractivo de esta aventura tan loca radica en el hecho que su vida de pasividad, marcada por la lógica y el sentido común, finalmente se ve desbordada de emoción gracias a un espontáneo e irracional proyecto.

La película ofrece una mirada sorprendentemente sincera sobre cierta forma de vida británica, educada y sin pretensiones, pero que oculta niveles debilitantes de represión, una dura realidad que ni el ímpetu de Harold consigue tapar. No se trata de una película alegre, ya que la actitud positiva de Harold —y el entusiasmo de la prensa y de los "peregrinos" que finalmente deciden seguirle— se ve socavada por un ambiente de pesar. Sin embargo, el realismo de los encuentros de Harold con desconocidos, algunos bienintencionados, otros hostiles y otros simplemente confusos, resulta muy reconfortante.

Basada en la novela homónima de Rachel Joyce, El viaje de Harold ha sido producida por las británicas Essential Cinema, Free Range Films, Ingenious Media y Rose Pine Productions. Las ventas internacionales corren a cargo de Embankment Films.

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(Traducción del inglés)

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