Críticas de Happy End (2017) - FilmAffinity
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Happy End

Drama La película gira en torno a una familia burguesa que posee una empresa en Calais, al lado de los campamentos donde viven miles de refugiados. (FILMAFFINITY)

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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
3 de octubre de 2017
46 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una muerte, una agresión física, una infidelidad, un accidente laboral, dos intentos de suicidio, varias confesiones terribles y un final imposible de olvidar. Feliz, tal vez. Así podría resumirse "Happy End", una película que funciona como compendio de toda la filmografía de Michael Haneke y al mismo tiempo como una autoparodia de su estilo. Los acólicos del director encontrarán referencias a "Amour", al peso de la tecnología que veíamos en "Caché (Escondido)" y a los parentescos rotos, crudelísimos incluso, que se colaban en nombres como "La pianista". Todo, cómo no, con planos estáticos, diálogos en off y una mirada voyerista.

Haneke ha construido su cinta más conceptual, un tanto opaca, complicada incluso para los férreos defensores del austríaco. Para quien escribe, un absoluto disfrute. Probablemente la mejor comedia, acaso la única, del genio europeo. Socarrona, negra, hiriente. A expensas de una burguesía extraña, cuyos vínculos no quedan claros hasta bien entrada la función. Cortada, para más inri, con escenas de chats, mensajes en redes sociales y grabaciones de smartphones, momentos que funcionan como contrapuntos bizarros de todo lo visto.

"Happy End" no concreta nada y lo abarca todo. Une el devenir del personaje más anciano (Trintignant, sublime) con el de la más joven (Harduin, toda una revelación), como si con el paso de las generaciones nada hubiera evolucionado, sólo degenerado. Un contexto en el que cualquier intento escapista se intuye como la estrategia más lúcida, y la muerte, paradójicamente, como la resolución más feliz. Así, Happy End se impone como uno de esos misterios fascinantes a los que nos gustará volver en futuros visionados. Una película que sabe a cambio y a resumen. A la crónica de un apocalipsis anunciado. A despedida. A enésima obra maestra del director más importante de nuestros tiempos.

@CinoscaRarities http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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17 de junio de 2017
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con frecuencia las señales de la felicidad externa y perceptible, los indicios del encumbramiento, aparecen cuando en realidad todo camina ya hacia el ocaso.
Thomas Mann – Los Buddenbrook

Un compendio de su obra, un collage de autoreferencias. Más allá de los evidentes lazos argumentales que unen a Happy End con el resto de su obra, spin offs incluidos (y de los que dudamos que pretendan crear un Universo Haneke que compita con el de Marvel), encontramos en el último film del director austriaco una pequeña summa de sus tesis narrativas en estos 30 años de carrera, una obsesión por la puesta en escena que le diferencia de muchos de sus contemporáneos, para bien o para mal: planos subjetivos, lentes de móvil, uso de (falsas) cámaras de seguridad, etc. una pléyade de fuentes que intenta imitar a la realidad, ser...seguir siendo una especie de objeto de su tiempo.

¿Y cuál es el tiempo que quiere retratar Haneke? Pues el de siempre, el de la crisis burguesa que lleva filmando treinta años, lo cual es, digámoslo ya, claramente paradójico, los muertos que Haneke mata gozan de buena salud. Al igual que la novela de Thomas Mann con cuya cita abrimos este texto, Haneke utiliza, para ejemplificar el decaimiento burgués, la historia de una familia de industriales en una ciudad costera (en la novela la muy hanseática Lübeck, en el film Calais) empobrecida por la falta de impulso generacional, destinada finalmente a la extinción.

Por supuesto no hay muchas alegrías en las imágenes de Happy End, y el largo dedo acusador de Haneke señala a todos y cada uno de los personajes que pueblan la pantalla. Cuando no son culpables por el simple hecho de su pertenencia a una acomodada cuna, lo son por el perverso mensaje que reciben (y tratan de imitar) desde las redes sociales. Suponemos que nada de esto será una sorpresa, Haneke nunca ha sido lo que podríamos decir un optimista y, pese a que el empeño formal antes mencionado le hace diferenciarse de algunos de sus colegas de mirada torva, empezamos a notar evidentes signos de agotamiento. Justo como si fuera un Buddenbrook, exactamente como un burgués acomodado.
Talamasca
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5 de octubre de 2017
27 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película airea los trapos sucios de una familia burguesa de Calais. Dicho así, no puede parecer más apetecible, pero el resultado no convence. No se profundiza en la trama de cada personaje, durante casi dos horas saltamos de un miembro de la familia a otro sin que tengamos la sensación de avanzar en el relato. Además, los supuestamente terribles secretos familiares son tratados con una superioridad moral por parte del director que nos hace alejarnos de la obra. Hay temas que Haneke ya había tratado con maestría en sus obras anteriores: el suicidio en El séptimo continente, las fantasías sexuales de La pianista... Ni siquiera el que parecía el tema principal, los refugiados, se representa como debería, reducido a una escena que utiliza a los inmigrantes de forma anecdótica, sin implicación del director en el problema. La familia vive en el Calais actual como podría tratarse de otra ciudad, en otra época.

Es sin duda su película más aseptizada. Ni un ápice de aquel hombre que nos torturaba en cada película sin excepción volviéndose un referente internacional de las escenas de tensión: el plano fijo de quince minutos de Funny games, la sangre en la pared de Caché, el final de La pianista, la escopeta de El tiempo del lobo, la tormenta que vemos acercarse en 71 fragmentos, la compañera de clase en El vídeo de Benny. La bofetada a Susanne Lothar en La cinta blanca. Incluso en Amour, la escena en la que Trintignant relata sus días de campamento - referenciada de manera bochornosa en esta nueva entrega. Nada de aquello que hizo de Haneke un nombre a seguir, un maestro que ha inspirado a nuevos cineastas como Lanthimos, su análisis de la violencia tan pormenorizado hasta mostrarla en su forma más cruda y realista; nada de eso aparece en Happy end. Además, lo que nos deja, apenas tiene sentido, cohesión o interés.

Porque el talento de Haneke va más allá de la violencia, por supuesto. La ruptura de códigos narrativos apoyándose en el apartado visual nos ha brindado sus obras más revolucionarias: Funny games dinamitaba la cuarta pared para ironizar acerca de los esquemas comerciales del cine y Caché jugaba con los planos para que no supiéramos si éramos meros espectadores o si formábamos parte de la escena. En Happy end leemos los mensajes subidos de tono en una pantalla de Facebook, los trapos sucios de un hombre respetable y con poder cuyas debilidades le dejan en entredicho. Sin duda sería algo novedoso para una serie de la HBO de hace quince años, pero en el cine de hoy ya es un cliché demasiado socorrido. Estas escenas palidecen además si recordamos cómo Jaime Rosales utilizó las redes sociales con maestría en Hermosa juventud: un canal de evasión y expresión para una nueva generación de proletarios devastados por el sistema. No es de extrañar, por tanto, que Haneke no terminase su proyecto Flashmob, visto este uso tan desaprovechado de los nuevos canales de comunicación.

No me explico qué ha podido suceder con el arte del austriaco, aunque temo lo peor. Temo que su irreverencia y rebeldía de los noventa se hayan disipado para siempre dejándonos un cineasta acomodado. La última obra realmente revolucionaria que nos ha presentado fue Caché hace doce años ¿Ha cambiado de público Haneke una vez que se ha ganado el favor de las esferas?¿Es Happy end un recopilatorio de greatest hits, suavizado y aromatizado para el agrado de una platea burguesa incapaz de aceptar el malestar o las críticas de trabajos más rompedores? Al menos eso parece. Buena suerte, entonces.

hommecinema.blogspot.fr
harryhausenn
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1 de marzo de 2018
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
5 años de espera desde su último film “Amor”con el que consiguió El Oscar, la palma de oro, el globo de oro, el Cesar etc. y que logró recuperar a Jean Louis Trintignant retirado del cine desde 2003 y con el que vuelve a colaborar en esta película ya que según él considera a Haneke el mejor director vivo del mundo.

“Happy End” representaba a Austria para los Oscars de este año pero no consiguió pasar el filtro. Isabelle Huppert y Trintignant vuelven a hacer de hija y padre como lo hicieron en “Amor”.

Nos presenta a familia acomodada de la alta burguesía francesa de Georges Laurent (Trintignant) octogenario que va sucumbiendo a la demencia senil en su mansión palaciega de Calais, corazón de una jungla de emigrantes, con su hija adicta al trabajo que se ha hecho cargo del negocio de construcción familiar. Divorciada y estirada, Anne (Huppert) tiene que manejar el impacto de un accidente laboral desastroso causado por la descuidada negligencia de su hijo Pierre.

Menos provocativa y cruel que sus anteriores películas y analizando también el tema de la eutanasia, hace un minucioso detalle de cada personaje de la familia en el que el egoísmo, la avaricia y la manipulación están muy latentes pero sin llegar a incomodar al espectador con esos comportamientos sociópatas tan característicos en su filmografía.

Es inconfundible la maestría de este director austriaco a la hora de hacer un thriller terrorífico de unas situaciones familiares de lo más normales, sabiendo muy bien moldear la maldad del ser humano lo que despierta en mí un gran interés, algo que a muchas personas puede resultarles un poco violento.

Vista en el Festival de Cine de San Sebastián en Septiembre de 2017, todavía está pendiente de estreno comercial en España por medio de la distribuidora Golem.
Destino Arrakis.com
videorecord
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23 de julio de 2018
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película Michael Haneke realiza un ejercicio de estilo y de fondo que entronca con la obra de Chabrol, en su crítica a esta familia burguesa tan francesa, a la que une una red de secretos y mentiras. Es Haneke, por lo que se refiere a la prolongación de lo que podría ser su anterior obra AMOR, con la que comparte dos actores: Isabelle Huppert y Jean Louis Trintignant, pero con humor gélido, y recuerda al Claude Chabrol de "La dama de Honor" y "Gracias por el chocolate" en el tratamiento de la familia , sus traiciones, sus reprobables actos y sus traumas. Brillan no solo los mencionados actores , sino también los jóvenes, especialmente la actriz que interpreta a la adolescente Eva.
Es una buena película que en ciertos momentos juega a desconcertar al espectador, pero que mantiene el interés del mismo hasta el tragicómico final.
CARLOTA
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