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100 a�os del bar�n Thyssen, coleccionista de arte por melancol�a

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El arist�crata y empresario encontr� en los lienzos un consuelo para sus reveses. Hoy, su legado es uno de los tesoros culturales de Espa�a.

Carmen Alborch y el bar�n Thyssen, en 1996.
Carmen Alborch y el bar�n Thyssen, en 1996.CARLOS BARAJAS

Arist�crata y sagaz empresario, Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza cre� en vida una de las colecciones de arte m�s importantes del mundo. La semana que viene hubiera cumplido 100 a�os y hoy, sus cuadros, que ahora pertenecen a Espa�a, sirven para descifrar a un hombre cuya mayor pasi�n fue el arte. "Tenemos una imagen del bar�n un poco distante, una persona aristocr�tica, pero en realidad era una persona bastante cercana, incluso t�mida. Era pasional, intuitivo y nada dogm�tico", recuerda Juan �ngel L�pez-Manzanares, conservador del Museo Thyssen y comisario del centenario del bar�n. Esta semana el museo se engalana para celebrar el centenario de su fundador, que se celebra el martes 13 de abril. Conciertos de m�sica cl�sica, conferencias y puertas abiertas conmemoran el aniversario en un a�o deslucido por la pandemia y que coincide con la ampliaci�n de las negociaciones por el pr�stamo de la colecci�n de su viuda, Carmen Thyssen.

La colecci�n que Heinrich Thyssen vendi� a Espa�a en los 90 estaba formada por unas 800 obras y es todo un recorrido por la historia del arte. Rembrandt, Caravaggio, Durero o Carpaccio se codean en sus pasillos con Van Gogh, Degas, Picasso, Hopper o Freud. Todas ellas, adem�s de conformar una de las colecciones m�s importantes del mundo, sirven para descifrar la personalidad del bar�n, explica L�pez-Manzanares: �l mismo eleg�a las obras, no se dejaba aconsejar; y era muy audaz, pod�a perseguir una obra que le interesase durante a�os, como es el caso de varias de las piezas del museo.

"La gran pasi�n de su vida fue la pintura -dice el experto-. En sus memorias dice que le ayud� a sobreponerse de reveses tanto sentimentales como de sus empresas". La colecci�n del Heinrich Thyssen-Bornemisza (Pa�ses Bajos, 1921-Espa�a, 2002), al que sus allegados llamaban Heini, es tambi�n la de su padre y la de su abuelo. En 1947, hered� una gran parte de la colecci�n familiar y, al principio, siguiendo los pasos de su padre, la aument� con grandes maestros antiguos: "Para su padre, despu�s de Goya no hab�a nada de valor".

En los 60 da "un paso adelante" y comienza a imprimir su personalidad a comprando obra de autores contempor�neos. Las primeras compras fueron de expresionistas alemanes, una generaci�n perseguida por el nazismo a los que se sinti� atra�do pol�ticamente, "incluso antes de apreciarlos est�ticamente", seg�n sol�a decir. El bar�n recibi� con 23 a�os un emporio familiar diezmado por la Segunda Guerra Mundial, y se dedic� durante casi una d�cada a levantarlo con bastante �xito.

En sus memorias, el bar�n reconoce que de joven no le interesaba el arte, pero en 1939 lleg� a Villa Favorita, huyendo de la Segunda Guerra Mundial y all� encontr� calma y refugio en la contemplaci�n de las pinturas de la colecci�n de su padre. "El bar�n fue creciendo como persona a trav�s de su contacto con el arte -se�ala- es como si su relaci�n con la pintura le fuese modelando".

Lleg� a tener muy buen ojo, las dos vistas de Venecia de Canaletto que se exponen en el museo las compr� sin que todav�a estuvieran atribuidas al pintor, pero �l sab�a que eran buenas. Una vez que las empresas marcharon bien y ya no requer�an tanto tiempo, en los 70, se dedic� en exclusiva a su colecci�n. Hubo a�os en que compr� "de manera fren�tica", hasta 100 obras al a�o. Siempre buscaba la mejor obra, en ocasiones pod�a seguir durante a�os una pieza o comprar una obra de un artista y si encontraba una mejor, la vend�a para conseguir la nueva.

La Virgen del �rbol Seco, por ejemplo, era de su t�a Amelie, que le prometi� el cuadro, pero se lo termin� vendiendo a Konrad Adenauer. �l sigui� la pista de la obra, y muchos a�os despu�s, cuando el canciller alem�n se hab�a deshecho de �l, lo compr�. "La pintura era lo que pon�a en perspectiva el resto de facetas de su vida, lo que le daba el verdadero valor dentro de su vida, era lo que le emocionaba y le entusiasmaba", explica a Efe el experto.

En los 80, la colecci�n hab�a adquirido peso y relevancia internacional. El bar�n comienza a preocuparse por el destino de sus obras, no quiere que se disgregue entre sus herederos -tiene cinco hijos-, as� que busca un lugar en el que ubicarla y que permanezca unida tras su muerte. Le cortejan pa�ses e instituciones de todo el mundo, desde la Fundaci�n Guetty en Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, pero finalmente el acuerdo llega con Espa�a.

"Es dif�cil que la colecci�n hubiera venido a Espa�a si no hubiera sido por Carmen Cervera", explica el conservador. Uno de los aspectos fundamentales que inclin� la balanza fue tambi�n que el Gobierno de Felipe Gonz�lez ofreciera el Palacio de Villahermosa frente al Museo del Prado. En el museo ahora se exponen la colecci�n del bar�n, propiedad del Estado, y la de su viuda, la colecci�n Carmen Thyssen, como pr�stamo. "Las dos colecciones se complementan perfectamente y lo l�gico es que las dos est�n expuestas una junto a la otra. La impronta del bar�n est� en todas las obras de la Colecci�n Carmen Thyssen", asegura el comisario.

En 2017, el museo alcanz� un acuerdo con la fundaci�n de arte contempor�neo de Francesca Thyssen-Bornemisza, una de sus hijas: "Es una manera de que el museo est� al d�a, en renovaci�n y en contacto con su momento, como estuvo el bar�n".

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