La increíble historia de Gustave Le Grey, el primer fotógrafo del mar
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La increíble historia de Gustave Le Grey, el primer fotógrafo del mar

La increíble historia de Gustave Le Grey, el primer fotógrafo del mar
Javier Noriega el
“Mi propósito es ennoblecer la fotografía y asegurarle el carácter de arte superior, combinando lo real y lo imaginario sin sacrificar nada de la verdad, con la máxima devoción a la poesía y a la belleza”.
Julia Margarite
“Yo no olvidaré nunca la primera vez que atravesé el océano. Todavía el barco de vela dominaba el mundo”. ¡Qué época aquélla! .Yo no digo que el mar entonces fuera mejor, no; pero sí más poético, más misterioso, más desconocido”.
Las inquietudes de Shanti Andia
Pío Baroja
El fotógrafo sobre el “mar” de nubes
Toda fotografía encierra un relato y muchos de los relatos encierran una fotografía. La historia de hoy para espejo de navegantes tiene mucho de historia y del octavo arte. También mucho de mar. Habría que retrotaernos a París, una primavera de hace unos años nada más y nada menos que en la Biblioteca Nacional, donde descubrí a Le Grey, en una exposición de la mano del Getty Museum, uno de los templos de la museografia y la fotografía mundial La luz, la finura con la que se desenvolvía todo, la mezcla entre idealismo y realismo de toda la atmósfera, la primera vez qu ví en vivo aquellas fotos me impactaron. Ensimismado estaba en aquella obra y para siempre con aquel autor y su particular vida. Me bastaba con aquella imagen que tenía la capacidad de congelar el tiempo en aquella fotografía de barcos, cielos y mares.
Aquello guardaba una relación muy peculiar entre el tiempo y la realidad, una expresión de nitidez y detalle. Capturaban momentos que existieron, que ya no son y que, sin embargo, sigue siendo a través de la existencia de un cuadro de papel. En cierto modo, tenía, tiene y tendrá su vida propia. Para el arte son imágenes eternas. Para la ciencia, documentar y explicar un paso trascendental en la historia marítima con precisión y detalle; el paso de la vela al vapor. Es lo que tiene ese trascendental e interesante siglo XIX. Aquella imagen, la de un velero solitario surcando la mar, dió pie a conocer en profundidad la espectacular obra de uno de los fotógrafos más importantes de la historia. Un relato que merece la pena ser contada en espejo de navegantes; hablamos de fotografía y de mar, de historia y de mar. Grandes de nuestra existencia.
Pioneros en la fotografía
El salón, iluminado por un gran ventanal con vistas al  “Boulevar de las Capuchinas”. Concretamente desde los vidrios del número 35. En una de las esquinas un armario de roble tallado en el estilo Luis XIII. Enfrente sobre la chimenea, un espejo de estilo Luis XIV, dispuestos en el rico terciopelo carmesí colgando que sirve como telón de fondo, junto a una mesa veneciana de madera ricamente tallada y dorada, en la confusión entremezclada con placas flamencas de cobre repujado y jarrones chinos.
Aquel podría ser el estudio de Gustave Le Grey.  En Abril de 1874, un grupo de pintores entonces casi desconocidos, entre los que estaban Renoir, Manet, Pissarro y Claude Monet realizaron aquí su primera exposición.  Casi nada. Entre las obras expuestas estaban Impression, de Claude Monet que luego daría nombre a una corriente pictórica, la quinta del bulevar de las Capuchinas, precisamente el lugar donde nuestro fotógrafo Francés ideaba sus composiciones
París como telón de fondo y ecosistema emprendedor de las artes y de las letras da para mucho. Alumno aventajado de Delaroche, su talento temprano. A mediados del siglo XIX, cuando Henry Fox Talbot en Inglaterra y Daguerre en Francia expusieron sus métodos de hacer fotografías, descubiertos en paralelo, revolucionaban y abrían todo un horizonte de oportunidades para un nuevo fenómeno que aparecia en escena. Aquella maravilla de la tecnología que permitía reproducir de la realidad cualquier cosa, con pasmoso detalle, fascino a nuestro autor.
En semejante revolución de las artes, resulta que por aquel entonces el inglés, el susodicho Talbot, utilizaba  la técnica del papel, mientras que Daguerre hacía lo suyo con  placas de cobre, recubiertas de sales de plata. Talbot era un graduado de Cambridge, al mismo tiempo científico, que había estudiado física, botánica y muchas otras ciencias. Con ese currículum y esas ansias de saber, se permitía el lujo de inventar. Estaba a la par del apasionante ambiente que se vivía en la Royal Society. Cuando dirigió su atención a la luz y a los métodos de fijar con productos químicos a comienzos de 1830, desarrolló la idea de un negativo fotográfico, el colótipo, que permitía obtener varias copias en positivo, que además resultaba extraordinariamente barato para la época. Además de científico, era arqueólogo y parlamentario, esta era la pasta con la que estaban hecha los protagonistas que impulsaban consciente, o inconscientemente, la historia.

 

 

Daguerre y Talbot de un lado, pero Fenton no era manco. La escuela marcaba camino. Fenton aprendió en el taller de Le Grey, aquel de las Capuchinas y con aquel talento alrededor de su puerta. En 1852, durante el curso de una expedición a Kiev para documentar la construcción de un puente, realizaría las primeras fotografías conocidas de Moscú y San Petesburgo.

 

En 1854 fue contratado por el British Museum para fotografiar parte de su colección, siendo así el primer fotógrafo empleado regularmente por un museo. Ademas, no podemos olvidar que Fenton puede considerarse como el primer reportero de Guerra, ganando  al principio un extenso reconocimiento por sus fotografías de la Guerra de Crimea, las del valle de la muerte, -si donde le pusieron las pilas a la caballería ligera-, que había realizado en 1855 en la Península del Mar Negro, sobrecogen. Aquella tierra en donde Inglaterra, aliada con Francia luchaba por la hegemonía del mundo y cavó una de sus románticas tumbas. Menuda época.

Le Gray. Maestro de la mar 
Y con este ecosistema, le toca el turno a De Grey. Michelo Toro, director de la escuela de fotografía “apertura” una de las obligadas referencias en España, categoriza; “uno de los maestros”. Una obligada refieren interesantísima biblioteca, una de las más especializadas en fotografía del país. Le Gray lo tenía claro y comienza su periplo fotografiando grandes temas. Para ello elige, al igual que le ocurriría a Whistler con el grabado, el horizonte maritimo y todo lo que ello conllevaba. Aquel mundo de tradición, innovación, horizontes y naturaleza tenía mucho más que contar en sus costas que en cualquier taller del mundo. Elegían el escenario, con sus puertos y sus barcos, en donde la vanguardia de su tiempo surcaban los mares. Inmersos  en tiempos de cambio, su formación era pictórica, de hecho estuvo en Roma aprendiendo en su juventud. La Italia artística.mLas innovaciones tecnológicas dibujaban un nuevo mundo y la fotografía elegía salir del encorsetado taller para respirar y transformar el mundo. Pasarían a la historia por ello.
Entre sus obras más conocidas se encuentran las series de sorprendentes vistas marítimas, que le llevaron prácticamente a recorrer todas las radas y puertos de la Francia de mediados del siglo XIX.  Sus imágenes se caracterizan generalmente por sus efectos de amplitud, creados con mínimos elementos de composición, principalmente agua y cielo. Aprecia poesía. Y desde el punto de vista historiográfico una cuestión de primer orden. Su fotografía, documenta, demuestra perfectamente la era de la vela dando paso a la era del vapor. Nos muestra el litoral de la época, sus puertos atestados de barcos y las propias siluetas de las naves que surcan la mar. Capturar este fugitivo momento requería un cortísimo tiempo de exposición y un solo negativo, en vez de los dos que Le Gray a veces empleaba para sus vistas marítimas, utilizanro uno para el cielo y otro para el agua. La yuxtaposición de siluetas de barcos en pequeña escala a lo largo del horizonte, con amplios campos de agua y cielo, resalta la relativa fragilidad del esfuerzo humano contra los elementos naturales. Le podían preguntar a Delacroix con su “Medusa” en materia de pathe y esas cosas. Las capas horizontales, entremezcladas con una luz especial y mucho de melancolía son un componente esencial de las impresionantes vistas marítimas de Le Grey. Aquella fotografía suponía un adelanto tecnología del octavo arte sin precedentes. Dbió cautivar, fue el primer fotógrafo incúido en la sección de artistas gráficos del salón de las belals artes de París…En 1855 al maesro le otorgaban la medalla de la exposición universal.

 

 

Magistrales fotografías sobre la composición de cielos y mares de Gustave Le Grey. La técnica del “colodión húmedo” otorgaría a esos dos “hemisferios”, el de la mar y el del cielo de las fotografías de Gustave, una calidad hasta el momento desconocidas. Se trata por tanto del primer fotógrafo de la historia que inmortalizó en serie diferentes mares del mundo. En el futuro sería etiquetado por las artes, al gran Le Grey, como marinista. Posiblemente uno de los más célebres de la historia.

 

El ensayo-error, la inspiración 

Problemas con las técnicas de manipulación de los negativos, llevaron a Le Gray perfeccionar el proceso, mediante el papel encerado en 1849. Incansable, metódico, incisivo en aquel escenario del que era protagonista, probaba una y otra vez hasta que en una ocasión, las fibras de un negativo de papel interfirieron con su transparencia y entre la resolución de los detalles y la textura de la fibra, aparecieron nuevas imágenes a través de las impresiones. Como si se tratase de la técnica pictórica a la hora de conseguir los colores que deseaba, descubrió una nueva técnica. El sempiterno ensay-error, camino de la ciencia.  Al encerar los negativos se produce un resultado más suave y claro.

 

Este proceso se hizo popular entre los fotógrafos franceses a mediados de la década de 1840. El “colodión” como algo negativo era demasiado sensible a la luz azul. Si un negativo era expuesto el tiempo suficiente para obtener detalle en el primer plano, el cielo sobreexpuesto, se imprimia en blanco como podemos admirar en las fotografías arriba expuestas. La solución del francés era construir la imagen de sus marinas a partir de dos puntos negativos, impresos para dar definición al tanto de mar o la costa abajo y el cielo con nubes por encima. De esta forma el gran Le Grey sería el primero en fotografiar el cielo y la mar a la vez.

 

‘The “Great Wave’, photograph by Gustave Le Gray, 1857, Albumen print from collodion-on-glass negative. Victoria and Albert Museum, London

 

Panorama del puerto de Sete 1857. La composición en la obra de Gustave jugará un papel esencial. Pareciese como si cualquiera de sus fotografías estuviese profusamente estudiada. No en vano, Le Grey consideraba a la fotografía como un arte que no era menor a la pintura. En suma, arte.

Le Grey era un artista muy minucioso y cuidadoso con sus imágenes. Se llevaba su tiempo para construir cada uno de sus escenarios. Era una de sus obsesiones, considerar a la fotografía como un arte, a la misma altura que el canon pictórico, que tan bien conocía. Como sabemos, su formación había ido de la mano de los pinceles y era conocedor del tiempo y la destreza que conllevaba el trazo, la luz y la mezcla de colores. De ahí que cada fotografía era para el parisino, una única creación, ante la cual había que estudiar la luz, la composición, el objetivo. Sus fotografías son un buen ejemplo de ello. Y así conseguía para el espectador, como en el muelle arriba adjunto, definir tres áreas distintas.

 

Desde el aspecto más sobresaliente, la caótica maraña formada por los mástiles de los barcos tan característicos de los puertos de la época, pasando al cielo despejado y el mar en calma. El halo creado por el objetivo, centro de fuerza de la presentación, con un horizonte saturado que devuelve la mirada al primer plano, en donde la soledad de la boya contrasta con el sentido de la protección que ofrece el muelle de barcos abarrotados y protegido por su dique. Tras toda aquella técnica, en realidad y simplemente Gustave Le Grey inmortalizaba un puerto del Mediterráneo. El mar más antiguo del mundo.

 

 

Fotografía varios mares y diferentes tradiciones de barcos, a diferentes personas y diferentes puertos. La violencia de la ruptura de las ondas batiendo las rocas es amplificada por el sentido de la velocidad que la densidad marina de la Bretaña o la Normandía dejaba escapar con la fuerza de los elementos naturales que atesora. La violencia de la ruptura de ondas de choque en las rocas es amplificada por el sentido de la velocidad viene de los barcos de vela. Sus direcciones opuestas aportar dinamismo casi “cinematográfico” en esta composición instantánea perfecta donde el color y el movimiento se dan la mano.

Aparecer con este estilo narativo en la escenografía de la historia del arte, prácticamente sin precedente alguno, era todo un descubrimiento. En cierto modo,brisa una revolución. Le Gray se ha convertido en uno de los maestros de la fotografía, de hecho a los pocos años escribía un tratado sobre tal. En este post hemos querido recopilar algunas de sus creaciones para poder disfrutar de aquel momento. Que mejor forma que su obra. Las características técnicas de tan consumado artista lo trabajan fantasticamente bien los profesores y fotógrafos que dia tras día estudian y comunican sobre la materia . “Los negativos que parecen sueños”‘, como exclamó un buen amigo nada más contemplar una de sus instantaneas, es quizás tarea de historiadores o de poetas. En sus fotografías los bellos tonos conservaran para siempre todas sus cualidades de la época, incluidas las de servir como fieles documentos históricos de la época, la visión con la que nos acercamos personalmente al caleidoscopio de este maestro de la fotografía.

Cherburgo 1858. La fotografía como documento histórico

 

 

Rada del puerto Cheburgo. Visita oficial de los reyes de Francia e Inglaterra. Le Grey documento al detalle aquel fastuoso evento. De especial interés para la reconstrucción histórica, su fiel reproducción de las naves allí fondeadas. Los principales baluartes de posiblemente las potencias navales hegémonicas por aquel entonces, un documento único. Interesante es la comparación, especialmente de la nave capitana Francesa, Bretagne, profusamente fotografíada, que puede ser comparada con la pintura de la época, fuente de documentación histórica de la época y que nos detalla el altísimo nivel y el valor de las pinturas llamadas, marinas.

 

Del 3 al 21 de agosto de 1858 el emperador Napoleón III y la emperatriz Eugenia visitan Bretaña y Normandía. Días después, la pareja imperial dará la bienvenida a la reina Victoria y el príncipe Alberto de Inglaterra para una visita a la dársena militar del puerto y a la botadura del “ciudad de Nantes”. Se suponía que aquella misión diplomática era de extraordinaria importancia para aquellos dos aliados que recintemente habían jugado a los cromos de la hegemonía militar en la península de Crimea.

 

Por diferentes avatares de la historia, era difícil que algo “saliese tan mal”, pero esa es otra historia. La de hoy es narrar como la fotografía de Le Grey atestiguó todo lo que acontece en esos días con pelos y señales. Las fotos de la rada de Cheburgo pasarían a la historia reflejando aquel acto, al igual que las bellas e impresionantes fotografías de Gustave. Era la primera vez que podemos ver con la nitidez fotográfica la silueta y el porte de los buques insignias de dos de las armadas más poderosas del mundo. De esta forma los estandartes reales eran visibles en los palos del “Insign blanco” y el “Bretagne”. Incluso era posible ver cómo los marineros saludaban de pie sobre las crucetas de tres mástiles, dando así la  bienvenida en la rada a la llegada del yate real.

 

 

 

 

 

Napoleon III Receiving Queen Victoria at Cherbourg 5 August 1858

 

La recepción de la reina Victoria a bordo del buque insignia francés, ‘Bretagne’, en Cherbourg fue uno de los eventos del siglo. Napoleón III estaba ansioso por demostrar a sus socios británicos que sus mejoras a la base naval de Cherbourg no constituían una amenaza para Gran Bretaña, sino más bien una señal de alianza para reparturse el mundo de cara al futuro.  El ‘Bretagne’ se muestra en vista a estribor de proa en el ancla en el centro de la pintura, con cubierta total con banderas. Sorprende ver en la fotogradia tan bien este detalle de las banderas. La Bretagne era un 130 cañones con tres puentes , diseñada por el ingeniero Marielle. Una  de las bestias marinas de la época. Construido como una nueva nave  destinada a mejorar el éxito de la clase ócean, al incorporar la filosofía de la “nave rápida de la línea”, equipado con un motor de vapor 8-caldera que le permitia  llegar nada más y nada menos que a 13,5 nudos. La hélice podía ser retraída aerodinámicamente en el casco cuando se navegaba a vela. Fotografiar aquel barco, era fotografíar una de las máquinas más avanzadas de su momento.

 

 

 

 

 

Fotografía y pintura, abajo, del yate real inglés en 1855 “Victoria and Albert II”. La temprana fotografía de Le Grey nos permite conocer los detalles de la arquitectura naval de los baros que “caían” ante su objetivo. A objeto de la documentación histórica suponía poder convertir aquellos negativos en fuente documental de primer orden. Igualmente podemos comprobar el extraordinario nivel de la pintura “marinista” a la hora de comprobar la similitud y realidad del objeto pintado. Podemos realizar la prueba con el yate inglés de la real pareja británica. Arriba la fotografía, abajo su pintura.

 

La visita tuvo el efecto contrario al deseado por Napoleón III, como mencionábamos anteriormente  y el británico volvió a casa enfurecido. Después de leer un informe demoledor elaborado  por Sir John Pakington, Primer Lord del Almirantazgo, la reina Victoria escribió una carta severa a Lord Derby, el primer ministro, criticando y disponiendo sobre alerta el estado de la marina de guerra de Gran Bretaña. Pero eso si, la maniobra de la armada en la rada quedo perfectamente documentada.

 

Vapeur. 1857. Un documento histórico único. El paso de la vela al vapor.

 

Le Grey; testigo excepcional del paso de la vela al vapor. Testigo “fiel a la historia” 

“Yo no olvidaré nunca la primera vez que atravesé el océano. Todavía el barco de vela dominaba el mundo”. “¡Qué época aquélla! Yo no digo que el mar entonces fuera mejor, no; pero sí más poético, más misterioso, más desconocido”.

Las inquietudes de Shanti Andia

Pío Baroja

El carbón, ese dios modesto, pero útil, (…) ha cambiado las condiciones del mar”.
Joseph Conrad
Le Grey fue testigo excepcional del cambio histórico que suponía la segunda mitad del siglo XIX. Tuvimos la suerte que lo inmortalizó con su talento y las nuevas técnicas que él mismo y un puñado de “locos” repartidos por el mundo aplicaban a la naturaleza, la mar y el partimonio histórico. Su “locura” transformaba la visión del mundo, nunca mejor dicho, a través de sus “objetivos”. Y la transformaba de una manera fiel. En palabras de Maxime Du Camp, periodista y escritor, que decidió documentar una importante misión arqueológica Francesa en Egipto (y que iba a acompañar a su amigo Gustave Flaubert), con el fin de traer una cámara para desplegar “imágenes que me permitan una reconstrucción exacta”. Esto de la fidelidad y rigurosidad a la hora de reproducir, tiene su punto. Lo que tardarían decenas de días en pintar miles de geroglíficos, ahora en varias horas era pan comido. Del Egipto faraónico a los mares del mundo. Mares que se surcaban en barcos.”Vapores cuya vida, alimentada con carbón y respirando el negro aliento de humo en el aire, siguen su marcha sin consideración al viento y a las olas”, proseguía Conrad y detrás de ellos que nos encontramos a Le Grey para inmortalizarlos.
La fotografía de arriba, bergantin remolcado por un vapor” nos acercaba  una estampa que sería muy habitual en los años venideros. El negro nubarrón de humo, manchando el cielo y el horizonte presuponía un nuevo paradigma. Que mejor fotografía que la de Le Grey para reflejar ese cambio, el de la aparición de los barcos de vapor. Su aparición supuso toda una revolución en la navegación marítima mundial ya que no hacian depender por primera vez en la historia, tanto a los barcos de los tanto de vientos y corrientes, sino de las máquinas y los ingenios que los hombres eran capaces de crear. Tras las vávulas y los cilindros vendrían los avances en la metalurgia, que permitirían la construcción de barcos de hierro y posteriormente de acero, con estos elementos se empezaron a construir naves de tamaño que no podía alcanzar la madera. Los cascos se hicieron más sólidos y más ligeros a la vez, sin peligro de resquebrajamientos. Los palos de madera, esos maravillosos bosques de árboles encerrados en puertos, como Le Grey también retrató, estaban en extinción.

 

Egugene-Boudin. Vapor remolcando a naves de vela. Port-du-Havre
La inspiración en el viaje y las antiguas civilizaciones
Tras fotografiar no pocos mares y realizar no pocas instantaneas, completamente arruinado y a la edad de cuarenta años, Le Gray cerró su estudio,  abandonó a su esposa e hijos y huyó del país para escapar de sus acreedores. En plena fiiebre del exótico orientalismo, su vida dió un giro inesperado y brusco. En su “huída hacia adelante” se unió, en su particular “tour” nada mas y nada menos que al gran Alejandro Dumas, zarpando desde Marsella el 9 de Mayo de 1860, para “ver” en palabras de Dumas, “lugares famosos de la historia y el Mito…la Grecia de Homero, de Hesíodo, de Esquilo”. Aquello supondría un punto y casi final en la vida y en la obra de Le Grey.
Garibaldi y Dumas inmortalizado por Gustave Le Grey. Ambos comenzaron la aventura y el periplo por el mediterráneo, incluyendo ser testigos directos de la “revolución y unificación” italiana de Garibaldi. Terminaron peleados, Dumas y Le Grey, viajando a partir de ahí cada uno por su cuenta en Sicilia.
Para Le Gray, el viaje proporcionado suponía entre otras cosas una vía de escape y nuevos temas para fotografiar. En el camino hacia el Este, Dumas se desvió para ayudar a Garibaldi en su lucha nacionalista italiana volviendo a Marsella para recoger un cargamento de armas que transportan en el buque del escritor,el famoso “Enma”. Le Gray, no podía ser de otro modo, inmortalizó para siempre a Garibaldi y fue testigo directo y reportero de calles con barricadas en Palermo. Fue abandonado en Malta tras un conflicto, nada raro por otro lado, con Dumas, esto fue dos meses iniciado el viaje.De ahí, casi al olvido. Hasta que en los años 60 del pasado siglo se recupero su figura. Recientemente la editorial alemana Schirmer/Mosel ha publicado, con el acierto historiográfico de Hubertus vonn Amelunxen, Gustave Le Gray: Seascapes; una recopilación de 42 paisajes marinos del autor francés. Buena parte de todo está en los libros. En este repaso, por si queremos acercarnos un poco más a la obra de Le Grey, tampoco podemos olvidar a la Biblioteca Nacional Francesa, con sus obras y publicaciones. Tampoco al Victoria and Albert Museum de Londres y como comentábamos al principio, de obligada referencia el Getty Museum y su trabajo en el campo de la investigación fotográfica de Le Grey.
Le Gray finalmente hizo su camino hacia el Líbano y por último pasó a Egipto, donde descansarían sus huesos. Allí pasó los últimos veinte años de su vida como fotógrafo y como profesor de dibujo para los hijos del pachá. Nunca regresó a Francia. Nunca podría conocer el éxito que tendría en el futuro. Pero su obra quedaría para siempre, casi me atrevería a decir, como patrimonio de la humanidad. Sus barcos; Únicos. Como  exclamaba mi amigo en la conversación por “whatsapp”; “Sueños inmortalizados en negativos”.
Bateaux Quittant le Port du Havre. Gustave Le Gray

 

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