Zona Historia

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Una mirada diferente...

29.3.06

Balduino IV: entre el cielo y la lepra


Balduino pasó su niñez y juventud en la corte de su padre en Jerusalén, con su madre, Inés de Courtenay, condesa de Jaffa y Ascalón, de la cual su padre se había visto obligado a divorciarse. Fue educado por Guilelrmo de Tiro ( luego arzobispo de Tiro y canciller del reino), que descubrió que el niño padecía lepra: el niño y sus amigos estaban jugando un día a pincharse en los brazos, pero Balduino no sintió dolor cuando le pincharon, Guillermo reconoció el hecho inmediatamente como señal de la lepra.
Su padre murió en 1174 y él, ascendió al trono con trece años. El reino fue gobernado por dos regentes sucesivos, primero Miles de Plancy
, aunque de forma no oficial, y luego por Raimundo de Trípoli. En tanto que leproso, no se esperaba que Balduino reinase muchos años o que tuviese un heredero, por eso, cortesanos y señores buscaron cómo influir sobre los herederos de Balduino: su hermana la princesa Sybila y su medio hermana Isabel.
Raimundo de Trípoli, casó a Sibila con Guillermo de Montferrato en
1176, y se les dio el título de condes de Jaffa y Ascalón. Éste murió al año siguiente, dejando a Sibila embarazada del futuro Balduino V.
En 1177, Balduino permitió a su madrastra, que se casase con Balián de Ibelín. Era una alianza peligrosa, pues con el apoyo de María, la ambiciosa familia de Ibelín intentaría casarse con las princesas Sybila e Isabel. Ese mismo año, Balduino derrotó a Saladino en la Batalla de Montgisard.
En el verano de 1180
, Balduino IV casó a Sybila con Guido de Lusignan, hermano de Amalarico. Guido se había aliado con Reinaldo de Chatillón, el cual aprovechaba ahora su posición para atacar las caravanas comerciales. Después de que Saladino respondiese a estos ataques, Balduino nombró a Guido regente del reino.
Pero en 1183, Balduino, descontento con las acciones de Guido como regente, terminó por destituirlo y se retiró a Ascalón con Sybila.
En los primeros meses de 1184, Balduino intentó que se anulase el matrimonio entre Sybila y Guido. La pareja se resistió y Balduino decidió nombrar sucesor a su sobrino, con el apoyo de Inés, Raimundo y de muchos barones, excluyendo así a Sybila de la sucesión.
El rey de Jerusalém murió en 1185, poco después de su madre. Aunque había sufrido toda su vida los efectos de la lepra, pudo mantenerse en el trono más de lo previsto. Le sucedió Balduino V.

21.3.06

Hallaron un dragón congelado en Rumania

Los Dragones, animales legendarios que han fascinado al hombre durante siglos, presentes en mitos y leyendas de diferentes culturas alrededor del mundo, pudieron haber existido. Un descubrimiento casual, en una cueva en los Montes Carpatos, en Rumania, sorprendio al mundo, las leyendas resultaron verdaderas.
Especialistas del Museo de Historia Natural de Londres, lidereados por el Dr. Peter Horgarth, acudieron a Rumania despues del hallazgo, intentando descartar un fraude; lo que encontraron fue estremecedor. Un animal nunca antes visto fue rescatado de su lecho, junto con cadaveres humanos con evidencias de carbonización. Anatómicamente, esta criatura posee seis extremidades: cuatro patas y dos alas. Las bacterias presentes en su estomago, producian hidrogeno (14 veces más ligero que el aire), el cual era transportado hacia dos camaras almacenadoras que aligeraban su peso y permitian el vuelo.
Otro misterio por resolver era el fuego. ¿Como podía este animal escupir fuego?. La respuesta se encotró en su boca. El mismo hidrógeno presente en su cuerpo servía como combustible, sin embargo, era necesaria una reacción. La hipótesis propuesta indica la presencia de un catalizador: el platino; el cuál era obtenido de rocas sedimentarias y que el dragón alojaba en su boca. Dicho metal actuaba como detonante, produciendo una chispa que reaccionaba con el hidrógeno.
Otro hallazgo importante fué el craneo de un Tyrannosaurus rex, con evidencias de carbonización y heridas de garras en la parte superior, lo cual indicaba, según el Dr. Peter Horgarth, un ataque directo, probablemente de un dragón . Estos animales pudieron haber sobrevivido el evento K/T.
Basados en las historias de dragones alrededor del mundo, se propone la existencia de cuatro tipos de dragones: dragones prehistoricos, dragones marinos, dragones de la selva y dragones de las montañas.
Es un hecho que el hombre coexistio con los dragones y los combatió, los obligó a migrar a las montañas y a los lugares más aislados, esto obligó a los dragones a buscar alimento entre el ganado de las poblaciones cercanas, lo que ahorilló al hombre a cazarlo. Es muy probable que el hombre pudo causar la extinción de estos imponentes animales.
Gracias Dino

Vlad Tepes, ¿héroe nacional en Rumania?


Vlad Tepes, "Vlad el Empalador", conocido en el mundo entero como Drácula, nació en Rumania (1428-1476). Hijo de Vlad Dracul (caballero de la orden del dragón - 1431) y nieto de Mircea el Grande, soberano de Velaquia (1368-1418) fue uno de los príncipes rumanos que por sus diversas hazañas y su nada corriente personalidad, llamó la atención y ocasiono el interés de forma muy especial no solo de sus contemporáneos sino también de la historia y literatura actuales. Para algunos historiadores del tema, Drácula fue un heroico defensor de los intereses e independencia de su país y del cristianismo, mientras que para otros se trataba de un caso patológico, el de alguien que torturaba, atormentaba y por supuesto mataba para divertirse, por puro placer.
Fue uno de los tres hijos legítimos de Vlad "El Diablo", príncipe de Velaquia (antiguo principado danubiano, que formo con Moldavia el reino de Rumania). Hoy en día, constituye dos regiones geográficas bien definidas: la Mutenia, situada al este del río Olt, y la Oltenia, al oeste. El viejo Vlad se gana por méritos propios el apodo de "Dracul" (El Diablo) por su afamada crueldad y sangre fría y que posteriormente heredaría su predecesor. No se conoce con exactitud la fecha y lugar de nacimiento, pero se estima que vio el mundo por primera vez allá por 1428 en la ciudad de Sighisoara (Transilvania, situada en la región de Brashov, y fundada en 1280). Su padre residía allí en una mansión que hoy todavía se conserva (Bran Castle). Ha pasado a la historia por su apodo Drácula (proviene de "Draculea". La terminación "ulea" en rumano quiere decir "hijo de", lo que podría traducirse como "El hijo del Diablo"). Reinó como príncipe de Velaquia en 1448; de 1456 a 1462, y finalmente en 1476, año de su muerte.
El pueblo le puso como apodo también "Tepes" (Empalador) ya que esta era la pena capital a la que más era aficionado y que aplicaba con mas prodigalidad, aunque esta última expresión, hasta mediados del siglo XVI no aparecería en ningún documento. En aquellos tiempos, el trono de Velaquia estaba amenazado desde el exterior por los turcos y húngaros, y en el interior por los nobles ávidos de poder que luchaban entre ellos con un salvajismo y ferocidad mas que bestial. La trágica muerte de su padre, que fue ejecutado por Iancu de Hunedoara en 1447, obligó al joven Vlad a ponerse al lado de los turcos, adversarios de Iancu, con cuya ayuda accedió al trono de Velaquia en Septiembre de 1448, y aunque el príncipe Vladislav II, pretendiente al trono, y apoyado por los húngaros y la población de origen alemán, fue derrotado en Kossovo (al norte de la actual Macedonia junto al río del mismo nombre) éste sólo consiguió conservar el trono unas pocas semanas. La vida y gracia de Vlad se conoce muy poco hasta el año 1456. Durante estos años, Vlad fue separándose de los turcos y estrechando las relaciones con su enemigo Iancu de Hunedoara, lo que sí era moralmente recusable, era sin embargo muy práctico. No era nada extraño durante esa época el hecho de cambiar las ideas y conveniencias políticas de una manera un tanto extraña y del todo inesperada, solo hay que echar un vistazo a la historia de los grandes y diversos reinos de la Europa Occidental. Este repentino viraje político se manifestaba solo en una cosa: el deseo para Vlad de volver a reinar en Valaquia.
Seguía atentamente las crecientes desavenencias entre Vladislav y Iancu hasta que el 23 de Abril de 1452, Iancu iniciaba la guerra, arrebatando a su rival las ciudades y propiedades que poseía en Transilvania, circunstancia que aprovecho Vlad para ofrecerse al vencedor como pretendiente al gobierno de estas, solicitando su ayuda y prometiéndole una "fidelidad inquebrantable". Pero, el 6 de Abril de 1545, Vladislav, negado y resignado al hecho de ser derrotado, irrumpía en Transilvania arrasando, matando, quemando y saqueando. Draculea, deseando conservar su trono, solicitó y obtuvo el mando de un pequeño ejército aprovechando la intervención en la guerra del monarca húngaro Ladislao V de Habsburgo, Archiduque de Austria y Rey de Bohemia, que veía amenazados sus intereses en la región. La pugna le fue favorable, logrando apresar a Vladislav al que hizo decapitar en la ciudad de Tirgusor (cerca de Tirgovisthe, la antigua capital de Velaquia). El 3 de Julio, fue una fecha importante para Vlad puesto que volvería a reinar y garantizaría a sus súbditos la protección contra los turcos y el libre comercio allende de las montañas de Velaquia, a cambio de que estos le prestaran ayuda en caso de guerra. El hecho de que el nuevo príncipe obraba con "demasiada independencia" dio la voz de alarma a los húngaros y alemanes los cuales fueron modificando su actitud, llegando a solicitar el 14 de Febrero de 1457 a sus súbditos que apoyaran a otros pretendientes. No tardaron en iniciarse una serie de alianzas e intrigas, acompañadas (como podía esperarse) de lealtades y traiciones.
En el año 1459, Draculea ordenó empalar a algunos rebeldes destacados y arrojar al fuego a otros, siendo este el macabro y tortuoso inicio de su carrera de crueldades. Favorecido por la suerte, logro atrapar al más peligroso de sus adversarios, Dan Voeivod en la primavera de 1460, al que obligo a cavar su propia tumba y asistir a sus funerales antes de hacerlo decapitar. El 24 de Agosto redujo a los últimos rebeldes; hizo empalar a algunos pero curiosamente se mostró excesivamente generoso con otros. Consolidado su trono, "El Empalador" se alzó contra los turcos a los cuales no les pagaba los tributos que estos exigían desde hace tres años. El sultán Muhammad II, el conquistador de Constantinopla, conociendo el temple de su enemigo y el coraje y bravura de sus guerreros, prefirió utilizar la cabeza antes que la fuerza. Le envió como mensajero al colaboracionista griego Catavolinos, citándole en Giurgiu (fortaleza y puerto danubiano, no lejos de Bucarest) para solucionar un "pequeño problema fronterizo", apostando cerca de la población un destacamento de tropas escogidas al mando de Hamza Beg. Vlad fingió caer en la trampa, (ya se había olido que dicha citación no era normal y menos tratándose de un asunto aparentemente de tan poca importancia) e incluso se presento con parte de los tributos pendientes y algunos presentes para el Sultán pero a su vez traía consigo un fuerte contingente de caballería que derroto a los turcos (puesto que estos eran muy inferiores en número) tras apoderarse del lugar, haciendo prisioneros además al griego y al general otomano, los cuales junto con el resto de los apresados fueron conducidos a Tirgovisthe, capital de Velaquia, y posteriormente empalados. Animado por el éxito, Vlad se pasó a la orilla derecha del Danubio, incendiando y saqueando tras derrotar a las tropas turcas.
El 11 de Enero de 1462, en una carta que estaba dirigida al nuevo soberano húngaro Matías Corvino, daba cuenta de haber acabado con más de 24.000 enemigos habiendo hecho amontonar sus cabezas y contarlas, con la excepción de los que murieron en los incendios de sus casas. Consecuencia de estas incursiones, estaban tan desmoralizados que muchos de ellos prefirieron abandonar Estambul ante el temor de que este pudiera apoderarse de la ciudad, conquistada hace pocos años y en la que aún quedaban gentes que recordando el espléndido periodo bizantino, no hubieran dudado en levantarse contra sus dominadores. Enfurecido, Muhammad II dispuso de un gran ejercito de unos 250.000 hombres y una flota dispuesta a remontar el Danubio. Vlad no podía oponer más de 10.000 hombres y recurrir a tácticas como la guerrilla y la "tierra quemada" (primavera / verano de 1462). Tras sufrir muchas bajas, haberse declarado una importante epidemia de peste y no poder apoderarse la flota turca de la ciudadela de Kilia (al sur de Moldavia), el Sultán ordena la retirada de sus tropas y una vez en Estambul valiéndose de su genio y astucia, le opuso a uno de sus propios hermanos, Randu "el Hermoso" que se había pasado al bando otomano, arrastrando algunos de los principales boyardos. Finalmente, tras una serie de intrigas (falsificación de documentos incluida) muy de la época y del lugar, Muhammad logra que el Rey ordenara el arresto de Vlad que fue encerrado durante doce años, primero en Visegrado (cerca de Sarajevo, a orillas del Drina) y posteriormente en las inmediaciones de Budapest, donde recibía un trato especial, es decir, era tratado con mayores consideraciones. Mientras tanto, entre 1462 y 1475, Randu, hombre débil y carente de personalidad, se sentó en el trono de Velaquia casi como un títere de los turcos. Las circunstancias que permitieron a Vlad, librarse de la prisión no están muy claras, pero es sabido que tomo parte en la batalla de Vaslui (en la región de Jashi, Moldavia), el 10 de Enero de 1475, formando parte del contingente enviado por el Rey de Hungría al príncipe transilvano Esteban Báthory contra los turcos. Lo curioso y por otro lado cierto, es que Draculea volvía a ocupar su trono el 11 de Noviembre de 1476. Semanas mas tarde, los turcos le sorprendieron desprevenido con una escolta de sólo 200 hombres (de los cuales sólo sobrevivieron 10 para contarlo) y le dieron muerte. La cabeza de Vlad fue enviada a Estambul y exhibida públicamente. Le sucedió su hermano Randu, pero siempre supeditado a la "Sublime Puerta", que reino hasta Septiembre de 1500.
ANECDOTARIO
Tras la muerte de Drácula aparecen multitud de panfletos en Rusia y Alemania contando anécdotas del personaje. Mientras que en Alemania se remarca su crueldad, en Rusia se le ve más bien como alguien que tiene que actuar así para defender a su pueblo. Las coincidencias entre unos y otros han dejado bastante claro a historiadores que, al menos, a grandes rasgos estas historias han de ser verdaderas. La tradición oral ha hecho llegar hasta nuestros días también muchas leyendas y anécdotas de Drácula contadas por los propios rumanos. A continuación mostramos nueve de las anécdotas más repetidas.
1) La copa de oro: Cualquier ladrón que fuese capturado por Drácula sería empalado. Para demostrar la seguridad que había en la ciudad, Drácula colocó una copa de oro al alcance de todos en la plaza central de la ciudad de forma que todos podían utilizarla para beber pero ninguno debía intentar robarla. Y así fue, la copa nunca fue robada.
2) El mercader extranjero: Un mercader extranjero descubrió que durante la noche le habían robado 160 ducados de su carro. Cuando se lo contó a Drácula, este amenazó con destruir la ciudad si no aparecía el ladrón. Una vez este fue capturado fue mandado empalar y Drácula mandó depositar 160 ducados en el carro más una moneda extra. Afortunadamente, el mercader se dió cuenta de que había dinero de más y se lo dijo a Drácula, ya que este le explicó entonces que era una prueba de honestidad y de no haberlo hecho hubiese sido empalado también.
3) Los dos monjes: Dos monjes fueron al castillo de Drácula. Cuando este les preguntó qué les parecían los empalamientos, uno de ellos respondió que hacía muy bien en hacerlos pues era una misión divina castigar el crimen, mientras que el otro lo condenó. Uno de los monjes fue empalado y el otro fue recompensado. Según la versión tradicional rumana y la rusa premió al honesto y empaló al que lo alabó. Sin embargo, los panfletos alemanes invierten el destino de los monjes.
4) El noble polaco: Un noble polaco al servicio del rey de Hungría visitó Tirgoviste en 1458. Drácula lo invitó a cenar y, de repente, ordenó colocar una lanza preparada justo frente a él. Cuando le preguntó que qué pensaba de aquello, este respondió que creía que era porque alguien había ofendido al príncipe y Drácula trataba de honrarlo. Drácula le dijo que así era, que se trataba de honrar al invitado polaco, cosa que hizo dándole multitud de regalos, y que de haber respondido otra cosa lo hubiera mandado empalar.
5) Los embajadores extranjeros: Con varias versiones en las que cambia el origen de los emisarios y el tipo de sombrero que llevan, en esta historia unos embajadores de oriente se presentan ante Drácula. Al llevar turbante no descubren sus cabezas ante el príncipe, lo cual está considerado como una falta de respeto. Ante las excusas que estos dan de que no pueden descubrir la cabeza, Drácula decide clavarles las manos a la frente para que no puedan quitarse el turbante nunca más y, por tanto, no corran peligro de que su cabeza quede al descubierto.
6) La amante de Drácula: Este individuo que empalaba o despellejaba vivas a las mujeres que faltaban a la castidad tenía una amante en una casa de Tirgoviste. Esta mujer trataba de animarlo siempre y una vez que lo vió bastante deprimido pensó en alegrarlo diciendo que iba a tener un hijo suyo. A Drácula esto le sentó tan mal que amenazó con matarla si era una broma. Sabiendo ella que sus amenazas eran más que ciertas prefirió seguir con la farsa hasta que Drácula envió a unas matronas a comprobar la verdad de su embarazo. Al descubrir que era falso él mismo se presentó en la alcoba de la mujer y mientras estaba acostada la abrió en canal con un cuchillo desde la ingle hasta los pechos. Drácula la dejó morir en agonía no sin antes proclamar su deseo de que el mundo viera dónde había estado.
7) La mujer holgazana: Drácula se encontró con un hombre trabajando en el campo que parecía falto de mujer por el aspecto de sus ropas. Al preguntarle si no estaba casado este le dijo que sí. Drácula hizo traer a la mujer y le preguntó qué hacía en sus días, y esta le dijo que lavar, hacer el pan y coser. Señalando a las ropas de su marido, Drácula no la creyó y decidió empalarla a pesar de que el marido afirmaba estar satisfecho con ella. Luego obligó a otra mujer a casarse con este hombre no sin antes amenazarla con el mismo destino si no cuidaba bien del campesino.
8) El noble con agudo sentido del olfato: El día de san Bartolomé de 1459 en que Drácula empaló a 30000 hombres, Drácula celebró una fiesta para celebrarlo. Cuando vió que uno de los nobles se tapaba la nariz en la comida porque no soportaba el hedor de los muertos, Drácula mandó empalarlo en un palo más alto que a los demás para que el aire le fuera más limpio. En otra versión es un embajador extranjero el que le pregunta a Drácula por qué anda entre tanta peste de muertos en descomposición. Cuando Drácula le pregunta que qué le importa a él el embajador, para quedar bien, le dice que es porque se preocupa por la salud del príncipe. De igual modo, Drácula lo empala más alto que a nadie para que no tenga que notar los olores.
9) La quema de pobres y enfermos: Dándose cuenta de que el número de pobres y enfermos aumentaba considerablemente en Valaquia, Drácula decidió invitarlos a todos a un gran festín para demostrar que en su reino no habrían pobres. Cuando estaban en medio del gran banquete, Drácula se presentó y les preguntó si querían vivir sin preocuparse ni faltarles nada. Cuando le respondieron que sí prendió fuego a la sala del banquete de tal modo que ni uno solo pudo escapar. Cuando le preguntaban, Drácula justificó esta acción como una forma de librar a los demás de tener que cargar con ellos. De este modo, según él, dejaban de haber pobres en su reino. Hoy día esta anécdota esta considerada por muchos rumanos como diferente. Según ellos los invitados al festín eran bandidos de la zona, no pobres y enfermos.
MITO DEL VAMPIRO
Hoy día está más que claro que Vlad Tepes no fue un vampiro ni bebía sangre ni se convertía en murciélago ni ninguna de esas cosas. Su relación con estos no es más que la de ser un ser auténticamente malvado y cruel, aunque esto tampoco está muy claro. A pesar de todo, existen algunas otras similitudes: el significado de Drácula (hijo del Diablo) o su decapitación, pero no lo bastante importantes. Vlad Tepes está considerado como un héroe nacional en Rumanía por su resistencia a las invasiones turcas, algo así como el Cid en España. Quizá Bram Stoker, el escritor de Drácula, eligió al personaje por ser un individuo realmente malvado que vivía en una zona donde el mito del vampiro estaba muy arraigado.
A finales del siglo XVII hay toda una epidemia de vampirismo que comienza en Europa del Este y se traslada desde los Balcanes a países como Alemania, Francia, España, Italia e Inglaterra. Personas que viajan al este vuelven contando historias de vampiros y el tema va adquiriendo un interés en filósofos y escritores. Por su crueldad y su localización, Drácula era un perfecto candidato para el vampirismo. Para los rumanos, el hombre que protegió a Rumanía de las invasiones turcas y que la libró de la dominación húngara. No en vano, Bram Stoker es un personaje profundamente odiado en Rumanía. Sin embargo, tampoco hay que negar que la leyenda de Drácula y de los vampiros atrae hoy día a muchos turistas a estas tierras a visitar lugares como el Castillo de Bran (llamado de Drácula aunque ni siquiera está muy claro si llegó a estar allí unos días).

Felipe Pigna: Acerca de la identidad


Afortunadamente, y como una de las pocas consecuencias positivas de la crisis terminal que vivió la Argentina en el 2001, se ha venido dando un saludable renovado interés por nuestra historia, o sea por nosotros, por saber de nosotros, de dónde venimos, por qué estamos como estamos, en fin, quiénes somos y quiénes podemos ser.

En un país donde el pasado estuvo por siglos vinculado al horario de las batallas y al desinterés (palabra poco feliz, si lo pensamos) y la abnegación de los llamados próceres, es un gran avance que importantes sectores de la población de diferentes edades y clases comiencen a interesarse por su patrimonio más importante: su identidad.
Porque de esto se trata, la historia de un país es su identidad, es todo lo que nos pasó como sociedad desde que nacimos hasta el presente y allí están registrados nuestros triunfos y derrotas, nuestras alegrías y tristezas, nuestras glorias y nuestras miserias. Como en un gran álbum familiar, allí nos enorgullecemos y nos avergonzamos de nuestro pasado, pero nunca dejamos de tener en claro que se trata de nosotros.
La supresión de identidad fue quizás una de las prácticas más crueles de la dictadura militar; el desaparecido dejaba de existir como un ser nominado, era un NN con un número asignado por sus captores. A sus hijos se les daba un nuevo nombre y un nuevo destino, en muchos casos antagónico al que soñaban sus padres. La misma operación se ha hecho durante décadas con nuestra historia patria.
Se nos ha intentado suprimir la identidad nacional. La historia es por derecho natural de todos y la tarea es hace la historia de todos, de todos aquellos que han sido y van a ser dejados de lado por los seleccionadores de lo importante y lo accesorio.
Quienes quedan fuera de la historia mueren para siempre, es el último despojo al que nos somete el sistema, no dejar de nosotros siquiera el recuerdo. Los desobedientes de la obediencia debida a la traición, los honestos contra viento y marea, los rebeldes aún en la derrota. Un Tupac Amaru que mantiene su dignidad durante las más horrendas torturas y sigue clamando por la libertad de sus hermanos, soñando con la América libre.
Un Manuel Belgrano que no duerme escribiendo un proyecto de país que sabe imposible pero justo, que dedica su vida a la denuncia y persecución de “los partidarios de sí mismos”, de los “que usan los privilegios del gobierno para sus usos personales condenando al resto de los ciudadanos a la miseria y la ignorancia”.
Un Castelli que sueña y hace la revolución en la zona más injusta de América del Sur. Un Mariano Moreno que quema su vida en seis meses de febril actividad, sabiendo que el poder no da tregua y no perdona a los que se le atreven, pero que si nadie se le atreve todo va a ser peor.
Aquel pasado debería ayudarnos a dejar de pensar que “en este país siempre estuvo todo mal y por lo tanto nunca nada estará bien”.
Nuestra historia, rica como pocas, desmiente categóricamente esa frase funcional al no cambio, que no nos deja ni la posibilidad de soñar con un país mejor para todos.

Jack El Destripador: De Londres a Buenos Aires!!


Del 7 de agosto al 9 de noviembre de 1888, Londres vivió un ambiente de terror. Un asesino de mujeres, llamado Jack el Destripador, asesinó a siete mujeres aunque algunas fuentes indican que fueron ocho o incluso más. Jack el Destripador es uno de los más infames asesinos que la historia registra. Este asesino sembró el terror en 1888 en la parte este de la ciudad de Londres, aunque después se conoció del caso en todo el mundo. El misterio, la oscuridad y el mito envolvieron el caso de Jack el Destripador.
Se han publicado innumerables historias, libros, discos, películas y hasta musicales sobre Jack el Destripador, en algunos de los cuales, la ficción supera a la realidad. El nombre de Jack el Destripador derivó de unas cartas que aparentemente fueron enviadas por el asesino del este de Londres a la Agencia Central de Noticias, que firmó como Jack el Destripador.
Las víctimas.
Aunque no hay una historia oficial del caso, las victimas que se mencionan son:
Emma Elizabeth Smith, Martha Tabren, Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Edowes, Mary Jane Kelly, Rose Milett y Alice McKenzie.
Con el paso del tiempo diversos investigadores formularon varias hipótesis sobre la identidad de Jack el Destripador. Entre los sospechosos se mencionaron:
El príncipe Albert Victor, duque de Clarence, hijo mayor del príncipe de Gales, que después se convirtió en Eduardo VII, quien sufrió de demencia desde su nacimiento. Sir William Gull, médico personal de la reina Victoria. James K. Stephen, tutor del príncipe Albert en Cambridge. Montague John Druit, un abogado loco, cuyo cuerpo fue hallado flotando en el Río Támesis poco después del último asesinato. El doctor Neill Cream condenado por asesinato y quien declaró “Yo soy Jack el Destripador”.
Ninguna de estas hipótesis fue comprobada, por lo que hasta la fecha se desconoce quien fue el famoso Jack el Destripador. El misterio de Jack el Destripador provocó cambios en los métodos de investigación policial. Desde la identificación por las huellas digitales (método en la que Argentina fue pionera, con el sistema de clasificación dactiloscópica de Juan Vucetich. Scotland Yard recién lo incorporó en 1901) hasta el trazado de perfiles psicológicos del asesino.
¿Jack el Destripador murió en Argentina?
“Al regresar a Buenos Aires, revisando mi archivo de crímenes, tuve una evidencia sobre la cual no me atrevo a escribir todavía. Jack el Destripador, desaparecido de Londres, había muerto en Buenos Aires, a los 75 años, en un hotel de la calle Leandro N. Alem, frente a la plaza Mazzini, hoy Roma, una mañana lluviosa de octubre de 1929”.
Juan Jacobo Bajarlía
En febrero de 1976, en el número 3 de la Ellery Queen’s Mystery Magazine, el ripperólogo y escritor argentino Juan Jacobo Bajarlía desarrolla la tesis de que Jack, el Destripador habría muerto en Argentina. Su sospechoso, un tal Alonzo Maduro, financista que estuvo en Londres, en la época de los crímenes de Whitechapel, tratando de colocar acciones de una compañía argentina.
Con ese fin se presentó en Greesham House, brokers de Old Broad Street, trabando contacto con un joven secretario, un tal Griffith Salway, con quien compartió una serie de almuerzos comerciales. Salway se cruzó con Maduro en Whitechapel, la noche de la muerte de Emma Smith. Pocos días después, lo escuchó decir que todas las prostitutas debían morir.
Hasta ahí no pasaría de una sospecha, si no fuera por el descubrimiento que Salway hiciera poco antes del retorno de Maduro a Buenos Aires, tras frustrarse sus intenciones comerciales, hallazgo que Salway sólo confesaría en 1952, a su propia esposa, en el lecho de muerte. Tras la muerte de Mary Kelly, Maduro preparó el regreso a Argentina, oportunidad en la que Salway lo ayudó a preparar las valijas. En esa tarea, descubrió que uno de los baúles de Maduro tenía un doble fondo, en el que halló un sobretodo gris, un sombrero flexible, un delantal manchado de sangre y un juego de bisturís. Salway se convenció que Alonzo Maduro era Jack, el Destripador. La pista de Maduro se pierde ahí. Regresa a Buenos Aires y nada más se sabe. Bajarlía continuó investigando. En 1979, en otro artículo en la revista Magazine, detalla que la valija tenía una etiqueta con una dirección “Paseo de Julio (ilegible) Buenos Aires”. Bajarlía encontró testimonios de que un pintoresco personaje se paseaba entre los árboles de Paseo de Julio (hoy Leandro N. Alem), entre 1890 y 1910, vestido con las prendas descriptas por Salway.
Su nombre era Alfonso (y no Alonzo) y su apellido, tal vez, Maroni. En un artículo posterior en Clarín (1988), Bajarlía asegura que el asesino murió a los 75 años, en octubre de 1929, en una casa frente a la actual Plaza Roma. Hay un dato adicional: en el libro “Jack, the Ripper” Daniel Farson cita una carta de un tal Barca, de Streatham, que asegura que, entre 1910 y 1920, había un pub en Buenos Aires, propiedad de Jack, el Destripador. El bar se llamaba “Sally’s Bar” y el historiador Enrique Mayochi le aseguró a su Juan José Delaney que existía un bar con ese nombre, en la calle 25 de Mayo, muy frecuentado por miembros de la comunidad británica en Buenos Aires y por marineros de paso por la ciudad. Si la pista de Alonzo Maduro se pierde en estos datos, más fructífera es la historia del húngaro Alois Szemeredy. Alois había estudiado cirugía en su juventud. Luego trabajó como médico militar, primero en Europa y luego en Argentina, a donde emigró en 1874. Dos años después vivía en el Hotel Provenza, ubicado en la Calle Cangallo (actual Perón) 33, hotel del que se fue, aduciendo que había sido víctima de un robo. Pasó a vivir a unas pocas cuadras de allí, en el Hotel Roma, en Cangallo 323. A las 9 de la noche del 25 de julio de 1876, Szmeredy se cruzó en la calle Corrientes con Karoline Metz, una joven de 20 años, a quien había conocido en el barco que lo trajo a Buenos Aires. Conversó con ella, en su alemán natal, y se fueron juntos, al cuarto de ella.
Poco después de las 10 de la noche, el novio de Karoline, Baptiste Castagnet corrió por la calle Corrientes, gritando “¡Asesino!”. La policía acudió al cuarto de la chica, en la misma calle Corrientes, y encontró su cadáver, sobre la cama, con la garganta cortada en el lado derecho.
También se halló un saco gris, un cuchillo en su funda, un sombrero de fieltro negro y, en el bolsillo del abrigo, un reloj de oro. El reloj sirvió para identificar al asesino: Alois Szmeredy. La noticia del crimen se publicó al día siguiente en The Standard, el diario en inglés de la comunidad británica.
La noticia agregaba que el asesino había sido atrapado por la policía argentina, al regresar semidesnudo a su hotel. Pero era una versión infundada. Szmeredy escapó y durante dos años no se supo nada más de él, hasta que fue extraditado de Brasil, al ser descubierto en una fiesta en Río de Janeiro. Llevado a juicio, en abril de 1879 se lo sentenció a muerte, por robo y asesinato. Todavía estaba vivo en septiembre de 1881, cuando solicitó un nuevo juicio, del que fue absuelto de todos los cargos, menos del robo del reloj. El tiempo que estuvo procesado le sirvió como compensación y fue liberado. Una historia argentina, indudablemente. Pese a que recibió ofertas laborales, Alois volvió a Budapest en marzo de 1882, donde fue detenido por desertor. Alegó locura y internaron en un asilo, del que salió para estar al cuidado de su familia. En 1886, el Dr. Gotthelf Meyer tuvo una entrevista con Alois, para obtener información sobre las condiciones legales en Sudamérica. Lo describió como un hombre de 45 años, alto y delgado, cabello castaño, grandes manos, ojos penetrantes y un poblado y “bello” mostacho. Conocemos el final de Alois Szmeredy. Fue detenido en Viena, el 1° de octubre de 1892, sospechoso de asesinato y robo. Varios testigos lo reconocieron por su mostacho y Alois confesó sus crímenes, antes de suicidarse, cuando su proceso judicial aún no había terminado. Que Alois Szmeredy era un asesino, no quedan dudas. Pero no hay ninguna prueba de que haya estado en Londres (o en Europa, siquiera) durante el otoño de 1888. Una voltereta más. Eduardo Zinna propuso que Alois Szmeredy y Alonzo Maduro son, en realidad, una sola persona. Su argumento: ambos nombres suenan similares, sobre todo para un inglés con pobre conocimiento del castellano.
Por lo que Salway pudo “traducir” el apellido Szmeredy como Maduro. Adam Wood pone en duda esta posibilidad, porque las descripciones físicas de ambos no coinciden, según los testimonios de aquellos testigos que los conocieron. La última pista de Jack, el Destripador en Buenos Aires, viene de la declaración de un sacerdote irlandés, el Padre Alfred Mac Conastair, que ingresó a la congregación pasionista, tras exiliarse en Argentina a los 17 años. El padre Mac Conastair le contó a Juan José Delaney, en 1989, que guardaba el secreto de otro sacerdote de la congregación que, en los años 20, había sido capellán en el Hospital Británico.
Cumpliendo su sacerdocio, este capellán acudió junto al lecho de un enfermo terminal que, pese a ser de otra religión (¿protestante, tal vez?), pidió confesarse. El moribundo le reveló que él era Jack, el Destripador y era el autor de los asesinatos de las prostitutas que habían enfermado fatalmente a su hijo. Pocos días después, el Dr. Stanley falleció y fue enterrado en el Cementerio del Oeste, la actual Chacarita. Esta historia trae reminiscencias de otra similar, contada por el periodista del Buenos Aires Herald, Leonard Matters, incluida en su libro “El misterio de Jack, el Destripador”, editado en 1929. Matters cuenta que un ex discípulo de un tal Dr. Stanley, fue convocado de urgencia al hospital, a la cama 58, donde se encontraba éste gravemente enfermo. El médico llegó a tiempo para que el Dr. Stanley confesara que él era Jack, el Destripador. Matters alude a otra fuente, Mr. North quien aseguró que cierto médico, cuya esposa e hijo habían muerto, era el asesino de Whitechapel. Para Matters, Stanley era un prestigioso cirujano en Londres. Su hijo, un tal Herbert o Bertie, contrajo sífilis tras mantener relaciones con Mary Kelly, enfermedad de la que murió. El Dr. Stanley asesinó a Mary Kelly y sus amigas, para luego recluirse en Buenos Aires, alrededor de 1908. Una fuente adicional a esta teoría, una carta de A. L. Lee quien le contó a Colin Wilson que su padre trabajaba en la morgue londinense y que su jefe, el Dr. Cedric (o Sedgwick) Saunders tenía un amigo muy peculiar, un tal Dr. Stanley que lo visitaba todas las semanas. Un día, Stanley le dijo a Saunders que “Las putas se han apoderado de mi hijo. ¡Me desquitaré!”.
Tiempo después, se sucedió la ola de crímenes en Whitechapel. Tras la muerte de Mary Kelly, Stanley dejó de visitar a Saunders y éste siempre creyó que su amigo no era otro que Jack, el Destripador. Queda por esperar que las autoridades del Hospital Británico abran sus archivos para saber si un tal Stanley estuvo internado en los primeros años del siglo pasado y si hubo un jefe de cirugía con el nombre José Ritche, que supuestamente firmó la carta llamando al médico que visitó a Stanley.
También, falta saber si Matters no escondió el nombre del médico, tras un nombre falso. Un apunte adicional: Leonard Matters consultó los archivos de Scotland Yard, uno de los pocos que pudieron hacerlo antes de que se liberaran al público.Aunque la hipótesis de Matters no es muy tenida en cuenta, tal vez, existe la posibilidad, que los restos mortales de quien fuera en vida Jack, el Destripador, yazcan bajo una lápida olvidada en el cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires.

El misterio de la "máscara de hierro"

Durante 22 años, tal vez más, un prisionero sin nombre, con su identidad oculta por una máscara que se le obligó a usar, languideció en las prisiones de Francia. ¿Qué temía del misterioso cautivo Luis XIV, el omnipotente Rey Sol?
Etienne du Junca, teniente del rey en la prisión de La Bastilla en París, hizo un preciso aunque intrigante registro en su diario oficial del 18 de septiembre de 1698. A las 15:00 de ese día, el nuevo alcaide Bénigne D'Auvergne de Saint-Mars llegó del sur de Francia, donde estuvo al mando de una fortaleza en la bahía de Cannes. Con él, en una carroza, había un anciano prisionero que usaba una máscara y no tenía nombre. El misterioso acompañante de Saint-Mars, recordó el teniente, estaba con él desde que era comandante de la fortaleza-prisión de Pignerol en la región piamontesa, al sureste de España. Como el puesto de Saint-Mars en Pignerol duró de 1664 a 1681, el registro en el diario de Du Junca sugería una encarcelación de por lo menos 17 años y quizá hasta de tres décadas. Durante los siguientes años del prisionero en La Bastilla, nunca se le quitó la máscara, nunca se dijo su nombre. Cinco años después de llegar a la cárcel de París, el enmascarado cayó enfermo al regresar de misa -bajo vigilancia, como siempre- y se desmayó en la cama de su celda. Llamado con urgencia, el doctor de prisión dictaminó que nada podía hacerse para salvar al reo. A las 22:00 del 19 de noviembre de 1703, el prisionero sin nombre expiró. Esa noche se borró todo indicio de su existencia: se destruyeron los muebles de su celda, se quemaron sus pocos efectos personales, se pintaron los muros de la celda donde vivió. Unos cuantos días después, Du Junca anotó en su diario que el prisionero desconocido fue enterrado en el cementerio de San Pablo. El nombre del difunto, según el registro parroquial consultado por Du Junca, era M. de Marchiel; su edad era de "aproximadamente 45 años".
Tras la máscara
Sólo unas cuantas personas, entre ellos el rey Luis XIV, conocían la identidad de La Máscara, el sobrenombre del prisionero anónimo.
La historia no habla de un rey más absoluto que el llamado Rey Sol. A la muerte de su padre, en mayo de 1643, Luis se hizo rey pocos meses antes de cumplir cinco años. Como regente de su hijo, Ana de Austria puso el gobierno en manps del cardenal Mazarino, que siguió ejerciendo el poder aún después de que Luis se hizo mayor de edad. Pero en 1661, al morir Mazarino, el joven rey dijo a sus azorados ministros que asumiría toda la responsabilidad de gobernar Francia. Con los poderes que poseía, Luis podía arrestar y aprisionar a todo aquel que quisiera. El rey y sus conspiradores se llevaron a la tumba el secreto de la identidad del misterioso prisionero, dejando sin resolver un misterio que ha provocado la especulación durante generaciones. El prisionero ha sido identificado de varias formas: un noble inglés forzado a huir de su país luego de que falló un complot contra el rey GuiIlermo III; el dramaturgo Molière, castigado por sus obras irreverentes; el hermano ilegítimo del rey, nacido de la unión entre Ana de Austria y el cardenal Mazarino. Pero la explicación más plausible es que se trataba de un cortesano italiano sobre quien cayó el enojo del rey.
Un monarca traicionado
Los años en que Saint-Mars comandó la prisión de Pignerol, muchos reos estuvieron a su cargo. Fue personalmente responsable de uno de ellos ante el rey, mencionado sólo como "el prisionero" en las cartas del ministro de Guerra de Luis, el marqués de Louvois. Evidencias circunstanciales señalan que ese "prisionero" era La Máscara. Ercole Antonio Mattioli fue ministro en la corte de Carlos IV, duque de Mantua, y estaba a cargo de la fortaleza fronteriza Casale Monferrato, codiciada por Luis XIV para extender su influencia a Italia. Aceptando costosos regalos del rey cuando viajó a París a fines de 1677, Mattioli acordó la venta de Monferrato por 100 000 coronas. A su regreso, la corte le reclamó el vender propiedades italianas a Francia. Quizá por salir del apuro o porque la corte vio el modo de obtener más dinero para seguir su extravagante vida, Mattioli hizo cundir el rumor del negocio secreto en las cortes de Austria, España, Venecia y Saboya. De pronto, toda Europa sabía de las intenciones de Luis XIV hacia Italia. El mortificado Rey Sol se vio forzado a retirar su oferta por la fortaleza. En venganza por lo que consideró una traición de Mattioli, Luis hizo secuestrar al cortesano italiano en 1679 y se lo envió, enmascarado, a Saint-Mars, a la prisión de Pignerol. No se sabe si en 1681 Saint-Mars llevó a este prisionero italiano enmascarado a otra fortaleza, Exiles, pero es sabido que en marzo de 1694, tres prisioneros, incluyendo al enmascarado, fueron transferidos de Pignerol a la isla Santa Margarita, en la bahía de Cannes, donde Saint-Mars estaba a cargo. "Sabes que por lo menos uno de ellos es más importante que el resto de los reos en la isla", escribió el ministro del rey a Saint-Mars. Esta secuencia de eventos coincide con el registro de 1698 del diario de Du Junca, donde se afirma que La Máscara llegó a París después de estar preso en Pignerol y la isla Santa Margarita. El registro parroquial de San Pablo establece que el sepelio del prisionero fue en 1703, con el nombre Marchioly y no Marchiel, como escribió Du Junca. Al parecer es convincente el hecho de que un funcionario francés, no familiarizado con los nombres italianos, bien pudiera haber escrito Marchioly en lugar de Mattioli. Los oponentes a la teoría Mattioli señalan que un mes después de la llegada del italiano a la isla de Santa Margarita se reportó el fallecimiento de un prisionero con mayordomo. Se sabía que en Pignerol, Mattioli tenía derecho a un sirviente; ningún otro prisionero a cargo de Saint-Mars lo tenía. Como nació en 1640, Mattioli tendría 63 años cuando murió el enmascarado, y no "aproximadamente 45". Los escépticos dicen que el arresto y prisión de Mattioli no fue en realidad un secreto en su época y, en sus cartas, Saint-Mars se refería al italiano por su nombre, que erróneamente escribía Marthiolv.
El desafortunado gemelo
Los que no aceptan a Mattioli como La Máscara tienen una teoría aún más asombrosa y siniestra: el prisionero anónimo era el gemelo idéntico del rey Luis XIV: En sus memorias, el cardenal Richelieu, ministro en jefe de Luis XIII, reveló que el 5 de septiembre de 1638 Ana de Austria dio a luz a gemelos. El primer bebé nació al mediodía y fue declarado heredero. A las 20:30, la reina entró nuevamente en trabajo de parto y con serias dificultades dio a luz a un segundo bebé. Según Richelieu, mientras que el nacimiento del futuro rey "fue tan espléndido y glorioso, el de su hermano se mantuvo en secreto y fue muy triste" Según las leyes de la época, se consideraba el mayor al segundo gemelo que nacía. Pero como se nombró sucesor de Luis XIII al primero, se consideró prudente ocultar el nacimiento del segundo bebé. El príncipe no reconocido fue dado a una nodriza y se dijo a la reina que su segundo hijo había muerto. Así, los hermanos llegaron a la mayoría de edad, uno en la corte y el otro en un hogar humilde. Pero con el tiempo el parecido del segundo joven con el rey Luis XIV fue tan notorio que tuvo que ser enviado a Inglaterra, donde su tía paterna, Enriqueta María, reina y consorte del rey Carlos I, le ofreció los privilegios de una crianza real. Según un elaborado argumento basado en la espectacular revelación de Richelieu, el desafortunado gemelo supo de su verdadera identidad y quiso reclamar el trono que era legítimamente suyo. En 1669, a los 31 años, se unió a un hugonote francés Ilamado Roux de Marsilly, un agente secreto de una alianza protestante contra Francia que incluía a Inglaterra, Holanda, Suecia y varios cantones suizos. En abril, Marsilly fue capturado en Suiza por el servicio secreto de Luis XIV y se le llevó a París, donde murió por las torturas. Antes de morir, reveló que Eustache Dauger, quien fingía ser su mayordomo en Inglaterra, era en realidad el gemelo desaparecido del rey, el cual pensaba regresar a exigir su derecho. Al llegar a Dunkerque el 19 de julio, Dauger fue arrestado por orden de Louvois. Ese mismo día el ministro de Guerra escribió a Saint-Mars diciendo que enviaría a Pignerol a un reo muy importante y que por tanto debería estar bajo la más estricta de las vigilancias. En los años siguientes, en los que se le transfirió a Exiles, a la isla Santa Margarita y finalmente a París, Saint-Mars Ilevó a Dauger consigo. El alcaide siempre lo trató respetuosamente, permitiéndole ropas adecuadas, libros, una guitarra e incluso un sirviente. En pocas palabras, lo trató como si fuese de la nobleza, si no es que de sangre real. Pero se le obligó a usar una máscara de terciopelo negro cada vez que había visitantes en la prisión y/o cuando viajaba con Saint-Mars a una nueva prisión, tal como lo hizo en septiembre de 1698 para viajar hacia la muerte en su prisión final de París.
Una vida en custodia
¿Quién era Eustache Dauger? Luego de exhaustivas investigaciones, un historiador inglés publicó en 1910 una respuesta más bien prosaica. Dauger era mayordomo de Nicolás Fouquet, ministro de Finanzas de Luis XIV. Fouquet fue arrestado en 1661 por malversación de fondos y se le sentenció a prisión perpetua. Murió, cautivo en Pignerol, en 1680. Como Fouquet compartió secretos de Estado con su mayordomo durante su confinamiento, el sirviente (que según esta teoría era Dauger) quedó en custodia luego de la muerte de su amo. Fue preso especial de Saint-Mars hasta que murió, 23 años después. ¿Sirviente o rey desheredado? Sencillamente no hay suficientes evidencias para responder con certeza a la pregunta. Quienes conocían el secreto en esa época -el rey, Louvois y desde luego Saint-Mars- tuvieron el cuidado de no revelarlo por escrito, por lo que no hay prueba para refutar o validar la suposición de que Dauger era el heredero al trono. Dauger, prisionero y a cargo de Saint-Mars desde 1669; Mattioli, en custodia y también puesto a cargo del alcaide desde 1679: es todo lo que tienen en común. Es muy probable que uno de ellos fuera el enmascarado. Probablemente nunca se sepa cuál de los dos.

William Wallace, 700 años después

El pasado 23 de agosto de 2005, numerosos actos en Escocia y Londres pusieron en relieve la figura del escocés William Wallace. En Edinburgo, la bandera nacional, también llamada Saltire ondeó por primera vez en el Castillo de la ciudad desde 1707, año de la unificación de los reinos de Inglaterra y Escocia. A su vez, a instancias de una comitiva escocesa del Partido Nacionalista Escocés (SNP), se celebró una misa conmemorativa en el Parlamento de Londres, y en Smithfield, en el NW londinense, cientos de personas participaron de un funeral simbólico en el lugar de su ejecución.La fecha recuerda el paso de William Wallace a la inmortalidad, víctima de torturas inhumanas que acabaron con una vida entregada a la lucha por la libertad. Desde aquel año de 1305, los historiadores se referirían a él como un ícono que sintetiza la lucha contra la opresión, y el compromiso a favor de la autodeterminación de los pueblos.
William Wallace nació en enero del 1272 en la ciudad escocesa de Elerslie (cerca de Glasgow), muy poco antes de que llegase al trono de Inglaterra el que sería su gran enemigo, Eduardo I, de la casa Plantagenet.
Vivió sus primeros años en un clima de tensiones y disputas que se sucedieron entre los numerosos nobles escoceses tras la muerte del rey Alexander III. Entre los 14 y 16 años vivió en Dunipace, con un clérigo tío suyo, con el que estudió a los clásicos en latín. Ya con esta edad medía 2 metros de altura, lo que le convertía casi en un gigante para el tamaño medio de entonces, también era muy fuerte y hablaba tres idiomas. La muerte de su padre, el destierro de su madre y el sistema de opresión que vivían los suyos por parte de los ingleses hizo que abandonase la incipiente carrera eclesiástica. Así, cansado de la opresión y el dominio inglés se unió con otros jóvenes, convirtiéndose en una banda de forajidos. Con ellos fue hasta Loudun Hill, donde vivía el caballero inglés Fennwick, que había matado a su padre. Él sólo contaba con 50 hombres, frente a los 200 soldados ingleses; aún así, más de la mitad de estos murieron, incluyendo a Fennwick. Los hombres de Wallace, además de disfrutar su primera gran victoria, se encontraron con un número considerable de armas y caballos. Wallace se convirtió así en un forajido al que pusieron precio por su cabeza. Su pequeño ejército se refugió en el bosque de Ettrick y durante 5 años, junto con sus hombres, visitó poblaciones tomadas por los ingleses para conocer al enemigo y realizó guerrillas contra tropas y patrullas, ocasionando numerosas bajas. A pesar de todo ello le dio tiempo para cortejar a la joven Marion Braidfute, que vivía en Lannark, ciudad gobernada por el sheriff Hazelrig, el cual, para obligar a Wallace a ir a su ciudad y así capturarlo, mató al hermano de Marion. Y efectivamente Wallace llegó, pero, aunque causó una considerable matanza entre los soldados ingleses, tuvo que regresar al bosque sin haber conseguido llegar a la casa de su amada. Entonces, el sheriff Hazelrig, despechado por no conseguir capturar al forajido más buscado, mató a Marion. La venganza no se hizo esperar. Wallace, acompañado esta vez por todos sus hombres, atacó durante la noche, dejando vivos sólo a las mujeres y los religiosos. Aquello aumentó su fama, y muchos más escoceses se unieron a él y las tropas inglesas a la largo y ancho de Escocia sufrieron su guerra de guerrillas. El rey Eduardo mandó 40.000 soldados de a pie y 300 jinetes para resolver el problema escocés al mando del Gobernador inglés de Escocia, John de Warenne.
El primer gran enfrentamiento tuvo lugar en Irvine, julio de 1297; muchos nobles escoceses no quisieron participar por no querer estar bajo el mando de alguien a quien consideraban de inferior rango. Wallace tuvo que retirarse hacia el norte, aunque después siguió a los ingleses cuando estos creyeron que el asunto estaba zanjado. El siguiente gran enfrentamiento sería decisivo por necesidad: un numeroso y bien armado ejército, con muchos veteranos de las guerras de Flandes y Gales, frente a quienes hasta entonces sólo habían hecho guerrillas y estaban armados principalmente con lanzas, hachas y cuchillos.
La batalla tuvo lugar el 11 de septiembre de 1297, en el puente de Stirling, que se hundió ante el peso de la caballería inglesa, facilitando así la victoria de Wallace. Aunque este tuvo que sufrir la pérdida de su mejor amigo: Sir Andrew Moray. A aquella victoria siguieron otras, incluyendo la toma del castillo de Edimburgo. Y así quedó Escocia momentáneamente libre de ingleses. Entonces Wallace vio que había otro trabajo que hacer: restaurar las vías comerciales y diplomáticas con los otros países, tal como estaban con el rey Alexander III. Fue elegido Guardián de Escocia, título que casi equivalía a nombrarlo rey (el auténtico, John Balliol, estaba preso en Londres; más tarde sería exiliado a Francia, de donde no regresaría). Alarmado por la derrota inglesa, Eduardo I regresó de Flandes, donde mantenía otra guerra, y fue en persona hacia Escocia con un enorme ejército que fue avanzando por el norte de Inglaterra, donde Wallace también había conquistado algunas ciudades, haciendo huir a los escoceses que se encontraban por allí. Entonces Wallace usó la práctica de tierra quemada, para que el enemigo no encontrase provisiones a su paso, pero eso ya estaba previsto por el rey inglés, al que le llegaban las provisiones en barcos desde Irlanda, aunque en alguna ocasión estos se hundieron en el mar por culpa de una tormenta. Además de esta inmensa fuerza, tres veces mayor que la de los escoceses, Wallace fue traicionado por dos de sus nobles.
En la batalla de Falkirk, a pesar de la buena idea de oponerse al asalto de la caballería inglesa colocando las lanzas sujetas firmemente contra el suelo, los escoceses fueron derrotados y el rey inglés ofreció una importante recompensa por la captura de Wallace. Además de la derrota, este tuvo que soportar el desprecio de los propios nobles escoceses, que nombraron Guardianes de Escocia a Robert Bruce y John Comyn, este último, sobrino de John Balliol. Una vez perdido el carisma de vencedor de todas las batallas, su condición fue decisiva para que los nobles le retiraran el apoyo. Por si fuera poco, el rey Eduardo decretó una amnistía para todos aquellos que combatieron por Escocia, excluyendo de ella a Wallace, que de nuevo se veía convertido en un forajido. También nombró rey a John Comyn Parece ser que Wallace estuvo un tiempo en Francia, donde Felipe IV le ofreció títulos nobiliarios y el gobierno de alguna tierra, pero el amor por su tierra le llevó a volver en 1305. Allí, nuevamente fue traicionado. Esta vez por Sir John de Menteith, antiguo amigo y compañero de armas, que introdujo a uno de sus sobrinos en su banda, para así estar al tanto de todo cuanto hacía. Así consiguió llevarlo hasta el castillo de Carslile, donde fue encerrado en una mazmorra. De allí fue llevado a Londres fuertemente custodiado y atado a un caballo, en un largo viaje de 17 días. Fue acusado de alta traición, cosa que él negó, ya que nunca había jurado lealtad al rey inglés, y sentenciado a morir en el mismo día. Los detalles de su ejecución son especialmente truculentos, incluso pensando en los cánones de la época: Fue arrastrado por dos caballos por las calles de Londres y apedreado por la multitud hasta llegar a Smithfield, donde estaba el lugar de ajusticiamientos. Allí lo ahorcaron por un corto tiempo, lo suficiente para que sólo perdiese el conocimiento. Lo descolgaron y, mientras aun estaba vivo, le cortaron los genitales, le abrieron el vientre y le sacaron los intestinos, que fueron quemados; finalmente, su cabeza fue cortada y puesta en una pica en el Puente de Londres, mientras que manos y pies fueron mandados a cuatro extremos de Inglaterra. En Aberdeen, donde llevaron el pie izquierdo, fue enterrado lo que quedaba del cuerpo. Este tipo de ejecución contra el delito de traición fue introducido en Inglaterra por los normandos y estuvo vigente hasta el siglo XVIII. Y seguramente se usó con bastante frecuencia; hay que tener en cuenta que en la Torra de Londres está la llamada Puerta de los Traidores. Se habla mucho de la espada de William Wallace, la cual es del tipo tradicional para ser manejada con las dos manos, mide aproximadamente 66 pulgadas de largo, siendo la longitud de la hoja de 52 pulgadas. La calidad del metal sugiere que es de origen escocés, aunque otras espadas del mismo periodo fueron hechas en Finlandia o Alemania. La lucha por la independencia de Escocia continuó, en 1314 Robert "The bruce" tomó las riendas de la rebelión y combatió a los ingleses hasta lograr la independencia en 1320. Así, fue coronado como el Rey Roberto I de Escocia. Aunque jamás olvido su traición a Wallace en la batalla de Falkirk y en su lecho de muerte pidió que su corazón fuera llevado a las cruzadas buscando el perdón de Dios y de sus errores pasados. Eduardo I falleció a principios del siglo XIV y fue su hijo Eduardo II quien le dio la independencia a Escocia, tan buscada por William Wallace.
La cuestión es que William Wallace, el héroe, ha pasado de la Historia al mito y a la leyenda, y millones de escoceses, e incluso habitantes de otros países, han querido verse reflejados en el hábil diplomático, el pertinaz luchador, el brillante estratega, el gigantesco guerrero (según las crónicas de la época, medía cerca de dos metros), y, especialmente, en el desafiante adalid de una idea tan atractiva y mitificada como la independencia, en todos los sentidos, a la que William dedicó conscientemente su vida e inconscientemente su posteridad.