(Alfred Eisenstaedt/LIFE Picture Collection)

(CNN) — En un mundo de hombres, Katharine Hepburn era quien se ponía los pantalones.

Una de las pioneras tras los protagónicos femeninos en Hollywood se aferró desafiantemente a lo que, por aquel entonces, se consideraban prendas básicas de la moda masculina.

Y hizo pese a la gigantesca presión mediática para que desistiera de ello; logrando trazar, así, un camino para las mujeres amantes tanto de la comodidad como los esenciales de la moda durante décadas.

¿Quién podría olvidar la elegante chaqueta y los pantalones de terciopelo que lució en 1942, durante su actuación en la película Woman of the Year?

¿O ese dos piezas desgarbado que lució sentada en el brazo de una silla, con calcetines arrugados, zapatos Oxford desgastados y actitud despreocupada, en las páginas de la revista Life?

La actriz Katharine Hepburn sentada en el brazo de una silla para una sesión fotográfica de la revista Life. Nueva York, 1938. (Alfred Eisenstaedt/The LIFE Picture Collection/Shutterstock)

Pero seguir sus propias reglas de estilo no siempre fue fácil para Hepburn, una mujer que, más tarde, sería venerada como una de las mayores leyendas cinematográficas de todos los tiempos y admirada por su empoderamiento.

El personal de producción le escondía los pantalones en los bastidores para que no se los pusiera –se ha reportado que prefería quedarse a medio vestir hasta que se los devolvieran- y los medios de comunicación publicaban largos artículos cuestionando a las mujeres de Hollywood que se ponían ropa de hombre.

“¡Los pantalones para las mujeres son inauditos, ridículos y absurdos!”, decía la también actriz Constance Bennett a la revista Movie Classic en 1933. “No puedo imaginarme llevando puestas semejantes atrocidades”.

Katharine Hepburn en el rodaje de la película State of the Union, en 1948 (MGM/Kobal/Shutterstock)

El público estadounidense tampoco sabía qué pensar de Hepburn irguiéndose orgullosa mientras caminaba con pantalones en los años 30, antes de que los aspectos prácticos de la Segunda Guerra Mundial los volvieran algo más habitual entre las mujeres.

“Las elecciones de Hepburn dentro y fuera de la pantalla volvieron a muchos críticos y a gran parte del público recelosos, incluso hostiles”, escribió el historiador William J. Mann en la biografía que publicó de la estrella en 2006 Kate: The Woman Who Was Hepburn.

En 1934, Hepburn huyó a París junto a su amiga Susan Steell. Según cuenta Mann, los críticos de la época estaban destrozando su última película Spitfire y su actuación en El lago, de Broadway.

El escritor también agregó que la gente se sentía alienada por su “excéntrico enfoque del género, la sexualidad y el estrellato”.

Katharine Hepburn jugando un partido amistoso de tenis en el Merion Cricket Club de Haverford, Pensilvania. (Bettmann Archive/Getty Images)

Antes de aquel viaje decisivo, Hepburn vestía ropa vieja, no llevaba maquillaje y se negaba a que los publicistas la relacionaran sentimentalmente con hombres (vivía con una mujer, lo que alimentó rumores de que era lesbiana).

Incluso hablaba de política, apoyando a Upton Sinclair, candidato demócrata socialista en las elecciones a gobernador de California de 1934, y enfrentándose a acusaciones de poseer tendencias comunistas.

“Después estaban sus películas: atrevidas y poco convencionales, destellos de un mundo alternativo en el que las mujeres solteras llevaban las de ganar“, continúa Mann.

Por ejemplo, el drama romántico de 1933, Christopher Strong, donde encarnó el personaje de la aviadora Lady Cynthia Darrington, quien tenía una aventura con un hombre casado.

El mensaje del filme parecía renunciar por completo a la idea del matrimonio, cuando la descuidada esposa del amante de Darrington -interpretada por la actriz Billie Burke- pronunciaba: “El matrimonio y los hijos convierten a casi cualquier mujer en anticuada e intolerante”.

“Lo fascinante”, destacó Mann sobre Hepburn, “es que esta figura, denostada como subversiva en tantos aspectos, pudiera transformarse -con el paso de los años- en una heroína nacional“.

Hepburn ganó cuatro Premios Oscar a la Mejor Actriz por Morning Glory (1933), Guess Who’s Coming to Dinner (1967), The Lion in Winter (1968) y On Golden Pond (1981).

Elaborando cuidadosamente un personaje propio en el camino, se convirtió a sí misma en “un símbolo de la estadounidense de sangre roja, porque tenía que hacerlo para sobrevivir y prosperar”, dice Mann.

Pionera de moda y estilo

El estilo de Hepburn formó parte de esa historia.

Uno de sus mayores aliados en la creación de una nueva imagen pública fue Gilbert Adrian, diseñador jefe de vestuario de MGM de 1924 a 1941, que puso a Katharine en el icónico vestido largo de The Philadelphia Story (1940).

Desde entonces, ha inspirado looks similares para mujeres como Jane Fonda, Halle Berry y Cate Blanchett.

Katharine Hepburn wears pants on the set of the 1939 broadway hit “Philadelphia Story.” The show’s success would see her cast in the same role for a movie adaptation released the next year. Kobal/Shutterstock

Adrian es también el hombre que, viendo lo adelantada que estaba Hepburn a su época, respaldó su estilo personal y su preferencia por los pantalones; trasladándoselos a la gran pantalla.

Según la historiadora de la moda Kimberly Truhler, una mujer vistiendo “ropa de hombre” seguía siendo una rareza, pese de que estrellas como Greta Garbo y Marlene Dietrich también abrieron un camino.

“No es exagerado decir que The Philadelphia Story es revolucionaria en su diseño de vestuario“, escribió Truhler en su blog  GlamAmor en 2014.

“Presenta no uno, sino dos ejemplos de ropa masculina… tres, si se incluye también su conjunto ecuestre. El deseo de Hepburn de llevar pantalones, especialmente en la escena inicial de esta película, fue objetado tanto por el productor Joseph Mankiewicz como por Louis B. Mayer. Pero su acuerdo con MGM le permitía tener un control tremendo, y ella les demostró, literalmente, quién llevaba los pantalones en su relación”.

¿La chaqueta de terciopelo que usó precisamente en esa escena introductoria? También era de Adrian.

Según Truhler, más tarde influiría en diseñadores de la talla de Yves Saint Laurent, cuya colección otoño-invierno de 1966 introdujo el icónico esmoquin femenino que seguiría incluyendo en todas sus colecciones hasta 2002.

Los conjuntos con pantalón de Hepburn establecieron su marca de estilo, convirtiendo su combinación de jeans azules o pantalones de talle alto con blusas abotonadas en un “look americano” por excelencia.

Y si nos atenemos a la omnipresencia de los pantalones hoy en día, su legado se extiende mucho más allá de la gran pantalla.

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