Green Sea

Un cuento agridulce, rodado al ritmo apacible de mucho cine griego. Una película que invita a entrar en esa taberna para descubrir qué hay, que sucede, cuáles son las peculiaridades de cada personaje, quién es quién. Un rodaje lento que nunca se hace aburrido y que permite observar, fijarse en los detalles, pensar acerca de la personalidad de la protagonista y de los demás personajes. Una pequeña joya en el panorama cinematográfico a veces tan convencional. "Mujer tenía que ser", y me refiero a Angeliki Antoniou, guionista y directora. Un notable alto.

En Netflix solo está la opción de oírla en su idioma de origen, y a pesar de que la versión original es en griego, y no entiendes nada, los diálogos no son largos; su esencia es el marco en el que se desarrolla, y la actitud de los personajes, por un lado ante la realidad que le toca vivir a la protagonista, y por otro en cómo afecta a todo el círculo de personas con las que se interrelaciona.

Es una película que a pesar de su duración (94 minutos) se toma las escenas sin prisa, miradas perdidas de la protagonista, el debate interno del tabernero...
Se deberían abstener de verla, aquellos que busquen una película en la que haya algo de acción, algún giro inesperado, alguna sorpresa en algún momento, todo sucede armoniosamente. Pierde solidez y consistencia al inicio de la fase del desenlace.

La historia es sencilla: Anna, una mujer que no recuerda ni quién es, recorre las calles sin rumbo fijo, entra en contacto con Roula, que trata de darle cobijo y le ofrece trabajo de cocinera en su vieja y desaliñada taberna. La interacción de Anna, Roula y los clientes fijos del bar hacen que sus vidas, y sus caracteres, cambien.

Las dos primeras escenas te sitúan en el ambiente en que se va a desarrollar la trama. Anna es una chica que deambula por la ciudad desorientada y sin saber quien es. Trata de encontrarse a sí misma, mientras descubre que tiene un don, la cocina.
Roula es un tabernero apático con su vida y con su negocio, en él tiene unos clientes fijos y con eso ya tiene para tirar adelante. Eso sí, tiene una espinita clavada en su interior por no haber continuado uno de sus hobbys en el pasado. A pesar de su aspecto tosco y huraño, acoge a Anna y más tarde a un viejo pintor que no tiene ningún lugar en el que dormir. A pesar de su pronto malhumorado parece que tiene buen corazón.
La taberna está frente al mar (hubiera ido bien alguna escena con un paseo por la playa).
La mano de Anna en la cocina también se ve secundada por su mano a la hora de convertir la vieja y sucia taberna, en una taberna acogedora.