El olvidado matrimonio de Carrie Fisher y Paul Simon: 11 meses de gritos, depresión, fama y drogas | Gente | EL PAÍS
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El olvidado matrimonio de Carrie Fisher y Paul Simon: 11 meses de gritos, depresión, fama y drogas

Un nuevo documental sobre la vida personal y profesional del cantautor repasa su romance con la eterna princesa Leia, una tormentosa relación que duró años, en la que ambos lidiaron con la enfermedad mental y que acabó tras una visita a un chamán

Carrie Fisher and Paul Simon
Paul Simon y Carrie Fisher, retratados en una playa de Francia, en septiembre de 1983.Jean-Jacques LAPEYRONNIE (Gamma-Rapho via Getty Images)

En los años setenta y ochenta, Hollywood era mucho más pequeño. No físicamente (que también), sino más bien mental y socialmente. Las estrellas se codeaban entre ellas, los productores invitaban a fiestas en casa, los directores salían de juerga con sus actores. Y los romances florecían y se marchitaban con la misma rapidez que los éxitos de taquilla. De ahí que sea posible que muchos hayan olvidado una relación que por entonces sorprendió al mundo del espectáculo y unió a dos celebridades improbables: el cantautor Paul Simon, la mitad de Simon & Garfunkel, y la actriz Carrie Fisher, fallecida en diciembre de 2016 y la penúltima de una saga de actores, divorcios y tragedias. Ambos estuvieron juntos durante años, y aquello cristalizó en un matrimonio que apenas duró 11 meses, y del que, de manera excepcional, ha hablado Simon estos días.

La cadena estadounidense MGM+ ha estrenado a finales de marzo un documental llamado In Restless Dreams: The Music of Paul Simon (que también se puede ver en Apple TV+), en el que el músico, a sus 82 años, repasa en primera persona sus andanzas personales y profesionales. Producido y dirigido por Alex Gibney —ganador del Oscar en 2008 por Taxi al lado oscuro, acerca de los métodos de tortura del Ejército de EE UU, y nominado dos años antes por Enron: los tipos que estafaron a América, sobre el gran fraude de la compañía eléctrica—, durante dos capítulos el propio Paul y su entorno rememoran buena parte de su carrera profesional y sus derivadas personales, como la ruptura de su amistad con Art Garfunkel desde principios de los setenta tras lanzar Bridge over Troubled Water hasta su reciente pérdida de audición y, cómo no, su vida amorosa. Y en ella entra de lleno la actriz Carrie Fisher.

“En medio de una reunión de gira [con Art Garfunkel] me casé. Me casé con Carrie Fisher”, rememora Simon en el metraje. Todo en su romance fue tan caótico como deja entrever esa declaración. La pareja se conoció a finales de los años setenta, y al llegar los ochenta ambos eran grandes estrellas. Pero aunque él era el autor de la célebre Mrs. Robinson y 15 años mayor que ella, para entonces resultaba difícil superar la fama de Fisher, convertida desde 1977 en la eterna princesa Leia de La guerra de las galaxias. Ella, además, había lidiado con una infancia nada fácil. Sus padres fueron el cantante Eddie Fisher y la actriz Debbie Reynolds, protagonista de Cantando bajo la lluvia. Ambos tuvieron un mediático matrimonio que duró desde 1955 y hasta 1959, cuando Fisher dejó a Reynolds (y a sus dos hijos, Carrie y Todd) por la que entonces era la mejor amiga de su esposa: Elizabeth Taylor. Ellas eran íntimas, Reynolds había sido dama de honor en la boda de Taylor con su tercer marido, el productor de cine Mike Todd (y, de hecho, llamó a su hijo Todd por él), del que la estrella de ojos violeta acababa de enviudar tras fallecer él en un accidente de avión solo un año después de casarse. El divorcio de sus padres y su temprana fama hicieron que Carrie tuviera una infancia y una adolescencia complejas, consumiendo drogas, alcohol y medicación desde los 13 años. Entre ellos, un opioide del que llegó a tomar 30 pastillas al día. “Las drogas me hacían sentir más normal”, contaba en una entrevista con una revista de psicología en 2001.

La relación Fisher-Simon nació de la pasión, y ambos se aferraron el uno al otro con fuerza al ser dos personalidades con dificultades emocionales y azotados por la depresión, siendo especialmente grave la de ella. Como relataba en 2016 el escritor Peter Ames Carlin en una biografía sobre el cantante llamada Homeward Bound: The Life of Paul Simon, desde que se conocieron, conectaron rápidamente y pronto se mudaron a un apartamento junto a Central Park, en Nueva York, en el que acabarían casándose. Tenían intensas peleas donde se gritaban a pleno pulmón, y tras las que acababan riendo a carcajadas. “Carrie le dio velocidad a la vida de Paul, una especie de energía salvaje que a menudo lo encendía y, otras veces, lo hacía gritar”, contaba Carlin entonces sobre aquella relación cargada de altibajos. Según el autor, la intérprete llegaba a casa cargada de remedios y pastillas, y “él se avergonzaba de sus caprichos y malos modos, convencido de que no tenía la cabeza ni la madurez para lidiar con su brillante novio mayor que ella”. Pero después volvía a pensar que romper la relación sería demasiado difícil y seguían juntos, riendo hasta la próxima pelea: “Él la amaba con una desesperación que a él mismo le asustaba”.

Paul Simon y Carrie Fisher en su boda, en el apartamento del cantante en Nueva York, el 16 de agosto de 1983.
Paul Simon y Carrie Fisher en su boda, en el apartamento del cantante en Nueva York, el 16 de agosto de 1983.Ron Galella (Ron Galella Collection via Getty)

Esa compleja relación con la fama y las sustancias no encajaba en la vida de Paul Simon, mucho más convencional. El cantante de Nueva Jersey explica en el nuevo documental que Fisher estaba “muy centrada en el mundo del espectáculo” y también que “estaba acostumbrada a tener mucha prensa y cosas así”: “No le intimidaba nada de eso. Sabía cómo manipularla y hacerla trabajar para ella. Era muy buena en eso, y yo no”.

Como cuenta ahora en el documental el productor Lorne Michaels —creador del célebre programa de humor Saturday Night Live—, que aquel agosto de 1983 fue padrino de la boda por parte de Simon, todo en su relación tenía un punto extravagante, siempre querían ir más allá. “Por el compromiso nos fuimos a Grecia. Paul alquiló un barco. Yo estuve mareado durante tres días, rezando por morirme en la barandilla. Más allá de eso fue muy divertido, y para la luna de miel fuimos a Egipto y subimos por el Nilo”, recuerda, como recoge People. Además, Michaels afirma que “hubo muchas cosas destacables en aquella época”, pero sobre todo que ellos dos eran “dos personas en la cima de su carrera, y eso siempre es complicado. Fue una especie de torbellino. Carrie estaba en una inmensa burbuja de fama gracias a La guerra de las galaxias”.

Fisher escribió en su libro de memorias, Wishful Drinking, publicado en 2016, que los matrimonios no eran lo suyo, que podía ser una novia divertida y estupenda, pero no una buena esposa. Aun así, ayudó a Simon durante años en la crianza de su hijo mayor, Harper, fruto del matrimonio del músico con su primera esposa, Peggy Harper, con quien se casó en 1969 y de la que se divorció en 1975. Harper, de ahora 51 años, trató de hacer carrera en la música, aunque nunca lo logró. Durante su juventud pasó por complicados problemas de depresión y también de adicciones (al alcohol, la marihuana o el LSD en su adolescencia; ya en su juventud, a la heroína y la morfina), y Fisher siempre estuvo a su lado en su recuperación.

Carrie Fisher y Paul Simon en una fiesta en Londres en mayo de 1978.
Carrie Fisher y Paul Simon en una fiesta en Londres en mayo de 1978.Tom Wargacki (WireImage)

El propio Paul Simon habla acerca de las dificultades de estar casado en este documental. “¿En qué estaba pensando? Está claro que no en la vida ni en que hay que parar”, plantea el músico. “El matrimonio es algo muy duro. Tienes que concentrarte en ello, no todo puede pasar a la vez, no todo es un acontecimiento para la prensa. [Cometimos] todo tipo de errores sobre errores, sobre más errores”, afirma. “Me di cuenta de que podía agotarme, podía estar agotado de mí mismo con tantos sobresaltos emocionales”. También Carrie Fisher llegó a decir algo muy similar en su celebrada biografía, al ser preguntada sobre si su breve matrimonio fue un “un error”. “A ver, creo que como mucho se me puede considerar una novia interesante. ¿Pero una esposa? Creo que para eso soy una decepción”, decía con humor. “Pobre Paul. Tuvo que aguantar mucho conmigo. Supongo que al final caí en eso de ‘buena anécdota, mala elección en la vida real’. Yo era muy buena como material, pero en el día a día era más de lo que él podía soportar”.

La pareja se separó en julio de 1984, sin llegar a cumplir el año de matrimonio. Pero eso no significó el final de su relación, porque salieron, ya de forma interrumpida, durante otros 12 años. El punto final lo puso un viaje al Amazonas, en Brasil, donde un brujo les preparó un brebaje psicodélico a base de plantas. Tras tomarlo, el actor se durmió sobre el regazo de la actriz, y ella entonces tuvo la visión de que él la controlaba demasiado y que, por tanto, debía acabar su relación. Y aquello sí que fue el fin del largo romance, aunque siguieron siendo buenos amigos. En 1992, Simon se casó con la cantautora texana Edie Brickell, con quien ha tenido tres hijos, Adrian, Lulu y Gabriel. Siguen juntos. Un año antes, Carrie Fisher empezó a salir con el agente de artistas Bryan Lourd, con quien nunca se casó, pero sí le dio a su única hija, Billie. Estuvieron juntos hasta 1994, cuando él la dejó por el empresario Bruce Bozzie, con quien se casó en 2006.

Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.
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