La interminable herencia de Johann Sebastian Bach | Cultura | EL PAÍS
_
_
_
_
_
MÚSICA CLÁSICA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La interminable herencia de Johann Sebastian Bach

Autor de más de mil obras, la influencia del músico alemán en el presente sigue siendo enorme y cada Semana Santa sus ‘Pasiones’ se pueden escuchar en conciertos de todo el mundo

Johann Sebastian Bach.
Johann Sebastian Bach.

Cuando el 21 de marzo de 1685, hace hoy 339 años, nacía en Eisenach, Alemania, el menor de los hijos del músico municipal de la ciudad, Johann Ambrosius Bach, y de su mujer, Elisabetha, nadie podía imaginar la importancia que esa nueva vida tendría en la historia de la música occidental. Ese niño, Johann Sebastian Bach, nacido en el seno de una amplísima familia musical que anegaría con sus feraces aguas (Bach en alemán significa “arroyo”) la vida cultural de varias generaciones, sería, y aún hoy lo es, el compositor más influyente en el largo camino que la música ha ido trazando desde entonces hasta nuestros días. Cada Semana Santa, sus Pasiones se pueden escuchar en conciertos en todo el mundo en una liturgia musical que va más allá de la religión protestante desde la que fueron concebidas.

Bach es hoy el músico cuya obra se mantiene con mayor vigencia entre nosotros. Por ejemplo, en la enseñanza de este arte. La formación del propio Johann Sebastian Bach tuvo sus luces y sombras. En aquellos años apellidarse Bach en Alemania era sinónimo de músico. Muchos organistas, cantores, maestros de capilla o directores musicales pertenecían a la saga familiar de los Bach. Y todos eran instruidos por padres, primos, hermanos o tíos, lo que facilitaba el aprendizaje desde tierna edad. Bach mismo se formó con su padre y con su hermano mayor. Este último, sin embargo, fue quien proyectó ciertas sombras sobre la educación de su hermano menor al impedirle acceder a un preciado cuaderno con obras de otros grandes músicos, lo que llevó al pequeño Johann Sebastian a copiar a hurtadillas por la noche esa música con el fin de acceder a las partituras de los grandes maestros de su tiempo. Por su parte, Bach dedicó mucho esfuerzo a crear obras para la formación de sus hijos y alumnos.

Monumento de Bach en la ciudad de Leipzig, creado en 1907 por Carl Seffner (1861-1932), en la iglesia St. Thomas.
Monumento de Bach en la ciudad de Leipzig, creado en 1907 por Carl Seffner (1861-1932), en la iglesia St. Thomas.Marcus Friedrich (Getty Images/iStockphoto)

El clave bien temperado, las Suites francesas, el Libro de órgano y las Invenciones a dos y tres voces son todas ellas obras destinadas a la educación, principalmente de su hijo mayor Wilhelm Friedemann, pero también de los alumnos que en Leipzig recibían sus enseñanzas. Pues bien, estos libros escritos en los primeros años del siglo XVIII forman parte actualmente del plan de estudios de todos los Conservatorios del mundo. Tanto para el aprendizaje del órgano, el clave o el piano como para el análisis y el estudio de armonía, contrapunto y composición. Si a esto añadimos las Suites para violonchelo solo, las Partitas para violín solo y las Sonatas para viola da gamba, el espectro docente se amplía aún más. Ningún otro autor tiene tanta presencia en la formación de nuestros futuros músicos.

Además, Bach fue un compositor muy prolífico. Sus más de mil obras catalogadas abarcan una enorme variedad de géneros. Cantatas religiosas y profanas, motetes, misas, oratorios, pasiones, magnificat y corales en cuanto a la música vocal. Compuso además unas 500 piezas para teclado, repartidas a partes iguales entre el órgano y el clave. También fue muy abundante su música instrumental y camerística. Escribió conciertos para solista y orquesta y páginas puramente orquestales. En el terreno especulativo concibió dos obras fundamentales: El arte de la fuga y la Ofrenda musical, obras en las que demuestra su enorme maestría a la hora de hacer malabarismos contrapuntísticos, melódicos y armónicos nunca superados.

Bach supo amalgamar los estilos de moda en Europa, el italiano y el francés, con la tradición germánica, con Schütz, Scheidt y Buxtehude. Por cierto, para escuchar a este último realizó una peregrinación a pie hasta Lübeck de cerca de 400 kilómetros.

Arquitectura musical

Todo este conocimiento le permitió construir su música sobre muy sólidas bases. Una arquitectura musical que confiere consistencia y equilibrio formal a todas y cada una de sus composiciones, por sencillas o breves que sean. Una condición singular que ha permitido acercarse a la música de Bach desde muy distintas perspectivas y siempre con éxito. Desde las transcripciones para instrumentos, a veces pintorescos, como el acordeón, la zanfona o la flauta de pan, hasta su exitosa manipulación por los grandes maestros del jazz, como John Lewis, el Modern Jazz Quartet o el Trío Jacques Loussier.

La música de Bach llena auditorios, salas de concierto, iglesias y festivales gracias a las excelentes interpretaciones plenas de rigor histórico de las que podemos disfrutar desde hace décadas. Grandes intérpretes se han convertido en referentes de su música: Harnoncourt, Pinnock, Herreweghe, Gardiner o Suzuki para las obras de mayor envergadura. Glenn Gould, Marie-Claire Alain, Gustav Leonhardt, András Schiff o Benjamin Alard para sus piezas de tecla. Sin olvidar la maravillosa recuperación de las Suites para violonchelo que realizara su descubridor, Pau Casals, y las modernas visiones rebosantes de pureza de Yo-Yo Ma o Jean-Guihen Queyras.

Johann Sebastian Bach con su familia en 1870, en una pintura de Toby Rosenthal.
Johann Sebastian Bach con su familia en 1870, en una pintura de Toby Rosenthal.Alamy Stock Photo

Bach está hoy muy presente también en otras artes. Coreógrafos como George Balanchine, Paul Taylor o Benjamin Millepied han vertido al arte de la danza las más diversas creaciones del genio de Eisenach.

También el cine se ha servido en cientos de películas de la música de Bach. Seguro que Bach jamás pudo sospechar que sus composiciones escritas para personajes concretos como el margrave de Brandemburgo, el conde Keyserlingk, o su patrón, el príncipe Leopold de Anhald-Cöthen, iban a ser utilizadas en un arte que ni siquiera podía imaginar. Bach está presente, por poner solo unos ejemplos, en películas como Solaris de Andréi Tarkovsky, El silencio de los corderos de Jonathan Demme o La lista de Schindler de Steven Spielberg. Aunque quizás la obra con mayor peso sea Saraband, el último filme de Ingmar Bergman, su testamento cinematográfico. Una obra donde la Sarabande de la Suite para violonchelo solo nº5 en do menor BWV 1011 cobra todo el protagonismo hasta el extremo de dar título a la cinta.

Redes sociales, webs y blogs son también lugares comunes a Bach. Y las emisoras de radio. France Musique, de Radio France y Radio Clásica, de RTVE, han conservado durante años espacios semanales reservados al maestro alemán, como Le Bach du dimanche y La hora de Bach, que dirigió el autor de estas líneas hasta el pasado mes de febrero.

Aunque de modo indirecto, también le debemos a Bach el hecho de poder asistir a conciertos públicos. El Café Zimmermann de Leipzig, donde Bach y sus hijos y alumnos del Collegium Musicum ofrecían conciertos semanales, fue uno de los primeros espacios de acceso abierto a la música. Ya no solo eran las iglesias o salones de los palacios donde se disfrutaba de este arte. Cualquier artesano, comerciante o estudiante de Derecho podía asistir a un concierto y ver a Bach dirigiendo una de sus obras.

Bach está presente hasta en la superficie del planeta Mercurio. Allí existe un cráter de impacto, perfectamente circular y de doble corona que desde 1976 lleva el nombre de Bach. Además, su música viaja en estos momentos fuera del Sistema Solar instalada en los Discos de Oro que portan las sondas Voyager y que trasladan referencias fundamentales de la vida de nuestro planeta.

Contaban los estudiosos de la naturaleza, desde el siglo XVII, que entre los ruiseñores, aquellos que situaban su territorio cerca de una fuente o de un arroyo cantaban más y mejor. Su vida era más plena. Aprendamos nosotros también de estas aves y vivamos cerca de un arroyo, cerca de Bach. Nuestra existencia será más feliz.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_