Franz Beckenbauer, el Kaiser del fútbol alemán, cumple 65 años
11 de septiembre de 2010
La escena de 1994 sintetiza como pocas el fenómeno en torno a Franz Beckenbauer. Éste había tomado las riendas como entrenador del Bayern München en relevo del desafortunado Erick Ribbeck, y había llevado al club bávaro a conquistar el campeonato de la Bundesliga.
Tras el último partido de esa campaña, Beckenbauer se presentó en el estudio para la usual comparecencia ante la televisión pública alemana. Uno de los puntos culminantes del programa eran las tradicionales rondas de tiros libres, en pleno estudio televisivo. Esa fue una de las especialidades del Kaiser en su época de jugador activo.
Pero los productores de la emisión tenían preparado algo especial. Beckenbauer debía patear un balón que no descansaba sobre el suelo, sino sobre un tarro de cerveza tipo muniqués.
El moderador sostuvo el tarro. El invitado cobró impulso y mandó la esférica justo a través del pequeño orificio que servía como "portería". Para otro jugador, ello hubiera implicado serias dudas. Pero así es Franz Beckenbauer. Lo que se propone, lo consigue.
El coleccionista de títulos
Como jugador de clubes, Beckenbauer fue campeón alemán (liga y copa), campeón de copa europea y campeón de copa mundial. Con la selección alemana, el Kaiser fue campeón europeo en 1972 y campeón del mundo en 1974.
Se le conoce como inventor de la posición de líbero y como uno de los mejores futbolistas que Alemania haya dado al mundo futbolístico. "Así era en aquel entonces", recuerda hoy el ex presidente del Bayern München.
"Uno debía correr y correr detrás del balón, y si era posible, aún más allá del campo de juego. Pero esto no estaba dentro de mi repertorio", bromea. Beckenbauer vistió las casacas del Bayern, el Cosmos de Nueva York, el Hamburgo y de nuevo el Cosmos.
Éxito al máximo
Cuando Beckenbauer finalizó su carrera como jugador activo, el puesto de entrenador de la selección nacional alemana estaba vacante. El Kaiser no contaba con una instrucción formal como técnico. Por eso no estaba habilitado para hacerse cargo del equipo nacional. Se le nombró director de la selección, y aquí tampoco tardó mucho en llegar el éxito.
"¡Salgan y juegen al fútbol", les dijo a sus jugadores en la final del Campeonato Mundial de 1990, contra Argentina. Ni una palabra más les dirigió a sus pupilos, según reza la leyenda. Los jugadores siguieron la indicación y ganaron uno a cero.
Dio la vuelta al mundo la imagen de un Beckenbauer sereno, parado justo en el círculo central de la cancha. "Fue muy conmovedor para mí. Necesitaba un poco de tranquilidad y quería cerrar el capítulo", dijo en esa ocasión.
Luego Beckenbauer renunció y cometió uno de sus contados errores: al pasar la estafeta a Berti Vogts, afirmó que entregaba un equipo que durante años sería invencible. Así impuso a su sucesor una pesada carga que éste no pudo sostener.
El Mundial de 2006
Una breve aparición como entrenador invitado del Olympique de Marsella terminó en derrota contra Belgrado. Entonces, el minuqués regresó a su FC Bayern, al cual le fue fiel como jugador de 1958 a 1977. Primero ocupó la vicepresidencia del club; luego, de 1994 a 2009, fue presidente del mismo.
En esta etapa, Beckenbauer vio nacer a su quinto y sexto hijo y, de paso, llevó a Alemania la organización del Campeonato Mundial de Fútbol de 2006. El 6 de julio del año 2000, el presidente de la FIFA; Sepp Blatter anunciaba: "The winner is Deutschland."
Un ciudadano del mundo
¿Quién, además de Beckenbauer, podría haber obtenido este logro monumental? ¿Quién podría haber encabezado mejor que él el Comité Organizador del máximo torneo futbolístico del mundo?
A lo largo de cuatro semanas, el mundo vio a Beckenbauer bajando de helicópteros, dando apretones de manos, pronunciar discursos y departir con jefes de Estado.
El hombre surgido del barrio obrero de Giesing, en Múnich, se reafirmaba como parte de la alta sociedad internacional. Hoy es quizá el alemán más conocido en todo el mundo.
Él mismo no demuestra grandes pretensiones al respecto. "Quisiera que las personas pensaran 'él hizo su trabajo y lo hizo bien, y además, logró ser una buena persona' ", dice al respecto.
Lo que sorprende es que hasta el momento ningún político lo haya propuesto para ocupar la presidencia alemana. Sin duda, cumpliría bien esa función. Soberanamente.
Autor: Tobias Oelmaier /EL
Editor: Evan Romero-Castillo