Frankenhood

Tenemos a Motown (el cómico DeRay Davis) y Franklin (Charles Q. Murphy, el taxista de “Noche en el museo”), dos tipos que trabajan en la morgue y que son unos auténticos negados jugando al baloncesto callejero “3 vs. 3”, perdiendo una y otra vez en una competición anual (según ellos a causa de no dar con el compañero ideal), la cual año tras año es ganada por un equipo llamado “La procesión”, cuyo líder es Marcellus (agárrense los machos los gourmets degustadores de “The Wire”, se trata de nada más y nada menos que de Hassan Johnson, el duro Roland 'Wee-Bey' Brice en la citada obra maestra de HBO)
Una noche, el encargado de la morgue (una especie de mad doctor autodidacta) los obliga a ser testigos (a la vez que ayudantes forzosos) de un experimento en el cual está trabajando y que consiste en insuflarle vida al cadáver de un gigantesco negro (Bob Sapp) que se ha agenciado (sin familia ni amigos), para lo cual le ha trasplantado un corazón y solo le queda meterle unos voltios, para lo cual obliga a los dos amigos a ayudarle con unas pinzas conectadas a la batería de un coche.
A causa de un fallo, el mad doctor queda fuera de combate y el gigantón tras revivir es adoptado por Motown y Franklin los cuales se lo llevan a casa a vivir, faltándoles tiempo para tras instruirle en la práctica del baloncesto presentarse en la competición de ese año formando un equipo que se hacen llamar “los vividores” (con el lógico mosqueo y suspicacia de Marcellus y sus muchachos).
Súmese a todo lo anterior, su poquito de mujeres de muy buen ver, unos diálogos en los que podemos encontrar alguna que otra divertida perla, un guion que más que recordarnos a la típica estupidez al uso desprende un aroma a “Saturday Night Live” (Black versión), alguna que otra referencia cinematográfica (el cartel de “El ataque de la mujer de 50 pies” y el reencuentro con el mad doctor al final de la película en una escena que nos recuerda a “Pulp Fiction”) y lo más importante el reencuentro con el gran Hassan Johnson (una de las voces mas hipnóticas y reconocibles de los últimos tiempos) y nos da un divertido pasatiempo, que de importarme un carajo mi reputación como cinéfilo y/o acertado reseñador la hubiera calificado de memez, porquería, castañazo y demás (que conociendo el paño me temo que va a ser la tendencia de más de uno y más de dos), pero como ese no es el caso, debo de reconocer que me ha hecho pasar un rato entretenido.