Dramática muerte de Paco Rabal a los 75 años

Dramática muerte de Paco Rabal a los 75 años

El actor Francisco Rabal falleció a causa de un enfisema pulmonar cuando regresaba a España después de recibir un premio en Montreal. Rabal, que volaba en compañía de su esposa Asunción Balaguer, murió antes de que el avión aterrizase de emergencia en Burdeos, pese a ser atendido por un médico en pleno vuelo. La muerte del actor se certificó a las 17,00 horas y sus restos premanecieron en el tanatorio del aeropuerto a la espera de Ia llegada de sus dos hijos.

El actor, durante una entrevista a ABC el pasado día 12

La desaparición de Francisco Rabal ha sido todo un mazazo para la escena española. Nada hacía presagiar que ese vuelo que lo traía de regreso a España después de recibir su último homenaje en Montreal tendría un desenlace tan trágico. En el vuelo Londres-Madrid el popular actor sufrió un fuerte ataque de tos que derivó en una insuficiencia respiratoria debido a la bronquitis crónica que padecía desde hace tiempo. De nada sirvieron las atenciones de un médico que compartía vuelo con el actor y su mujer, Asunción Balaguer. El avión realizó un aterrizaje de emergencia en Burdeos, pero Francisco Rabal ya había fallecido en el momento del aterrizaje. Su muerte se certificó a las 17,00 horas y el cadáver permaneció en el tanatorio del aeropuerto bordelés a la espera de la llegada de sus dos hijos, que partieron rumbo a Francia en cuanto tuvieron conocimiento de la noticia.

Asunción Balaguer, muy afectada por la muerte de su esposo declaró a Efe: «No sé qué ha podido ocurrir, estos días estaba muy bien de salud, lo único malo es que fumaba mucho». La actriz recordó cómo fueron los últimos instantes de la vida de su marido: «Rechazó el oxígeno, comenzó a ponerse muy blanco y tuvimos que aterrizar en Burdeos, y cuando fue atendido por los médicos, ya estaba muerto».

La familia espera poder trasladar hoy el cadaver, aunque aún no tiene decidido dónde será enterrado el conocido intérperte de «Juncal».

BIOGRAFÍA DE UN LUCHADOR

Francisco Rabal Valera nació el 8 de marzo de 1926 en la Cuesta de Gos, una pedanía minera de Águilas, M(Murcia), el segundo de tres hermanos, en el seno de una familia humilde. Su padre era minero y su madre molinera. Desde muy pequeño demostró un gran ansia por aprender, tanto que acompañaba a su hermano Damián, seis años mayor que él, a la escuela. Se quedaba en la puerta y aprendía de memoria las lecciones y las tablas de multiplicar que oía recitar. Con apenas cuatro años ya sabía leer y escribir, y desde su niñez sintió un gran amor por la literatura.

En 1932, su padre se trasladó a barcelona en busca de mejores condiciones de vida para toda la familia, pero como no tuvo excesiva suerte decidió instalarse en Madrid. Poco después se trajo a la familia con él, y se establecieron de una manera itinerante por todos los pueblos de la Sierra de Madrid.

En cierta ocasión, una compañía teatral visitó el publo donde vivía la famil,ia y el joven Paco asistió al a representación de «El mozo que se casó con mujer brava», que le causó una gran impresión e hizo nacer en él la pasión por la interpretación.

Con el inicio de la Guerra Civil se paralizaron las obras del ferrocarril y la familia quedó en una situación muy precaria. El párroco de Gargantilla de Lozoya les ofreció su casa hasta que encontraran un medio de ganarse la vida. Pronto se establecieron en Chamartín. Los bombardeos sobre la capital provocaron que Paquito volviera a Águilas con su hermana, su madre y su abuelo. Acabada la Guerra, la familia volvió a reunirse, y la situación de la familia mejoró. Damián se colocó como albañil, mientras Paquito trabajó como vendedor callejero de pipas y caramelos, y más tarde en la fábrica de chocolates Gilabert.

Por esos años estudia para técnico electricista y acude a clases nocturnas en la escuela Nuestra Señora del Recuerdo, donde fundó un periódico en el que escribió sus primeros versos y fundó un grupo de teatro con el que representó la primera obra escrita por él, «La escuela alborotada».

EL ENCUENTRO CON DÁMASO

Su abuela aprovechó la vecindad con Dámaso Alonso para hablarle de las cualidades de su nieto. El prestigioso académico congenió con el muchacho nada más conocerle. Paco le confesó se admiración por la poesía de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa, pero nada le dijo de su admiración por la poesía de Federico García Lorca, por miedo a descubrir sus ideas políticas. En una ocasión, el escritor le dijo: «Tú puedes ser actor. Eres alto». Toda una premonición.

En 1936 comenzó a trabajar como elctricista en los estudios de cine Chamartín. Su gran admiración por los intérpretes le llevó a aprenderse los diálogos durante los rodajes, y trabajó como «doble de luces» de los actores. Pronto, las ilusiones del joven electricista se harían realidad: En 1942 se ofreció como voluntario para interpretar una pequeña escena en «La rueda de la vida», de Eusebio Fernández Ardavín. Durante el rodaje de «La pródiga», Rafael Gil se fijó en él y le dijo: «Vamos a darle un papelillo a ese chico que tiene cara de cateto». Así comenzó la carrera de uno de los más geniales actores españoles. Poco a poco le dieron pequeños papeles, pero como aún le identificaban con uno de los carpinteros del estudio, decidió renunciar a esa profesión para volcarse de lleno en la actuación.

Su viejo amigo Dámaso Alonso le dio una carta de recomendación para Luis Escobar, entonces director del teatro María Guerrero de Madrid, acompañado del siguiente consejo: «Ser actor mediocre es lo más triste del mundo. Si vas a ser un buen actor, te aconsejo que lo seas, pero si no es mejor que sigas siendo electricista». No tuvo demasiada suerte en esos primeros pasos en la profesión, y decidió incorporarse al servicio militar. Por casualidad, el sargento de su compañía alquilaba caballos para el cine y Rabal solía ayudarle en esa tarea. Fue entonces cuando Antonio Casas le ofreció trabajo en el teatro como meritorio en el teatro Infanta Isabel, en la comedia «Me casé con un ángel», su primer trabajo sobre un escenario. Poco después fue admitido en el María Guerrero, donde Luis Escobar le dio un pequeño papel en «Miss Ba». Poco después José Tamayo le incorporó a la compañía Lope de Vega gracias a un permiso especial gestionado por el hijo del ministro del Ejército, del que era asistente. Alí coincidió con Carlos Lemos, Maruchi Fresno y María Asunción Balaguer, con la que se casó en 1951. Del matrimonio nacerían dos hijos, Teresa, actriz y cantante, y Benito, director de cine.

PRIMEROS ÉXITOS

Sus actuaciones sobre el escenario pronto llamaron la atención por lo profundo y característico de su voz, y alcanzó gran notoriedad gracias a una sustitución a Carlos Lemos durante la obra «El águila de dos cabezas», de Cocteau.

Su consagración definitiva llegaría a raíz de su interpretación de «Muerte de un viajante», en 1952, a la que siguieron éxitos como «Edipo» y «La vida es sueño».

Desde 1950, compaginó el teatro con el cine, a las órdenes de directores de la talla de Rovira-Beleta y Julio Salvador. De 1953 es «Siempre hay un camino a la derecha», por la que obtuvo sus primeros premios.

Ese mismo año, firmó un contrato exclusivo con la productora Aspa y rodó varias películas bajo la dirección de Rafael Gil, de gran éxito, como «La guerra de Dios» y «La gran mentira».

Con José Luis Sáenz de Heredia intervino en «Todo es posible en Granada», junto a Merle Oberon, y en la muy popular «Historias de la radio».

Otros títulos emblemáticos de los años 50 son «Diez fusiles esperan», «La pícara Molinera», junto a Carmen Sevilla, «Amanecer en puerta oscura», de José María Forqué y «Los clarines del miedo».

Su éxito a nivel nacional tuvo continuidad en el resto de Europa, en especial en Italia, interviniendo en varias coproducciones como «El eclipse» de Antonioni.

En 1958 inicia una fructífera colaboración con Luis Buñuel, protagonizando «Nazarín». Con el director aragonés repetiría tres años má tarde en «Viridiana».

Con Juan Antonio Bardem rodó «Sonatas» y «A las cinco de la tarde».

Una de sus interpretaciones más recordadas sería la del bandolero de «Llanto por un bandido», de Carlos Saura.

En 1968 interpreta al ché Guevara en una coproducción italoespañola de Paolo Heusch, por la que fue muy criticado.

En 1972 interpretó «La leyenda del alcalde de Zalamea», dirigida por Mario Camus, en la que trabajó con su hija Teresa, por entonces una de las más jóvenes promesas de la interpretación española. Años después alcanzaría uno de sus mayores éxitos profesionales a la órdenes del mismo director, con su interpretación del Azarías de «Los santos inocentes», basada en la novela de Miguel Delibes, por el que obtuvo junto a Alfredo Landa el premio de interpretación en Cannes en 1984.Otros filmes en los que Francisco Rabal demostró su categoría como actor son «Tormento», de Pedro Olea, «Truhanes», de Miguel Hermoso, junto a Arturo Fernández, «Epílogo», de Gonzalo Suárez, «Tiempo de silencio», de Vicente Aranda, «Luces de Bohemia», «El hombre que perdió su sombra», de Alain Tanner, «Átame», a l,as órdenes de Pedro Almodóvar, y «Pajarico» y «Goya en Burdeos», de nuevo con Carlos Saura, por la que obtuvo el Goya a la mejor interpretación protagonista en 2000.Francisco Rabal tuvo también una importante carrera televisiva, que le granjeó una gran popularidad, sobre todo a raíz de su intervención en la serie «Juncal» de Jaime de Armiñan, todo un fenómeno sociológico, en la que interpretaba a un viejo torero retirado, pícaro y entrañable.Los numerosos galardones que obutuvo a lo largo de su carrera fueron donados por el actor a la Casa de Cultura de Águilas, en la que se le dedicó una calle en 1984. En 1992 fue nombrado Hijo Predilecto de la Región de Murcia, en 1999 reciibió la medalla de oro al mérito en el trabajo otorgada en consejo de ministros.Pese a haber sufrido dos graves accidentes de automovilismo en 1963 y 1980 que le marcaron indeleblemente el rostro, nunca perdió la ilusión por ofrecer la mejor de sus interpretaciones, ni sus ganas de escribir, com bien saben los lectores de ABC Ayer, cuando volvía de recibir un premio más en el Festival de Cine de Montreal, «el otro Goya» también murió en Burdeos.

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