Resumen de Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós y breve análisis - Candela Vizcaíno
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Resumen de Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós y breve análisis

Fortunata y Jacinta

Fortunata y Jacinta

Candela Vizcaíno

 

La novela Fortunata y Jacinta (1887) de Benito Pérez Galdós (1843-1920), junto con Miau (1888), no solo es una de las grandes obras del escritor sino también una de las más insignes representantes del naturalismo en España. Aunque es complejo abordar el resumen, por la gran extensión de la misma, vamos a adentrarnos también en sus temas y estructura. 

Estructura de Fortunata y Jacinta  

La obra está dividida en cuatro partes. En la primera, asistimos a la boda de Juan y Jacinta, los personajes de la clase alta de la novela. En la segunda, nos adentramos en el mundo pequeño burgués de los Rubín. Maximiliano Rubín llega a ser el marido de Fortunata. Paralelamente, conocemos aspectos vitales de la protagonista, incluida su etapa en un convento y el noviazgo con el pusilánime Rubín. La tercera parte nos narra la relación tóxica, en un ir y venir entre encuentros y abandonos, de Juan, el rico burgués ocioso, por un lado, y, por el otro, de Fortunata, con una autoestima por los suelos. Ella es, por tanto, vulnerable al perverso juego de seducción de Juan; simple en sus planteamientos y con un comportamiento destructivo (por inconsistencia emocional) para sí y los que la rodean. La cuarta parte se corresponde con el desenlace de la trama, enredada en amores de todos los protagonistas. 

El tema de Fortunata y Jacinta consiste en una superposición de distintos triángulos amorosos imposibles de resolver con un final feliz debido a las distintas cosmovisiones vitales de cada uno de los protagonistas. La narración ahonda también en la dicotomía entre el bien y el mal y cómo el dolor y el daño afloran, incluso, revestidos de buenas intenciones. Las apariencias, eje temático preferido de buena parte del realismo literario europeo, también forma parte del entramado de la obra.

Las capas sociales en la obra

En Fortunata y Jacinta, por tanto, se superponen tres mundos. El primero es el burgués, el de la familia rica y caprichosa del manipulador Juan y su prima Jacinta con quien se casa simplemente para mantener el estatus. Adelantamos que Juan es un narcisista inconsistente que cosifica no solo a la vulnerable Fortunata sino a todos los que le rodean. No se para a reflexionar sobre las consecuencias de sus actos y actúa por impulso guiado siempre por conveniencia.  

El segundo estrato social es el de los Rubín, familia política y esposo (Maximiliano Rubín) de Fortunata. Es su marido un hombre pusilánime, un auténtico pagafantas (en el argot contemporáneo), enamorado de su esposa pero, a la vez, incapaz de imponerse como hombre ante los desafueros del rico y pervertido Juan. 

Y, por último, nos encontramos el universo desvencijado, tanto a nivel espiritual como material, de Fortunata, de orígenes humildes, sin formación, sin posibilidad de mundo interior, sin amor propio y entre las garras perversas de Juan. Con su dejarse hacer, arrastra a su marido, que la ama sinceramente y, también, a ella misma.  

Fortunata y Jacinta, tal como estamos viendo, ofrece las características del naturalismo literario, el que no solo gusta de plasmar la realidad con todo lujo de detalles sino también en toda su complejidad y completez. 

Obras de Benito Perez Galdos  2

Resumen de Fortunata y Jacinta  

La acción sucede entre diciembre de 1869 hasta 1876. Juan Santa Cruz Arnaiz es el único hijo de una familia burguesa acomodada. La crítica galdosiana comienza retratando el carácter manipulador, egoísta, desatendido del dolor ajeno y hedonista del joven. Para Juan los seres humanos son cosas a usar a capricho, sin pararse a reflexionar sobre sus sentimientos ni, por supuesto, el de los demás. Jacinta es prima hermana de Juan, hija de un hermano de su madre. Aunque con patrimonio, la familia de la joven ve mermada su riqueza debido a la constante extracción de recursos económicos por parte de un montón de hermanos. 

Juan ya está en contacto amoroso con Fortunata, de orígenes humildes, cuando la familia acuerda el matrimonio entre Juan y Jacinta. El objetivo es apartarla a ella de los efectos devastadores de la ruina económica y a él de lo mismo pero en plano amoroso. Ninguno de los dos se opone a la unión, ni siquiera el apuesto Juan, ya que su relación preexistente con Fortunata no va más allá del furor pasional. Del mismo cariz es la actitud de Jacinta que, entre resignada y acobardada, es conocedora de la relación de su marido con Fortunata. Conforme avanzan las páginas, la pena de Jacinta se agranda, ya que es consciente de que, además, no puede ser madre. 

A continuación, encontramos a Fortunata en una situación desastrosa tras la muerte de su hijo (cuyo padre es Juan). Incapaz de valerse por sí misma, es abandonada por su último amante y abocada a malvivir en la calle. Es así como se la encuentra, de nuevo, Juan. Aprovechándose de su vulnerabilidad, vuelven a retomar sus amoríos. Aquí entra en escena Maximiliano Rubín, un enfermizo estudiante de farmacia que se enamora perdidamente de Fortunata y la acoge, primero, para casarse con ella después, a pesar de la desaprobación de su familia; especialmente, de su tía, doña Lupe, quien lo había criado como un hijo.  

Nicolás Rubín, sacerdote y tío de Maximiliano, accede a consentir el matrimonio si Fortunata pasa por un convento. Allí la muchacha encuentra serenidad y paz espiritual y, tras su salida, se casa con Maximiliano. Sin embargo, el amor tóxico que siente por Juan no le impide volver al adulterio y a la infidelidad. Tras una serie de idas y venidas, Fortunata se embaraza de Juan Santa Cruz precipitando la caída en desgracia de su familia y de ella misma. Para colmo, Juan ha comenzado un nuevo triángulo amoroso, esta vez con Aurora, amiga de Fortunata. Fortunata, carcomida por todos estos hechos, muere permitiendo que Jacinta adopte su hijo.  

Breve análisis de Fortunata y Jacinta 

Se recurre a un cierto determinismo en el que se niega cualquier posibilidad de auténtico ascenso social, de crecimiento personal o de desarrollo espiritual. Fortunata está condenada porque, por su origen, cae rendida al embrujo de destrucción emocional de Juan, a pesar de que, al casarse con Rubín, se le da la posibilidad de convertirse en dueña de su casa (y, por tanto, de ella misma). Un tanto de lo mismo ocurre con Jacinta, condenada a consentir y callar ante el adulterio constante de su marido y, además, a las penas de la infertilidad. Su única salida es la maternidad a cualquier precio. Si no es posible a nivel biológico, únicamente se le permite la sublimación de esa supuesta carencia al adoptar el bastardo de Juan y Fortunata.  

Imagen de la vida es la novela, y el arte de componerla estriba en producir los caracteres humanos, las pasiones,  las debilidades, lo grande y lo pequeño,  las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje que es la marca de la raza, y la vivienda, que son el signo de familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción. 

Benito Pérez Galdós (1897): «Discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua». 

Y, por último, Fortunata y Jacinta no es una obra perteneciente al cien por cien al naturalismo sino que también participa de las características del realismo. Galdós nos aleja de la retórica. La realidad, por tanto, se plasma en toda su crudeza e, incluso, violencia psicológica. El escritor no toma partido por ningún personaje y ninguno de ellos es digno de su compasión. Además, se recurre a la caricatura, a lo grotesco que es uno de los hilos conductores de la literatura en español y al dardo hiriente a través de la palabra. Además, el lenguaje, como el tratamiento de los personajes o la narración, recoge toda la brutalidad y crudeza, tanto de los bajos fondos al que pertenece Fortunata como el mundo desgajado de los otros, de la élite social que representa Juan y Jacinta. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

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