Félix Martínez Torres · En el aire (y otros poemas) • Revista Almiar

por
Félix Martínez Torres

Escribí mi texto por la noche.
En mi cama aún no se secan los orines.

¡No! Yo no tengo osito de peluche:

estos miedos se evaporan
con los sudores de la noche bochornosa.

Me dicen que no soy viejo si me incorporo
en un solo pie,
lo logro
con los dos,
y con las dos manos

después tomo mi bastón.

Le tengo respeto a la polvareda que impregna
en las tardes ventosas,
a las partículas que vagan en el ambiente
que respiro,

es la vida de otros tiempos que me enseña
que hay cambios

hoy escribo en este cuerpo
y mañana cantaré de nuevo.

Soy el niño, el anciano,
polvo en el aire.

* * *

¿Por qué se fue Diego?

A Ruth Martínez
y Alicia Leonor

Un aire intenso movió sus neuronas,
las trasladó a otros espacios,
su pensamiento viajó primero.

Puso movimiento a sus pies, una tarde fría
con luz naranja;
salió del pueblo por el camino del norte.

Volteó por última vez con tristeza,
una figura extendía su mano despidiéndolo.

Diego pensaba en el norte,
en grandes rascacielos;
le gustaban las alturas las grandezas,
llegar allá
al fausto.

Su vida fue mezquina, poco amor, sin dinero:

Le raspaba la idea,
de subir por el camino ignorado
la intuición le decía dónde debía doblar
a cada esquina.

Todos podemos llegar si indagamos un destino
y así avanzó
abría los ojos al camino,
para no olvidar
la ruta de regreso.

Tarde fría y gris le recibió en otra ciudad,
otro país
el aire espeso era distinto, hasta el color del cielo
y los ojos de la gente.

Yo aún pregunto: ¿Por qué se fue Diego?
¿Su inquietud fue satisfecha?
Sus ojos aún denuncian búsqueda,
sus pasos no se detienen.

Algún día tal vez termine
y se dé cuenta, que llegará a su destino
cuando se encuentre.

* * *

Siluetas

La sombra es mi huella cuando no puedo ir,
es mi emisaria obediente que va adelante,

a veces me sigue detrás, siempre silente,
siempre cercana.

Es en el reflejo de mis huesos, de mis ojos
de lo que pienso, donde se proyecta.

Yo sonrío, ella callada solo asiente,
me lleva a lugares desconocidos,
y en las noches cuando regreso solo,
ella descansa.

Busco las sombras de mis espíritus buenos,
que marcharon conmigo por años,

que se volvieron oscuridad,

con las que extraje
el sabor,
atrapando luz, para que me acompañen
a mirar el crepúsculo de mis soles.

Las oscuras, furtivas;
las que de noche salen
a indagar secretos,

y sueltan víboras en los sueños.

Su castigo es volverse luz
desaparecer
en eclipses y cometas.

Lentamente el sol se va al sarcófago.

Mi sombra, quién sabe
si mañana se ausente
para siempre.

*  *  *

El circo

Dura quince días en el parque,
llega año tras año,
con sus promesas de risas e ilusiones.

El anciano aprieta sus boletos
en la banca de la plaza
y piensa
¿cómo evitar el paso del tiempo?

¡¿Cambiando de banca?! ¿Modificando su idea?
¡Así le suben los años!,
se le desparraman en los ojos
las piernas, el rostro.

Van buscando dónde rayar su historia,
en la frente unos
en las bolsas de los ojos,

en las rodillas que se quejan
donde se nota la brecha en el rostro,

son décadas que deja el calendario;
ese pensamiento que se repite mil veces,
en el anciano de 80
que aún corre la milla
veloz como su mente.

El senil se vuelve más inteligente
¿o sólo ha vivido más?

la ruta de su vida hecha de arrugas
con historia,

pero se volvió flojo el subconsciente.

Otra vez llega el circo
y aún no sabe si mamá
le planchó el pantaloncito corto
para estrenarlo,

puede ser que lo invite el payaso
a ser malabarista
en lugar de solo espectador.

* * *

Ideario

Las ideas son simples o escabrosas,
superficiales o intimas,
llegan van y regresan ligeras,
fluyen hacia otras zonas,
se encadenan e inicia el idilio.

Entre ellas no se entienden
chocan luchan
y solo una resiste;

hay otras que se quedan
en la punta de la mente.

Las hay viajeras, que dan vuelta a la tierra
y se quedan ahí
revoloteando

para encontrar su lugar
se quedan en el aire
por si encuentran un cerebro.

* * *

Vivir dos veces

Vivir dos veces y respirar ambas,
en las mañanas
el saludo del ser más especial
con dos pataditas en tu seno.

El día transcurre y sufres al gestar
en tu vientre,
los ascos, mareos, solo una parte
de los nueve meses de este proceso.

Le platicas de tus esperanzas.

El bebé escucha el golpe,
casi chasquido de un látigo de voz (mientras
su vida es oscura) le duele en los recién
formados oídos.

Le duele
y amargas lágrimas corren
en sus esbozos
de mejillas
el zarandeo le sacude los sentidos,
su corazón late aprisa.

Mientras tanto te preguntas ¿cómo será?
¿Tendrá luz en sus ojos?
¿Hervirá en el orgullo de su piel morena?
¿Escalará montañas?
¿Defenderá al vulnerable?

Los días transcurren,
le hablas de tu infancia,
le platicas cuentos le cantas, ya le pusiste nombre.

Y ésta es su historia,
el amor de dos personas.

Día tras día, fueron importantes,
casi indispensables
para vivir y hasta para respirar.

Así llegó el embarazo.
Pasaban los meses,
su historia,
cambiaba de nombre.
Y aquel pequeño ser empezaba
a perder lo que aún no había ganado.

Se alejaba su padre con reclamos y dudas,
el cariño a ese ser nonato,
se esfumaba entre lloros y gritos,
que traspasaban un vientre
con sonidos lejanos.

Se cumplieron los meses, se oyó
un llanto profundo,
doloroso

de un dolor prensado que resonó en los oídos
de una madre que promete mucho,
cuidarlo, brindarle todo lo que tiene

agradece al cielo,
que esté en su regazo.

* * *

Socorro

Cuántas veces la imaginación se unió
con el recuerdo.

Recordaba a esa niña, ¡sí! la hija de la ausente.

En la escuela se burlaban,
de sus zapatos sucios, su deshilachada trenza.

Sus hermanitos vagando por ahí,
consiguiendo un taco.
La niñez no entiende de carencias.

El chiste era hacer mofa
divertirse a costillas de los hijos de Socorro.

¡Sí! Socorro (el sarcasmo) no atendía las llamadas
de auxilio de sus hijos!

Socorro salía temprano
después que el esposo vendedor de raspas,
y los hijos al garete, el bebé
pedía teta, todos con hambre.

¿Adónde fuiste Socorro?
¡A ninguna parte!, respondía
en su incompleto lenguaje.

Cuando llega la añoranza recuerdo a la niña
de trenzas deshilachadas.

¿Dónde quedaron esos niños que no tuvieron
suerte de tener alimento a tiempo?,
de una palabra cariñosa,
de recibir un regaño o hasta una
nalgada que ardiera.

Cuando recuerdo a los chamacos
de mi cuadra,
imagino sus rostros de niños
sus facciones morenas,

¡su recuerdo me acompaña!

* * *

La costumbre de escribir
sobre el ayer

Así como la paja se amontona,
y se acumula sin sentido
escribir es como el niño que corretea detrás
de una burbuja

que luego se vuelve aire, solo aire,
escribir sin sentido, sin dirección,

escribir como el autómata que escribe
mirando las teclas, aunque el cerebro
dicta el sin sentido de la vida,

escribe, escribe, como el carpintero cepilla y
cepilla
hasta adelgazar la tabla,
sin darse cuenta de que queda solo aserrín

así adelgaza su historia el escritor
hasta volverse ideas
que se perdieron en el análisis
en quitar lo tonto, para la sublime única
excelsa idea,
tan excelsa que será breve,
leve suave,

sobrevive al escrutinio del maestro
como el perrito que brinca y brinca ante su amo
y espera que le acaricie
la cabeza.

Escribir como Arquímedes, hasta decir, «Eureka»
y que todos digan «fantástico»

aunque no salves al mundo,
ni reduzcas la temperatura del universo

y que solo sea para distraer un poco
de la pandemia
de la crisis mental, económica

para que el que te lea sonría
o ¡piense sobre sí mismo!
y así lo saques
de su letargo.

* * *

Palabras que el viento

no se lleva,
porque nacen vivas, tienen peso específico,
medida en longitud
altitud, y duración:
retroceden y
avanzan y
reptan y
aparecen en papel.

Están en las estrellas y
en una bola de cristal:

Algunas palabras con afecto llegan al oído,
cantan en el aire,
tienen un sonido cálido
entran por los ojos.

Algunas hacen gestos,
o con su sola mirada ¡hablan!

Su mensaje se pega en alguna parte
de la frente; de una boca torcida los vocablos
lastiman.

Otras son como pesadilla;
con el paso de los años horadan el cerebro,

entran lentas
se escabullen y agazapan.

Con el tiempo surgen de una música lejana,
con ese mensaje antiguo de guitarras y versos
convirtiéndolo en un cadalso
sin horca.

Algunas palabras emergen como cucarachas
brotan de la herida amarillenta,
salpican;
se vuelven puñal, piedra, balas.

¿Cómo llamarlas olvido?

Se tragan las palabras como vómito,
nunca debieron expresarse
son como las casas
sin cimiento,

destinadas a no dar refugio
¡harán eco en los manicomios!

En las cárceles e iglesias,
en cancillerías y escuelas,
las palabras bajan suben,
se posan en la parte
más delicada
para matar
o dar la vida.

 

poemas Félix Martínez

 

Félix Martínez Torres. (Minatitlán, 1962). Poeta y narrador mexicano. Algunos de sus poemas aparecen en varias antologías. Pertenece al taller de apreciación y creación literaria del Dr. Adán Echeverría-García. email Contactar con el autor: felix.mtzto[at]gmail [dot] com

🖼️ Ilustración poemas: Diseño realizado con programas IA.

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