Felip Pedrell, entre la música y la palabra - Ópera Actual

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Felip Pedrell, entre la música y la palabra

180 años de un musicólogo pionero

01 / 02 / 2021 - Lluc SOLÉS - Tiempo de lectura: 4 min

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Pedrell Felipe Pedrell

Este mes de febrero se cumplen 180 años del nacimiento de Felip Pedrell, precursor de la musicología catalana y española. Su influencia, que rebasó el ámbito de la investigación musical, se hizo notar en el mundo de la lírica, en el que se le reconoce como emblema del wagnerismo meridional.

Felip Pedrell escribía en su opúsculo Por nuestra patria, uno de sus textos más famosos: “Hay en el mundo cuestiones que seguirán sin resolver el último día del astro, estas cuestiones son la de Oriente en Europa y la de la ópera española… En España”. Y daba en el clavo. Tanto la problemática del orientalismo de tradición paneuropea, por un lado, como la de la formación de repertorios nacionales, por otro, siguen estando en el orden del día de la musicología y del conjunto de las humanidades. Felip Pedrell (1841-1922) hablaba desde una España que él mismo consideraba casi insalvablemente retrasada en cuestiones culturales; lo cierto, sin embargo, es que haciéndose a sí mismo este tipo de preguntas se posicionaba en el centro de un debate de tremenda actualidad. En ocasión del 180º aniversario de su nacimiento, toca reivindicar la figura polifacética de un Pedrell que fue, además de pionero de la musicología catalana y española, un importante pensador y reformador de la lírica y de la ópera en el país.

© Museu Nacinoal d’Art de Catalunya

Felip Pedrell, retratado por el pintor modernista Ramon Casas

El músico y pensador está considerado, en efecto, como el padre de la musicología española, aunque es difícil asociarlo a una institución en concreto. De hecho, su trayectoria no coincide, ni mucho menos, con la de un investigador corriente. Nacido en Tortosa, Pe­drell estuvo toda su vida vinculado al mundo del espectáculo, desde que accediera, en 1873, a la posición de director de orquesta en el Teatre Circ Barcelonès. Aunque años después pasaría a ser el blanco de todas sus críticas, la zarzuela era el pan de cada día en este su primer empeño, y sin duda fue gracias a ese género que Pedrell penetró definitivamente en el mundo de la creación. Con su ópera L’ultimo abenzeraggio (1867) se afirmaba y se daba a conocer como compositor, y ya nunca dejaría de escribir música. Así pues, es de justicia reconocer que la contribución teórica más importante de Pedrell iba a nacer como resultado de una inquietud creadora.

El nuevo siglo le alcanzó, ya entrado en años, con dos tareas principales por bandera: el establecimiento, culturalmente transversal, de lo que se han dado en llamar los nacionalismos, por un lado; y la fijación del positivismo como método a seguir para todas las ciencias, tanto las naturales como las del espíritu, por el otro.

Nacionalismo y positivismo

La ambición intelectual de Pedrell le llevaría a aunar estas dos tendencias en su convicción, largamente discutida, de que para componer música nacionalista había que apostar por la investigación y el trabajo de campo. Y, efectivamente, es esa actitud la que los expertos reconocen hoy en día como clave para pensar en el nacimiento de la musicología española de las manos de Pedrell. El compositor nacionalista, ocupado en dar con una fórmula que le permita explorar sus raíces identitarias sin por ello tener que renunciar a hablar el lenguaje de la modernidad, se embarca en una sincera aventura formativa: no se trata simplemente de tomar prestados elementos de la música tradicional para luego usarlos como comodines en la composición, sino más bien de llegar a la esencia de esta, para comprender, por ejemplo, qué construcciones teóricas están detrás de lo que la convención académica llama música tradicional. Pedrell se mueve en estas coordenadas, balanceándose siempre entre la reflexión y la composición, entre la teoría y la praxis. El fruto más maduro de su cuidadoso operar según tales convicciones fue, sin duda, la trilogía operística Els Pirineus, con libreto de Víctor Balaguer y cuya versión completa se estrenó en 1902 en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona.

“Su ferviente wagnerismo va acompañado de un desprecio absoluto por la ópera de tradición italiana”

Poco le costaría reconocer, al oyente actual, el parentesco de la ópera magna de Pedrell con el trabajo de Richard Wagner. Escrita en catalán con el máximo conocimiento de causa –el extraño nacionalismo de Pedrell no se deja encasillar nunca como catalán o español, pero su preferencia por la sonoridad del catalán es documentable–, Els Pirineus es una trilogía lírica concebida sin reparos como ciclo wagneriano. De hecho, es en la obra antes citada, Por nuestra música, en la cual Pedrell se declara seguidor incondicional de la propuesta wagneriana. El texto lleva el subtítulo Algunas observaciones sobre la magna cuestión de una escuela lírico nacional, motivadas por la trilogía Los Pirineos, y el autor, en buena parte, le es fiel. Pedrell se encarga de convencer al lector, con argumentos nada ingenuos, de la necesidad de una reforma wagneriana para el panorama lírico español. Su wagnerismo ferviente va acompañado de un desprecio absoluto por la ópera de tradición italiana; sin embargo, si se mira con lupa, se verá que su posición, indefinida entre el localismo y la voluntad de participar de un estilo –de una moda– europea, no dista mucho de la de los compositores españoles de opera seria italianizante del siglo XVIII.

Amplios intereses

Sea como fuera, es innegable que Pedrell dirigió siempre la mirada hacia el norte y que rechazó, por principios, toda actitud purista y chovinista. Su amplísimo rango de intereses le llevó a publicar todo tipo de manuales y diccionarios acerca de los más variados temas, de la música contemporánea al folklore castellano, sin olvidar su importantísima contribución a la difusión de la obra de Tomas Luis de Victoria. Si hoy en día la Biblioteca de Catalunya cuenta con una sección de musicología, es esencialmente gracias a él: su creación fue la condición que puso Felip Pedrell cuando, en 1917, hizo donación de la totalidad de su riquísimo archivo al Institut d’Estudis Catalans.

La cuestión de la ópera española está todavía por resolver, por suerte; que sirvan, las lecciones y las notas de Pedrell, para recordar que hay que seguir lanzándole preguntas a la música. ÓA