Ser padre (2021), de Paul Weitz

Película basada en hechos reales que su protagonista, Matt Logelin, documentó en un libro. Cuenta su experiencia casi simultánea de convertirse en padre y enviudar, pues su amada esposa muere al poco de dar a luz. Afincado en Boston, Matt acepta el desafío de criar a su hija recién nacida Maddy, frente al sentir general de sus familiares, sobre todo su suegra, que le considera poco preparado para ejercer sus tareas paternas. Pero tras un tiempo razonable, Matt envía a las abuelas de vuelta a casa, y pone todo su empeño en conciliar su trabaja de ejecutivo en una empresa con los cuidados a su niña, que crece y empieza a ir a la escuela. Al mismo tiempo sus amigos se confabulan para presentarle a una mujer encantadora, a la que apoda cariñosamente “Cisne”. ¿Pero aceptará Maddy a Cisne, habiéndole enseñado tanto a querer a su difunta mamá? Y más difícil todavía, ¿está preparado Matt para dejar paso a una nueva mujer en su vida, él que estuvo tan enamorado de la madre de su niña?

Estamos ante una cinta bienintencionada aunque previsible, dirigida por el competente Paul Weitz, quien tras debutar con la gamberrada de American Pie, hizo algunos filmes apañados como In Good Company y Un niño grande. Aquí, con un guión cuya autoría comparte con Dana Stevens, entrega un film aleccionador, al servicio de su protagonista y también productor Kevin Hart, que combina el drama familiar –necesidad de aceptar la pérdida de un ser querido, la madurez de la paternidad, la conciliación, la relación con la familia política, el entender y educar a una chavalilla...– con bromas típicas de comedia con niña, podría hacer pensar en filmes como Tres solteros y un biberón y Tres hombres y una pequeña dama, originales franceses, remakes americanos o secuelas. Se ve con simpatía, y procura mantener un tono amable, pero contiene bastantes clichés, por ejemplo las escenas del parque de atracciones o con el colegio de monjas.