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Dirección: Mark Neveldine
Reparto: Dougray Scott, Michael Peña, Peter Andersson, Djimon Hounsou, Kathleen Robertson, John Patrick Amedori, Olivia Taylor Dudley
Título en V.O: The Vatican Tapes
Nacionalidad: USA Año: 2015 Fecha de estreno: 08-01-2016 Duración: 91 Género: Terror Color o en B/N: Color Guión: Chris Morgan, Christopher Borrelli Música: Joseph Bishara
Sinopsis: Angela Holmes (Olivia Taylor) lleva una vida completamente normal hasta que su presencia empieza a provocar sucesos terribles a su alrededor, causando dolor y muerte a todos los que le rodean. Los expertos creen que Holmes está poseída, pero cuando acuden al Vaticano para realizar un exorcismo descubren que su posesión es una fuerza satánica mucho más poderosa de lo que jamás habían imaginado. El Padre Lorenzo (Michael Peña) tendrá que luchar contra el mal para salvar no sólo el alma de Angela, sino el mundo tal y como lo conocemos.

Crítica

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Lo mejor: Olivia Dudley, la única que parece creer en la película.
Lo peor: Su absoluta inconsistencia.

Existe en el Festival de Sitges una sección llamada Midnight Extreme en la que, en sesiones de madrugada, se proyectan películas ultragore muy conscientes de su naturaleza paródica. En estas sesiones, el público vitorea las muertes, cuanto más sangrientas mejor, y hace comentarios en voz alta comentando las decisiones de los personajes para provocar la carcajada general. No es, ni mucho menos, el caso de 'Exorcismo en el Vaticano', una película que parece tomarse muy en serio a sí misma. Pero el resultado global es tan profundamente fallido que uno no puede sino imaginarla dentro de Midnight Extreme bajo la categoría de comedias involuntarias.

Puede que el subgénero de exorcismos esté ya agotado, y sólo desde el descrédito irónico (véase 'El último exorcismo', de Daniel Stamm) sea producente regresar a él. Lo que sin duda parece un error es adoptar a ciegas la fórmula sin aportar nada nuevo. 'Exorcismo en el Vaticano' no sabe qué película quiere ser porque basa todo su posible potencial en la premisa del más grande y terrible todavía. Pero cuando llegamos al instante en que el director Mark Neveldine descubre sus cartas y nos muestra qué quería contarnos con su película, ya es demasiado tarde.

Y es que el film parece no saber en ningún momento cuál es su identidad. El uso de imágenes de reciclaje (videocámaras, cámaras de seguridad, smartphones) es caprichoso pues Neveldine cambia el punto de vista narrativo cuando le apetece. De hecho, la aleatoriedad formal es uno de los aspectos que más inconsistencia otorgan a la película, junto a unas actuaciones ciertamente mejorables (Michael Peña jamás ha estado peor aunque una convincente Olivia Dudley se salva de la quema), líneas de diálogo ridículamente afectadas (hay dos sacerdotes en el Vaticano que cuando hablan parecen recitar a Shakespeare) y una impostura dramática que no deja respirar a un film que sería mucho más saludable si no se creyese tan importante.

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