Crítica de la película Los niños de Winton, con Anthony Hopkins
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'Los niños de Winton': el corredor de bolsa que salvó a centenares de niños judíos de los nazis

Los niños de Winton rescata el recuerdo de James Winton, que salvó centenares de niños de los nazis.

Los niños de Winton rescata el recuerdo de James Winton, que salvó centenares de niños de los nazis.
Anthony Hopkins en Los niños de Winton. | Diamond

Epílogo sentido de la trayectoria vital de un Oskar Schindler británico, Los niños de Winton abunda en la historia real del corredor de bolsa Nicky Winton, que ayudó a rescatar a centenares de niños en la invasión nazi de la antigua Checoslovaquia. El personaje encarnado en su senectud por Anthony Hopkins, tan preciso como siempre, es una suerte de prolongación del salvador retratado en la célebre película de Spielberg, pero enfrentado ahora a una última duda vital: ¿cómo rubricar la misión de una vida heroica no suficientemente bien reconocida? ¿Acaso los tiempos han cambiado y somos así de cínicos como para olvidarlo? ¿Dónde acabarán los archivos de Winton, obsesionado todavía con los niños que no pudo salvar?


La película dirigida por el televisivo James Hawes (televisivo, pero vaya televisión: Slow Dogs, Raised by wolves, Black Mirror) es una especie de epílogo menor al clásico de Spielberg, pero sus buenas maneras y contenida identidad británica encarrilan la acción en todo momento. El film alterna su acción entre los años 40 en Checoslovaquia y 1987, cuando un anciano Winton encara una última misión. El resultado es una de esas pulcras producciones británicas donde todo está en su punto justo, donde nada es melodramático o lacrimógeno incluso cuando podría. En su retrato de héroe de la tercera edad, la película tampoco resulta efectista en su crónica de la persecución nazi.

El peligro de la inexpresividad asoma aquí y allá en una película que no es genial, carente casi por completo de secundarios desarrollados o interesantes, pero a la que tampoco cabe formularle ningún pero a la hora de presentar un mensaje bienintencionado y eterno. Todo está en su lugar en un relato a dos tiempos que, en todo caso, desliza sin decirlo algún recado sobre inmigración en clave contemporánea y nunca aburre al personal.

Lo mejor es, al margen de la eficaz pero muy convencional acción ocurrida en los años 40, el corazón y emoción que Hopkins inyecta en su retrato del corredor de bolsa todavía atrapado en el recuerdo de su acción heroica. El actor de 86 años remata el papel con una desenvoltura que todavía asombra y su humildad va pareja a la del propio Nicky, un hombre al borde de caer en el injusto olvido o de ser devorado por un show televisivo. En ese limbo también se mueve Los niños de Winton, un film correcto y clásico que evita los males del biopic solemne y cuyo último defecto es no resultar particularmente relevante, pero que resulta cálida sin ser condescendiente o explicativa.

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