250. POESÍA MÁS POESÍA: MIGUEL OSCAR MENASSA, IN MEMORIAM - Revista ✍ Poesía Más Poesía ®️ Una revista de Grupo Cero
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250. POESÍA MÁS POESÍA: MIGUEL OSCAR MENASSA, IN MEMORIAM

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VER EL PROGRAMA DE TELEVISIÓN EN MEMORIA DEL POETA MIGUEL OSCAR MENASSA

 

PROGRAMA ESPECIAL EN MEMORIA DE MIGUEL OSCAR MENASSA 19-9-1940 / 25-3-2024

 

YO PECADOR

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PROLOGO

Partir por los caminos
donde anidan los corazones que saben del amor.
La poesía nos acompaña
y nos acompañan aquellos amigos
dulces,
como la nieve que vimos caer en nuestra cordillera.
Águilas marinas y dorados cóndores guían nuestro paso.
Llevamos con nosotros la lepra. El que no se contagia
ciega su ser frente al escándalo de la carne.
Legendarios odres de vino nos esperan para saciar la sed.
Pequeñas estrellas brotan de nuestras manos y se deslizan
silenciosamente hacia el abismo donde acontecen los orígenes.
En ese lugar la luz de las estrellas es insuficiente.
Buscamos el sol. Nuestro destino
la palabra.

 

ARTE POÉTICO

Estamos infinitamente extendidos
porque nuestra tarea es esperar el sol.
Podemos alegremente sobre la tierra
hacer gestos terribles de provocación
y tendernos sin premura sobre la hierba fresca.

Nos mostrarán piedras preciosas
nos tenderán redes de sedas salvajes
y pieles naturales.
Alguno de nosotros caerá irremediablemente
atacado de un golpe de ternura.
Le colgarán seguramente
una piedra preciosa en el trasero
y se dirán de costado
ya caerán
el hombre humano tiene sus miserias.

Mandarán buscar diamantes del África
corales del Indico, mujeres extranjeras.
Nos recitarán poemas por altoparlantes.
Nos mostrarán por televisión (en circuito cerrado)
los inconvenientes de la vida
al aire libre.
Las tormentas al aire libre
pueden ensombrecer para siempre
la mirada de ciertos niños encantados.

Nos hablarán de la importancia del ahorro.
Intervendrá la Iglesia.
Nos entregarán sus mujeres a cambio del silencio.
Nos tirarán flores
piedras
tiros
tiros al corazón a la cabeza.

Nosotros estaremos infinitamente extendidos
porque nuestra tarea es esperar el sol.

 

YO PECADOR I

Me seducen los aros y los colgantes coloridos
las piedras coloradas y los rubíes
y las sencillas violetas en el rincón del patio.
De las vidrieras me atrapan los tonos amarillos
el sol contra la puerta cancel
y el color ocre de la galería en Chiclana.

Hierro forjado a mano por suaves forjadores
en el estilo imperial de la muralla china
hacia el oeste se extendía solemne el patio de mi casa
y hacia el misterio de la calle, el precipicio.
Después del precipicio la plazoleta verde
lejana inalcanzable
como la tierra prometida.
A mí
cuando pequeño
me separaba de la calle una escalera
una escalera blanca
con dos barandas verdes de cedro a los costados.

La idea fija era volar
una tarde, verano en Buenos Aires
el patio era un desierto.

Sólo un valiente se animará a cruzarlo.

Me puse las botas me coloqué la máscara antigás
y en cuatro saltos alcancé el rincón del patio
donde crecían las violetas.
La puerta cancel quedó a la vista.
Mientras los enemigos dormían atontados
por el alcohol del mediodía,
me paré en el primer escalón de la escalera.
Abrí mis brazos. Respiré profundamente
dispuesto a todo
y perdí los sentidos
cuando me invadieron por primera vez
los olores lujuriosos de aquel sombrío patio.

 

CONSEJO I

No te detengas
lo que nada lo puede
lo podrá tu amor
lo que no puede tu amor
lo podrá tu deseo.

Y si tu amor y tu deseo no pueden
el estallido debe haberse producido
seguramente en tu corazón, en tu cabeza.

Repliégate.
Húndete en el mar.

 

CERTIDUMBRE

Puedo ponerme triste
por aquello que nos diferencia
y aquello que nos une.

Me identifico:
Soy un hombre del sur
Parado
los vientos cálidos pasan por mi cabeza
y los fríos
por mis pies.
Mis genitales miran hacia oriente
donde nació mi padre
donde crecen los linos
donde el amor -me dicen- y los ríos
son parecidos en el color y la frescura.

Conozco de los pasos hacia adelante
y de los pasos hacia atrás
de las peligrosas caídas
y de los saltos hacia el cielo.

Tengo
ciertas costumbres extranjeras
en mi país,

hago el amor y sueño.

 

MANIFIESTO

Albatros, albatros celestiales cantores de mis penas.
Sufro porque no conozco el África Negra
porque nunca vi brillar en la espesura de la niebla
diamantes o rubíes o flores escarlatas.
Sufro por el dolor de las mujeres
completando su ser en mi mirada.
Por mis hermanos muertos
de los que sólo cuatro murieron en la guerra
el resto murió al amanecer
de tanto hacer la paz por las cantinas sucias
empolvadas de mierda o de los suaves olores del orín.
Me place mirar a las mujeres.
Me placen las llanuras
allí donde mi amada -potranca azul-
tiende definitivamente su cuerpo al viento y sacia su sed.
Amo yerbas y especias orientales
cálidos aromas
que no diré que me recuerdan precisamente mi infancia
pero sí la infancia de mi padre.
Infancia de los cuentos donde siempre hay un sabio
bajo forma de niño, de loco o de cantor.
Porque no quiero que me devuelvan regalos
ni ninguna de las fortunas concedidas.
Porque quiero leer tranquilamente
en el balcón de mi casa mis poemas. Besar tranquilamente
los senos de mi mujer en las cuatro estaciones del año.
Porque de nada me separo y a nada me adhiero.
Porque cada movimiento será sin lugar a dudas
un movimiento completo que gozará de incompletud
para que no le sea preciso detenerse.
Porque cada vida será porque en el principio fue la muerte
y será completa e infinita hasta morir.
Porque buscar, buscar eternamente no carece de nada.
Tengo y lo sé, esa es la verdad.

 

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SALTO MORTAL

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Agosto 1976, Buenos Aires.

CARTA DEL ADIÓS

Todo poeta
y así he de llamarme de ahora en más
debe escribir -tarde o temprano-
su carta del adiós.

Pretendo todo lo que sea posible
en el recorrido hacia lo inefable,
lo inefable en sí, no me interesa.

Soy lo que se dice un caminante, un viejo marino.

De los puertos,
sólo tenues fragancias,
sólo el color maduro de las fresas.
Mi vida está en el mar,
en las distancias,
en las lejanas sombras de la noche.

Algas marinas y serenas luces de ultramar, guían mi destino.

Toda voluntad será deliberada o no será.
Y habrá quien busque desesperadamente el manto de oro,
las letras del origen.
Habrá quien mate y quien bendiga el inquietante murmullo del recuerdo.
Adoradores del sol,
atletas del olvido,
burdos encantadores de serpientes
Abomino de todas mis pertenencias.
Dejo la nada.
La violencia de un gesto imperceptible,
donde la locura,
la verdadera locura,
es todavía una esperanza.

Hago un tajo feroz sobre la tierra.
Divido el mundo en dos.

 

SALTO MORTAL I

Ahora que el sexo y las drogas están de moda, es hora de partir.

Cantemos
la muerte ha llegado y vive entre nosotros.
Goce infinito para quien olvide,
las cálidas ideas del sol y de las certidumbres.

Morías
mi pequeño animal
                                    para que me fuera dada la muerte.
Aprehensible,
                   cotidiana también ella,
como una puta o como una mirada.

Morías
mi pequeño animal
envuelto en el invierno.
El calor de tu cuerpo
resquebrajó la helada.
El calor de tu cuerpo
resquebrajó mi ser.

SALTO MORTAL III

Te escribo desde una mañana,
desde una mañana verdaderamente gris,
una mañana que se hizo gris a causa de la muerte.

No tengo en mi mirada nada de luz.
Amo los archipiélagos nocturnos,
y los lugares donde el hombre renuncia
definitivamente
a vivir.
Distraigo mi ser con las palabras de mis hijos.
Ellos me recuerdan que lo terrible ya sucedió.

Todo es el desorden de la fiebre.
Fiebre y locura,
castigos esperados,
castigos del alma.
Y ahora por fin,
definitivamente locos,
nos dejaremos hacer el bien.

¿Qué imaginación puede tener un hombre que vive entre cuatro paredes?

2 de septiembre de 1976, Calafell. 
(provincia de Barcelona).

ZARPAR I

Tengo en mi piel todo el murmullo de mis años.
Primera y última verdad
cálida sorpresa.
Certera combinación donde mi nombre
nombra el fin del otoño, el fin de los ocasos.

altas fragancias vienen desde el mar

Anuncio, porque anuncian, la muerte del pasado.
Todo es un cielo azul, todo es mañana.

I

Sé de la sinrazón de amar los muertos
y del oscuro drama de las flores
en la ciudad oculta por el mar.

Mujeres y delirios
sé del amor.

II

Navegante feroz
entierro mi tesoro en el mar,
voy a la deriva.
Soy
el puro deseo.

III

Amante del destierro
-ciudadano del espacio abierto en mi mirada-
cuando gobierno el mar, mi Dios,
son las palabras que pronuncio
cuando hago el amor.

IV

Nada me falta

poseo del mundo
los días porvenir.

V

El que perfora las opacas montañas
y abre con su cuerpo
un nuevo espacio hacia la luz
el Hombre
que hizo del sol una palabra
y su destino.

VI

Atléticos soldados del pasado
desprecio vuestros muertos.

VII

Dispongo de no se que saber
acerca de la nada.
Ella calma mi sed

Ella
es fuego voraz.
Destructora inefable de todos los destinos.

VIII

Cuando miro la tierra
el rugido feroz de la serpiente blanca
que anida en mis entrañas
anuncia de los volcanes furia y deseo
Hirviente lava por doquier.

IX

Tiembla el océano
-muge como una vaca triste-
cuando mi sed por Ella
se detiene en mis ojos.

X

Golpes de viento del destino en el rostro
desvían
en el comienzo del invierno
mi mirada,

Soy
deben saber, entre nosotros,
el que gobierna el tiempo y el espacio.

 

10 de septiembre de 1967, Madrid.

Y los demonios de la verdad, anunciaron la muerte.

Temo a lo más superfluo.
No tener una casa,
no tener pan.
ausencias.

Temo ser todo por venir,
temo el olvido.

Andá y matá.
Extrañas palabras en el oído del que iba a morir.
Andá y matá.
¿ Y de dónde tomaría la fuerza el moribundo?

Mis armas:
estas pequeñas,
amadas palabras,
juntadas al azar.

 

Domingo 12 de septiembre de 1976, Madrid.

Alí donde tiemblan las argollas marinas
tiembla el horizonte.
Vengo de la tierra donde la mierda
crece silenciosa
entre las más bellas flores.

Traigo conmigo un corazón tocado por el oceánico
murmullo
de la muerte.

Dirán de mi, seguramente, que vengo de un país
donde la guerra
tiene sus cantores.

19 de noviembre de 1976, Madrid.

ZARPAR II

Amantes de la delicadeza
hundid junto conmigo vuestras garras atlánticas
en el cuerpo de la bella que acaba de morir.

Dejo el mar.
Construyo en la clara meseta
-por encima de todos los niveles-
la casa del poeta.
Pequeña y cálida torre
donde la mierda y los espantos
azules pájaros
reclaman
el privilegio sobre el siglo.

Pequeño siglo evanescente, habrá
te lo prometo
en el final de tus finales
un pequeño hombrecito de palabras
una pequeña ley
una pequeña oscuridad total.
El hombre del principio nacerá de la sombras.

Tengo un defecto, y debe saberse:

Con los hombres hago la guerra
con las mujeres el amor.

Vivo, como se vivía hace 5000 años.

 

 

11 de octubre de 1976, Madrid.

Un cielo gris,
un cielo pomposamente gris.

Gardel canta como nunca.

Te dije, lo recuerdo,
la libertad no existe.
El hombre está enfermo de libertad.
Y en verdad yo no entendí lo que te dije.
Te dije, lo recuerdo,
que un hombre era capaz de morir para que alguien lo amara.

Cuando te mataron
sentí
que nunca había amado a nadie como a vos.
Luciérnaga embanderada con la muerte,
por su miedo a vivir.
Yo lo sé
el frío del Pacífico te hizo temblar como a una mujer
Temblaste como tiemblan los pájaros de octubre,
un niño en desoladas estaciones.

A veces me imagino que para sorprenderme
eres capaz de resucitar.
No me sorprenderás
Ya lo pensé.
Más, pensé que si quiero
puedo crearte nuevamente.


11 de octubre de 1976, Madrid.

Puedo contar la historia
del hombre que se dejo matar para olvidarme.
Soy
el que produce pasiones desmedidas,
el sabio loco.
Todo lo invento
todo lo invento mal.
Deseo la lluvia
y Ella
aparece perfecta.
No se deja pensar.
Soy
mi propio registro,
no figuro en los libros.
Sepan:
leer mis escritos no alcanza
Les aconsejo:
hablen.

 

12 de octubre de 1492, puerto de Cádiz.

Hoy desembarcamos,
después de cincuenta días de navegación a la deriva.
Los nativos parecen hoscos y distantes,
la ciudad está vacía.
¡oh! las palabras.
En tierra firme todo es diferente,
una cierta incertidumbre frente a la arrogancia de los terrestres,
hace que se note,
que somos grandes marineros.
Mantener nuestra clandestinidad se hace difícil.

Hablamos la misma lengua que los nativos y sin embargo,
en mis mejores soldados anida la duda,
una jubilosa y furiosa duda acerca de todo.
Acerca del cuerpo y la palabra y todas sus endemoniadas,
posibles combinaciones.
Canta la vida entre mis manos.

Los nativos desconfían de nosotros,
nosotros desconfiamos de los nativos.
Naves indestructibles,
extraño vuestros deliciosos delirios.
Amo del recuerdo,
vuestros estallidos, vuestra maravillosa crueldad.


12 de octubre de 1976, Madrid.

 

Fumo el último cigarrillo y juego con los niños.
La idea del desierto me hace mal.
Sensación de perdida de límites.
La mente,
toma proporciones incalculables.
Tengo miedo,
cualquier desconocido,
se dará cuenta,
que tengo un alma.
Navego en la inmensidad de mi fantasía,
ataco sin piedad todo saber.
Miro las letras de la máquina y me pregunto,
¿Qué son las letras? ¿Qué son las mujeres?
Todo perdió sentido.
Lo único que tengo entre las manos son trozos del ayer,
su boca,
su perfume,
su pelo negro al viento.
Pequeños trozos del ayer entre mis dedos,
locas amantes,
hombres desesperados.
Trozos de amor,
trozos de deseos,
pequeños trozos de carne en otras carnes.
Almas, mis almas,
¿dónde estarán mis almas del pensamiento y la locura?
Tanta espiritualidad
también
me da asco.

 

28 de octubre de 1976, Madrid.

Espero con paciencia que la vida ocurra.
El estilo oriental,
me cae bien.
Todo es lento en un pueblo donde la civilización
ha hecho sus estragos.
Mis días no tienen tus historias,
tienen una ventana a una ciudad,
tontos recuerdos de sangre
y ausencia de palabras.
Instalado en la vejez,
pienso que los padres,
los verdaderos padres no mueren,
ellos son sus palabras.

Todo pasado que no se transforme en escritura,
será
vano perfume nocturno
Escribir de la lenta y tediosa vida, me resulta difícil.
Contando tercamente el dinero,
sintiendo,
que esta vez,
no podré
Todo estaba preparado antes de que yo llegara,
y sin embargo
no se podrán desentender de alguien que tanto los conoce.
Soy
se lo digo a Ella en una carta,
el antropólogo de la sociedad contemporánea.
Comida y esas cosas creo que tendré.
Vivo entre ellos, mando mis hijos a sus escuelas
Estoy bien, sólo me interesa la vejez,
los mecanismos de la muerte.

 

6 de noviembre de 1976, Madrid.

Una mezcla del azar
trajo hasta nosotros,
el enjambre de sueños.
¡dulce dueña de la imaginación!

La torpeza de mis movimientos, es indescriptible.
Me pregunto, si el sexo es lo antiguo,
o si estamos
bajo los efectos
de una exuberante represión.

No padezco de estadillos.
No deseo volver.

¿y sin drogas y sin sexo,
dónde quiere usted señor Menassa, llevar la sociedad?

 

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LA PATRIA DEL POETA

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Es un libro publicado en Madrid en 1991 dedicado al Siglo XX in memoriam.

AL SIGLO XX

in memoriam

Fin de siglo, te muerdo las entrañas
arranco, una a una, tus vísceras.
Pongo a tus filósofos en formol
para que tu estupidez tenga su museo.

Inyecto en tu garganta reventada
venenos de luces y palabras rotas.
Acreciento el castigo sobre tus ojos ciegos.
No te veo morir, te abandono.

 

Se publicó después de Un argentino en España, 1987, Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta y psicoanalista, 1987, y El verdadero viaje, 1988. Se compone de 7 secciones: Cifras del ser, Nacimiento del poeta, La vida del poeta, La patria del poeta, Murmuraciones del poeta, El adiós del poeta y Predicciones 2000.

 

MENOS UNO

A mi padre

Cuando morías, aún, vivía encadenado
y casi muero contigo entre cadenas.
Después fui levantando la cabeza
y un lazo de tristeza nos unía:

ser extranjero como vos,
sin padre como vos,
esperando,
en la próxima muerte,
mi muerte.

Recuerdo tus ojos a mi edad, llenos de fe,
con el brillo de quien espera de la vida,
todo,
el mundo, tu familia, tus hijos por doquier.

Te veo cavilando, solo como una roca, mi destino.

En medio de tus cavilaciones, alto y fragante,
con aquellos aromas del humo y del jazmín,
breves relatos de tu infancia.

Galopando ciego en tus ambiciones descubrí el universo

Busqué entre las estrellas un trozo de tu cuerpo
y todo era luz.

Palabras de tus palabras
sigo soñando el cuento aquel donde todo era amor.

Aferrado a tu manera de decir las cosas
guardo silencio.

 

POEMA CERO

En Madrid aprendí a mirar el cielo.

Contra la roca seca, meseta árida,
encontré mis límites.
Supe decir que no todas las veces,
como un enamorado, alguien,
dispuesto a todo por permanecer.

Recordé a mi madre tantas veces
Recordé a mi padre tantas veces
Recordé a mis hermanos.

Fui una herida sangrante.
El odio hizo de mí, lo que quiso
y como tampoco podía vivir,
tracé con mi ignorancia nuevos caminos.

¿quién es quién en esta meseta desolada?

¿quién el último vestigio de la pureza?

¿quién capaz de soportar el rumbo de un poema?

Dejé mis manos tendidas al sol
y descendieron por ellas pequeñas estrellas marinas,
anunciando para el hombre que me tocaba ser,
como destino, la palabra.

Después partí mi vida en dos.
Fui el ángel exterminador y la locura,
magnífica locura:
me olvidé de todo,
del tango,
de vos.

 

ARTE POÉTICA

Poesía, lo sé, mientras te escribo,
dejo de vivir.

Entrego, mansamente, mis ilusiones,
mis pobres pecados proletarios,
mis vicios burgueses y, aun,
antes de penetrar tu cuerpo,
-tapiz enamorado-
abandono mi forma de vivir,
miserias,
locuras,
hondas pasiones negras,
mi manera de ser.

Vacío de mis cosas,
abanderado de la nada,
transparente de tanta soledad,
invisible y abierto,
permeable a los misterios de su voz,
intento,
rasgo sonoro sobre la piel del mundo
la piel de la muerte
la piel de todas las cosas.

Poesía, sobre tu piel, rasgos sonoros,
esquirlas apasionadas,
imborrables astillas de mi nombre.

 

XIII

 

Escribir,
hasta romperse las manos escribiendo.

Del hombre,
sólo amo su futuro, sus explosiones.

Me debo a mí
y, me debo, a todo el universo.

Me veo cantando las vidalas
hasta quedar si voz.
Me veo mirando las estrellas
hasta que mis ojos queden sin luz.

Abro la boca
y miro cómo el mundo se parte en mil pedazos.

Áspera roca,
estoy empecinado en creer,
que todo cambiará.

 

LA PATRIA DEL POETA

I

 

Voluptuosa semilla, aquí me planto
y creceré y, aquí, echaré raíces
y tendré brotes que, a su vez,
tendrán otros brotes.
Decreto a la reseca meseta castellana,
la patria del poeta.
Arrancaré perfumes de tus rocas,
como de flores de la estación del sur,
y alguien dirá:
antes de los colores del poeta,
vos,
eras gris.
Y yo recordaré:
haberte pintado los labios con mi nombre.

Sobre el verde aroma del limón,
-caballo de los astros-.
Indio de luz,
cobre rasgado por el oxígeno vital,
mi poesía,
pulmón del universo.

Líquenes cenagosos
y alforjas repletas de manzanas,
detenidas en el tiempo del frescor.

Inmensidad,
verde infinito,
sesgo del sol,
entre las cejas del profundo mar,
atlántico silvestre.

No veis que soy el que os saluda,
desde más allá de las más altas cumbres,
más allá de los oscuros cielos de Dios;
desde la profunda galaxia de lo verde.

Meteórica expansión del arco iris,
soy un color que ya no tiene,
el blanco,
de la pequeña pureza inmaculada,
ni el manto negro de la muerte,
desolada,
ni los ojos sangrantes del rubí.

Soy del celeste cosmos y del sol,
la conjunción marítima y alada.

Mi voz,
es el rasguido de la guitarra astral.
Mi canto,
es el sonido gutural del tiempo.
Canto y estallo cada vez,
y cada vez,
me desintegro.

Pierdo mi ser entre fragmentos
y en ese vacío de nada y de color,
porque ya no seré,
recorro los espacios infinitos,
montado en verde luz,
pradera de los cielos
Pampa,
tendida en las alturas.

 

MURMURACIONES DEL POETA

 No sólo se vive de escribir poesía.
                         Una que otra mirada al destino siempre hace bien.
                        

                          Darse cuenta que la cultura resucita sus muertos 
                          contra lo que nace y, también, por las dudas.
                          Nací antes de tiempo,
                          lo que deseo me lo darán dentro de unos siglos. 
                          Soy un poeta sin padre y sin madre.
                          Y no quiero ingresar en ninguna cultura,
                          porque fuera de mí, la cultura,
                         repite viejos vicios, canciones olvidadas, antiguas.

No sólo no les pasó el psicoanálisis,
tampoco les pasó la bomba atómica:
Hongo mutilador,
me deformo al compás de tus radiaciones
y, en esa mutación,
se transforma conmigo la Poesía.

Deformidad para Ella, también, la sublime.

Abro su pecho y en medio de su blancura estúpida,
hago estallar una canción de sangre
y de petróleo humedecido por el llanto de mil generaciones
y no habrá forma que soporte semejante grito.

¡Tengan cuidado las Academias!

¡ Ha llegado el Poeta!

Y esta vez, el poeta, no es un niño desolado
que, solitario e indefenso, busca almas gemelas
y escribe poesías porque si no…
Esta vez el poeta tiene, claramente, odio en su mirada,
en su mirada tiene ejércitos, hombres, mujeres,
millones de palabras en cualquier dirección,
fuera de toda enciclopedia.

De noche,
tumultuosas estrellas como ideas se fragmentan por ser,
los sentimientos quedan arrinconados, maltrechos,
todo es grandeza.

Puma, Poeta de la Noche,
descifro mi propio epitafio:

murió porque murió,
era una alondra,
vestigios de una raza,
fue la piedra y el viento.
Sonora voz,
arpegios de lo humano entre los soles.

Soy no soy,
la triste flor que se derrama frente al fuego.
Fruto maduro, y sin embargo,
simiente poderosa.
Muero y me reproduzco y a la vez
danzo compases cósmicos,
-ruidos, como de bronces haciéndose pedazos-
perfiles del tiempo donde mi saber,
alcanza la dimensión de la carne:
ubre maligna, contagiada de las peores libertades
carne en la poesía
y en esa ráfaga sin dimensiones,
-primer vagido del hombre
contra su propia razón de matar,
contra su propia razón de vivir,
grito gutural y deforme,
contra la propia garganta de la muerte-
el Hombre a sus anchas no se deja medir.

Sin Dios,
combinando todas las palabras,
sin encontrarlo.
Librado a su propia suerte,
a caballo de la poesía sobre los sentidos,
buscando nuevos horizontes.

Y en el encuentro con lo nuevo,
la plenitud es el orden de todas las cosas,
porque lo nuevo, cuando tiene la presencia de ser,
calma la sed
y el hambre
y los deseos
y no se detiene
cuando se ensombrecen los rostros más bellos,
porque la belleza es su movimiento
y en ese devenir enloquecido, antes de envejecer,
deja su luz entre las sombras.

Esos días se descansa, se come pan,
se beben naranjas heladas y se sueña.

La Poesía esos días lo puede todo.

Emborracharnos de naranjas heladas
hasta que nuestro cuerpo,
tenga el color de los frutos maduros
y las piedras hablen
y las gaviotas se hundan silenciosamente en el mar.

Y cuando lo nuevo es inasible, Poesía,
por haber tejido su ser entre tus mallas
y cuando las ambiciones de lo nuevo son infinitas
por haber surgido invisible de tu ser invisible,
deja, también, cuando desaparece,
-hombre y, a la vez, felino de la noche-
sobre tus vaporosas pieles
-de su paso deforme por la vida-
huella feroz,
indeleble desgarro multiforme en tu belleza única,
monstruosidad,
crecida al amparo de tus senos nevados,
fuera del alcance de tus límites,
silvestre y desmedido origen de mi canto:
tu piel,
arrancada de su lugar y, todavía,
bella.

 

ADIÓS CULTURA MI SEÑORA

Cuando pequeño escuchaba hablar a los mayores:

Ella, un día, abriría sus puertas,
para que yo entrara, por fin, a la vida.
Joven príncipe entrando al palacio que le corresponde.

Yo crecía
y mis amigos crecían
y todo era esperanza.

Estábamos aniquilados por una ilusión:

Ella un día abriría sus piernas, sus puertas, sus ventanas
y nosotros entraríamos en ELLA como ELLA en nosotros
y, en ese instante, el reino de los cielos en la tierra,
sería la cultura.

Con el tiempo, esperando y haciendo nuestras cosas,
-esperando de día, haciendo nuestras cosas por la noche-
fuimos transformando todas las ilusiones en banderas.

Salimos a la calle para gritar:

¡la cultura es nuestra!

¡la poesía al pueblo!

¡la mujer a la poesía!

Gritábamos de todo, después,
percibimos los aullidos de Hiroshima,
empobreciendo cualquier dolor.
Dejamos de gritar.
Con los dientes apretados,
con una palpitación interior, increíble,
como si la vida fuera eso, apretar los dientes.

En la quietud de ese silencio pasaron años.

Éramos empecinados, amábamos con fervor las ilusiones
y esa pasión entre los hielos,
fuego brutal que aún me sobrevive
y canta en el propio centro del silencio mortal,
-que me sobrecoge para matarme-
una canción,
última entre tus brazos.

Adiós,
viejo deleite cuando niño
y pensaba llegar a las estrellas.
Mi señora, guardaré en mi corazón las huellas
de haber hecho el amor con usted y algún día,
no me lo perdonarán y, sin embargo, me confieso:

Yo fui feliz entre sus carnes de violetas

Cuántas veces un soneto hizo estallar mi corazón de porvenir.

Cuántas veces la armonía, la perfecta armonía, vuestro Dios,
hizo que de mis ojos cayera una lágrima.

Y acunando a mis hijos,
supe recitar, acompasadamente,
de los grandes poetas, los mejores versos.

Y viajé por las sílabas buscando la longitud exacta de la noche.

Y calculé el destino de una vocal durante años.

Y me até a las palabras.

Y viví maniatado entre las hojas de los libros.

De seguir por ese camino me tocaba la gloria,
más, una tarde, inexplicablemente, comencé a crecer.

Las palabras no cabían en las frases.
Las frases se caían de la página.

Mis sentimientos agrandaban el corazón del mundo peligrosamente.

Y al caminar,
tropezaba con las palabras
y caía.

Una
y otra vez.

Y las palabras se metían por mis ojos abiertos
y me dejaban ciego, y ahí,
precisamente, vacío de negruras,
transparencia donde la blancura hace pensar en el infierno,
la Poesía me tendió su mano y en esa algarabía,
-borrachos de habernos encontrado-
rompimos,
trastabillando juntos, todas las barreras.

Ella deformó su ser en el encuentro
y yo,
entregué mi vida en el adiós.

 

ADIÓS, PUES

Adiós, pues el poeta ha de seguir viajando.
y si mi amor os desgarra al romperse,
ese es el sonido, fuerte, de la libertad,
ruido de cadenas haciéndose pedazos.

Adiós, pues ya he estado aquí, en mi sitio.
Y os entregué mi amor, mi cuerpo hecho pedazos,
la voz clarividente de mis versos
y esa mirada mía, abierta al universo.

Adiós, pues el poeta ha de seguir viajando
y como alguien me ha amado en este pueblo
y como alguien, seguramente, alguno me ha mirado,

no lo pienso más, antes de irme,
antes de comenzar la nueva travesía,
toco esos labios, beso esa soledad.

 

POESÍA 2000

Deshojados rumores del tiempo
se abanican sobre mi cuerpo ya dejado de lado.

Son instantes que huelen a podrido, a carne agusanada.

Dejo volar mis manos
y el fin de siglo se conmueve por la pureza de mis gestos.

El apocalipsis esperado era esta página.

En medio de la guerra,
en medio de la guerra atómica,
en medio de otras guerras,
la guerra sucia, la guerra fría.
En medio de la droga, la pólvora,
la mutilación, la muerte,
el sida silencioso,
ha nacido el poeta.

Aquí me tenéis, soy el ejemplo posible.
En medio exacto de la locura universal,
vivo, no padezco de nada y cuando canto,
es una carne ajena la que canta en mi voz.

Soy los arrebatos inquietantes de la lengua,
una serpiente aligerada de su propio veneno,
sólo el movimiento de reptación al infinito,
luces perdidas negros senderos del silencio.

Soy un humano terrestre, lleno de algarabía,
la luz, que se bebe el futuro para contarlo.
Voz sin ecos, equilibrada voz sin ecos, voz.

El hombre me esperaba, suave caricia desgarrada,
que dejará en el inocente terráqueo sin medida,
sonora resonancia abierta, huellas de libertad.

 

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LA MUJER Y YO

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La mujer y yo es un libro de Miguel Oscar Menassa publicado en el año 2003 dentro de la Colección Poesía 2001 de la Editorial Grupo Cero. En él el poeta viaja por las conversaciones de una pareja, que son muchas parejas, descubriendo el continente desconocido, bautizado por los teóricos como el continente negro que es la mujer, que son muchas mujeres puesto que La mujer no existe. La no es el significante que la representa y que abre a las significaciones de la teoría para ser descubierta en el enigma de lo femenino. Hembra de fuego. Poesía.

El autor explica en otro lugar cómo el libro le fue siendo impuesto, más allá de sí mismo, dictado, a pesar suyo, desde el comienzo. Se trata del universo de la mujer que debe producir su propia libertad y que se encadena a sí misma. Pero una mujer sin un hombre no existe, porque hay hombres que ambicionan su deseo. Sensibles al amor. Y quizás por eso decía Lacan de su inexistencia porque siempre hay desencuentro con la verdad de sí misma, contingente al padre que siempre la acompaña y la madre que vive en sus entrañas en relación con otra mujer.

Hembra de luz queda diseccionada en el papel. La poesía lo esperaba y el escritor la ama a través de ella. Se desnuda para mostrar sus tendencias, que no son solo psíqicas, sino sociales. Muy cercanas a lo pasivo, derivado del resto de la operación de castración.

Encontramos en la poesía de Menassa la materialización de esa nueva mujer en la historia de la literatura universal. Con antecedentes en algunos libros como “una mujer libre” de Armand Salacroix o “Entre mujeres solas” de Pavesse, y la mujer en la poesía de todos los poetas, capturada en sus variaciones sobre el tiempo con una brújula de lo que no envejece. Y por supuesto, la mujer freudiana. Superando la concepción de mujer como mujer fatal o manipuladora (posición histérica), a una mujer conversadora, que habla con el hombre, que lucha por su goce y su deseo, que reclama su lugar en la página y en la construcción de un mundo femenino, pero que le cuesta desprenderse de su propio sometimiento maravilloso y siniestro (posición castrada).

Develando algunos misterios sobre su relación con el dinero, con su propio deseo, con el hombre que la somete a un pensamiento, inherente al propio designio social, aunque no exista, puesto que es ella y su deseo la que dicta lo que escribe el escritor, desde Diótima, se repite en la misma historia, con las variaciones derivadas de un escritor distinto, que le entrega la posibilidad de escribir y la enseña a trabajar y le muestra cómo fue engañada, por el siglo XX y también por si misma. Ahora goza del beneplácito de los dioses hombres para conquistar su libertad, para poner su propio nombre junto al del hombre y producir su propia historia mediante un vocabulario riquísimo y concreto.

Menassa, en este sentido, rompe la baraja del sexteto, padre, madre, hombre mujer, muerte, mujer. Y produce una escritura que tratando de escribirla la genera.

Gracias Maestro por esta posibilidad para la humanidad. Esta burla subversiva del hombre y la mujer actuales por y para los hombres y mujeres futuros.

Virginia Valdominos

 

“LA MUJER Y YO” 2

Yo, antes de conocerlo, me creía viviendo,
hasta llegué a decirle a mi madre que era feliz
y para él, todo lo mío era insuficiente.
Un día me llegó a decir que, si lo amaba,
que si gozaba con sus cosas, debía decírselo.

Una tarde, en el colmo de la crueldad,
me reprochó que nunca, nunca,
le había dedicado ningún poema.
Yo, esa tarde, lloré con desesperación
pero él estaba ensayando la crueldad
y me dijo:
Llorar, siempre has llorado para mí
pero nunca me dedicaste un poema.
Yo, ahí, tenía intención de matarlo
pero no tenía fuerzas para hacerlo
entonces le pedía que me pegara.

Él, esos días, ni me pegaba ni nada,
él esas tardes lo sabía, lo adivinaba,
esas tardes grises la asesina era yo.
Pero él era, verdaderamente, cruel,
su crueldad, amigas, no tenía límites:

Se quedaba, ahí, quieto, como muerto,
días, semanas, meses enteros, siglos y,
después, cuando ya nadie lo esperaba,
ni mis amigas, ni siquiera yo misma,
él, de golpe, nacía nuevamente al amor,
distraído en un beso, iluminado de caricias
y pasaba, entre nosotras, como una ráfaga
de incendio y velocidad y fuertes aullidos
como si amor y sexo estuvieran uniéndose
precisamente, amiga, en nuestros cuerpos.
Y cuando estábamos a punto de conocer,
de lo imposible, un rasgo inexistente,
él se quedaba ahí, quieto, como muerto.
Y yo llamaba a mis amigas para revivirlo
y, ahí, era donde su crueldad era infinita:

me obligaba con razonamientos absurdos
y, totalmente convencida por sus palabras,
terminé haciendo el amor con mis amigas
y ese goce me volvía, perfectamente, loca
y fue, también, por eso que no le vi más.

Comencé a leer sus versos en secreto
para que nadie viera tanto amor,
pero todo el mundo se daba cuenta:
cuando estaba a su lado
mi cuerpo se incendiaba,
cuando se alejaba de mi lado
mi pensamiento para alcanzarlo
se incendiaba y tocaba el dolor,
pero yo leía sus versos en secreto
para engañar al mundo entero
que era su cuerpo lo que amaba,
para que, él, no se enterara nunca de que,
yo, estaba enamorada de sus versos.

“LA MUJER Y YO” 12

Destierro de mi vida el llanto,
lastimero, por lo que no tendré.
Observo con inteligencia varonil
lo que ya nunca habrá y no lloro,
no maldigo haber nacido hombre
ni que hayan existido antes de nacer
las veredas, el canto, el sexo abierto,
la locura, las calles alumbradas,
el terraplén, los pájaros cayendo.
Que hubo antes de mí, hermosas mujeres
que amaron a otros hombres, tuvieron otra piel.

Acepto sin rencor provenir del polvo
en todos los sentidos, tierra y amor,
sexo y delirio, todo polvo del polvo.

Quevedo aquí, Vallejo a mi costado,
Machado doliéndose del camino hecho
y tú y yo y el mundo, amada, que nos traga,
si no dejamos de llorar no veremos el sol.
Así, le dije, que lo decido hoy mismo,
aquí contigo en nuestra propia casa:
Los muertos no existen, ya están muertos
no sé porqué, dolidos, seguir llorándolos.
Y la vida, exactamente, plena, no existe,
¿para qué seguir ambicionando eso?

Sin sufrir por lo que ya no se ambiciona,
sin llorar ni a los idos ni a los muertos,
comenzaremos a escribir un nuevo verso
y ese verso, clave del tiempo atravesada
por la pequeña alegría personal
de sentirnos felices sin nada que llorar,
morirá para siempre la pobreza,
el mal querer, la angustia por el sexo
pero nunca habrá ni paz, ni libertad
y seremos bellos, altos, bien alimentados
y nos pasaremos siempre haciendo la guerra
contra los feos, bajitos, mal alimentados…

A ver, mi amor,
me dijo ella al borde del enfado,
un verso llano, posible, cerca de la tierra
sobre el que se pueda caminar sin sobresaltos.
Un verso que nos diga la verdad de la vida,
que nos hable con claridad del dolor,
de la pequeña esclavitud de las mujeres,
un verso, querido, que haga la guerra
y que lave los platos con nosotras.
A ver, querido, un verso, que me libere de ti
quiero verte decir, sereno, en algún verso
que tu amor podrá sostener mi libertad.

Abre la celda donde me custodias,
libérate en un verso, vuela fuera de ti.
Mirad, mujeres, mi hombre se arrodilla
al paso, inquietante, de la bella.
Escribe, amor, en un poema, que tu amor
ilimitado y eterno, terco e infinito,
es capaz de alegrarse con mi partida
y esperar que yo crezca para amarme.
A ver, querido, escribe en un poema…

Compulsado por ella intenté decirle la verdad:
Fumo y escribo desde los doce años,
cuando me dejan solo me masturbo
y estoy contento siempre sin saber porqué
y a ti te amo porque sí, sin apenas motivos.
Por eso, ahora, quiero extenderme
en un verso sencillo, en plena tierra,
en el centro mismo del asfalto
para poder amarte sin murallas
y entregarme fatal a tu ceguera
y dejar escrito en algún verso,
amo su libertad, amada señora
y más que eso,
la pienso todo el día en libertad
y nunca pude comprender porqué
te quedabas, sumisa, a mi lado
esperando que yo consiguiera
alguna libertad y te la regalara.

Después, llegué a pensar que no me amabas
que estabas a mi lado porque mi belleza
mi manera de entregar mi cuerpo al amor
te defendían de Dios y un poco de tu madre.
Y, luego, algunos sucesos sin mayor importancia,
siempre necesitabas un dinero que nunca tenías.
Eras terca y celosa de la manera más sencilla,
“no quiero, no quiero, no quiero y no me importa”
y te abrías de piernas y cerrabas tu corazón
y yo, no te comprendía pero te amaba,
te amaba con fervor, sensible a tus palabras
siempre te hice creer que te deseaba.
Que era yo el que quería esto o aquello,
trabajé duramente hasta conseguir
construir en el mundo tus ambiciones
pero te hacía creer que mías eran tus ideas.

Ella me interrumpió convulsionada para decir:
es verdad que hay cosas que Dios no me permite
y de preferir
preferiría que mi madre viva para siempre
y, también, es verdad, que ciertas tardes
se hicieron algo más claras con tu dinero
pero yo, mi querido, quiero dejar claro
que no soy ni terca ni envidiosa y
me gustaría recordarte sin malas intenciones
que la primera escena de celos me la hiciste tú.

Y desear, mi amor, ¿quién entiende el desear?
Tú me deseas, me deseas, así quieres que crea
pero sólo me besas cuando siento ese ardor,
cuando mis labios se incendian de locura.
Tú me deseas, tú me deseas, así lo dices
y yo ni puedo, siquiera, tolerar la ternura,
pero cuando yo transcurro indiferente,
a tus caricias, a tus besos ardientes,
sin pronunciar gemidos ni palabras,
enloqueces, de sentirte impotente
y cuando consigo pensar en otra mujer,
el deseo, mi deseo por ella corroe tus
entrañas y como un niño gozas y juegas como un niño,
y como un niño sólo vives por mi deseo.

No quise responderle, mas le dije:
Mi madre vive en ultratumba,
en un paraje, por mí, desconocido
y niño soy y seré siempre, mas no alcanza
y en cuanto al goce te diré: estás en lo cierto,
un hombre sólo goza si ella lo desea
y cuando ella se equivoca y desea con fuerza
que él vuelva del mundo derrotado y triste
el hombre vuelve a casa triste y derrotado
y ella, entonces, alcanza el cenit de la magia
resucita al moribundo y le concede un sueño:
Sueña que eres feliz, querido, que nunca te engañé,
que siempre fuiste sincero de tu parte, verdadero.

 

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EL HOMBRE Y YO

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EL HOMBRE Y YO 5

Ella me quiere para sí,
mas siempre dice no.
Después, cuando se duerme
cansada de luchar,
sueña que el mundo
se detiene a su lado
y ella abre sus piernas,
abre sus piernas
y ya quisiera ser,
totalmente, del mundo
y ya quisiera
que el mundo se haga carne
y el mundo, ensombrecido,
sueño o prisión, desaparece
y ese pozo sin luz,
ese vacío es,
justamente,
lo que la mujer ama.

EL HOMBRE Y YO 9

Y hubo hombres en mí
que desde la mañana
ya estaban satisfechos
y cansados y se quedaban acostados,
quietos, como muertos
esperando
que alguien los amara.
Y alguien los amó,
droga o mujer sin rumbo
y, el pobre hombre,
que ya no sabía hablar
se quedó ahí
donde había estado
siempre
toda su vida quieto,
como muerto.

 

EL HOMBRE Y YO 11

Nada nos será dado de la libertad
sin arrancarla de nuestros corazones.
Sexo que no consiguió
sino el poema.
Locura que brilló,
sólo un instante.

Fueron palabras
todos mis odios,
todos mis amores,
el sexo y la locura
fueron palabras
hasta la libertad,
sólo palabras.

EL HOMBRE Y YO 15

Ella en mí
se encontraba y desaparecía
mas cuando asentaba su poder
sobre mí,
estaba todo el tiempo
pero invisible
y no era que el sexo se podía
o no se podía
o que la libertad se permitiese
o no se permitiese.

Sexo, locura y libertad,

tienen en común
cuando se dejan caer
sobre los hombres,
cuando consiguen
invadir sus células,
cuando penetran
por su respiración,
cuando contaminan
todos sus decires,
lo hacen con tal fuerza,
con tal soberbia ganadora,
que el hombre,
el hombre poderoso,
el de las armas hasta el corazón,
cual leve mariposa,
es capaz de morir,
libre, enamorado,
y totalmente loco.

Y la mujer que todo aprende,
aunque no diga nada,
y que no quiere morir
aunque se muera,
decide vivir libre,
enamorada y loca
aunque nadie
se lo permita o quiera.

EL HOMBRE Y YO 17

Ella quiere
y no quiere todo el tiempo.
Él quiere siempre
o no quiere nunca.
Es imposible una foto con los dos y,
sin embargo, se casan, viven juntos,
tienen algunos hijos,
se enferman y se mueren,
los dos el mismo día,
casi a la misma hora,
pero nadie puede decir
que se hayan conocido.

 

EL HOMBRE Y YO 20

Y el dictador
soberbio y despiadado
que me obliga
todo el tiempo a matar,
enajenar,
despedazar o pervertir,
todo lo que no piensa
como piensa él.

Y después en el mundo
sólo viven sus sueños.
Esos días,
cuando el tirano me doblega,
no existe la belleza,
ni el rubí, ni la flor,
ni el amor, ni el odio,
ni siquiera el poema.
Todo el goce,
todo el placer que existe,
nadie puede gozarlo
sólo el tirano.

Y para mí,
sólo queda soñar,
soñar, intensamente,
que algún día,
cuando el tirano muera,
podré vivir en libertad,
conocer el amor
pero ya será tarde:
si espero,
para sentirme libre,
que el tirano muera,
al morir el tirano
me daré cuenta
que el tirano
soy yo.

EL HOMBRE Y YO 21

Tengo, también, conmigo,
la pordiosera joven
que no quiere,
por nada del mundo, trabajar
y el médico comprensivo
que vive, intensamente,
todas las enfermedades,
aun las que no existen,
y una bujía loca
que se enciende y se apaga,
sin tener en cuenta las estaciones
ni mis estados de ánimo,
ni las guerras.
A veces,
cuando intento amar
en las penumbras
la bujía se enciende
iluminando todo con locura.
Lo que quería ser secreto,
se hace público y, tampoco,
nadie le encuentra explicación.

EL HOMBRE Y YO 22

Y, a veces,
soy la mujer sembradora
de todas mis desgracias,
de todos mis fracasos.
Quiero que alguien me ame
pero no quiero amar,
quiero vivir como una reina
pero no tengo rey
y cuando me empobrezco
por haber creído
tener lo que no había
y no tenía nadie,
quiero que el mundo todo,
sostenga mi locura
que es, precisamente,
vivir sola en el mundo
y cuando mi amado
venga a preguntarme
qué hice
con nuestro amor grandioso
yo le diré: no me di cuenta,
no me di cuenta
que lo nuestro era amor,

no me di cuenta
que las plantas se riegan,
no me di cuenta
que un bebé necesita
el calor de una piel
y ser amamantado.
No me di cuenta
que el amor no existe
a menos que lo hagamos.
No me di cuenta,
y esto lo más terrible,
que nuestra poesía
era poesía.

Y tuve envidia
de todo lo que crecía
y hubo días terribles,
desconcertantes,
donde llegué a envidiar
el crecimiento
de tus blancos cabellos,
de tus uñas.

Y, después, tu ropa,
tu elegancia al hablar
la manera
en que otras mujeres te saludaban,
el modo libertario de utilizar el dinero
que ganabas en tus horas de trabajo.

Todo me parecía indigno para mí.

Cuando me dabas algo de dinero
que, por otra parte, nunca fue tanto,
lo tiraba
y ese día me quedaba sin comer
pero mis manos seguían limpias.
Y cuando gozaba
sexualmente en tu presencia,
me mutilaba,
entorpecía mi cerebro,
en lugar de gozar
me ponía celosa y deliraba.
Te perseguía,
me salían granitos en el culo
para avergonzarte
de lo que habías hecho.

Cualquier detalle sin importancia
en la cocina
o en el baño
o sobre la mesita de noche
o una fotografía antigua
donde sonreías,
todo lo utilizaba
para hostigarte con mis delirios
y, a decir verdad, me gustaba,
me hacía gozar
verte enfurecido con mis cosas y a pesar
que siempre tuve miedo
que un día me mataras
yo gozaba con eso:
hacerte enfurecer.
Una alegría honda, nunca vista,
invadía mi ser cuando mis palabras
rompían el pedestal que te sostenía
y tú, caías, humanamente hablando,
en mi boca y eso,
era para mí, todo el amor.

 

EL HOMBRE Y YO 36

He de morir un día
y un día he de vivir
y cuando mis manos
pierdan la alegría
morirá un poeta.
Y es una casa limpia
lo que ambiciono
para el lejano y cercano
día de mi muerte.
Una casa vacía,
sin puertas,
sin ventanas,
sin nadie
que quiera tomar el sol, el aire.
Mis seres queridos
preparando la fiesta
y a mi lado,
dejándome morir,
el rugido inmortal
de los cien mil poetas
que hicieron, de mi vida,
este cantar.

 

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LA MAESTRÍA Y YO

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Había carne pero también, había cielo, imposible contarlo.

LA POESÍA NO SE ENAMORA NUNCA

a mis hijos, discípulos y afines

INTRODUCCIÓN

1

No me hagáis correr vuestras carreras
ni me hagáis volar en vuestros vuelos
ni me hagáis hacer vuestros trabajos
ni, tampoco, amar vuestros amores.

Yo hijos míos, con pasión,
os transporte volando,
siempre, a vuestro lado,
desde los confines quietos de la familia
hasta las puertas en libertad del mundo.

Ahora comienza vuestro viaje
y si os dejo partir sin acompañaros
es porque yo tengo mi propio viaje.
Debo poner al camino que construí
con mi propia vida y escribiendo,
mi nombre, mi apellido, mis marcas,
mis señas personales que son la poesía.

2

En el camino encontraréis el oro y la pobreza
los precipicios hondos y las grandes llanuras.
Habrá en vuestros caminos no lo dudéis
emboscadas, traiciones, viles injusticias,
por eso
es conveniente viajar acompañado.

Y cuando consigáis algo de pan, algo de dinero,
intentad repartirlo lo mejor posible entre todos.
Alguien que comió
y tiene dinero para el pan de mañana
en algo se sentirá feliz y su trabajo
no será dirigido por el hambre o el odio
sino por el amor o por la libertad.

 

EN UNA SOCIEDAD JUSTA, EL TRABAJO ES UN DON

1

Y éste es el verso donde intentaré
dejaros la enseñanza más necesaria:

En una sociedad justa, el trabajo es un don:

una alegría, un bien, humano propiamente,
con el cual se puede modificar lo natural
la vida, los enjambres de sueños, el sol.
Con el trabajo
el hombre pudo volar sin alas
navegar por la mares sin conocer el mar.
Del árbol
estupefacto de sorpresa ante el hombre
pudo el trabajo arrancar una silla
y de la piedra las señales
que forjan el porvenir del hombre,
su casa,
sus monumentos,
su propia lápida.

2

Quiero que siempre llevéis a vuestro lado
la gubia, la garlopa, el martillo, la hoz,
esas frases que servirán hasta el final,
para limar, las asperezas de la muerte.

Y si alguien os preguntara, para qué tanto,
para qué tanta pasión puesta en el trabajo,
vosotros responderéis, con celeridad:
para nada, trabajamos para vivir la vida
trabajamos
para que en el humano mundo
haya señas de que nosotros estuvimos,
creando y trabajando,
tal vez, en este mundo,
que hicimos un trabajo para vivir,
para amar,
para congelar la propia mirada de la muerte
hicimos un trabajo y escribimos un verso.

 

EL SEXO NO CAE

1

La enseñanza más grande que tengo para daros
es que el sexo no cae.
Se desarrolla, se trasmuta, se hace insensible,
llora, bosteza de aburrido, se libera de más.
Contrae enfermedades, se cura se arrepiente,
es hombre y es mujer y nada sabe del amor.
Y quiere ser mujer cuando le toca hombre
y quiere ser un hombre cuando le toca niño
y madre quiere ser cuando es mujer
y si mujer le toca quiere ser niño,
serpiente o bruja quiere ser y puta
y cualquier cosa quiere ser
con tal de no saber nada de eso.

2

Pero el sexo no cae,
se entrega, se somete,
esclaviza todos sus sentidos,
para permanecer ahí,
oculto o estallando en pedazos,
descuartizado y solo,
erecto y firme, siempre impune,
totalmente abierto a las caricias,
al beso, a la ternura,
o bien casi cerrado, oscuro, blando,
débil a punto de fracasar en todo
y se encierra en sí mismo
y con una mano se masturba
y con la otra mano espera
y se masturba
y llega a parecer que el hombre
muere así, chiquito, empobrecido
sin nada que decir, sin alma.

3

Y, sin embargo, os digo:
El sexo no cae
y si sirve de algo
yo mismo haré de ejemplo.
A veces, también, me lo creo:
Soy un gran hombre, me digo,
soy un gran hombre y, al otro día,
me levanto todo tullido y dolorido
como si un tren cargado
con mercancías peligrosas
me hubiera pasado por encima.

4

Muy pocas cosas hablan de mí
con cierta claridad.
Mis amores son muy apasionados,
no puedo encontrar en ellos,
aunque la hubiera,
ninguna inteligencia y
mi propia inteligencia esta trabada,
por falta de pasión.

5

Con el dinero me pasa
que nunca sé quién es
si yo, porque lo gano
o ella, porque lo gasta.

6

Y, después, están esas tardes gloriosas
donde no puedo reconocer como propia
mi propia piel.
Ella se mete en mí pero sólo
para que otra mujer la acaricie.
Y la otra mujer me acaricia
después de darse cuenta que en mí,
todo lo que me dan lo recibe ella.
Después de estos encuentros,
donde todo el mundo goza y yo,
no me doy cuenta de nada,
atravesamos por instantes de paz
donde la música
llega hasta nosotros
y quedamos como suspendidos
de un relato dramático.

7

Ellas
ensayan sobre ellas mismas
maniobras de violencia,
sin mirarse a los ojos,
sin darse cuenta que las estoy mirando
y yo, pobre hombre, amante de la soledad,
no entiendo porqué me pasan estas cosas.

Y ella y la otra sonríen con alevosía
y se dicen una a la otra que me aman.

8

En el momento de desnudarnos somos libres
ellas se quedan mirándose de perfil en el espejo
y yo, extasiado, caigo de rodillas y me adoro
pero el sexo no cae.

LA POESÍA NO SE ENAMORA NUNCA

1

Vivir acompañado
no es un consejo
es la única manera de vivir
y aprovecho el decir
para dejar en vuestra inteligencia
la enseñanza más bella:

La poesía no se enamora nunca.

2

La poesía no se enamora nunca
mas sin embargo tiene como amantes
a todo aquello que aumente su belleza
su valentía, su fuerza, su poder.

3

Hombre o madera no le importa,
el hombre debe ser ejemplo o novedad
y la madera además de ser bella y delicada
debe servir para la cuna o bien el ataúd.

4

Mujer o ciencia no le importa,
la mujer debe ser ejemplo de libertad
y la ciencia además de compleja y exacta
debe poder amar el mundo, transformarlo.

5

Niño o maestro, nada preguntará,
el niño debe ser ejemplo de crecimiento
y el maestro, más allá,
de enseñar a leer y escribir,
un día deberá,
detener su propio crecimiento
para que en el mundo
un niño se haga hombre.

6

Flor o diadema, todo lo sabrá,
la flor ha de ser bella y siempre morirá
y la diadema además de brillar siempre
aprenderá a apagarse cuando muera la flor.

7

Elefante taciturno
o
caballos desesperados.
La poesía tiene sus cementerios y,
también, sus praderas infinitas
pero el elefante tendrá que aprender
a no dejarse doblegar por la muerte
y al morir
tendrá que estar acompañado.
Y los caballos podrán volar
y amar si quieren
pero han de ser siempre caballos
que saben apreciar las diferencias
entre galope y desenfreno
trote y sometimiento
y al detenerse el caballo en un poema
todo el mundo querrá verlo volar
y si el poema
fue escrito por un hombre,
caballo volará y al detenerse
algo en el mundo se detendrá
y habrá un verso que nadie escribirá
un doble espacio
lleno de caballos al trote,
galopando,
detenidos,
volando arrebatados.

8

Y para que las enseñanzas no queden en el aire,
nuevas reencarnaciones furiosas de la lengua,
os digo como final que es un comienzo:

alcanzar mis versos es tarea posible para ustedes,
pero alcanzar vuestros versos será
imposible para mí.

Hay un verso de alguno de vosotros
que será mi epitafio y ese verso,
quiero hacerles saber, es para mí,
insuperable.

 

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POEMAS OLVIDADOS

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CUMPLIR 62 AÑOS

Desde mi ciudad natal
hoy recibí una carta
donde me decían que
al cumplir 62 años
provocaría grandes inundaciones
en América y en el resto del mundo.
Que no me preocupara, me decían,
que no eres tú, son tus 62 años.

Es la encarnación pura del diluvio
de una vieja leyenda y de tu canto,
ha de ocurrir, exactamente, a los 62 años
cuando el poeta se rompa en la tormenta.

En verdad no hice caso de la carta
aunque me di cuenta
que las inundaciones asolaban el mundo.
En la inteligente y sabia Europa
los ciudadanos se morían
tragados por el agua
como en un país pobre, donde el agua
se espera todo el tiempo
al borde de la muerte por su falta,
y cuando viene el agua
borra todos los límites y ya,
sin que nadie pueda detener el agua,
reina la muerte por doquier.

Ni Rusia poderosa
ni China comunista,
con su millón de voluntarios,
pudieron detener
el influjo maligno del agua
al cumplir 62 años.

También, debo decirlo,
sintieron el látigo del agua,
los implantadores de un vivir
que nadie habrá de soportar,
sin desorden, sin niebla,
sin esos altibajos del dolor y la risa,
sin el oscuro sexo de las altas pasiones,
sin ese amor imposible y grandioso
del poema que habremos de escribir,
tal vez, más adelante.
Esos estados unidos modernos del terror,
esos hombres repletos del poder de las armas
irían a morir ahogados, propiamente, en sus llantos.
Y si no quiero hablar del hombre
como se debería,
es porque el hombre lo fue todo
y nada le gustó.
Ni serpiente ni árbol
ni ciego ni profeta
ni furtivo alcahuete
ni hombre de la ley.
No quiso nunca
ser obrero o patrón
y nunca tuvo fábrica
y nada se cosechaba en él.
Y cuando a pesar suyo,
de su vigilancia,
alguna uva crecía en el desierto,
sin pronunciar palabra, se la bebía.
Era imposible vivir en ese mundo,
todo el mundo moría
y el que no moría, esperaba morir.
Era imposible amar en ese mundo
o tener ilusiones y, sin embargo,
me pasa que todo lo que hago,
lo que amo, vocifero o trabajo
es sólo para seguir viviendo y,
cual drogadicto aferrado a su presa,
estoy dispuesto a todo por vivir.
Vendrán, desesperados,
los muertos reclamando
el derecho a estar muertos.
Vendrán alas del tiempo
a volar en nosotros
el adiós de la vida
mas mi droga,
el deseo de vivir contra todo,
sentará en sus rodillas
a los muertos
y en la mesa a comer,
tranquilamente,
las alas del adiós.

A LAS CINCO EN PUNTO DE LA TARDE

A las cinco en punto de la tarde,
en el estilo lorquiano pero al revés,
me encontraré con tres mujeres
al unísono para bordar mi piel
de las próximas siete décadas.

Seré todo fulgor y todo agonía
al mismo tiempo, fingiendo confusión,
haciendo como que yo sabía
desde hace mucho tiempo
que un día tres mujeres,
al verme decaído, tal vez, triste,
harían para mí bailes y amores,
enamoradas, acaso,
de mi perfil egipcio
o viciosas del semen
de los hombres ancianos o, tal vez,
delicada e informe, enamorada
del brillo de los astros,
no vio nunca hombre alguno
y no sabe decir: soy una mujer.
Llegado el caso les diré:
soy un macho verdadero.
Yo no haré nada.
El baile era frenético,
hubo un instante
que tuve que contarlas,
eran tres, pero también, millones.

LA VI VENIR LIGERA

La vi venir ligera
y llena de hojarasca.
Es el invierno, dije,
y ella hizo el invierno.
Se abalanzó sobre mí
y caímos abrazados al abismo.
Ella cayendo tuvo miedo
y yo pensé que estaba enamorada.
Y tan enamorada que
se abrazó a mí y quedamos
suspendidos en el aire. El amor
había inflado nuestro corazón.
Esa energía nos bastó para llegar a tierra
sin daños aparentes.
Ahí fuimos felices.
Al tiempo perdimos
el deseo de volar
y nos plantamos en el jardín
y algo crecimos.

YO QUISIERA PRODUCIR

Yo quisiera producir
en el alma de la gente
un saber incuestionable
sobre la vida y la muerte.

Tengan cuidado, señores,
no se dejen convencer,
la muerte siempre es la muerte
pero el que muere es aquél.

Y en el trabajo
puedo asegurar
que aquél que trabaje
comerá su pan.

Y si no le alcanza
trabaje algo más,
mas tenga cuidado
no vaya a enfermar.

En el hospital central
y también en lo privado
según la suerte que tengas
vivirás o morirás.

Y no quiero aconsejarte,
mas follar es evidente,
te entretiene, te entretiene,
y te cura de algún mal.

Y después queda muy bien
hacerle ciertos regalos
que mejoran la salud
y la ponen muy contenta.

Cuando ella ríe, ríe,
muchacho, ponte a temblar,
porque su amor verdadero
está a punto de estallar.

PARA OLGA EN SU CUMPLEAÑOS 60

60 años no son nada
si los comparo con ciento cuarenta.
Así que, amada, mía, a los 60
una nueva vida habrás de comenzar;
iremos al cine y a comprar patatas,
como si la vida recién comenzara.

Te pediré una tortilla
tú le pondrás cebolla
y yo te diré: “querida,
mi mamá eso no hacía”.

Nos haremos socios
de la tercera edad
y así todos juntos
iremos de carnaval.

Dentro de 10 años
le daré su libertad
y se podrá ir a bailar
hasta con mi amigo Juan.

Somos jóvenes, somos viejos,
nadie lo podrá saber,
porque bailando y bailando
nadie puede ver muy bien.

Y si nadie ve
no hay arruga que valga
porque todo el deseo
siempre viene del alma.

Y si nadie ve
no hay belleza que valga
porque todo el amor
siempre vino del alma.

Así que amada mía
vamos a festejar
que a los 60 años
puedas comenzar
con tus nuevos sesenta
la primera escolaridad.

SE DICE DE MÍ

Se dice de mí
que soy elegante,
hermoso, educado,
y que siempre guardo
dentro de mi corazón
mil versos escritos
todos para el amor.

Y si alguien me pregunta
qué es lo que más ambiciono,
yo contesto con premura:
“Hacer el amor no alcanza,
ganar dinero tampoco,
sólo el poema me salva”.

Y pensando como pienso
cien mujeres me reclaman
que mi amor sirva de todo
y también, si es necesario,
hacer que el amor estalle
en medio de la ciudad
y la contamine toda.

BODAS DE ORO

A Olga

50 años a tu lado
fueron casi nada.
Estoy dispuesto, entonces,
a vivir contigo oros 50 años.

Y no creas que digo tonterías,
a los ciento treinta años
estoy muy lejos aún de los 200,
ya verás, tendremos tiempo para todo.

Las diferencias son casi nada.
Hace 50 años y, ahora mismo,
el amor, las ilusiones, son los mismos.
La diferencia es casi nada.
A vos te duele un poco la cintura
y a mí un poco las piernas.
El resto sigue todo igual.
Te amo y me amas, somos felices.

Hoy quiero cantarte
por todo lo vivido.
Tus piernas de gacela,
mi corazón de atleta.

Nuestras largas caminatas
ida y vuelta a la nada.
Las caídas sublimes
del cielo hasta la tierra.

Y me declaro
para vivir a tu lado
genio y figura hasta los 130 años
que, entre nosotros, quiere decir:
Inmune, heterosexual y poeta.
Y todo para que vos
sigas siendo feliz.

 

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