El Desembarco de Normandía en el cine

El Desembarco de Normandía en el cine

Multitud de películas han ambientado o recreado en sus tramas los episodios más importantes de la Segunda Guerra Mundial. El Día D es uno de ellos, destacando cintas como El día más largo (1962) o Salvar al soldado Ryan (1998)

El Desembarco de Normandía en el cine (Mikel Navarro)

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El cine ha sido testigo de la Segunda Guerra Mundial a través de las lentes de sus grandes cámaras a tiempo real, con películas coetáneas a la contienda. El gran dictador (1940) siempre me pareció una película inteligentísima, atemporal, que anunciaba un satírico mensaje de tragedia a través de la parodia. Una teatralidad que, sin embargo, simplemente estaba reflejando la verdad del momento, el patetismo de un régimen autoritario de imposición contra la libertad a través de las armas, de la violencia y la deshumanización. El discurso de Charles Chaplin traspasa la pantalla y llega al espectador de forma profunda, clara y concisa. La locución se vuelve trascendente y por eso ya es imperecedera: “En este mundo hay sitio para todos, el camino de la vida puede ser libre y precioso…, vosotros el pueblo tenéis el poder, en nombre de la democracia utilicemos ese poder…”.

El gran dictador

El gran dictador (1940), dirigida y protagonizada por Charles Chaplin. Foto: Album.

Otra de esas filmaciones realizadas durante la propia guerra, que figura entre mis predilectas, es A través de la noche (1941), protagonizada por Humphrey Bogart. Un curioso film donde se destapa una quinta columna nazi dentro de la ciudad de Nueva York; en la gran metrópoli una organización opera en secreto preparando atentados y sabotajes. De ello hablo más extensamente en mi libro Misterios de cine (2018), donde desarrollo extrañas coincidencias con otros filmes y paralelismos posteriores que concuerdan con la propia realidad. Trasladados al océano Pacífico, tenemos que destacar al gran John Ford, un director que podemos definir como el norte de la brújula cinematográfica. Su cortometraje documental La batalla de Midway (1941) fue un testimonio real de los hechos que estaban aconteciendo bajo el fuego enemigo.

Muerte en las costas gallegas

El séptimo arte ha sido instrumentalizado como una herramienta más de guerra, ya sea para animar a las tropas, para alentar el ánimo patriótico o para lanzar mensajes de fuerza, confianza y temor hacia el enemigo. Por supuesto, no podemos olvidar todas esas películas grabadas para fines propagandísticos como The First of the Few (Spitfire), en España titulada El gran Mitchell (1942), donde Leslie Howard, actor y espía para la Corona británica, ensalzaba el valor y la tecnología inglesa ridiculizando a Goebbels y los suyos. El profundo odio del ministro de propaganda nazi fue tal que mandó matarlo, y esa es una de las teorías del triste final de Howard, que fue derribado por unos cazas alemanes en 1943 frente a las costas gallegas, desapareciendo su cuerpo para siempre (cerca de San Andrés de Teixido hay una placa conmemorativa junto a una gran roca recordando al malogrado actor). 

Quiero hacer hincapié en otras cintas de propaganda, en este caso prebélica, como la alemana El triunfo de la voluntad (1935), ejemplo significativo de lo que vendría poco después. En ella podemos ver toda esa puesta en escena que realizó su directora Leni Riefenstahl. Y en este breve repaso, antes de dar el salto a la Francia ocupada, quiero destacar la segunda película de Alfred Hitchcock en Estados Unidos, tras Rebecca, titulada Enviado especial (1940). Este film trata sobre un periodista de investigación que viaja a Europa y, una vez allí, alerta de los peligros del fascismo promoviendo la intervención norteamericana. En la realidad, esto no se llevaría a cabo en el viejo continente hasta cuatro años después: Estados Unidos entró en Europa con la invasión de Sicilia en julio de 1943, y de lleno con el consabido desembarco de Normandía.

El triunfo de la voluntad

La película propagandística El triunfo de la voluntad (1953), de Leni Riefenstahl. Foto: Album.

“No es como en las películas”

Hay películas sobre la ocupación alemana en tierras galas, previas al Día D, ciertamente interesantes: La cruz de Lorena (1943), del director Tay Garnett, donde Jean-Pierre Aumont y Gene Kelly escapaban de un campo de concentración alemán en la Francia invadida para unirse a la resistencia. Otra obra a destacar sobre el país galo es Esta tierra es mía (1943), dirigida por Jean Renoir y protagonizada por Charles Laughton, enorme actor que nos legaba un monólogo inolvidable sobre la integridad y la verdad ante la ocupación de la que todos eran responsables de alguna manera:

La cruz de Lorena

La cruz de Lorena (1943), de Tay Garnett, protagonizada por Jean- Pierre Aumont y Gene Kelly. Foto: Album.

La lucha es muy dura, no solo hay que luchar contra el hambre y la tiranía, hemos de luchar primero contra nosotros mismos. La ocupación, cualquier ocupación en cualquier país, es posible solo porque estamos corrompidos…”.

Le Corbeau, El Cuervo (1943), dirigida por Henri-Georges Clouzot, sí que fue rodada en tierras galas bajo el dominio nazi. Un thriller de cine negro que detrás de su argumento esconde un pueblo temeroso que ejerce la delación con el miedo arraigado dentro de sus casas.

Conozco muy bien las costas normandas, las he recorrido en más de una ocasión y acumulo más de cinco mil kilómetros a lo largo y ancho de Bretaña y Normandía. Sus costas ejercen un magnetismo especial, en ellas se respira un oxígeno salino que emerge del mar y baña sus orillas con la espuma del tiempo. Todavía hoy Poseidón rescata de sus entrañas algún vestigio del desembarco en forma de oxidados fragmentos; recuerdos de una guerra que no leva anclas para que no olvidemos su enseñanza. En un pasado no muy lejano, las mareas se tiñeron de rojo llevándose mar adentro el latir de cientos de jóvenes rotos para siempre, náufragos de su propio y desdichado destino.

El cuervo

Ginette Leclerc, Liliane Maigne, Micheline Francey y Helena Manson en El cuervo (1943). Foto: Album.

Allí, en la playa de Omaha, sector Dog Green, solapé el espacio tiempo y clavé la rodilla en el suelo para recoger arena que guardo para siempre en un sencillo tarro de cristal. Sentí como una filmación del alma lo que pudo ser aquella mañana del 6 de junio de 1944. Pensé en las palabras del soldado Robert Sales de la 29ª División de Infantería, que retumbaron en mi interior: “No es como en las películas con música patriótica sonando de fondo, se muere sucio, asustado, herido y con dolor. Hay que dejarlos ahí, no se les puede mover, se quedan ahí tirados hasta que llegan los enterradores y los recogen varios días después, cuando el combate se ha trasladado a otra parte”.

Todo un éxito de público

La gran pantalla ha intentado reflejar, en muchas ocasiones con más heroicidad que realismo, las miserias de la guerra. Algunas películas de las que voy a escribir bien merecen ser recordadas para acercarnos a ese momento y conocer mejor algunos de los episodios más relevantes del desembarco.

En 1947 se estrenó una película francesa muy poco conocida titulada Bataillon du ceil, dirigida por Alexandre Esway, basada en el libro de Joseph Kessel y protagonizada por Pierre Blanchar. La trama se centra en un grupo de paracaidistas que saltan sobre la Bretaña francesa justo un día antes del Día D. La cinta se dividió en dos partes. La primera narra el entrenamiento y la instrucción de los soldados, detallando la preparación para dar el salto sobre los enemigos. En la segunda, el film se centra en las actividades de este grupo de paracaidistas una vez que han tomado tierra, saboteando al enemigo con ayuda de maquis bretones. Podemos decir que es una película “miniserie”. Esta fórmula, que se empleó como estrategia para atraer más público, resultó ser todo un éxito.

La primera parte la estrenaron el 5 de marzo de 1947 y la segunda el 16 de abril del mismo año, creando una expectación máxima que se tradujo en más de ocho millones y medio de espectadores. Se había convertido en la película francesa más vista después de La gran ilusión (1937), de Jean Renoir, que había logrado hacer pasar por taquilla a a doce millones de personas.

La gran ilusión

La gran ilusión (1937), de Jean Renoir y en la que intervienen Jean Gabin, Dita Parlo y Erich von Stroheim. Foto: Album.

La novedad del Cinemascope

En 1950 se estrenó Día D hora H, una obra de carácter patriótico, sencilla pero llena de compromiso, fraternidad y compañerismo. A pesar de no contar con grandes estrellas, la película, dirigida por Lewis Seiler, iba de menos a más y completaba un desenlace vibrante. El estreno en Hollywood fue todo un acontecimiento, con tanques en la calle, el ejército desfilando con la banda de música y cientos de personas agolpadas para ver a sus protagonistas de cerca. Los actores llegaron a la alfombra roja con trajes de smoking y las actrices, con vestidos de noche y abrigos de piel. La multitud aplaudía entusiasmada y los flashes de las cámaras de fotos destellaban la noche angelina bajo los grandes cañones de luz que rotaban apuntando al cielo. Warner Bros no escatimó en gastos y desplegó todo su efectismo en una noche más recordada incluso que la propia cinta. Eran los años dorados de Hollywood.

En Día D, 6 de junio (1956), a pesar de lo que pudiera intuirse por su título, Henry Koster desarrolla una trama de amor y desamor en tiempos de guerra, poniendo el foco sobre el romance del protagonista Parker (Robert Taylor) con Valerie (Dana Wynter). Digamos que el desembarco en sí queda casi en un segundo plano, ensalzando el amor como sinónimo de esperanza. La película fue rodada en Cinemascope, algo novedoso en aquellos años, y a todo color con su característica imagen panorámica ancha y ampliada.

Día D, 6 de junio de Henry Koster

Día D, 6 de junio (1956), dirigida por Henry Koster y protagonizada por Robert Taylor, Richard Todd, Dana Wynter, entre otros. Foto: Album.

Un muñeco en el campanario

La primera película que se centra de lleno en las playas normandas y en la crudeza y la dificultad del desembarco es El día más largo (1962). Una obra maestra del séptimo arte imprescindible y coral, con un gran elenco de actores, y dirigida a tres bandas por Ken Annakin, Andrew Marton y Bernhard Wicki, apoyados en el guion de Cornelyus Ryan, novelista bélico de gran éxito (su novela sobre el Día D es un referente de este episodio histórico). Este periodista de guerra fue autor también de otra novela titulada Un puente lejano, publicada en 1974 y trasladada a la gran pantalla en 1977 por Richard Attenborough.

El día más largo (The Longest Day) está protagonizado por John Wayne, Robert Mitchum, Henry Fonda, Richard Burton, Sean Connery, Rod Steiger y Robert Ryan, entre tantos otros. La trama se centra en la dificultad del desembarco y todo el desarrollo posterior de la operación al avanzar tierra adentro. La narrativa está muy bien estructurada y descrita, y desde el principio sentimos que es una película poderosa, con los redobles de tambor en muchos de los cambios de plano. Es muy instructiva y coloca a cada personaje en su lugar de una forma clara y descriptiva, transformándose en un manual de historia que podemos consultar para acercarnos a lo acontecido aquellos días. La preparación para el desembarco es minuciosa y detallada con episodios reales ciertamente interesantes. Entre ellos quiero destacar seis:

El día más largo

El día más largo (1962), dirigida por Ken Annakin, Andrew Marton y Bernhard Wicki y protagonizada por John Wayne, Robert Mitchum, Henry Fonda, Richard Burton y Sean Connery, entre otros. Foto: Album.

• Por primera vez vemos en la gran pantalla, en perfecta disposición, el Muro del Atlántico, construido por orden del general y estratega alemán Erwin Rommel, haciéndonos una idea de lo que pudo llegar a ser aquella construcción ciclópea y poniéndonos en ambas perspectivas de combate. La playa de Omaha impone con los cañones apuntando hacia el horizonte marítimo. Y la opinión del propio Rommel, siempre de peso, en este caso no fue atendida; el mariscal supo que Normandía sería un punto clave en el desarrollo de la contienda.

Una de las instrucciones previas al desembarco por parte del coronel Vandervoort (interpretado por John Wayne) a los Airborne es el reparto de las “ranas”. Estas eran unos pulsadores metálicos que hacían un característico sonido y fueron claves para el aterrizaje de los paracaidistas al caer sobre Normandía en plena noche. Al pulsar las pequeñas piezas de latón, estas emitían un ruido que debía responderse con un doble sonido, pudiendo así localizarse entre compañeros bajo la total oscuridad. En ocasiones este método trajo funestas consecuencias, al confundirse con el sonido del cerrojo de los fusiles Kar98k, también doble. Los soldados aliados, confiados en haber localizado a un compañero, avanzaban hacia el sonido y se encontraban con un alemán que disparaba.

El episodio de Sainte-Mère-Église está muy bien narrado, calco de lo que sucedió en realidad cuando un paracaidista cayó accidentalmente en el patio de un oficial alemán, este despertó precipitadamente y se colocó las botas del revés, siendo sorprendido y hecho prisionero por el soldado norteamericano. Además, se describe igualmente de forma acertada la acción del soldado John Steele cuando aterrizó sobre el campanario de la iglesia de la localidad y estuvo allí colgando durante horas. Hoy en día, en su honor, hay un muñeco a tamaño real suspendido sobre la torre de la iglesia en recuerdo de Steele, así como una placa explicativa y conmemorativa. El soldado, interpretado por el actor neoyorquino Red Buttons, aunque herido y posteriormente hecho prisionero, salió vivo, escapó y lo pudo contar. Sin duda, una de las anécdotas más curiosas de la operación Overlord.

Recuerdo John Steele

Monumento al paracaidista estadounidense John Steele, cuyo paracaídas quedó atrapado en la torre de la iglesia de Sainte-Mére-Église durante la invasión del Día D. Foto: Getty.Getty Images

En las playas normandas, una de las imágenes más significativas del film es el rostro de sorpresa del mayor alemán Werner Pluscat, de la 352 División de Artillería, oficial interpretado por el actor Hans Christian Blech. El mayor, al ver desde su búnker de observación los miles de barcos que se dibujan en el horizonte aproximándose hacia él, no sale de su asombro. El gesto expresivo ante la invasión aliada la describe de la siguiente manera: “La invasión, están ahí, por lo menos cinco mil barcos… es fantástico… la invasión, es fantástico… derechos hacia mí”.

La acción en la playa de Omaha no llega hasta casi la hora y diez minutos de metraje. En ella podemos observar la tensión en la arena y el caos, evidentemente no tan al detalle de realismo como en Salvar al soldado Ryan (1998), pero sí con un carismático Robert Mitchum en su papel del general Cota, uno de los oficiales de más alta graduación que combatió en primera línea. El actor, con fuerte carácter y dando ejemplo (al igual que el propio Norm Cota), fue el primero que saltó al agua durante el rodaje al observar las quejas de los soldados figurantes debido a que, según ellos, el agua estaba muy fría. Todos fueron tras él como en aquella acción real del general cuando portaba en su mano únicamente su pistola. La admiración de sus hombres fue total al ver que daba ejemplo en la batalla, avanzando y alentando a los suyos.

La acción de Pointe du Hoc (cuando lo vi en persona por primera vez me produjo una gran impresión el terreno horadado por el impacto de los proyectiles) está muy bien reconstruida; el film traslada perfectamente la acción de los Rangers subiendo a pulso los acantilados. El coronel Rudder comandó su equipo y consiguieron una proeza llena de sacrificio y sufrimiento. Una vez concluida la guerra, en 1953, James Rudder volvió a Pointe du Hoc acompañado de su hijo de catorce años, y sobre el terreno le dijo: “Hicimos nuestro primer prisionero alemán justamente allí. Se trataba de un chiquillo pecoso que tenía aspecto de un chico americano como tú. Había más soldados alemanes por la zona, así que avanzamos con el chico en primera fila para que salieran de sus escondites. De pronto, aparecieron abriendo fuego, y al chico lo mataron cayendo con las manos todavía puestas en la nuca”.

Point du Hoc

Vista de Pointe du Hoc, donde se descargaron unas 700 toneladas de bombas. Foto: Shutterstock.

Aprendamos del cine

Si bien podemos catalogarla como perteneciente a la serie B, la cinta de bajo presupuesto Uno rojo, división de choque (1985), dirigida por Samuel Fuller, que participó en el Día D, tiene ritmo y un desarrollo interesante. La trama se centra en un pelotón de cinco hombres comandados por el actor Lee Marvin, destacando entre sus componentes a Robert Carradine y Mark Hamill. En ciertos aspectos técnicos la película no ha envejecido demasiado bien (muertes poco creíbles, intérpretes discutibles o escenas de acción poco trabajadas). Sin embargo, la crudeza de la acción y el desarrollo contiene momentos difícilmente olvidables: la castración de un soldado al pisar una mina, los primeros planos que recuerdan a La cruz de hierro (1977), de Sam Peckinpah, la escena del niño en brazos o la del enorme cristo crucificado de madera son algunas de ellas. Esta última fue imitada por el director Quentin Tarantino en Los odiosos ocho (2015), ejerciendo un gran paralelismo con el crucificado nevado al inicio del film.

Salvar al soldado Ryan (1998) figura entre mis películas predilectas y muy probablemente sea una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos. Los primeros veinte minutos de la cinta son, a mi juicio, los más espectaculares de toda la historia del cine bélico.

Cierto es que la historia real de los hermanos Niland sirvió como telón de fondo para desarrollar la trama de acción del film, inspirándose en ellos para crear el ficticio Ryan. Recuerdo que paseando entre las luminosas cruces blancas del cementerio de Colleville-sur-Mer llegué hasta las cruces de Robert y Preston Niland, caídos los días 6 y 7 de junio de 1944 y hermanos de Frederick, en el que se inspira el personaje interpretado por Matt Damon. El comienzo tan emotivo y elíptico con el que también termina la película está sin duda inspirado en esta historia real. Hubo un cuarto hermano, Edward, desaparecido en combate en Birmania al ser derribado su avión, con lo cual se pensaba que solo había sobrevivido Frederick. Para evitar que toda una generación de la misma familia muriera, se encomendó la misión de rescatar al soldado Niland para que este regresara a casa.

Salvar al soldado Ryan

Salvar al soldado Ryan (1998), de Steven Spielberg, con Tom Hanks, Matt Damon, Tom Sizemore, Edward Burns y Vin Diesel. Foto: Album.

Mucha de su actitud se refleja en el largometraje cuando Matt Damon quiere continuar combatiendo al enterarse de la noticia, deseando quedarse junto a sus compañeros y no regresar a casa.

Afortunadamente, y contra todo pronóstico, Edward sobrevivió al derribo de su B-25 saltando en paracaídas, siendo posteriormente capturado por el Ejército japonés y liberado cuando terminó la guerra. Así pues, sobrevivieron dos de los cuatro hermanos Niland: Frederick y Edward.

El magnífico film de Steven Spielberg deja para el recuerdo una puesta en escena tan extraordinaria como brutal, con un realismo apabullante. Las imágenes del desembarco son imborrables, así como el maravilloso momento previo al combate del pueblo en ruinas, cuando, en esa tensa espera, suena un disco de la gran Édith Piaf.

Tom Hanks, como el capitán John Miller, deja una frase sublime para el recuerdo: “Cada centímetro de esta playa es un objetivo. Si os quedáis aquí, es para morir”. También, cuando es preguntado sobre su vida civil y dice: “Eso me lo guardo para mí”. Por otra parte, Tom Sizemore interpreta al fiel y comprometido sargento Michael Horvarth, expresando su espíritu de valentía y sacrificio hasta el final. Un detalle que siempre recuerdo es que el sargento recoge arena en un bote de aquellos lugares en los que ha combatido, escribiendo su lugar de procedencia.

Otro momento imborrable es la fría escena de los soldados bromeando mientras clasifican placas de identificación de soldados fallecidos y son observados por heridos que pasan caminando. Memorable, también, el soldado Jackson, al que da vida Barry Pepper, rezando mientras dispara ejerciendo de francotirador: “Bendito el señor, mi roca que adiestra mis manos para la guerra y mis dedos para la batalla, mi amor y mi baluarte, mi ciudadela y mi libertador, mi escudo, en él me cobijo”.

A lo largo de la historia el celuloide ha reflejado desde diferentes puntos de vista aquel día clave para el futuro y desarrollo de la propia humanidad. La democracia es el camino de la libertad, y para llegar a la construcción de nuestros días debemos recordar que muchos jóvenes derramaron su sangre para que hoy podamos, simplemente, acudir a votar.

Serie Hermanos de sangre

La serie de televisión Hermanos de sangre (2001). Foto: Album.

Pero no solo el cine ha expuesto el desembarco a través de películas más o menos emblemáticas; también lo ha hecho la televisión. En este sentido, considero que Hermanos de sangre (2001), basada en la novela del mismo título de Stephen Ambrose y precisamente con Tom Hanks como uno de sus directores y productores, es la serie más representativa de todos y cada uno de los diferentes episodios de la Segunda Guerra Mundial en Europa desde el Día D. Pero no olvidemos que, como dijo el soldado Robert Sales, que vio morir a tantos de sus compañeros: “La guerra no es como en las películas”. Aprendamos de ello gracias al cine, que es un medio didáctico que incluso nos enseña a vivir.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

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