El valle oscuro (2014), de Andreas Prochaska

Montañas de los Alpes, siglo XIX. Hasta un remoto valle llega Greider, un forastero montado en su caballo. El lugar reúne a unas cuantas familias en un pueblo pobre y tosco, dominado con férrea mano por un tal Sr. Brenner, que junto con sus siete hijos impone su ley en los contornos. Una ley muy dura y muy personal, que somete a los habitantes a costumbres intolerables. Greider no será bien recibido por los hermanos Brenner, pero tras mostrar su talento pacífico y su habilidad fotográfica permiten que se quede. Entretanto llegará el invierno y el valle se cerrará en sí mismo, totalmente inaccesible al exterior.

Potente película, una especie de western a la europea, servida con intensidad por Andreas Prochaska (Sarajevo. El atentado), director vienés con una amplia trayectoria en películas para la pequeña pantalla. Fiel a su estilo tenebroso, Prochaska insufla a su film una atmósfera agobiante, con una latente violencia cuya explosión, sin regodeo de ningún tipo, no sorprenderá al expectante espectador. El valle oscuro –título adecuado al tono y las imágenes del film– incide en el tema de la venganza y, una vez quedan claras las intenciones y motivaciones del protagonista, el guión se desarrolla linealmente como si de un western clásico se tratara. Ayuda a que la historia cobre interés y genere suspense el aire atormentado del lacónico protagonista (convicente Sam Riley) y el rostro dulce pero lleno de caracter de la alemana Paula Beer, quien muy poco después entregaría su maravilloso papel de Anna en la magnífica Frantz.