Alberto Granados, presidente de Microsoft España: “Es inútil que el gobierno intente diseñar su propio ChatGPT” | Empresas | Cinco Días
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Alberto Granados, presidente de Microsoft España: “Es inútil que el gobierno intente diseñar su propio ChatGPT”

El directivo advierte de que, para superar la brecha de productividad en el país, el sector público debe acompañar a sus funcionarios con sistemas impulsados por IA

Alberto Granados, presidente de Microsoft España, durante el Microsoft IA & Innovation Summit, en Madrid.
Alberto Granados, presidente de Microsoft España, durante el Microsoft IA & Innovation Summit, en Madrid.

El máximo representante de Microsoft en España, Alberto Granados, contempla un futuro donde las tareas diarias de los trabajadores sean constantemente apoyadas por la inteligencia artificial. La pregunta es qué empresa será capaz de diseñar un modelo de lenguaje de gran tamaño (LLM por las siglas en inglés) que facilite esta transición. La delantera la ha llevado durante mucho tiempo Open AI, con ChatGPT, lanzado en noviembre de 2022, que dejó al mundo asombrado por su capacidad de simular, pese a sus defectos, los rasgos de una conversación humana. Desde entonces, se han anunciado varios sistemas que desafían su liderazgo, como Gemini, de Google, o LLaMa, de Meta. Hasta el Gobierno español se ha lanzado a diseñar su propio bot conversacional, del cual se conoce poco hasta la fecha, aunque Granados considera que es una decisión que carece de sentido porque cuando finalmente salga al mercado será una herramienta obsoleta. “Tendrá el nivel de GPT 2, cuando ya vamos a GPT 5″, explica.

El directivo, en un coloquio celebrado en la ESADE en Madrid, no considera que exista una batalla abierta entre las empresas que impulsan modelos de IA. Lo ejemplifica en Azure, el ecosistema en la nube de Microsoft. Para desplegar su IA, la empresa fundada por Bill Gates bebe de la potencia de ChatGPT —firma en la que mantiene inversiones—, pero al mismo tiempo tiene acuerdos con la compañía francesa Mistral y LLaMa 2 para su desarrollo. Granados, más bien, pone sobre la mesa que hay que concentrar los esfuerzos en brindar servicios que eleven la productividad de los trabajadores en un momento en el que esta se encuentra en retroceso, especialmente en el sector público.

Según los datos de McKinsey, la productividad mundial ha disminuido un 2,5% en las últimas dos décadas y Granados apunta que solo el correcto uso de la IA puede revertir esa curva y elevar el crecimiento un 3,3% en los próximos diez años. De lo contrario, apunta el máximo representante de Microsoft en España, quien lleva cerca de tres años al timón de la empresa, el país se adentra en un problema muy serio. “Dentro de cinco años no tendremos expertos para atender los servicios públicos, ni dinero para contratarlos. Tenemos que poner un copiloto a los trabajadores públicos y tenemos una oportunidad única porque España está en la cola”, explica.

A finales del año pasado, Microsoft anunció oficialmente Copilot, una asistente virtual impulsado por la IA que funciona únicamente en Windows 11. Cree que esta va a ser una de las herramientas que guíe la siguiente revolución de eficiencia en el trabajo, como ya alguna vez ocurrió con el paquete de ofimática, el famoso Microsoft Office, diseñado por la compañía.

Explica, por ejemplo, que a nivel empresarial un quinto de las ventas se pueden automatizar gracias a Copilot. “Los empleados pueden conectar la herramienta con las bases de datos y responder casi automáticamente los correos de los clientes con las cantidades disponibles o los precios de los productos. A nivel de marketing, la herramienta “hiperpersonaliza” los anuncios dependiendo de a quién va dirigido. Y si se usa en el sector público, Granados explica que “es capaz de disponer los servicios al ciudadano de manera mucho más simple, con un lenguaje mucho más coloquial”. En el ámbito legal, el bot es capaz de organizar la información de los documentos jurídicos: “Puedes preguntarle si un contrato se renueva automáticamente o que simplemente te resuma grandes bloques de texto”. Asegura que prácticamente todos los entornos regulatorios en banca están trabajando con este sistema. “Es momento de hablar con la IA, no de la IA”, insiste en su presentación.

Sin embargo, se detiene a explicar de lo que llama “la fruta madura” de la inteligencia artificial, como es el desarrollo de software dentro de las organizaciones. El directivo considera que el déficit de programadores no solo es un problema de España, sino de talla mundial, y pone en relieve que el 46% de los proyectos no se terminan porque no se hallan los perfiles adecuados, mientras que el 80% sufre un retraso por la falta del talento necesario. Por lo tanto, considera que es estrictamente necesario adoptar un modelo en el que todos sean capaces de programar. Esto se puede conseguir, según el directivo, con el apoyo constante de los sistemas de IA generativa alimentados con millones de líneas de código. Con seguridad afirma que el futuro, no muy lejano, los financieros o directores de marketing de las empresas van a ser capaces de generar sus propias aplicaciones.

No obstante, advierte que para que esta transición se consolide es necesario una transformación profunda dentro de la cultura de las organizaciones. “Ya puedes tener el mejor producto, pero si las personas no entienden que es una ventaja y no una amenaza, el impacto será marginal”, explica y advierte que ha observado casos donde el 50% de los empleados usan ChatGPT en el trabajo, pero no lo admiten por vergüenza. “La mayor discusión de la IA no es tecnológica, sino cultural”, zanja.

Por último, cree que la Unión Europea debe centrarse en poner límites a la IA de manera “razonable”, de lo contrario: “Llegaremos a un punto donde Estados Unidos lidere esta carrera, Asia secunde y Europa se convierta en un espectro bestial de regulación”. Sobre la demanda que el New York Times interpuso a Open AI por utilizar los artículos del diario para alimentar a la IA sin consentimiento, Granados explica que es un debate “complejísimo” porque los límites de la propiedad intelectual a la hora de usar información dispuesta en internet son líneas, aún, muy difuminadas.

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