Críticas de El diablo a las cuatro (1961) - FilmAffinity
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El diablo a las cuatro

Aventuras Cuando un volcán, situado en una pequeña isla del Pacífico Sur, entra en erupción, un sacerdote (Tracy) y tres presidiarios arriesgarán la vida para salvar a los niños y al personal de un hospital infantil. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
28 de abril de 2006
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizada por Mervyn LeRoy, adapta al cine la novela homónima (1960) de Max Cott. Se rodó en Lahaina y Maui (Haití) y Fallbrook (California). Fue nominada al Golden Laurel al mejor actor de acción/aventuras. Producida por Fred Kohlmar, se estrnó el 18-X-1961.

La acción tiene lugar en Talúa, isla volcánica del Pacífico Sur, a 700 km. de Tahití, de soberanía francesa, habitada por unas 200 personas y regida por un gobernador. Narra la historia del padre Doonan (Spencer Tracy), sacerdote católico, que lleva trabajando en el lugar 16 años. Tiempo atrás montó una leprosería para niños con la enfermedad de Hansen, situada en un enclave montañoso alejado de la ciudad. La población de la isla rechazó la construcción del centro y, como protesta, dejó de asistir a la misa de los domingos. En hidroavión llegan a la isla tres penados, camino de Tahití, el norteamericano Harry (Sinatra), el francés Marcel y el isleño Charlie. Junto a ellos llega el padre Perreau (Kerwin Matheus), sustituto de Doonan, jubilado por edad.

Spencer Tracy encarna la figura de un sacerdote católico, luchador y generoso, al que la comunidad dio la espalda hace unos diez años, cuando construyó en la isla una leprosería para niños enfermos. Desolado, perdió la fe y cayó en el alcoholismo. Pese a todo, mantuvo su lucha por el mantenimiento del centro. Ante la inminencia de una posible catástrofe natural, requiere de nuevo la ayuda de los isleños, que le dejan de nuevo en la estacada. Con argumentos desesperados consigue la colaboración de los 3 penados, con los que intenta el rescate de los niños y su traslado a pie al puerto. Se crea entonces un clima de tensión creciente, alimentado por la fatiga de los menores, las dificultades que se interponen en el camino, la pérdida de Marcel y el plazo inexorable de tiempo que concluye con la marea alta de las 4 de la tarde.

La música corresponde a una partitura original con fragmentos de violín, percusión, saxo y coros imponentes de voces. La fotografía es luminosa y colorista. Aprovecha la belleza de un paisaje natural, hecho de tranquilas aguas transparentes y de acantilados vertiginosos. Los efectos visuales, abundantes, muestran la eficacia efectistas de los recursos más artesanales que técnicos disponibles en los primeros 60. El guión elabora un relato bien construído, que se enmarca en la corriente de las producciones americanas de cine católico, que proliferaron a partir de los 40, con obras como "La canción de Bernadette" (1943), "Yo confieso" (1952), "Historia de una monja" (1959), "Los lirios del valle" (1963), "El cardenal" (1963) y otras. La interpretación de Spencer Tracy es excelente y meritoria la de Sinatra, que le valió la nominación a un premio. La dirección crea una obra que se sitúa entre las que propiciaron el auge del cine de catástrofes, como "Terremoto" y "El coloso en llamas" (1974).

Película de tensión y suspense, heroismo y soledad, enfermedad y delincuencia, bien narrada. Es entretenida e interesante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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14 de febrero de 2010
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mervyn Leroy construye una de las películas precursoras del que más tarde seria llamado "cine de catástrofes". Pero esta película es muy diferentes a las otras ("Coloso en llamas", "Terremoto", "El enjambre"). Va un poco más alla de un simple volcán en erupción, y no tiene demasiados efectos especiales. Aquí más bien se centra en la figura del padre Doonan (Spencer Tracy), que sin duda es el principal foco de atención. Después están los tres presos muy poco convencionales, liderados por un Sinatra venido a menos.

No es ni mucho menos una película que vaya a sorprendernos, junto al atractivo paisaje lo más interesante que veo es el personaje del padre Doonan, que lo interpreta el grandísimo Spencer Tracy y como siempre da un recital de como se debe actuar.

Una buena película, entretenida, con paisajes atractivos y algunas dosis acertadas de tensión (la escena del puente).
Dusty Rivers
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24 de junio de 2012
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por encima de todo quiero destacar la bondad del cura Tracy, capaz de darlo todo, de sacrificar su vida, por una causa justa en la que lleva trabajando muchísimos años. Es un personaje total, ocupa toda la pantalla y hasta cuando no está, hablan de él. Como ha dicho alguien antes que yo, sobra el cantante amigo de la mafia, su papel lo podría hacer cualquier otro y decir que es pasteloso es quedarse corto. Pese a la terquedad del cura se hace querer, Tracy aprovecha la oportunidad una vez más, había pegado muchos tiros a esas alturas y aquí vuelve a estar a la altura del papel. La historia tiene muchos alicientes, para empezar su rara ubicación, con todo lo que ello supone en cuanto a fotografía, un guión más o menos elaborado y aunque parezcan muchas dos horas no se ha hecho demasiado larga, así que ampliamente recomendable para pasar un buen rato.

En su contra otras cosas, por supuesto, le falta mucho para ser un título grande por culpa del cantante, eso lo primero y ciertamente ya es razón de peso para que agobie bastante. Hay muchas situaciones tan absurdas, una detrás de otra (spoiler), que no diría que es por culpa del guión, es una cuestión de hechos concretos que echan para atrás, mucho para atrás, tanto como para que todo quede reducido, para mí, a un esquelético 5. Prometía mucho, no dejo de recomendarla por eso, pero este diablo a las cuatro no merece más de un cinco. Y menos mal que está ahí Tracy por todos lados...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luisito
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31 de enero de 2006
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El protagonismo absoluto es de Spencer Tracy, directa e indirectamente (cuando no aparece en pantalla, todos hablan de él). Vale la pena verle encarnando a un misionero resabiado que ha perdido la fe.
También son buenos el guión, la dirección, la música y la fotografía.

Fallan los decorados y algunos actores, entre ellos Sinatra.
jastarloa
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5 de agosto de 2009
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un sacerdote cabezón como él sólo y con un carácter más agrio que el vinagre se empeña en construir en la pequeña isla volcánica del pacífico en donde está destinado un hospital para niños leprosos. El miedo de la comunidad de la isla por contraer la enfermedad de los niños le obliga a construirlo en la otra punta de la isla alejado de toda población. Por desgracia, el volcán de la isla empieza a erupcionar y al sacerdote le da un ataque de histeria al ver que nadie quiere arriesgar su vida por atravesar la isla para salvar a los niños del hospital. Finalmente, consigue que tres presos le ayuden en su afán de enfrentarse contra el volcán.

Habría que leer la novela en la que está basada la película para ver si muchas de las escenas efectistas de la película son así por inspiración de su director o por la inspiración del escritor. El tema es que chocan bastantes cosas. Lo primero que llama la atención es el comportamiento de los presos: nos los presentan como unos asesinos muy peligrosos y durante la película se comportan como unos seres cándidos. El hecho de que unos personajes principales te descoloquen tanto hacen que la película patine bastante. Lo segundo que llama la atención es la historia express de amor entre la ciega y el prisionero metida con calzador. Eso es algo que no aporta nada, ralentiza el ritmo y demuestra lo absurdo de esa norma no escrita que dice que en toda buena película tiene que haber una historia de amor. Lo tercero que llama la atención es una pretendida discusión teológica que se queda a medias. Lo cuarto que llama la atención es lo bien pensado que está presentar a los protagonistas a través de los ojos del sustituto del sacerdote.

Por el resto, es una película correctamente rodada que usa unos muy dignos efectos especiales para la época y en donde destaca el contraste entre la extraordinaria interpretación de Spencer Tracy con la sosísima actuación del cantante amigo de la mafia. Personalmente eliminaría el personaje bufón de turno (que obsesión que tienen tantos directores por meternos a alguien diciendo payasadas), y alguna que otra escena sobrante que ralentiza el ritmo.
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chechu
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