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Dirección: David Fincher
Reparto: Brad Pitt, Cate Blanchett, Tilda Swinton, Elias Koteas, Julia Ormond, Elle Fanning
Título en V.O: The Curious Case of Benjamin Button
Nacionalidad: USA Año: 2008 Fecha de estreno: 06-02-2009 Duración: 167 Género: Fantástica Color o en B/N: Color Guión: Eric Roth Fotografía: Claudio Miranda Música: Alexandre Desplat
Sinopsis: El día en que acaba la Primera Guerra Mundial nace Benjamin Button (Brad Pitt). La madre muere en el parto y el padre (Jason Flemyng), un rico empresario, lo abandona a las puertas de un asilo: ha nacido con cara de viejo, condenado a crecer al revés, a rejuvenecer mientras la gente de su edad envejece. Allí conoce a la nieta de una de las internas, Daisy (Cate Blanchett), de la que se enamorará perdidamente, aunque antes de consumar su amor, Benjamin viajará por todo el mundo.

Crítica

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Lo mejor: El breve paréntesis romántico entre Brad Pitt y Tilda Swinton
Lo peor: La estructura en constantes flashbacks

En La flecha del tiempo, Martin Amis relataba al revés la biografía de un criminal de guerra nazi de tal manera que los desastres del Holocausto se replegaban sobre sí mismos para pervertir diabólicamente su significado. El rebobinado de Amis era una estrategia literaria para sacar a la luz las trampas de la Historia; una estrategia que ponía en primer plano el telón de fondo, el contexto, el teatro real de los hechos irreversibles. En El curioso caso de Benjamin Button el telón de fondo no es más que un trampantojo lejano y difuso; por mucho que la Segunda Guerra Mundial pille a su protagonista en alta mar a merced de los torpedos, aquí lo importante es qué le ocurre a un hombre condenado de por vida a estar solo, desubicado en tiempo (rejuvenece cuando todo a su alrededor envejece) y espacio (crece en un geriátrico, rodeado de cariño y muerte). Button es, en cierto modo, como el Ireneo Funes del relato de Borges: hay algo de viejo insomne en su mirada pasiva y triste, su memoria anclada en una conciencia de finitud que es la que impregna de una suave melancolía toda la cinta. Melancolía que toma cuerpo en la fábula con que arranca la vida de B.B., la historia de un relojero ciego que inventa un reloj que marca las horas hacia atrás, una máquina que invoca un tiempo felizmente recuperable.
Lo que el tiempo se llevó
David Fincher ha filmado con extraordinaria delicadeza la historia de amor entre este cándido mirón (un comedidísimo Brad Pitt) y la no tan cándida bailarina de la que se enamora (una ardiente Cate Blanchett) cuando es niño viejo. Ha integrado con astucia de técnico genial los efectos digitales en la arquitectura dramática de la historia, y exceptuando algunos atardeceres de postal en los que se le ha ido la mano en el rosa, ha quitado azúcar a un romance tan imposible como los de antes, convirtiéndolo en una conmovedora reflexión sobre lo implacable del paso del tiempo, en una meditación sobre la mortalidad y en un ensayo sobre el inevitable aislamiento de los que se resignan y los que se rebelan. Puede resultar discutible la cadena de flashbacks que organiza el relato con el huracán Katrina en fuera de campo o puede fastidiar la impresión de que Fincher se haya ablandado, influenciado como está por el guionista de Forrest Gump(Robert Zemeckis, 1994), pero es innegable que la película, atemperada por la distancia con que está narrada, está predestinada a ser un clásico.

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