Críticas de El confidente (1962) - FilmAffinity
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El confidente

Cine negro. Intriga. Thriller Tras salir de la cárcel, Maurice Faugel asesina a su amigo Gilbert Varnove. A continuación prepara un atraco para el que necesita una serie de herramientas que le proporcionará Silien (Belmondo), un individuo sospechoso de ser confidente de la policia. El robo sale mal, y Maurice, que sospecha que Silien lo ha traicionado, decide ajustar cuentas con él. (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
28 de enero de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para algunos la primera gran obra maestra de Melville, " El confidente" contiene ya todas las marcas de su director que posteriormente repetiría en todas sus películas negras y que le otorgaron una reputación que no ha dejado de crecer con el tiempo. No adscrito a la " nouvelle vague" y anterior a la eclosión de esta, fue sin embargo muy apreciado por sus integrantes. Supongo que la razón de esta estima es que Melville es un " autor" en toda la amplitud del concepto y que se forjó en un estilo absolutamente propio; lo paradójico es que la admiración de Melville se posaba en los denostados "artesanos", tales como Robert Wise, William Wyler, o las meras películas de género.
Cineasta obsesionado por la cultura norteamericana urbana, y en especial con aquella forma de vida que él mismo se había forjado a partir de una grandísima cantidad de películas, su intención no fue más que incorporarla a las suyas propias. Crea un cine que no se agarra a la Francia de su tiempo, sino al Manhattan que tiene instalado en su cabeza y lo puebla de unos mismos estereotipos: el héroe de cine negro. Aquí es Belmondo, en otras Alain Delon, siempre el mismo: Trágico, silente, callado, íntegro, terriblemente estético, cualidades que no visten a un personaje, sino que encarnan un arquetipo.
Poco después vendrían análisis desorbitados de su obra, también provenientes de la crítica francesa: intentos de emparentarlo con el existencialismo o de convertir sus obras en tragedias griegas, aspiraciones que iban mucho más allá de las del propio Melville, cuya fundamental preocupación era entretener al público tal como lo lograban las películas norteamericanas.
" El confidente" narra las andanzas de un hombre al salir de la cárcel, sus enfrentamientos con la policía y el valor de sus amistades con sus compañeros del hampa, en síntesis, casi lo mismo que se cuenta en las siguientes sin que en esta haya un atraco de por medio. Con un ritmo siempre preciso, unos actores casi hieráticos - aunque con Belmondo quizás no saque el mismo partido que con Delon o Lino Ventura- y su romántica recreación de ambientes , consigue lo de siempre, una obra cautivadora.
Quizás no tenga la magnitud de los más grandes directores, pero sí que es uno de los que más atractivo ejercen; no me ocurre siempre lo mismo con alguno de los otros.
juanito
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21 de julio de 2017
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El confidente" no es uno de los más famosos largometrajes de Melville, pero llama mucho la atención en torno a cómo este cineasta concebía el cine, su cine, y sin duda es una de sus más grandes obras. Hay aquí una gran defensa de la amistad y la lealtad masculinas, y un sentido fatalista de la vida que es difícil de superar. Estamos ante una obra pesimista y oscura, que parece envolver su pesimismo en una trama enmarañada, extraña y retorcida, en la mejor tradición del cine negro clásico, que aquí pasa a ser ya un "neo-noir".

En el competente reparto destacan de manera clara Serge Reggiani y Jean-Paul Belmondo: primero aparece uno y parece que es el protagonista, y lo es, pero luego aparece Belmondo y también es el protagonista. Es un film con dos protagonistas, como el previo film de Melville "Dos hombres en Manhattan" (Deux hommes dans Manhattan, 1959). El personaje de Belmondo aparece al principio con unos tintes muy negativos, y sin embargo luego mostrará y demostrará su código ético, en el que la amistad y la lealtad tienen un lugar muy importante. Con el personaje de Reggiani ocurre algo muy parecido: poco a poco, la acción va explicando al espectador de forma detallada las razones de sus actos, y es un protagonista con su propio código ético. En cualquier caso, estos dos protagonistas se verán envueltos en una telaraña de la que parece que no pueden escapar.

El personaje de Serge Reggiani anticipa el rol de Lino Ventura en "Hasta el último aliento" (Le deuxième souffle, 1966), y la insistencia en el mal tiempo y la lluvia se adelanta a la lluvia del maravilloso inicio de "Crónica negra" (Un flic, 1972), la última película de Melville.
Pedro Triguero_Lizana
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9 de agosto de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Volví a ver este film después de ver un documental de Bertrand Tavernier sobre sus cineastas favoritos, entre los que está casi en primer lugar Melville, con quien aprendió.
Allí hay detalles y consideraciones que es inútil repetir aquí.
Aquí solo opino que es una joya del cine negro francés, inspirado en el americano, que Melville adoraba. Pero no es una copia sino una creación original. Sí tienen en común el ir al grano, el ritmo rápido, el decir mucho con una sola imagen. Con eso grandes actores que son Belmondo, Reggiani o Piccolo.
Además, Melville rodaba con medios escasos, en sitios que aparecen casi siempre en sus películas: su despacho, su dormitorio, la escalera del estudio Jenner, los pasillos de ese mismo estudio. No hace falta grandes alardes para hacer arte.
Por cierto, el cine americano le ha devuelto el favor a Melville, considerado uno de los grandes por directores como Scorsese o Tarantino
yoparam
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5 de julio de 2022
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Hay que elegir entre morir o mentir".

Excelente noir francés, que une, como es preceptivo, los géneros negro, policíaco y trhiller.
Y lo hace estupendamente, logrando Melville, con ese acostumbrado ritmo tranquilo pero inexorable para con sus personajes, un inquietante y un tanto perturbador filme, donde el destino ya tiene las cartas marcadas y cada cual obtiene, con toda justicia, su "recompensa".
El mejor logro, junto con la sabia realización del maestro Melville, es el guión, perfecto, del propio director adaptando la novela de Pierre Lesou.
Es cierto que comienza de forma extraña y sus primeros minutos son oscuros y parte de su desarrollo resulta cuasi irreal en algunos aspectos, pero pronto comienzan a surgir soberbias escenas como la del interrogatorio al protagonista, toda una lección de virtuosismo cinematográfico.
Muy buenas interpretaciones, clímax enfermizo cuasi fantasmal debido a la atmosférica fotografía de Nicolas Hayer y una parte final rotunda, donde las casualidades y, como he dicho, antes, el destino, marcan el sino de los personajes.
Un pequeño clásico que no ha perdido un ápice de su fuerza e intensidad casi sesenta años después de su rodaje.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Baraka1958
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7 de mayo de 2023
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Sólo soy un pobre diablo", admite Silien a los policías, que no saben a qué atenerse. Y tiene muchísima razón.
Nos hallamos ante un diablo, el más calculador e inteligente. Porque la mayor habilidad del Diablo es hacer creer al Mundo que no existe. Y éste lo consigue.

Nos trae a este tipejo despreciable, pues, al menos para ellos, no hay nada peor que ser un criminal, salvo un soplón que se aprovecha de un criminal para su propio beneficio. Entra y se escurre cual lagartija entre el fango; el sr. Jean-Pierre Melville se dispone, a su vez, a utilizarle para traérnoslo en el que será su primera incursión, oficialmente hablando, en ese universo de los gángsters, cuya iconografía e imaginario ha tomado, sin ningun disimulo, del cine negro norteamericano, que adora. La esencia del mismo puede que ya impregnara a su "Bob, el Jugador", pero aquí todavía se acercaba más al drama.
Tal vez lo que deseaba era desprenderse de la etiqueta que le habían colocado sus aduladores de Cahiers du Cinema y sus jóvenes seguidores de la "nouvelle vague", virando por unos caminos mucho más convencionales, incluso comerciales, en cuanto a forma y temática; así era el francófono: independiente hasta las últimas consecuencias. Sin embargo hubo de plegarse a exigencias, como la de sus productores sobre contratar a un actor conocido si quería que "Le Doulos", inspirado en el debut homónimo del genio de la literatura criminal francesa Pierre Lesou, cuyas obras serían posteriormente muy llevadas al cine, tuviera éxito en las salas.

Ese actor es Belmondo, a quien le une una relación de desprecio mutuo. Pese a ser el protagonista y mencionarse el tipo de personaje que encarna al principio de la película, ese criminal que se aprovecha del criminal, el soplón, la rata, con sombrero que lo delate, no es él con quien la empezamos. Sello característico del cine de Melville, el destino marca la senda por la que caminan los hombres; si es así Maurice se dirige con determinación, pero sin saberlo, a su propia sentencia de muerte, como si andase por un corredor de la muerte metafórico figurado en los pasadizos de ese túnel en el cual le vemos a través de un extenso y elaboradísimo plano-secuencia.
Irá a cometer un crimen, y contra un amigo (Varnove) por venganza. Mucho más tarde describirá este hecho como casual: "Ese movimiento fue terrible: se giró y vio la pistola. Nada más". Melville empapará a sus gángsters de una impasibilidad implacable, contagiada por el entorno, dotando al ya de por sí nihilista universo del "noir" de un estigma de resignación, casi melancólicamente poético; así concibe el género, así debe concebirse: tan duro, áspero, frío e impenetrable como las aceras a las que se arrojan los individuos que lo habitan. El criminal recién salido de prisión de Serge Reggiani es un perfecto ejemplo, pero, mejor que él, el Silien de Belmondo.

Arropado, casi oculto, por las sombras de la tan particular fotografía de Nicolas Hayer, de raíz expresionista, el actor sufre la restricción de no poder improvisar y su deber a atenerse a una actuación lacónica y gélida; más bien desalmada, y es algo que captura al vuelo. Narrado con silenciosa precisión, en una serie de largos planos-secuencia por los que se distinguirá la película (y toda la obra del cineasta), el atraco que prepara Maurice es lo que dispara una serie de desastres donde la amistad, la lealtad y la confianza son aplastados por el yunque del interés y la codicia; ni siquiera los criminales pueden fiarse de su código interno.
Se agazapa en las tinieblas el soplón. Regala su sonrisa malévola a la pobre y machacada Thérèse (en una de las escenas más terriblemente crueles de la Historia del cine, irrealizable hoy día). A partir de aquí, cual héroe de tragedia épica, Maurice se levanta y se enfrenta a los elementos en busca de venganza; al otro lado una policía de métodos desesperados dirigida por un sagaz comisario que también formará parte del mundo gangsteril "melvilliano" para la posteridad (aquí un magistral Jean Desailly, protagonizando una escena inolvidable donde su verborrea ante Silien y su andar en círculos por el despacho es filmada sin cortes desde el mismo eje fijo).

Entre el humo de los bares, sutilmente fotografiado en el blanco y negro rugoso, entre las calles mojadas por la lluvia, y sobre todo, y otra "marca de la casa", entre habitaciones que dificultan la escapatoria a un lado y al otro, Silien hace sus juegos de manos como un mago del engaño, se burla de unos y otros; criminales, policías, mujeres y nosotros mismos caemos presa de su arte para la manipulación, como un maestro de ceremonias que moldea este mundo de muerte negra a su antojo. Un buen trabajo tenemos aquí en el desarrollo de un guión que pasa por muchos lugares, intrigas y traiciones; complejo, sí, pero tampoco enrevesado.
Basta con prestar atención a las jugadas del soplón para salir siempre airoso, siendo la culminación de su obra el incluso quedar como inocente ante los ojos del hombre al que vendió sin miramientos. Y mientras tanto Maurice en la tela del desconcierto, la cual queda bien enhebrada gracias a unos "flashbacks" fantasiosos (magnífico uso de la forma y el estilo) donde la auténtica verdad nunca es revelada, pero que sin embargo conduce, porque siempre deben de haber brechas en las mentiras, a un final apocalíptico. El de "Le Doulos" trata la imposibilidad de huir de los pecados y la corrupción propia y el castigo por la traición del código de honor.

Paul Misraki aporta unas melodías de oscura profundidad subrayando la fatalidad, la catástrofe. Melville volvería a obligarnos a habitar estas esferas refinadamente viscosas para instalarnos en ellas hasta el final de su carrera.
Por desgracia ya no lo volvería a hacer con Belmondo a bordo, pero pudo brindarnos la que podría disputarse como la más impresionante interpretación de su vida, con todo lo lacónica y estoica que sea. En su contención radica su grandeza, como sucede en la propia película.
Chris Jiménez
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