Con motivo del especial que FOTOGRAMAS está celebrando por el 20º aniversario del estreno en cines de 'El señor de los anillos: La comunidad del anillo', retrocedemos dos décadas y 239 portadas de nuestra revista para rescatar la crítica que Jordi Costa publicó en nuestra edición de enero de 2002. Una reseña entusiasta y entregada al trabajo de Peter Jackson que replicaba la práctica unanimidad que se asentó en el entorno de la crítica especializada: nos encontrábamos en el punto de partida de un viaje inolvidable.

Para quienes saben que la fantasía heroica no es la bisutería de la épica

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La cabeza de J.R.R. Tolkien, de diámetro presumiblemente humano, contenía un universo entero, cuyos microorganismos más ínfimos debían tener -no lo duden ni por un instante- el árbol genealógico (imaginario) trazado sin margen de error. Si tal prodigio se hubiese quedado ahí, probablemente no hablaríamos del autor de 'El Señor de los Anillos' con mayor respeto del que merecería alguien capaz de reproducir el cuadro de las lanzas en la cabeza de un alfiler: si el planeta Tolkien sigue vivo es porque se hizo palabra, porque cobró cuerpo a través de un estilo literario sensorial y poliforme, tan capaz de evocar el retumbar del trueno como el tenue silbido de la brisa. Del mismo modo, la titánica tarea de llevar al cine ese universo imaginario cerrado y poderoso, en una trilogía regida por la fidelidad al espíritu y a la letra, se podría haber quedado en pura machada neozelandesa si, detrás de ello, el estilazo de Peter Jackson no hubiese echado el resto para lograr trascenderlo todo en una experiencia absolutamente mesmérica: el autor de 'Mal gusto' logra que sintamos, en la piel, el poder maléfico del Anillo o el restallar de un látigo de fuego. La buena -excelente- noticia es que no todo acaba ahí.

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'El señor de los anillos: La comunidad del anillo' (2001)

Disfrutar de esta primera entrega de 'El Señor de los Anillos' proporciona el aliciente adicional de comprobar cómo esta fantasía fuera del tiempo puede, a su modo mágico y lateral, seguir hablándonos en presente de indicativo: a fin de cuentas, todo el asunto va de sinuosas turbulencias colectivas, aires de apocalipsis y poderes malignos cuya mirada incluso atraviesa la carne. Espectáculo-mamut sin tacha aparente. 'La Comunidad del Anillo' logra ser una película avasalladoramente física (nada hay en ella de aséptico videojuego, pese al gran tonelaje de magia digital), en la que los actores tienen espacio, poder y capacidad para construir sus personajes o bordar momentos inmortales -ahí está el duelo de magos o el sobrecogedor tramo final-. Habrá quien aduzca que, en esta ocasión, Jackson ejerce más de ilustrador que de creador: arrastrar a una ballena blanca como Tolkien de un medio a otro sin que nada huela a podrido (o a impostado) es tarea suficientemente heroica como para andarse con remilgos de este tipo. Tampoco es cuestión de pedirle a un alpinista que se invente la montaña.

LO MEJOR: el duelo de magos o la muerte de Boromir · LO PEOR: Que el casting haya prescindido de enanos
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