Fue un escenógrafo, director, teórico y autor británico, además de artista plástico y actor. Fue hijo único de la actriz Ellen Terry y del arquitecto y diseñador de escenarios Edward Godwin y fue escolarizado en Bradfield y Heidelberg. Comenzó su carrera teatral en la compañía de Henry Irving, en el Lyceum de Londres, y trabajó en varias compañías hasta que, al cumplir 25 años, se interesó por el arte y la música.

Tras haber llevado al escenario algunas producciones propias en Londres, aclamadas por las críticas pero no tanto por el público, continuó su carrera en el continente europeo. Allí, se ganaba la vida vendiendo grabados de madera y formulaba y publicaba sus teorías revolucionarias sobre el arte del teatro, que calaron hondo en el mundo occidental.

Como reacción en contra del naturalismo y la dependencia literaria del teatro convencional, y también del dominio del actor, desarrolló conceptos sobre el escenario y el decorado radicalmente innovadores, en consonancia con las corrientes modernistas que también creían que el arte podía ser un artificio. Fue el primero en proponer la necesidad del control artístico de cada aspecto de una producción teatral llevada por una sola persona, persona que Craig identificó como “el artista del teatro” y predecesor del director de hoy en día.

Sus pensamientos le llevaron a formular la teoría del intérprete ideal, la Über-Marionette o supertítere, ya que la homogeneidad de estilo que buscaba, tanto en el diseño, como en la escala y en la actuación, y sin la intromisión del realismo o de la personalidad, sólo era alcanzable a través del títere controlable, y no de la intención humana (véase Kleist, Jarry). Más adelante, Craig modificó la idea de un concepto literal a un concepto metafórico.

Sus experimentos e ideas contundentes no consiguieron muchos seguidores en Gran Bretaña, excepto en las comunidades artísticas, mientras que varios artistas de teatro de otros países europeos lo consideraban el profeta de una era teatral mejorada. Como director, insistiendo siempre en el control absoluto, Craig exigía demasiado a los gerentes de los teatros. Sus invenciones de diseño eran a menudo caras y técnicamente difíciles de ejecutar, y la libertad de expresión a la que los actores estaban acostumbrados se vio notablemente restringida. Sin embargo, Stanilavski le ofreció el Teatro de arte de Moscú como espacio para presentar su famosa producción, Hamlet (1912), que ejerció una gran influencia sobre el joven Vsevolod E. Meyerhold y encantó a los críticos de Moscú y de muchos otros países.

Tras establecerse en Florencia en 1907, expresó sus ideas y opiniones a través de  artículos para revistas, incluida The Mask (La máscara), que él mismo publicó, en distintos periodos, entre 1908 y 1929. Firmaba muchos de sus artículos bajo seudónimos (confesó haber utilizado sesenta y seis).

Su interés por los títeres fue constante a lo largo de su vida, y aceptó el cargo honorario de Presidente de British Puppet and Model Theatre Guild (Asociación británica de teatro de títeres y en miniatura) entre 1928 y 1936, y fue Miembro de Honor de Unima. Sin embargo, no le agradaba el trabajo de los profesionales del títere (“Hoy en día, los títeres son comediantes de bajo nivel, nada más”). Fue un devoto del teatro en miniatura, y éste era su método preferido para el desarrollo de sus ideas escenográficas; la coreografía de los actores se representaba con siluetas de cartón.

Sus fascinación por los títeres le llevó a publicar doce ediciones (1918) de una revista llamada The Marionnette. En dichas ediciones incluyó cinco obras originales o “movimientos” que eran difíciles de entender y de llevar a cabo para los titiriteros.

Una de las creencias de Craig era que el títere encarnaba todo aquello que es espiritual y digno en forma humana, “el último eco del noble y bello arte de una civilización anterior”. Fue responsable, hasta cierto punto, del interés que algunos grandes artistas modernos sintieron por el títere, como Pablo Picasso,  Fernand Léger, Paul Klee, Oskar Schlemmer (véase Bauhaus) y Alexandra Exter, aunque para la mayoría, Craig incluido, su interés era más teórico que práctico.

La última producción de Craig tuvo lugar en Copenhague, en 1926. Se exilió voluntariamente a Italia y a Francia hasta su muerte, a los 94 años. A pesar de su  succes d’estime  en toda Europa, Gran Bretaña apenas reconoció su valía en vida. Sus fracasos tanto en la vida personal como en la profesional se multiplicaron, ya que en 1914 terminó su preciado proyecto de establecer una escuela de teatro en la Arena Goldoni, cerca de Florencia.

Su proyecto final se desarrolló durante 50 años y cuando murió, no había sido aún terminado. Craig lo describió como una obra de 365 “movimientos” para títeres, que pretendía escribir, diseñar y construir en forma de miniatura. Recientemente, el Institut Iternational de la Marionette ha adquirido algunos “movimientos” más, pero aún se desconoce el paradero de las series o de algunos de sus sets en miniatura.  El London’s Theatre Museum (Museo del teatro de Londres) posee un ejemplo excelente de uno de sus sets.

Entre las obras más importantes de Craig se encuentran, The Actor and the Über-Marionnette (El actor y la supermarioneta) en The Mask (La máscara), Vols. I y II, Abril de 1908 (reeditado con notas en On the Art of the Theatre Sobre el arte del teatro, Heinemann, Londres, 1911); cinco obras o “movimientos” para títeres (publicadas anteriormente y de forma individual), publicadas todas juntas bajo el título de The Drama for Fools (La dramática para tontos), de Tom Fool, en 1918. También escribió Mr. Fish and Mrs. Bones (El señor Pez y la señora Huesos), The Gordian Knot (El nudo gordiano), The Tune the Old Cow Died of  (La melodía por la que falleció la vieja vaca), The Three Men of Gotham (Los tres hombres de Gotham) y Romeo and Juliet; y en 1919, School, or Thou Shalt Not Commit (Escuela, o Eso no se debe cometer).

Los británicos honraron a Edward Gordon Craig con el título de Companion of Honour (Acompañante de honor) en 1956.

(Véase Gran Bretaña.)

Bibliografía

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