Tras el legado de Edward O. Wilson, un gigante de la biología

Tras el legado de Edward O. Wilson, un gigante de la biología

Conocido como el nuevo Darwin o el padre de la sociobiología, son muchos los apodos que describen la prolífica e inspiradora carrera del profesor Edward O. Wilson, uno de los más reconocidos defensores de la biodiversidad.

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Edward Osborne Wilson
Foto: AP

Un gigante de la ciencia moderna nos ha dejado recientemente a los 92 años de edad. La noticia, completamente desoladora, llega además apenas un día después de que otro referente en el estudio de la biodiversidad, Thomas Lovejoy, falleciera a los 80 años. Sus contribuciones al estudio de la biodiversidad y la conservación han forjado un extraordinario legado a través del cual entender y preservar el medio natural, y es por ello que el vacío dejado tras el fallecimiento de Edward Osborne Wilson es irrecuperable.

La motivación por descifrar los misterios del mundo natural fue un motor imperecedero en la vida de este visionario. Profesor en la Universidad de Harvard durante 46 años, Wilson publicó más de 400 artículos científicos y una treintena de libros. Sus contribuciones le llevaron a recibir más de 150 reconocimientos internacionales, entre los que se encuentran dos Premios Pulitzer por sus libros On Human Nature (1979) y The Ants (1991). La revista Science definió este último como una de las más grandes contribuciones al mundo de la entomología, disciplina encargada del estudio de los insectos.

Reconocido en 1995 por la revista Time como una de las 25 personalidades más influyentes en Estados Unidos, Wilson es considerado como uno de los 100 científicos más importantes en la historia, además de uno de los 100 conservacionistas más relevantes del siglo tal y como lo definieron el año 2000 la revista Audubon y de nuevo la propia revista Time.

E. O. Wilson: naturaleza, investigación y conservación

En su autobiografía, Wilson explica que su fascinación por la naturaleza empezó a una edad muy temprana, con cada salida al campo, en cada encuentro con una especie o comportamiento hasta entonces desconocidos para él. A los siete años, un accidente con la espina de un pez le dejó prácticamente ciego de un ojo y le privó de tener una correcta visión estereoscópica. Haciendo de la necesidad virtud, Wilson pasó de la observación de aves y mamíferos a la de otros organismos más pequeños y cercanos: los insectos, de entre los cuales llamaron especialmente su atención las hormigas, por las que sintió una apasionada atracción que le acompañaría durante el resto de su vida.

Su etapa como conservador en el Museo de Zoología Comparativa en Harvard fue fundamental en su desarrollo como investigador y conservacionista. A lo largo de su vida, el ‘hombre hormiga’, como muchos le apodaban cariñosamente, contribuyó a describir más de 400 especies de estos insectos para la ciencia.

En las décadas de los 50 y los 60, y junto con colaboradores como el matemático William H. Bossert, Wilson estudió el complejo entramado comunicativo que acompaña al intercambio de feromonas y otros compuestos químicos entre hormigas. Sus trabajos articularon un camino sobre el que reside gran parte de lo que hoy en día conocemos de la comunicación química, la forma de comunicación más antigua y extendida en nuestro planeta, y culminaron en 1971 con la publicación de The Insect Societies, un magnífico tratado sobre el comportamiento social de insectos como las avispas, las abejas, las termitas o las propias hormigas.

Sociobiología, el controvertido nacimiento de una nueva disciplina científica

En 1975, Wilson publicó su obra más conocida y polémica: Sociobiology: The New Synthesis, en la que extendió los principios que le habían permitido explicar la evolución y el valor adaptativo del comportamiento social de los insectos a todo tipo de organismos, desde los hongos ameboides hasta el ser humano. El libro tuvo una recepción muy positiva entre docenas de estudiantes y jóvenes investigadores que inmediatamente abrazaron las ideas de Wilson y que empezaron a ser conocidos en la comunidad científica como sociobiólogos.

Pero el libro también tuvo un impacto negativo. En el último capítulo de Sociobiology, Wilson invitaba a sus lectores a imaginar el modo en que la selección natural de Darwin podía haber contribuido a moldear la naturaleza humana. Muchos consideraron inaceptable este intento por “biologizar” el comportamiento humano, cuestionando incluso la propia existencia de una “naturaleza humana”, y lanzaron un ataque salvaje contra Wilson y los sociobiólogos.

Algunos de los críticos de Wilson estaban más interesados en promocionar sus propias ideologías que en el progreso del conocimiento. De hecho, el debate sobre la sociobiología estuvo sazonado con episodios muy llamativos – como cuando un grupo de exaltados lanzó una jarra de agua sobre Wilson cuando éste se disponía a pronunciar una conferencia. Pero Wilson vivió lo suficiente para confirmar que sus hipótesis no estaban desencaminadas y en la actualidad se conocen miles de genes que afectan al comportamiento humano, muchos de ellos comunes a otros animales. Y es por ello que, hoy en día, la idea de que el ser humano es en sí mismo un animal y de que – al menos en parte – su comportamiento se rige por muchos de los mismos principios que se utilizan para explicar el comportamiento de los animales no humanos, no admite controversia.

Las hipótesis de Wilson nunca estuvieron desencaminadas y en la actualidad se conocen miles de genes que afectan al comportamiento humano, muchos de ellos comunes a otros animales.

Pero la polémica y los malentendidos siguen persiguiendo a Wilson incluso después de su muerte. Un obituario reciente, por ejemplo, afirma que Wilson escribió que “todos los comportamientos humanos son el producto de la determinación genética, no de la experiencia ni del aprendizaje”. Nada más lejos de la realidad. El debate sobre la naturaleza animal y la naturaleza humana tiene visos de persistir al menos durante algún tiempo, y Wilson es y será una figura capital para entenderlo.

El legado de E. O. Wilson

En la evocadora lista de éxitos de Wilson también destacan sus trabajos sobre la biogeografía de las islas (The Theory of Island Biogeography, publicado en 1967) y la popularización del término ‘biofilia’ (Biophilia en 1984). En el primero, junto al afamado Robert H. MacArthur, Wilson teoriza sobre cómo los procesos de colonización y extinción de especies exóticas y autóctonas pueden explicar la biodiversidad en islas de acuerdo al tamaño de estas, un trabajo que ha sido de gran trascendencia en el campo de la biología de la conservación. En el segundo, por algunos descrito como un reflejo del amor que él mismo sentía por la naturaleza, Wilson explora la base evolutiva de la seducción que la naturaleza ejerce sobre el ser humano.

E.O Wilson
Foto: AP

La actividad científica de Wilson apenas disminuyó tras retirarse de su puesto en la Universidad de Harvard en 2002, y continuó publicando de manera prolífica. Algunos de sus artículos más recientes le sumieron de nuevo en la polémica. En 2010, en un artículo que publicó junto a Martin A. Nowak y Corina E. Tarnita, Wilson atacó algunos de los principios que le sirvieron de base en The Insect Societies y Sociobiology, argumentando sobre la existencia de explicaciones alternativas para los fenómenos del altruismo y la cooperación en las sociedades animales. Además, Wilson publicó varios artículos junto a David Sloan Wilson defendiendo la idea de que en la naturaleza podría darse una selección de aquellas características que benefician a una entidad social (por ejemplo, una colonia o una manada) en lugar de al individuo. Esto se conoce como “selección de grupo”, un modelo de evolución que gran parte de la comunidad científica considera equivocado.

En las últimas décadas, su profunda admiración por el medio natural le llevó a guiar nuestros pasos como especie hacia un futuro más sostenible. Por ejemplo, a través de la rompedora idea que plantea en Half-Earth (2016), obra en la que propone la protección de la mitad del planeta con el objetivo de frenar la incipiente extinción masiva de especies.

Hoy en día, muchos consideran que la sociobiología es uno de los pilares fundamentales para entender la evolución del comportamiento animal.

La brillante trayectoria de Wilson le ha posicionado como uno de los referentes mundiales más importantes en materia de historia natural y conservación: “La preservación de la biodiversidad es esencial para la estabilidad del planeta tierra y de nuestras especies”, afirmaba Wilson a National Geographic en 2006. Su contribución al estudio del comportamiento animal y humano es igualmente importante y reconocida, y muchos consideran que la sociobiología es uno de los pilares fundamentales para entender la evolución del comportamiento animal.

“Su contagiosa curiosidad y creatividad han marcado la vida de muchas personas, incluida la mía”, declaraba David J. Prend, presidente de la Fundación E.O. Wilson para la Biodiversidad, al informar del triste fallecimiento del profesor Wilson el pasado 26 de diciembre. Con la herencia intelectual y personal que ofreció en cada uno de sus proyectos, Wilson deja un inmenso legado que nutrirá de inspiración a futuras generaciones de investigadores, conservacionistas y naturalistas para seguir investigando y protegiendo ese mundo natural que siempre le cautivó.

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