Edén (2022), de Estefanía Cortes

Marina viaja en un vehículo con los ojos cubiertos por un antifaz, un chófer le conduce por una carretera montañosa a un lugar desconocido. Se trata de un “resort”, donde se encuentra con tres desconocidos que han llegado hasta ahí en idénticas circunstancias. Félix es un anciano con cáncer. Lidia es una cuarentona que ha intentado suicidarse varias veces. Víctor es un tipo retraído, que cuando reza cualquier diría que está de retiro espiritual, aunque contradictorio y reprimido, se masturba cuando está solo. Finalmente, la citada Marina es una veinteañera infeliz. Los cuatro coinciden en el hecho de que están hartos de esta vida y desean morir.

Estefanía Cortés, directora y guionista, debuta en el largometraje con una trama de intriga bastante elemental, que bien podría ser un corto, el campo donde se ha desempeñado hasta la fecha. Su film es más un ejercicio de estilo, un intento de crear una atmósfera de intriga en torno al hastío vital, que una narración sólida que estudie a fondo a sus personajes y sus motivaciones, y reflexione sobre el sentido de la existencia, que sería lo suyo.

De modo que todo se reduce a jugar a que el espectador tenga la mosca detrás de la oreja, a imágenes bonitas en los alrededores del balneario de Panticosa donde se ha rodado, y a diálogos un tanto lacónicos y un poco impostados, en que podemos ver a Félix tratando de persuadir a Marina de que siendo tan joven merece la pena vivir, o a Lidia pidiendo a Félix que respete la libertad ajena, o provocando a Víctor señalándole que eso de suicidarse no es muy “católico”. Los cuatro actores protagonistas, Charlotte Vega, Israel Elejalde, Marta Nieto y Ramón Barea se limitan a estar muy seriecitos, y hasta solemnes, en sus respectivos papeles.