Drácula - Análisis

La verdad está en la sangre.

Crítica de Drácula, la miniserie de Netflix y BBC que recupera el mito de Bram Stoker

Mark Gatiss y Steven Moffat ya han demostrado con anterioridad que les gustan los retos. Los creadores de la serie de Sherlock, protagonizada por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman, tienen experiencia de sobras en tratar con personajes plenamente establecidos en la cultura popular y que han sido explotados hasta la saciedad con diversos productos: novelas, largometrajes, cómics, etc. Ambos autores saben, o por lo menos así lo demuestra su nueva ficción seriada, que el mito vampírico de Drácula ha sido más que revisitado a lo largo de la historia del celuloide y la televisión. Y es que desde que el cine se dio por primera vez la mano con la novela de Bram Stoker y su presentación de las criaturas de la noche chupasangres con Nosferatu (1922, F.W. Murnau), las adaptaciones e interpretaciones que se han realizado no han sido pocas.

Cada director que ha tenido en sus manos a Drácula añadía, o quitaba, parte de la historia original de Bram Stoker sin renunciar a los pilares imprescindibles sobre los que se basaba la trama: un castillo tenebroso en Transilvania, un abogado locamente enamorado de su bella esposa que llegaba a dicho lugar para atender las necesidades de un misterioso conde y un viaje a Inglaterra que culminaba con la masacre de múltiples hombres y mujeres por un ataque de amor incontrolable. Es la historia que, grosso modo, se ha instaurado en esa ya nombrada cultura pop sobre la figura de Drácula. Gracias, sobre todo, a la maravillosa adaptación de la novela de Bram Stoker que Francis Ford Coppola realizó en los noventa con la esperanza de realzar su carrera y recuperar las heridas generadas por algunas de sus obras que, a día de hoy, son consideradas de culto. Como El Padrino o Apocalypse Now.

Gatiss y Moffat son muy conscientes, vaya si lo son, de que en 2020 puede ser complicado volver a contar la misma historia. Someter al espectador a visionar los mismos actos por los que tantas veces ha pasado con otros directores, guionistas y creadores, no tiene demasiado sentido. Es por ello, por lo que con este nuevo Drácula han construido una visión alternativa sobre el mito del príncipe de los vampiros. Una con la que jamás nos hemos topado y que puede ser la causa de que una cantidad considerable de espectadores no se sientan atraídos por la obra, puesto que pretende aunar bajo un mismo techo los elementos más característicos de este personaje, que funciona a modo de estandarte del género fantástico y de terror, a lo largo de los años.

 

Así pues, la miniserie de Drácula de Netflix y BBC se compone únicamente de tres episodios que, a pesar de tener una continuidad, son prácticamente historias independientes sobre el mito del hombre que renunció a Dios y fue condenado a vagar por la Tierra en busca de un amor perdido. Gatiss y Moffat optan por empezar la historia con ese método tradicional ya mencionado -el castillo, el abogado y la Transilvania más aterradora- para ir poco a poco abriendo su punto de mira e introducir al espectador los múltiples cambios que han realizado. El resultado, hablando en términos de guion, es un experimento ecléctico que pretende revelar partes de la historia que jamás fueron contadas, desde unos puntos de vista alternativos pero siguiendo los esquemas de la novela de Bram Stoker, por lo menos en lo que respecta a su primer episodio y parte del segundo, en el que nos metemos de lleno en el Demeter para comprobar de primera mano cómo fue ese violento viaje de Drácula hacia Inglaterra. El tercero, para evitar cualquier tipo de spoiler, lo vamos a dejar al margen , pero sí que os podemos decir que es el que más por libre va y el que rompe por completo con la estética, dinámica y funcionamiento de los dos anteriores.

En lo que hace referencia al apartado visual, la miniserie hace todos los esfuerzos posibles por recrear la atmósfera que se respiraba con las cintas de Hammer Films, protagonizadas por Christopher Lee, que junto con Bela Lugosi y Frank Langella, ha sido una de la caras más representativas del mito. Actor que ha servido como fuente de inspiración para la caracterización de Claes Bang, el Drácula de esta miniserie que, sin duda, ha conseguido ganarse un hueco en ese hall of fame de no-muertos que se alimentan de sangre y duermen en ataúdes de día para escapar de la luz del sol. Bang le da a su personaje un toque sarcástico que lo ajusta al lenguaje actual de forma acertada para que no tenga que repetir las líneas de diálogo clásicas y pueda tener una personalidad mucho más propia que lo diferencie fácilmente de otros compañeros de oficio que han tratado al mismo personaje. Aunque su interpretación no sería lo que es sino estuviera acompañado por Dolly Wells, que sirve como gancho para conectar al espectador actual con esa época en la que nació Drácula. Un dúo indispensable en la miniserie.

 

Este Drácula, ya en pleno 2020, es un soplo de aire fresco para el personaje. Una expresión muy típica, sí, pero que define perfectamente lo que transmite la miniserie. Que nace con la esperanza de poder demostrar que este vampiro legendario sigue pudiendo tener un hueco en un audiovisual predominado por los superhéroes, las grandes franquicias y el mainstream menos autoral. Sí, estamos ante otro "refrito" que se podría sumar fácilmente a ese movimiento de remakes y reboots que también está sufriendo el medio cinematográfico y televisivo a día de hoy. Pero los creadores de la miniserie escapan de caer en ese mismo pozo gracias a los añadidos que implementan a los fragmentos extraídos de la novela de Stoker para, así, crear un producto original que de pie a la incorporación de un nuevo Drácula dentro del fantástico y terror.

Su tercer episodio puede convertirse en la pieza que destruya el valor de la obra, puesto que es el que intenta, de algún modo, traspasar los límites estipulados por las páginas originales y que muy pocos se han atrevido a superar. No obstante, sería una pena sentenciar esas tres horas que suponen los dos primeros capítulos por un cierre mal llevado. De hecho, suele ser bastante habitual el no saber cerrar historias que arrancan de un modo tan impoluto en televisión.

En corto, la miniserie de Drácula de los creadores de Sherlock ofrece puro género sacado de la Hammer Films, monstruos a tutiplén, cantidades generosas de hemoglobina, un Drácula único con unos toques de humor y sarcasmo que salvan gran parte de las secuencias, y unos secundarios que refuerzan el elenco y la historia de forma contundente.

Pros

  • Claes Bang y Dolly Wells. Ellos sí que merecen todos los Globos de Oro.
  • La representación del género gótico y el amor que transpira por el fantástico.
  • Las dosis de humor son excelentes.

Contras

  • El tercer episodio se carga por completo lo presentado en los dos primeros capítulos. Puede ser el factor que haga que la serie sea odiada por muchos.
  • Episodios un tanto extensos, prácticamente son películas.

El veredicto

La miniserie de Drácula de Netflix y BBC es un proyecto arriesgado y rompedor que viene para hacerse un sitio en la historia del personaje vampírico con un guion inteligente, que no renuncia a las bases sobre las que se alza, sino que las abraza, las estudia y logra construir su propia historia única y original basándose en las páginas de Bram Stoker de forma totalmente libre.

En este artículo

Drácula

BBC (British Broadcasting Corporation) | 4 de enero de 2020

Crítica de Drácula, la miniserie de Netflix y BBC que recupera el mito de Bram Stoker

7
Bueno
Gatiss y Moffat han dado en el clavo para satisfacer a aquellos que busquen una historia distinta sobre Drácula, pero con cierto sabor a añejo. Las actuaciones de los protagonistas son de escándalo.
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