Doris Day, la mujer que soñaba con ser ama de casa

Se cumple un año de la muerte de la actriz y cantante, que personificó durante décadas a la esposa y ama de casa perfecta, y a la que desgracias de todo signo no lograron detener.

Doris Day.

© Cordon Press

Es difícil pensar en Doris Day sin recordar a Rock Hudson, con quien formó la pareja que definió el ideal marital americano durante los años 50. En sólo 5 años protagonizaron tres comedias románticas (Confidencias a medianoche, Pijama para dos y No me mandes flores) y su guerra de sexos pacífica, adorable y perfecta sirvió como templete para lo que debía ser un matrimonio decente en una nación que se recuperaba de otra guerra, una de verdad. Tanto Day como Hudson tenían una sonrisa pura que se convertiría en el emblema de un optimismo despreocupado que la nación necesitaba. Pero al igual que esa inocencia que América se empeñó en exportar, la castidad de Doris Day y Rock Hudson era pura fachada: en la vida real, las dos estrellas forjaron una amistad incondicional basada en el hecho de que su imagen pública no tenía nada que ver con su vida personal. Ambos eran cómplices en la mentira que les contaban al público.

Doris Day nunca quiso ser una estrella de Hollywood. Su verdadera ambición era ser un ama de casa de ensueño. Desde que su padre abandonó a su madre cuando Doris era adolescente, la actriz persiguió una vida familiar perfecta sin darse cuenta de que esa estampa bucólica nunca la satisfacería. Su incontrolable atracción por hombres problemáticos arruinó su sueño de construir un hogar idílico, pero ella no dejó de intentarlo: a los 16 años se casó con el trombonista Al Jorden, quien la humillaba en público y la golpeó a diario durante sus dos años de matrimonio. Las crónicas de la época recuerdan perturbadores episodios con Doris luciendo orgullosa sus magulladuras, fruto según ella de una pasión sexual irrefrenable. Cuando Doris se quedó embarazada Jorden llegó a encañonar su barriga con un arma, lo cual no fue suficiente para que Doris le abandonase.

Con 18 años ya estaba divorciada y era madre de su único hijo, a quien llamó Terry en honor a su libro favorito de la infancia (Terry y los piratas). Cuando 25 años más tarde Al Jorden se suicidó, Doris no lloró ni una lágrima. Su fama no dejaba de crecer y su canción Sentimental Journey fue la banda sonora para los soldados americanos que lucharon en la 2ª Guerra Mundial, bajo la promesa de volver a casa con sus esposas. En 1946 Day se casó con George Weidler en una breve ceremonia tras la cual la cantante siguió con su gira de conciertos. Doris empezó a obsesionarse con abandonar su ascendente carrera musical para dedicarse a su familia, a pesar de que vivía en una caravana. Quizá por eso boicoteó su propio estrellato bebiendo en exceso, tratando mal a sus compañeros y portándose como una diva caprichosa. Pero si hay un lugar en el que eso está permitido, ese es Hollywood.

Ante su inminente segundo divorcio tras sólo ocho meses de matrimonio, Doris Day matuvo relaciones paralelas con su mánager Al Levy, el actor Jack Carson, Martin Melcher y Steve Cochran. Este último era el novio de Joan Crawford, quien detestó a Doris toda su vida (algo que a Joan tampoco le costaba demasiado) por haberle robado al que consideraba el amor de su vida. Tras una corta relación con el actor y futuro presidente Ronald Reagan, Doris abandonó a todos sus amantes y se casó por tercera vez a los 27 años con Martin Melcher, quien produjo sus discos y películas y le ayudó a convertirse en la mujer favorita de América. Ninguna otra persona, hombre o mujer, ha logrado ser la estrella más taquillera cuatro años seguidos y Doris falleció ostentanto el título de la mujer más taquillera de la historia del cine. Doris fundó el arquetipo de "la chica de al lado", un emblema ficticio y aspiracional con el que años después Meg Ryan se construiría una carrera entera.

Su marido se convirtió en su mánager y su matrimonio en una relación de negocios. La lista de amantes de Doris Day es un buen resumen de los actores más importantes de los 60: Cary Grant, James Cagney, Jimmy Stewart, Frank Sinatra, Kirk Douglas o Jack Lemmon. En aquella época los estudios de Hollywood protegían implacablemente la imagen pública de sus estrellas, sobornando e intimidando a los periodistas para impedir que los trapos más sucios de los actores fuesen publicados. Hoy, con la voraz difusión de rumores e intimidades que caracteriza la información en redes sociales, Doris Day no habría podido mantener su alter ego de mujer perfecta e ingenua.

La banda sonora de El hombre que sabía demasiado, de Alfred Hitchcock, se convertiría en el mayor éxito de su carrera.Qué será, será era una agridulce reflexión sobre la vida y cómo nuestra felicidad depende del azar. Doris la cantaba apesadumbrada y resignada, parecía conformarse con el destino que le tocase ya que ella no había conseguido lograr su propia suerte. Sin embargo, en la segunda etapa de su vida comenzó a tomar decisiones por sí misma. Doris Kappelhoff estaba cansada de ser esa muñeca candorosa, con quien nunca se sintió identificada, y simplemente un día decidió dejar de ser Doris Day. Tras la muerte de su tercer marido descubrió que estaba arruinada por culpa de la facilidad de Melcher para fundirse el dinero ajeno. Doris consiguió dinero fácil recurriendo a la televisión. The Doris Day Show fue un éxito durante cinco temporadas y a lo largo de la década de los ochenta Day protagonizó varios especiales para televisión. Uno de ellos haría historia.

En 1985 Doris invitó a su mejor amigo Rock Hudson a aparecer en Doris Day's Best Friends. Enfermo de sida, Hudson era un demacrado y fantasmagórico reflejo del galán que había conquistado a Estados Unidos 20 años antes. Su enfermedad había revelado además su homosexualidad: en aquella época el sida era conocido como "la peste gay" y muchos creían que no afectaba a los heterosexuales. Aquella imagen de Rock Hudson hizo imposible que la sociedad norteamericana siguiese mirando hacia otro lado. Sus películas juntos habían sido una fantasía de cartón piedra con la que la sociedad podía autoengañarse y huir de la realidad pero, en 1985, Hudson y Day volvieron a reunirse para que el mundo entero mirase al sida de frente, sin poder apartar la mirada.

Rock Hudson murió dos meses después de aquel especial televisivo. Doris, como si sintiese que su trabajo ya estaba hecho, se retiró definitivamente y convirtió su casa en un refugio animal: su cuarto marido llegó a quejarse de que a Doris le importaban más sus perros que él. Su amiga Kay Ballard confiesa que Doris casi nunca coge el teléfono ni abre la puerta. "Sólo piensa en sus perros", concluye Ballard, "a diferencia de los hombres, ellos nunca la decepcionarán".

En 2011 Doris Day sorprendió a todo el mundo lanzando un disco, el primero en 45 años. My Heart era una recopilación de canciones inéditas producidas por su hijo Terry, quien murió en 2004 y a quien Doris quiso homenajear con este epílogo musical. Terry fue el único hombre que no le hizo daño y Doris nos regaló un testimonio artístico creado desde la emoción. Fue la última demostración de que tanto la carrera de Doris Day como su vida personal fueron, tal y como ella misma tantas veces cantó, todo un viaje sentimental.

Artículo publicado originalmente el 13 de mayo de 2019 y actualizado.