James Cole (Bruce Willis) no está loco. El protagonista de 12 monos, sí, está desquiciado, pero no está loco. Y es un héroe condenado a fracasar, atrapado en un bucle temporal que se repetirá una y otra vez. Son los viajes en el tiempo lo que le trastorna, lo que le descoloca, lo que hace que viva en una confusión empalagosa que hace que se plantee si está verdaderamente loco. La clave de la película está en La Jeteé, el cortometraje original de Chris Marker de 1962 que inspira la película de Terry Gilliam de 1996. "Despertar en otra era, naciendo por segunda vez como adulto supondría un absoluto shock", dice el narrador. Es el niño condenado a contemplar su propia muerte y a que esa muerte le atormente toda su vida. No hay forma de borrar el pasado, "no hay forma de escapar al tiempo", defiende La Jeteé. El final de 12 monos siempre ha planteado dos alternativas: James Cole está loco y James Cole no está loco. La primera es la opción aburrida, el dejá vu. La otra es la lectura que nos hace hablar de las consecuencias de los viajes en el tiempo, de la paradoja del abuelo, de la inevitabilidad del pasado. El problema es que a James le ha ocurrido como a Patrick Bateman, el personaje de American Psycho, que siembra una duda en algunos espectadores y muchos optan por la salida fácil: decir que todo es mentira, que el personaje está loco. Es el no infantil de toda la vida. Y James Cole es un héroe, no es un loco, y Patrick Bateman es un asesino despiadado. En la opción del NO te pierdes lo mejor de las dos ficciones. ¿Qué te parece más atractivo: un héroe que es incapaz de cambiar el pasado en un viaje en el tiempo condenado a repetirse y la imagen de un niño que ve su propia muerte o un tipo que está loco y que por enésima vez se lo imagina todo?

bruce willis caracteizado como james cole en una escena de '12 mono's
Universal
"Tengo una mente divergente", le suelta uno de los pacientes que se encuentra en la institución psiquiátrica. Es una trampa narrativa para que creamos que Cole puede estar loco.

La película nos va dejando pistas. Cuando viaja a 1996, después de huir de casa de los Goines, Cole le dice a la doctora Kathryn Railly (Madeleine Stowe): "Si yo estuviera loco el mundo estaría sano y yo podría vivir aquí. Hay agua y aire y estrellas. Me encantan las arañas…". Luego cuando vuelve a aparecer en diciembre de 1996, volviendo a dirigirse a Railly, lanza lo que es básicamente una plegaria: "No quiero conocer el futuro. Quiero volver a ser una persona normal. Quiero que esto sea el presente. Quiero quedarme en este tiempo… contigo". Y en la escena de la sala de cine que los defensores de la teoría de que todo-es-un-sueño alegan como prueba irrefutable de que tienen la razón, Cole dice: "Me acuerdo de esto [están viendo Vértigo, de Alfred Hitchcock]. Es lo mismo que nos pasa a nosotros. Como el pasado. La película nunca cambia. Parece que cambia, pero no cambia. Cambias tú", dice Cole. Viajas al pasado para tratar de cambiarlo, pero el pasado es inmutable, es siempre el mismo. "Si no puedes cambiar nada porque ya ha ocurrido, al menos huele las flores", dice Railly mientras le planta el bigote ficticio. Y esa es la explicación de 12 monos. En ese momento ya nos están diciendo que haga lo que haga, Cole no va a ser capaz de cambiar el pasado.

Vaya, Cole nunca quiso convertirse en Casandra.

La película si es cierto que luego juega con nosotros a medida que nos aproximamos al final. Quiere hacernos creer que quizá es posible. Y lo hace, además de por sorprendernos, para que nos podamos meter en la cabeza del héroe y en la cabeza de Railly: oye, a lo mejor si es posible. La esperanza es el sentimiento -que no instinto- más fuerte en el ser humano, por encima de cualquier otro. Estamos programados así. "Si la semana que viene sigue habiendo atascos, partidos de fútbol y atracos nos alegraremos", dice Railly. Y luego descubrimos que Jeffrey Goines (Brad Pitt) y su colección de primates no están detrás de la bacteria que acaban con la vida de 5.000 millones de personas y pensamos que quizá sí han sido capaces de cambiar el pasado, pero entonces nos acordamos del doctor Peters (el doctor Morse) y todas esas caras de villano (por no hablar de ese pelo tan incriminador) que pone y dudamos. Y luego nos encontramos con el niño, que es James de pequeño, que contempla su propia muerte.

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