Deborah Mitford, la duquesa fan de Elvis que tomó el té con Hitler y bailó con JFK

Deborah Mitford, la duquesa fan de Elvis que tomó el té con Hitler y bailó con JFK

Sotheby’s subasta objetos personales de la última de las legendarias hermanas Mitford

La duquesa de Devonshire posando para su amigo Cecil Beaton ©The Cecil Beaton Studio Archive at Sotheby’s

LUIS VENTOSO

«¡Las chicas Mitford! Yo las amo por sus pecados», exclamaba el ocurrente poeta londinense John Betjeman, figurón televisivo en su senectud. Hijas de una familia linajuda del norte de Inglaterra venida a menos, las seis hermanas Mitford , iconoclastas, guapas y con ingenio, fueron la comidilla social de la Inglaterra de los años 30 y 40 del siglo pasado. La verdad es que cundían. Las había fascistas y filonazis (encarceladas durante la guerra por Churchill, que era pariente político) y también comunistas y socialistas. Escribieron novelas superventas, protagonizaron bodas de postín, aventuras y desgracias tan pintureras como un suicidio en diferido.

La última de las Mitford fue Deborah, tras su matrimonio la undécima duquesa de Devonshire, fallecida en 2014 con 94 años. El próximo 2 de marzo Sotheby’s subastará 400 objetos personales de ella, que se espera recauden sobre un millón de euros para la familia . Joyas, libros dedicados, cuadros y algunos accesorios pintorescos, como su teléfono, cuya sintonía era el «Rock de la cárcel» de Elvis Presley, de quien era volcada seguidora, para estupor de su hijo, el actual duque, frito con tan peculiar timbrazo: «Ese teléfono me volvía loco –ha contado a «Financial Times»–, era gracioso, pero sonaba todo el rato, porque ella estaba todo el día al teléfono. Estábamos en la era anterior a los móviles y resultaba un ruido totalmente inaceptable». También se expondrán fotos de la duquesa y su mundo de distinguida élite, tomadas por el gran Cecil Beaton.

Deborah era conocida en familia como «Debo» (las Mitford eran muy de diminutivos, como tanta clase alta). Pertenecía a la rama cuerda de las hermanas y tras su matrimonio se encarnó en gran señora campestre , al rescate y revisión de la vieja aristocracia rural, sumida ya en ese lánguido crepúsculo lampedusiano que tan bien refleja el culebrón «Downton Abbey», que ha bebido a saco de las peripecias de las Mitford.

Duquesa a la fuerza

En 1941, Deborah se casó con Lord Andrew Cavendish, que heredó el título de duque de Devonshire tras la muerte en combate de su hermano, el primogénito. Deborah y Andrew, que tuvieron siete hijos de los que sobreviven solo tres, dedicaron su vida a rescatar la imponente mansión familiar de él, Chatsworth, en el centro de Inglaterra. Levantado en 1526 por los primeros Cavendish, el palacio cuenta con 126 habitaciones, atestadas de obras de arte, y con un latifundio agrícola asociado de 105 kilómetros cuadrados.

Deborah era una mujer práctica. Contribuyó mucho a sacar nuevo brillo a Chatsworth, heredado por su marido con tal carga de deuda que muchos auguraron que solo quedaba una solución: la venta. Pero le dieron la vuelta al reto. Abrieron la propiedad al mundo y hoy recibe 600.000 visitantes cada año, ingresa unos siete millones de euros anuales y se le atribuye un valor de 2.100 millones. El latifundio agrícola, ahora una granja de prestigio, da 600 empleos. Una de las primeras misiones de Deborah en Chatsworth fue bien sencilla: instalar cuarto de baño en 17 habitaciones. Y es que hasta el siglo XX no había entrado en ellas el agua.

En junio de 1937, Deborah («apolítica» según ella, pero más tory que Thatcher), su madre y su hermana Unity, nazi convencida, tomaron el té con Hitler . Ya en el declinar de su vida, un periodista le preguntó con quién preferiría tomar un té, con Hitler o con Elvis: «Con Elvis, por supuesto», contestó con un respingo la duquesa. A buen seguro, ella fue la única mujer del mundo que compartió refrigerio con el genocida alemán y bailó con JFK, cuya hermana Kathleen se casó con el cuñado de Deborah.

Chatsworth rebosó glamur bajo su mano. Por allí pasaban el Príncipe de Gales, o pintores como Lucien Freud o Duncan Grant, el homosexual que fue amante de Keynes y vivió una larga, exitosa y singular historia de amor con la hermana de Virginia Woolf. Sotheby’s sacará a la puja por 2.000 libras un retrato de Deborah obra de Grant. Ella solía decir que su huésped más difícil era el novelista Evelyn Waugh, el autor de «Retorno a Brideshead », que se ponía «absolutamente imposible» cuando bebía. Unas galeradas dedicadas de la novela salen a subasta también, por 20.000 libras (26.000 euros).

Las hermanas darían para varios libros, pero se puede resumir. Deborah fue la gran aristócrata rural. Nancy, la socialista ingeniosa, que floreció en novelista de mucho éxito. Diana era una beldad que se casó con el heredero de la cerveza irlandesa Guinness, pero lo plantó para irse con Oswald Mosley, el líder fascista inglés. Se pasó detenida tres años de la guerra por orden de Churchill. Unity era pronazi. Se pegó un tiro en la cabeza con el disgusto de que Inglaterra entraba en guerra contra Hitler, pero falló. La herida nunca curó bien y la mató ocho años después. En el otro lado, Decca era comunista, combatió en la guerra civil española y luego hasta llegó a ser cantante pop. Pamela se casó con un rico científico y fue una aventurera.

También hubo un hermano varón, Tom, otro que cojeaba del pie derecho y no quiso combatir a Hitler. Solo aceptó enrolarse en el frente contra los japoneses. En las trincheras de Asia encontró la muerte.

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