Crítica de la película 'La voz del sol': Películas de otra época
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La voz del sol: Películas de otra época

La productora Carol Polakoff debuta la dirección de largometraje con un drama sobre el exilio y el franquismo anticuado y aburrido en sus formas

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En La voz del sol Maruja y Manolo son un matrimonio de exiliados republicanos españoles que vive en París trabajando al servicio de los embajadores de EEUU en Francia. Cuando ella descubre que sufre una enfermedad terminal, deciden volver a España para despedirse de su antiguo hogar y, en su caso, hacer las paces con su hermana, a la que no ve hace años. Deciden llevarse con ellos a Alan, el hijo de sus patrones, un joven adolescente al que han criado como si fuese propio y que quieren que conozca su país de origen.

La productora estadounidense Carol Polakoff dirige su primera película con la adaptación del libro autobiográfico de Alan Jolis, cuyas experiencias se reflejan en el personaje coprotagonista. Es una película sencilla, cortita y al pie, de apenas una hora y media de duración —cosa que casi que se agradece— y recursos limitados que a veces disimula peor y otras mejor. Carmen Machi y Karra Elejalde, reclamo comercial para el público español, son su mejor baza a nivel actoral.

La voz del sol, en fin, es una película en la línea de otros estrenos recientes que intentan rescatar el desencanto olvidado de la Transición y el franquismo, solo que sin la energía de un Te estoy amando locamente, la fineza narrativa de Las buenas compañías o el amargo realismo de Modelo 77. Es una película más sobre el exilio y el franquismo, como no son todas las españolas, pero sí muchas de otro momento del cine español, a la que le cuesta encontrar su personalidad propia.

Pamplona, qué hermosa eres

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Ojo, que no es un mal producto para nada. Natxo López cofirma el guión junto a la directora y el también estadounidense John Milarky, suponemos que puliendo de tópicos extranjeros un original cuyo desbarre (salen los Sanfermines en los 60, eso en manos del gringo siempre es peligroso) no podemos conocer por no haber leído el libro original. José Luis Alcaine se ocupa de la fotografía y Teresa Font del montaje. Esta película, con esta premisa, un directora o directora local al frente y el mismo presupuesto en los 90 se podría haber hinchado a Goyas, o al menos a nominaciones.

Pero llega ahora, en 2023, y aunque la historia de Manolo y Maruja sea real, única y merecedora de ser conocida, suena a ya vista, a falta de un giro que la traiga hacia nuestro presente. Y eso que sabemos que hace 30 años muchas cuestiones sobre la representación del conflicto de Maruja con su hermana y lo que tuvo que hacer esta última para sobrevivir se habrían resuelto de maneras que hoy nos pondrían un poco nerviosos. Pero aún así. La narración es plana, el tratamiento de casi todos los conflictos políticos superficial y la evolución de todos los personajes excepto el de Carmen Machi —sí, incluido el niño narrador— va a trompicones.

Aunque un par de detalles muy importantes para entender a la pareja protagonista sí que se dejan más en elipsis, la mayoría de conflictos se verbalizan directamente y todos los diálogos son trascendentes. Se agradece la economía narrativa en aras de una película más ágil y ligera, pero parece como si los personajes todo el tiempo estuviesen ocupados en subrayarle al espectador la información que necesita comprender, no vaya a ser que se pierda. Algo que es aún más cantoso por esa película que se basa en los silencios y los secretos provocados por el exilio, la dictadura o las peleas familiares: todo el tiempo están haciendo explícito lo que debería ser implícito.

El maquis sin maquis

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El secreto del pasado de Manolo no es demasiado spoiler, pero su tratamiento sí resulta muy sintomático de las limitaciones de La voz del sol. Fue maquis junto a su padre y un buen amigo, que murieron cuando los capturaron. Él fue torturado y esa experiencia lo cambió completamente como persona, aunque ahora se muestra siempre de buen humor, es un hombre que sufre remordimientos y hundido por la derrota. Es verdad que la realidad del maquis ha sido muy poco tratada por nuestro cine —en la Transición estuvieron Los días del pasado (1977), de Mario Camus o El corazón del bosque (1979), de Manuel Gutiérrez Aragón, o más reciente Sordo (2019), de Alfonso Cortés-Cavanillas—, pero lo que se ve aquí son dos diálogos completamente tópicos y luego un drama familiar que vale para cualquier exiliado de la Guerra Civil.

Eso no es es malo, sino… fácil o ya visto. Como le ocurre a casi toda la película, adolece de falta de medios y falta de imaginación desde la dirección para ir más allá del drama humano personal o atreverse con un enfoque de la competición entre hermanas que no sea meramente culebronesco o buenista, que no se quede en todos los diálogos trascendentes. Cada vez que alguien ve a Alan le da un sabio consejo o le hace una confesión personal profunda. Seguramente fue así en la memoria del autor del libro idealizando un viaje de adolescencia —con, por supuesto, primeros picores acompañados de épica inverosímil incluidos—, pero resulta poco creíble en pantalla.

Pasando la frontera, La voz del sol no es horrible, si nos interesa el tema se sigue fácil y su pareja protagonista es de las más solventes actoralmente de España, aunque aquí vengan un poco en automático. Pero, irónicamente ya que es una película de responsables extranjeros con profesionales españoles ejecutando, se parece demasiado a ciertos tópicos sobre el cine español de otros tiempos, y es tristemente plana en no ser consciente de ello (como otros ejemplos citados) para intentar ponerle remedio. Una oportunidad perdida, más que nada.

Imágenes: La voz del sol – Tamara Arranz
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