Al poco rato de aterrizar en Villemstad, la capital de la isla de Curaçao, tuve una alucinante visión. En el malecón Handelskade de la isla caribeña observé una abigarrada fila de coquetos edificios pintados, cada uno, de diferentes y chillones colores, como si se tratase del paisaje de un cuento infantil. Me faltó tiempo para preguntarle a un viejo curazuleño el por qué de tanto colorido. Según me contó, un gobernador del siglo XVIII sufría dolor de cabeza debido a los rayos de sol que se reflejaban en las paredes de los edificios pintados de blanco. Él promulgó un decreto por el que ordenó que todas esas casas fueran pintadas de color. Las malas lenguas dicen que él era el mayor accionista de la única fábrica de pinturas de la isla...

Belleza de otro mundo

Cada isla tiene sus misterios. Curaçao es una isla diferente a todas las caribeñas. Se la conoce como Belleza de otro mundo. Es famosa por sus 39 extraordinarias playas de aguas azules y por su intensa vida marítima. Pero los tesoros naturales de su interior son tan interesantes como su costa. En el parque natural Christoffel, por ejemplo, que abarca 1.800 hectáreas es el hábitat de gran cantidad de animales salvajes: iguanas, aves tropicales, venados de cola blanca, burros y liebres, por citar sólo algunos. La región es, pues, extraña y casi alienígena. Otra atracción es su cerro de Sint-Christoffel, que ofrece una panorámica sensacional de la isla. Te demoras entre una y dos horas para subirlo y media si tomas un auto hasta el pie del cerro. En la ruta descubrirás gran variedad de cáctus, rocas serradas y vegetación exótica. No te olvides de llevar agua, zapatos cómodos y crema protectora contra los fuertes rayos de sol. 

Por otro lado, los románticos edificios históricos son una muestra de la hermosa arquitectura colonial holandesa y del pasado de Curaçao. La mayoría de casas tiene a su alrededor un fondo de exuberante naturaleza. En algunas, como Zeeklandia y Brakkeput, se instalaron restaurantes donde se puede degustar sabrosos mariscos y cocina tradicional que satisfará los paladares más exigentes. En otras, se ubican interesantes exposiciones fotográficas y documentos de lo que un día tales casas señoriales albergaron plantaciones en su entorno.

La UNESCO reconoció la importancia multicultural durante tres siglos de este sector histórico de Willemsttad, comparándolo con monumentos como la Torre Eiffel, el Taj Mahal o La Gran Muralla China. Al deambular por las calles de esta zona se reconocen fácilmente las etnias. En Punda, los edificios con techos triangulares puntiagudos son reminiscencias de las casas señoriales de los canales de Amsterdam. 

Algo de su historia: oscura y turbulenta

Los holandeses se convirtieron en el siglo XVII en los líderes del comercio internacional de esclavos. Los compraban en África y los vendían a ricos propietarios de América, aunque siempre permanecían en la isla unos 1.500 para trabajar en la Compañía de Corsarios holandeses. En la época moderna, algunos descendientes de esclavos crearon una dinámica cultura urbana en los callejones del Otrobanda. Ahí se encuentra el espacioso Museo de Curaçao, que exhibe obras artísticas locales y extranjeras, así como objetos de arte de los indios casquetio. En el techo hay un carillón se 47 campanas. Otro importante museo es el de Kura Hulanda. Ofrece una impresión del holocausto negro: los horrores de la trata negra transatlántica. Una exposición conmovedora sobre los millones de africanos que fueron expulsados de su continente y forzados a trabajar como esclavos.

Curaçao

Pese a la pequeña dimensión de la isla de Curaçao, hoy la habitan más de 60 nacionalidades que conviven armónicamente en un entorno fascinante. Es una sociedad políglota, se hablan cuatro idiomas: el más hablado es el papamiento, además del neerlandés, el inglés, y el español. La diversidad cultural es un motivo de orgullo y ha dado lugar a un crisol único de tradiciones, gastronomía y lenguas. Su historia es sorprendente: españoles, holandeses, franceses e ingleses lucharon para apropiarse de la isla. De hecho, cambió de manos varias veces en el siglo XIX. Fue un territorio codiciado por su ubicación estratégica. Su puerto, de aguas profundas, se convirtió en una base naval ideal.  

Vida marítima

El entorno insular acapara en gran medida la vida de los habitantes cara al mar. Lo más recomendable para el visitante es también explorar la isla en este sentido. Durante esta experiencia se puede descubrir desde pinturas rupestres en las cuevas de Hato, hasta admirar el hermoso Museo Marítimo. En éste se exhibe la turbulenta historia de Curaçao. La isla creció como refugio de los antiguos piratas hasta convertirse en el dique seco más grande de Latinoamérica.

El Parque Nacional Shete Boka exhibe el temperamento extremo de Quazan. Se trata de siete bocas interconectadas que muestran la increíble fuerza de sus gigantescas olas que, con los años, han formado Boka y Boka Pistol. Se puede entrar en las cuevas y observar las explosiones de las olas que salen de una misteriosa apertura en las rocas como si se tratara de un géiser. Por otro lado, Caracasbaí es otro de los lugares favoritos de Curaçao. En esta parte, los aficionados a los deportes acuáticos pueden practicarlos todos. No hay otra playa en la isla, ni, probablemente en todo el Caribe de aguas color turquesa, que la de Kas Bou. La infinita playa de Seaquarim es la más popular de la isla. Y muy cerca de ella se encuentra un fabuloso acuario. Más de 400 diferentes habitantes de los arrecifes pueden ser admirados en su ambiente natural: rayas, leones marinos, tiburones, etc.

Vida nocturna

Si ir de fiesta fuera un deporte olímpico, Curaçao sería un serio candidato a la medalla de oro. Todo el año hay festivales de música y bailes. En Mambo Beach, jalonada de bares y chiringuitos puede acontecer de todo. Con sus interminables happy hours, fiestas en las playas, casinos, cine, y bailes a ritmos caribeños en una pista entre palmeras y tumbonas frente al mar, tendrás la oportunidad de tomar tranquilo un curaçao, un exquisito licor a base de naranja, o una cerveza Amstel, ambas originarias del país. 

Asimismo, el malecón de Otrobanda, está siempre pletórico de bandas de música que aumentan el calor al máximo. Los estilos van de jazz latino hasta el rock alternativo, sin olvidar la salsa. Hay que ver para creer tantas toneladas de diversión. ¡La música no cesa hasta el alba!