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Muere Concha Velasco, una actriz de todos, una actriz de 'tripa'

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Fallece a los 84 a�os la artista un�nime y espejo de Espa�a entera que personific� una nueva forma de ser mujer en un pa�s que sal�a de la dictadura

Hay actrices que de puro ic�nicas no caben en la pomposa ordinariez de un obituario. La noticia de su muerte se antoja por fuerza, como aquella de Mark Twain, desproporcionada. O s�lo exagerada. Su familia anunci� el fallecimiento a los 84 a�os de Concha Velasco y un escalofr�o incr�dulo de orfandad recorri� la prosa turbia de las necrol�gicas. Pomposas y ordinarias. De alg�n modo, hace tiempo que la vida de esta actriz nacida en Valladolid en el rigor del fin de la guerra (hija del comandante de caballer�a P�o Velasco Velasco y de Mar�a Concepci�n Varona Garc�a de Mardones, maestra republicana) dej� de pertenecerle a ella para ser un poco, o completamente acaso, patrimonio de todos. Concha era ya y con todas las consecuencias un trozo de cualquiera de nosotros, un cap�tulo vivo de la memoria compartida. Y probablemente para siempre y, de ah� sin duda, la impertinencia de una muerte que no puede ser.

"Lamentamos informar de que nuestra madre, Concha Velasco, ha fallecido hoy s�bado 2 a las 02:00 en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, habiendo recibido los Santos Sacramentos, a consecuencia de una complicaci�n en su enfermedad", informaron sus hijos Manuel y Paco en un comunicado de manera por fuerza lac�nica. "Somos unos afortunados por haber gozado de la mejor madre del mundo y por recibir el cari�o de tantos espa�oles que la quieren y la admiran. Gracias a todos", conclu�an precisos. Luego se supo que la capilla qued� instalada el mismo s�bado en el popular teatro La Latina de Madrid y que el domingo ser� oficiado su funeral en la Catedral de Valladolid y posteriormente ser� enterrada en el Pante�n de Personajes Ilustres en el Cementerio de El Carmen de su ciudad natal.

A esta actriz "de tripa", como dec�a Berlanga de ella y ella misma repet�a con entusiasmo, le gustaba recordar que su carrera empez� con una frase: "Concha Velasco, pero �qui�n es Concha Velasco?". Y en la respuesta, ahora que ya ha pasado una carrera entera y con ella infinidad de vidas, cabe un mundo. O varios. Para unos y para toda la eternidad ser� La chica yey�, la beat girl que quiso descubrir sin descubrir del todo una nueva forma de ser mujer en una Espa�a que, pese a todo, no pod�a dejar de ser lo que era.

Para saber m�s

Seg�n el Diccionario del Cine Espa�ol, dirigido por Jos� Luis Borau, ella "encarnaba la imagen de muchacha moderna pero honrada, simp�tica y no casquivana, redicha, p�cara, con sentido com�n y respetuosa del orden, es decir, una perfecta novia". Queda dicho. Para otros, fue la imagen de un cine popular, claro y sin m�s pretensiones que su absoluta falta de pretensiones. Con o sin Tony Leblanc, con o sin Manolo Escobar, nadie como ella para ser sin prejuicios ni coartadas siempre y en todo momento ella, que era una manera alegre, nada sofisticada y perfecta de ser lo que sus espectadores habr�an querido ser. Ella era ella a fuerza de ser todos.

Pero caben muchas conchas en Concha Velasco. La actriz que complet� con Pedro Olea Pim, pam, pum... �Fuego! (1975), justo despu�s de Tormento (1974) y mucho antes de M�s all� del jard�n (1996), fue una actriz a coraz�n abierto dispuesta a refutarse a s� misma hasta mucho m�s all� de los lugares comunes que la ataban. De repente, en plena Transici�n, la Velasco se reinventa, se rompe en la pantalla y el cine nuevo que viene despu�s de todo lo viejo se ofrece en sacrificio ante el talento de la mejor de todas. Desde siempre. Cuando en mitad de los 80 ofreci� su composici�n de Santa Teresa de la mano de Josefina Molina ya no qued� duda de que Concha estaba ah� para atreverse con todo, hasta con la necesaria aniquilaci�n del mito y de la imagen m�s adocenada de la propia Concha Velasco.

Concepci�n Velasco Varona, as� naci�, debut� en el cine con La reina mora (1954), de Ra�l Alfonso. Ella, en realidad, iba para bailarina y hasta fue vicetiple de la vedette argentina Celia G�mez. Estudi� danza cl�sica en Madrid y debut� en el cuerpo de baile de la �pera de A Coru�a. Posteriormente, trabaj� en las compa��as flamencas de Manolo Caracol y Luisa Ortega. Recordaba cuando pod�a y deb�a que fue algo despu�s, en 1956, cuando en La fierecilla domada, con Carmen Sevilla de protagonista, tuvo por fin una frase. ��Oh, se�ora!, no os o�mos llegar", dijo. Precisamente fue a Carmen Sevilla a quien sustituy� como presentadora enCine de Barrio 55 a�os despu�s.

Su primer papel protagonista llegar�a con Las chicas de la Cruz Roja, de Rafael J. Salvia, y ya no hubo remedio. De golpe adquiri� el estatus de representante y hasta bandera de eso que se vino a llamar nueva comedia espa�ola sobre la ola del desarrollismo tecn�crata, tur�stico y ligeramente 'opusino' que nada quer�a tener que ver con la amargura de la posguerra. Ella estuvo siempre ah�.

Aplausos a la llegada del f�retro  de Concha Velasco al Teatro de La Latina.
Aplausos a la llegada del f�retro de Concha Velasco al Teatro de La Latina.

T�tulos como Los tramposos (1959) de Pedro Lazaga o El d�a de los enamorados (1959) de Fernando Palacios, al lado de las pel�culas que rodar�a con su mayor secreto Jos� Luis S�nz de Heredia como la zarzuela La verbena de la paloma (1963), el drama Los gallos de madrugada (1971) y, sobre todos ellos, la comedia Historias de la televisi�n (1965), donde interpreta la canci�n yey� que la marcar�a fuego, terminaron por componer la radiograf�a de un tiempo que por un momento se so�� nuevo, libre o quiz� s�lo distinto. Y en medio, ella, como la certeza de que no todo estaba perdido.

Y as� hasta llegar a los 70, los de la Transici�n de antes, los de Pedro Olea. Es aqu� donde Velasco da la mejor versi�n, la m�s rota, la menos yey� si se quiere, de s� misma. Junto al trabajo con Olea, se le puede seguir el rastro en obras siempre arriesgadas y siempre lo contrario de s�: Las bodas de Blanca (1975) de Francisco Regueiro, Libertad provisional (1976) de Roberto Bodegas y su tercera v�a, La colmena (1982) de Mario Camus, La hora Bruja (1985) de Jaime de Armi��n y la ya citada Teresa de Jes�s (1984). Y eso sin olvidar, la adaptaci�n cinematogr�fica de Yo me bajo en la pr�xima �y usted? (1992) dirigida por su c�mplice antes que s�lo colega Jos� Sacrist�n seg�n la obra teatral de Adolfo Marsillach. Todas ellas permanecen cosidas no tanto a la memoria sentimental, que tambi�n, como a la acad�mica (la de la Historia del Cine) de un arte que, de nuevo, se quiso nuevo.

Y si profunda, adem�s de indeleble, es su huella en el cine, no lo es menos en el teatro y la televisi�n. En 1986 monta el musical para el recuerdo Mam�, quiero ser artista. La rosa tatuada (1998), de Tennessee Williams, la convierte en el prototipo de mujer madura hastiada de casi todo, incluido el matrimonio.

En 1999 inicia su colaboraci�n con Antonio Gala de la mano de Las manzanas del viernes a la que seguir�a In�s desabrochada (2003). Luego llegar�a el megaproyecto que la trajo a maltraer por culpa de las deudas pese al �xito de Hello, Dolly! (2001). Y m�s tarde, en 2011, La vida por delante junto a Josep Maria Pou. Son s�lo fragmentos de escenarios, plat�s de televisi�n y, todo sea dicho, prensa rosa. Que si su hijo de padre oculto (el director de fotograf�a Fernando Arribas), que si su divorcio del Paco Mars�, que si su intento de suicidio, que si sus problemas con Hacienda... Que si Concha.

En septiembre de 2021 anunci� que se iba y ahora, otra vez, vuelve a irse. Pero no del todo. Hay actrices que de puro excesivas no caben en la pomposa ordinariez de un obituario. Concha se queda como la actriz de tripa que fue. Y que es.