Mujeres evangelistas - Protestante Digital

Mujeres evangelistas

Artículos de la serie sobre la historia de las iglesias pentecostales relativos a la mujer, escrita por el historiador Mario Escobar.

10 DE MARZO DE 2006 · 23:00

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Mujeres evangelistas (I)

El debate sobre el papel de la mujer en la iglesia sigue siendo hoy día un tema controvertido en muchas de las denominaciones evangélicas. En el siglo XIX, varias mujeres pioneras, la mayoría del entorno pentecostal, comenzaron una gran labor evangelística. Mujeres como María Woodworth-Etter, Aimee Semple McPherson o Kathryn Kuhlman, entraron en el mundo de las predicaciones en masa y fueron el centro de todas las críticas. En estas semanas examinaremos la vida de estas tres evangelistas; sus errores y aciertos. La mujer ha sufrido una discriminación generalizada en casi todas las culturas. Muchos han querido ver en el pueblo de Israel una excepción, pero la realidad es que en los judíos siempre ha habido una profunda sima entre, lo que Dios estipulaba en su Ley y la práctica habitual hebrea. Algo parecido ha pasado en el Cristianismo. En la religión en la que no hay “…judío ni griego, varón ni mujer, esclavo ni libre…”; las diferencias sociales, los prejuicios étnicos y una profunda misoginia, han marcado la historia de la Iglesia y siguen vigentes en muchas congregaciones. Algunas mujeres intentaron terminar con este estado de discriminación; la forma en la que lo hicieron y las ideas que a veces defendieron las desautorizaron en ocasiones, pero abrieron el camino a la participación activa de la mujer en la iglesia. MARÍA WOODWORTH-ETTER En 1844, en una solitaria granja en Lisbon, Ohio, nació María. Una niña de pueblo en mitad de un estado agrícola, parecía destinada a ser ama de casa y madre, pero a los trece años, tras convertirse, Maria Woodworth-Etter, recibió un llamamiento a servir a Dios como predicadora. Las dificultades para una mujer en el siglo XIX eran enormes y los problemas personales de María parecían insalvables. Su madre murió poco después y ella tuvo que hacerse cargo de la granja, lo que terminó con sus sueños dedicarse a predicar. Tras la Guerra Civil, Maria se casó con P. H. Woodworth, un soldado herido que dedicó, junto a su nueva mujer, todas sus fuerzas para levantar la granja. Tuvieron seis hijos, pero cinco murieron a muy corta edad, transformando la felicidad de los Woodworth en una profunda tristeza. María, desesperada, buscó en la Biblia la respuesta a su triste situación. Las palabras del profeta Joel la llenaron de ánimo, cuando descubrió que, según la promesa de Dios, tanto las mujeres como los hombres recibirían el derramamiento del Espíritu Santo, en los últimos tiempos. Una noche, mientras oraba, tuvo una visión que la llevaba sobre las inmensas praderas del Oeste y vio como ella predicaba sobre los amarillentos campos de trigo. Entonces, una voz le dijo: “Así como caen los granos, caerán las personas”. Una nueva vida comenzaba para María. ¿Podría superar todos los obstáculos y convertirse en una de las primeras predicadoras del siglo XIX?

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